La Advertencia de la Llama
Pasa Chiquillo y toma
asiento. Por una vez, voy a aceptar tu petición y te contaré de cuando
yo era como tú, pero esta noche jamás se repetirá y espero que recuerdes
todo bien.
Corría el Año de Nuestro Señor de 1413, y yo de aquellas era como tú: un recién llegado a la Sangre, lejos del poder con el que me has conocido. El mundo entero se preparaba para lanzarse a la época más tumultuosa que la Estirpe jamás ha conocido, y sin embargo todos éramos ciegos a ello, anquilosados en la Guerra de los Príncipes que ya llevaba desangrando la Cristiandad (lo que ahora llamáis Europa) durante dos largos siglos. Sin embargo, aqui y allí se veían las señales del cambio de los tiempos: la osadía de la Inquisición, las reuniones de los neonatos, el despotismo imparable de los que detentaban el poder. La Sexta Tradición, que de aquellas era lo que ahora se llama Mascarada (mal llamada, por cierto, su nombre antiguo es el Silencio de la Sangre, y no sé por qué el estúpido Rafael de Corazón decidió cambiarlo), se ignoraba demasiado. Éramos muchos, como ahora, y los diversos profetas de la Gehenna clamaban que se acercaba el fin, el Tiempo de la Sangre débil. Como ahora.
Y así, debido al exceso, y a la arrogancia, los poderosos y viejos se volvieron contra los jóvenes y comenzó el Terror. No esa estupidez que siguió a la Revolución Francesa, estoy hablando de todo un siglo de sangre, de hogueras, de la caza de los antiguos a manos de los neonatos y a la inversa. La Revolución Anarquista. Puede que hayas oído hablar del despotismo de la Torre de Marfil que nos aprisiona, los Brujah siempre truenan contra ella, o del horror del Sabbat que aulla a nuestras puertas. Nada de eso se puede comparar contra el autoritarismo de los antiguos Príncipes renacentistas, contra la violencia desatada por los neonatos ansiosos de sangre y poder, con los gritos de los débiles arrojados a las hogueras como escudos para que sus Sires permaneciesen eternamente en el poder.
Sin embargo, como entonces, las señales se reproducen de nuevo en este comienzo del siglo XXI. Todos vivimos en la opulencia y el poder de los titiriteros, y sin embargo en las esquinas de las ciudades los profetas claman la llegada de la Sangre Débil, los vampiros se acinan en las urbes por su excesivo número, y la estructura de la Camarilla se vuelve completamente despótica. Escúchame, Chiquillo, esta única noche, esta advertencia: hace seis siglos estuvimos ciegos al cambio que se nos echaba encima... y ahora no lo queremos ver tampoco. Pero hemos de prepararnos, pues cuando los fuegos se enciendan de nuevo, los jóvenes y los antiguos se lanzarán unos al cuello de los otros por ambición, poder y mera supervivencia. Así ha sido, y así será de nuevo.
Ahora vete, es tarde y aún tengo muchas cosas que hacer.
Corría el Año de Nuestro Señor de 1413, y yo de aquellas era como tú: un recién llegado a la Sangre, lejos del poder con el que me has conocido. El mundo entero se preparaba para lanzarse a la época más tumultuosa que la Estirpe jamás ha conocido, y sin embargo todos éramos ciegos a ello, anquilosados en la Guerra de los Príncipes que ya llevaba desangrando la Cristiandad (lo que ahora llamáis Europa) durante dos largos siglos. Sin embargo, aqui y allí se veían las señales del cambio de los tiempos: la osadía de la Inquisición, las reuniones de los neonatos, el despotismo imparable de los que detentaban el poder. La Sexta Tradición, que de aquellas era lo que ahora se llama Mascarada (mal llamada, por cierto, su nombre antiguo es el Silencio de la Sangre, y no sé por qué el estúpido Rafael de Corazón decidió cambiarlo), se ignoraba demasiado. Éramos muchos, como ahora, y los diversos profetas de la Gehenna clamaban que se acercaba el fin, el Tiempo de la Sangre débil. Como ahora.
Y así, debido al exceso, y a la arrogancia, los poderosos y viejos se volvieron contra los jóvenes y comenzó el Terror. No esa estupidez que siguió a la Revolución Francesa, estoy hablando de todo un siglo de sangre, de hogueras, de la caza de los antiguos a manos de los neonatos y a la inversa. La Revolución Anarquista. Puede que hayas oído hablar del despotismo de la Torre de Marfil que nos aprisiona, los Brujah siempre truenan contra ella, o del horror del Sabbat que aulla a nuestras puertas. Nada de eso se puede comparar contra el autoritarismo de los antiguos Príncipes renacentistas, contra la violencia desatada por los neonatos ansiosos de sangre y poder, con los gritos de los débiles arrojados a las hogueras como escudos para que sus Sires permaneciesen eternamente en el poder.
Sin embargo, como entonces, las señales se reproducen de nuevo en este comienzo del siglo XXI. Todos vivimos en la opulencia y el poder de los titiriteros, y sin embargo en las esquinas de las ciudades los profetas claman la llegada de la Sangre Débil, los vampiros se acinan en las urbes por su excesivo número, y la estructura de la Camarilla se vuelve completamente despótica. Escúchame, Chiquillo, esta única noche, esta advertencia: hace seis siglos estuvimos ciegos al cambio que se nos echaba encima... y ahora no lo queremos ver tampoco. Pero hemos de prepararnos, pues cuando los fuegos se enciendan de nuevo, los jóvenes y los antiguos se lanzarán unos al cuello de los otros por ambición, poder y mera supervivencia. Así ha sido, y así será de nuevo.
Ahora vete, es tarde y aún tengo muchas cosas que hacer.
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