Paraiso Perdido: Un pequeño sueño de valor y honor

El Caballero de la O Azul estaba en problemas. Enemigos terribles le rodeaban, sus pies estaban atrapados en el fango blanco creado por el Brujo de las Nieves, su espada mellada de las pruebas anteriores. Muchos dudarían, caerían de rodillas suplicando clemencia, o huirían raudos. Pero no él, no el Caballero de la O Azul. Él iba a rescatar a la Reina costase lo que costase, lo había jurado...

-Peter, deja de jugar con los cereales y termina, que tu padre está a punto de llegar.-

-Sí, mamá.-

La cuchara se hundió en la leche, llevando con ella al Caballero de la O Azul así como el resto de los cheerios que podía coger. Era un final trágico y temprano para las aventuras que tendría que haber vivido, pero era lo que había. 

Como si lo hubieran invocado al mencionarle, las llaves giraron en la puerta y por lo que le costó a Padre abrir estaba claro que había bebido. Eso significaba problemas en la casa de los Weiss. Lo hacía desde hacía tiempo, pero tras el secuestro ocurría cada vez con mayor frecuencia. Así que Peter aceleró terminar su cena, el rescate de la Reina tendría que esperar. En la tele, un ángel se alzaba sobre Los Ángeles, ¡como sus compañeros de aventuras!

-¡Mira mama, como los amigos de los que te hablé! ¡Juntos cazamos al dragón del Lago Ness en una batalla épica!- excitado, el niño señaló a la pantalla mientras con sus aspavientos imitaba los movimientos de la espada.

-Claro que si, cariño- dijo ella con una sonrisa afable, del adulto que sabe que los sueños de los niños son hermosos aunque irreales.

-¿Qué dice este estúpido?- el gruñido de Padre sonó en la entrada de la cocina- ¿Y qué hace aún despierto?- 

Rápidamente, Mama le llevó a la cama, sacándolo de la vista de su marido que tomaba asiento en su sitio en la cocina. Con dulzura le ayudó a ponerse el pijama y meterse entre las sábanas de ositos de peluche y arcoiris. Hoy dormiría a oscuras, porque ya era un niño mayor y no tenía miedo a la oscuridad. ¡No le tenía miedo a nada! Bueno, menos a las arañas y los ciempiés, ¡pero es que tantas patas no podían ser buenas! 

-Mama, ¿sabes si a Isa le han levantado el castigo sus papas?-

-No he hablado hoy con su madre, pero seguro que la ves mañana en el cole. Ahora a dormir, que es tarde para leer un cuento.-

Dormir sin cuento era siempre mala señal. Y no saber de Isa. Con suerte, dentro de un rato su amiga aparecería en la ventana para llevarle a engañar a un ogro, o quizás sabotear la fiesta de cumpleaños de alguna sirena. Siempre se estaba metiendo en problemas, pero él estaba ahí para ayudarla a salir de ellos. Y entonces él le pediría matrimonio. Bueno, no, conociendo a Isa, probablemente ella se lo pediría a él, con un anillo robado a los enanos o algo así. Y él le diría que sí, galantemente de rodillas para su dama. Y ella diría que era broma, y ambos se reirían e irían a por gofres. ¡La mejor recompensa después de una gesta!

Pero antes de que ninguno de sus sueños pudiesen hacerse realidad y viniese su amiga, escuchó gritos desde la cocina. Habían vuelto a empezar, otra noche más. Con cuidado, sacó los pies de la cama, se puso las pantuflas y abrió la puerta de su habitación. Las voces eran más claras, la ira de Padre claramente reconocible por encima de las débiles palabras de Mama. Recorrió el pasillo mientras su corazón se encogía, mientras todo su ser le decía que corriese y se refugiase bajo las sábanas hasta que pasase la tormenta. Pero no él, no esta noche, si sus amigos ángeles y Lancelot eran capaces de luchar contra dragones, él podía enfrentarse al monstruo de la casa.

-¿Eres estúpida o qué, mujer? ¡No haces nada bien joder! Llego cansado de todo un día de curro y me encuentro al niño despierto, la cena no está lista y tú me sermoneas sobre si voy al bar con mis amigos o qué. Si ni siquiera sabes vigilar a un niño, que lo secuestraron por tu inutilidad joder, y bien podrían haberlo troceado y vendido por partes los rusos. ¡Así que métete en tus asuntos y haz tu trabajo, que bastante tengo con los vestidos de furcia buscona que te pones!-

-Pero cariño, el horno está estropeado y la carne va a tardar...-

Peter se asomó a la puerta de la cocina y vio como Padre se levantaba rápidamente de la banqueta y agarraba el cuello de Mama y la empujaba contra la pared. Ella se retorció, el miedo visible en sus ojos, mientras intentaba respirar o responder.

-¡A mi no me hables así, puta! Tú haz lo que...-

-¡Déjala ir!-

Peter entró en la sala con determinación. Contra un monstruo así no podía contar con la espada o la armadura de Lancelot, era algo demasiado mundano, pero no podía quedarse al margen. Él era un orgulloso troll, un noble guerrero, y no permanecería al margen cuando el Brujo de las Nieves atacaba a la Reina. 

-¡Déjala en paz!-

Ni siquiera vio venir el bofetón que lo tiró al suelo, la cara ardiendo por el impacto. La humedad cálida de la sangre se vertía desde su nariz como un pequeño riachuelo. Y el dolor era infinitamente mayor que el del mordisco del dragón. 

-¿Tú quien te crees que eres, mocoso? ¡Crees que me puedes hablar así! ¡A mi! Te voy a enseñar modales, ya que la inútil de tu madre no sabe...-

El puñetazo cayó sobre el muchacho fracturando su pómulo izquierdo. El segundo puñetazo tuvo al menos la piedad de dejar al niño inconsciente, abrazado por el reposo sin descanso donde ni los sueños podrían encontrarle. Pero tampoco el dolor. Ni el físico, ni el emocional. Solo la nada, bendita y suave nada. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Edad del Fuego 31: Purificación en el pecado

Paraíso Perdido 1: Paraíso Caído

Un mundo de tinieblas