Paraiso Perdido: In Sanguine Veritas
La luz en el laboratorio era tenue, difusa e indirecta, para no afectar a las propiedades de nada de lo que allí había pues cualquier aprendiz sabe que en todas sus formas el viaje de fotones es más que simplemente una cuestión física, sino que conlleva poder místico. Los nomuertos lo sabían mejor que nadie, al fin y al cabo, pues tenía la capacidad de reducirlos a cenizas. Los alambiques terminaban de hacer sus procesos y del final del último tubo de cristal goteaba un líquido denso y rojo en el matraz que lo aguardaba.
Sangre.
Su mero olor requería ejercitar el autocontrol y la disciplina, pues su Hambre exigía devorarla. Pero no aquella, era demasiado valiosa e importante, no podía desperdiciarla en su Apetito. No era la de cualquier estúpido y embaucado saco de sangre del ganado. Era la de una demonio, y contenía un poder que debía ser dominado, sometido, controlado. Ningún dispositivo médico encontraría diferencia alguna entre aquel líquido y el de cualquier mortal, pero como la luz, la magia de esa sangre se manifestaba y tenía sus efectos ocultistas para quienes sabían extraer sus secretos.
Aislynn.
No lo pronunció, lo calló, la revelación que le transmitía el ícor rojo era demasiado poderosa para decirse en voz alta sin que hubiese consecuencias. Curioso que ese nombre superficial se pareciese tanto al suyo propio. Pero bajo ese falso nombre, más difícil de sonsacar y destilar, la sangre revelaba las sílabas de otro, infinitamente más poderoso, el Verdadero. La llave del control de aquel ser de las tinieblas prehistóricas.
Las cosas aún no estaban preparadas para pronunciar ese nombre. Había que terminar el ritual, completar las investigaciones en el círculo de invocación y atado, pero aquella sangre era la llave para encadenar al demonio. Y exigirle que le enseñase los secretos de la magia y el poder. Agitó con suavidad y delicadeza la sangre, antes de sellar el matraz con un pequeño conjuro que preservaría el líquido de cualquier degradación.
-Domine Magister Sturbridge- la voz del Acólito Evans la sacó de sus cavilaciones, sin duda el joven vampiro tenía que practicar su latín, esa pronunciación de las palabras podría haber introducido imprecisiones en muchos rituales-, Su Excelencia el Príncipe exige un informe sobre el estado del ritual para detener el avance del Sabbat en el Bronx y sus incursiones subterráneas en Manhattan.-
-Dile que progresa adecuadamente, pero aún deberá esperar- aquello era una pérdida de su valioso tiempo, la Camarilla estaba en una guerra que nada importaba por una ciudad que estaba bañada en sangre desde hacía siglos: ganar o perder era irrelevante mientras los Five Buroughs permaneciesen a salvo.
-Entendido, Domine Magister. Vuestro Sire os recuerda que le debéis respuesta a su última misiva tras su llegada a la Capilla de Viena. Y también ha habido un terremoto en Los Ángeles, hace unos minutos, en el cual se avistó un ángel o demonio sobrevolando la ciudad, irradiando luz. Todos los mortales lo vieron, y algunos miembros de la Capilla tememos la consecuencia de esta ruptura flagrante de la Mascarada.-
-Los Ángeles es territorio Anarquista, es su problema mantener la situación oculta y gestionarla. O lidiar con la turba.-
La respuesta había sido automática, su mente estaba en otra parte. Hace unos minutos se había manifestado luz, lo cual según sus estudios debía ser el Lucero del Alba, no en vano las primeras palabras eran el fiat lux. Y la sangre en su matraz, todavía sin terminar su destilación hacía unos minutos, había vibrado y sacudido el cristal del soporte. De algún modo la demonio de Nueva York estaba fuerte y místicamente conectada al que se acababa de manifestar en Los Ángeles. Y si sus suposiciones eran correctas, controlar a alguien tan vinculada al más importante de los infernales podía ser extremadamente valioso.
Nunca había prestado atención a los misterios de los cultos nodistas y sus supersticiones sobre Caín y otras cosas bíblicas, pero quizás era hora de responder a su Sire y solicitar información a Viena sobre aquellas antiguas historias para neonatos. Quizás entre aquellas supersticiones hubiese verdades con poder.
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