Paraiso Perdido: La Ciudad de los Sueños Perdidos
La Ciudad de los Sueños Perdidos yace herida de gravedad en la costa oeste, supurando muertos y mutilados por las brechas en su superficie. Palmeras rotas, coches volcados, escaparates reventados, edificios partidos en dos, cuerpos apilados allá donde cayeron sin nadie que les llore o los entierre. Llamarán a esta la Noche del Diablo, con sorprendente acierto, pero no fue un único temblor como se contará habitualmente la historia, sino una pequeña cadena de ellos. Ocho, para ser más exactos, como manda el Sello.
El primer temblor comenzó en el Downtown, sin provocación ni causa conocida. Simplemente fue. Los sismógrafos explotaron repentinamente cuando el Parque Hancock comenzó a sacudirse porque sí. Sacudidas que duraron una treintena de segundos y se extendieron por toda la ciudad, que fueron seguidas por otras cuatro de creciente intensidad. Con los edificios de buena parte de la ciudad en situación de decidida tensión estructural, fue entonces cuando los primeros derrumbes se produjeron, especialmente en las zonas más pobres de Skid Row y el Sur de los Ángeles. Sueños rotos, aplastados con esperanzas de una vida mejor, calles que se quebraban sobre si mismas lanzando a las profundidades a coches y transeúntes. Incluso un 747, capturado en plena aproximación para el aterrizaje en el aeropuerto se vio arrastrado por esta destrucción al explotar la pista, su carcasa metálica convertida en la tumba prematura de 523 personas.
Pero lo peor estaba por llegar con el quinto temblor, el más prolongado y terrible que sacudió la ciudad. Su epicentro, en algún punto del distrito histórico de Venice Beach se sentiría en todo el estado. Sus efectos destructivos no perdonarían ninguna parte de la ciudad, desde la Hollywood sign en lo alto del monte y las mansiones de Beverly Hills donde ricos y famosos corrieron inútilmente por sus vidas, a la Kingdom Church donde multitudes corrieron a refugiarse y buscar confort, esperando que Dios les protegiese. Pero si Él escuchó sus plegarias, desde luego no hizo nada por evitar que el tejado del edificio se desplomase sobre sus ocupantes. Más suerte corrió la Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, algunos dirán después que porque la estatua del Ángel Moroni sobre ella cobró vida y la resguardó de la destrucción. Muchas historias se contarán de esa noche, al fin y al cabo.
Fue durante el peor momento de esta sacudida que el demonio decidió manifestarse sobre la ciudad. Algunos dirán que lo hizo sobre el Paseo de la Fama, sus estrellas fracturadas por las sacudidas reflejando la naturaleza destruida de los sueños a los que llama la ciudad con sus promesas de gloria y riqueza. Bañó las calles y avenidas con su luz, como si se hubiera repentinamente hecho de día: presente, firme e innegable. Visible durante unos segundos, capturado por las cámaras de miles de teléfonos por toda la urbe, finalmente desapareció cayendo hacia el cielo. Abajo, los edificios colapsaban, la gente quedaba atrapada, la muerte se daba un festín ininterrumpido. A esas alturas, los muertos ya se contaban por decenas de millares, y muchos más se unirían a la lista debido al tiempo que llevaría a las fuerzas de auxilio encontrarlos sepultados bajo cemento, ladrillo y cristal. Y los heridos... esos son incontables, saturando cada vez más las salas de espera de unos hospitales que se han quedado sin electricidad debido a las sacudidas, sus quirófanos incapaces de atender, sus máquinas de respiración artificial tan muertas como los pacientes que debían salvaguardar.
Pero eso no fue el fin. Aun hubo otros tres temblores más para recordar a la ciudad el horror y completar la destrucción. La noria del muelle de Santa Monica, que milagrosamente había sobrevivido a todos los temblores, fue finalmente derribada cuando la ola causada por las sacudidas golpeó la ciudad, barriendo las playas de cualquier esperanza que pudiese quedar. Como en el terremoto de Lisboa, siglos antes, los cuatro elementos se cebarían con la ciudad, al extenderse los incendios provocados tanto naturalmente como por humanos, avivados por vientos de enorme fuerza que llevaron ascuas y llamas de un lado a otro en un mar de fuego. Y de pronto todo terminó, tan repentinamente como había comenzado. Sin una nota final, sin un clamor de campanas llamando a difuntos, sin una sensación de cierre.
Porque el final de las sacudidas solo fue el comienzo del horror. Perdido el orden y la civilización, saqueadores toman las calles, entrando en tiendas y rompiendo y robando a voluntad. Las fuerzas militares desplegadas por Trump en junio serán incapaces de crear paz y estabilidad, y faltan muchas horas antes de que el Presidente decida reforzarlas. Y con la desmantelación de FEMA a manos de Doge, no llegará ayuda a la ciudad como debería, no habrá puestos de comida o agua potable; solo las ayudas de ONGs se verán en las calles, pues estas acudirán a la urbe como ángeles protectores, o como buitres a un festín. Si Hobbes viese todo esto, sin duda confirmaría su idea de que el hombre es un lobo para el hombre, pues así es como se comportarán los ciudadanos de Los Ángeles en los tiempos por venir.
Tardarán semanas en poder llegar a contar el número de muertos causados esa Noche del Diablo. Restaurar el orden será imposible durante largo tiempo, el caos es siempre heraldo del conflicto, y las calles de la Ciudad de los Sueños han pasado a estar controladas por turbas aterrorizadas, gente que acaba de redescubrir la religión, policías antidisturbios abusando de sus poderes, asesinos teniendo el mejor día de su vida... Y en la sombras se mueven poderes más terribles y oscuros, avivados por el avistamiento del ángel de luz. Demonios, encadenados... dos cortes que estaban en una complicada guerra fría que verán ahora la oportunidad, y la necesidad, de actuar. No pueden quedarse al margen, pues no son ellas las únicas afectadas, Los Ángeles en ruinas es un cadáver al que van a llegar lloranderas y víctimas de todos los confines del mundo, a dedicarle sus respetos, a disputarse los restos de su herencia maltrecha, a luchar por liderar y someter a los demás.
Al fin y al cabo, es la ciudad donde los sueños se cumplen, de las promesas y fortunas, de la esperanza y el futuro. Pero son sueños rotos ahora, promesas incumplidas, fortunas truncadas y una esperanza convertida en tragedia por un futuro de horror. Esta es la Ciudad de los Sueños Perdidos, después del Evento, de la Aparición, después de que el mundo cambiase para siempre. La primera trompeta del Apocalipsis, la llamada de Ragnarok el comienzo del final de la Kali Yuga.
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