Crónicas de las Tierras de la Bruma 1: El Cubil de la Mente

 

Sientate al fuego conmigo y te contaré la historia del Nuevo Cisne. Hoy en día sus nombres son bien conocidos por todos, pues son leyendas por derecho propio, pero sus comienzos distan de los altos finales a los que llegaron. Caliéntate las manos al fuego e imagina unas niñas pequeñas que, entre hechizos de sueño y discusiones familiares, espadas que hablan y tribus masacradas, se encontraron unas a otras en un orfanato. Quienes nada tenían encontraron en el apoyo, las discusiones y los abrazos, que se tenían unas a otras.
 
No sería hasta muchos años después que, llegados al antiguo continente, una carcasa muerta de lo que otrora debió ser, se despertarían a un nuevo día, a un nuevo comienzo, a una nueva posibilidad. A los festejos que honraban la consagración de la ciudad a los que hacían posible el presente y el futuro de la misma, los escogidos y favoritos del Aeon. Pero entre los discursos del Pontifice y las conversaciones sobre tabernas, las primeras lineas de falla se hacen visibles cuando la Santa Iglesia del Aeon se empieza a dividir entre la ortodoxia y la heterodoxia, entre el pasado estanco y el futuro incierto. 
 
Todos sabemos cómo acabó aquello, como el resto de la historia, pero igual que el fuego de esta hoguera aun es joven, nuestras heroínas también lo eran, inconscientes aún de a dónde todo se dirigía y las decisiones que tomarían en el camino. Pues, de momento, sus pasos les llevaron al cubil de los lobos. Fueron batallas titánicas, no nos llevemos a engaño, pues las leyendas no se forjan a través de paseos y risas, sino embarrando las espadas en los huesos, la sangre y las heces de los enemigos. En combates donde la propia mente, la amistad entre quienes prácticamente eran hermanos y lo correcto pueden desdibujarse. Porque, entre los antiguos secretos, las certezas son puestas a prueba.
 
Pero prevalecieron. En la oscuridad de la duda se encontraron unas a otras, como antaño hicieran en los pasillos del orfanato, y prevalecieron contra el enemigo. Porque hay lazos más fuertes que la sangre y son aquellos que tejemos con quienes escogemos para que nos acompañen en el camino de la vida. Unos lazos que serían puestos a prueba una y otra vez, pues es así como se tejen las leyendas. 
 
Pero eso te lo contaré otra noche, que por ahora se me acaba la jarra de cerveza y más vale descansar unas horas antes de continuar el peregrinaje. Te toca la primera guardia...

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