Cronicas de las Tierras de la Bruma 31: Invierno en el Hogar del Verano

 

Sientate, enciende el fuego y escucha. Te contaré una historia de pérdida y duda, en el medio del Ciclo del Fuego. Pero también es el comienzo de una nueva leyenda de esperanza, pues el hogar siempre está a la vuelta de la esquina, solo hay que aguantar y alzar la mirada pues en el este siempre se alza el sol. Pero comienza con una profecía que, con sus palabras, había alterado la tranquilidad de Nueva Catan y cuya verdad el tiempo iría ilustrando. Según queda recogida en los textos antiguos, decía algo similar a: 

El tiempo del fuego llegará cuando arda la bandera negra,
cuando las rosas se marchiten regadas con desamor
cuando el primer sabio haya perdido sus vestiduras.
Cuando se ponga el sol sobre una corona
y el tirano blanco se exponga a la luz,
el botín de botines será reencontrado.
Guiado por la mano divina,
el Elegido se personará en el paraíso
derribará las columnas que sostienen el mundo.
Tres nuevas coronas serán forjadas y
velas teñidas de sangre llenarán el horizonte.
Quien susurra en la oscuridad descenderá en su barco,
garras y fuego se enfrentarán como hermanos
y los cielos serán hendidos para siempre. 

Y, a la sombra de la profecía, una conversación de desayuno sobre los límites y las barreras de lo bueno, lo aceptable y hasta donde se podía llegar. Pues Aurora había alcanzado el poder necesario para migrar almas y el resto, Gnaven en especial, se mostraban reticentes a esas prácticas. Zarel fue el primero en abandonar el desayuno, marchando con Jorel y el resto de niños a tirarle piedras a la casa de Lady Cyndas, si bien es cierto que el muchacho no estaba entusiasmado y lo hizo más en honor a Shana que por deseos personales. Gnaven mientras fue a observar la decadencia en la que habían caído los piratas tras la muerte de Soldaren mientras Milia investigaba en el Festejo del Colono la historia de la Moneda perdida por el Concilio años atrás, durante el ataque de los piratas. Pero sería Shavi quien los reuniese al tener ya la información del anillo de Jaeremias. 

Sin embargo, antes de ir a hablar con el encantador, fueron a hablar con Jenny "La Negra", la última de los Príncipes Piratas que quedaba en la ciudad. Ella estaba preocupada por la profecía, según le había dicho a Zarel su joven grumete, la bella Cristhina. Así que hablaron con ella acerca de adivinaciones y magia, de los secretos de Davy Jones y las profundidades, de la Moneda y del destino y corrupción de Soldaren. Y solo después de aprender de todo eso de Jenny es que marcharon a hablar con Shavi, que les contó que el anillo roto era un imán para atraer al Ifrit desde su plano y, si firmaba un pacto concediendo un deseo, atarlo a este mismo de modo que no pudiese marcharse. 

Y armados con ese conocimiento es que marcharon a las profundidades del bosque en busca de la Ciudad del Verano de los elfos: Assur Na'andria. Antes de llegar, sin embargo se cruzaron con uno de sus antiguos héroes, Eldor el Jovial, cantando canciones con su gente. Casi deriva en combate el encuentro cuando el enorme elfo descubrió que no sabían cantar la canción de las Bayas Verdes pero el joven Zarel fue ágil convenciendo al enorme pelirrojo de que ellos cantaban la canción como se hacía en el sur y el gigante se quedó tranquilo divirtiéndose y riendo con la canción. Solo después llegaron al corazón del verano que hacía mucho que había sido cubierto por el invierno.

Assur Na'andria era una ciudad monumental, que otrora estuvo llena de parques donde los músicos tocaban, campos de juegos para los niños, estatuas de grandes héroes y rinconcitos para los amantes. En sus palcos se inspiraban los artistas y se besaban los jovenes que descubrían por primera vez la pasión. Pero todo eso había sido en otro tiempo, antes de las Brumas, pues ahora la ciudad estaba sumida en el miedo y la duda, sometida a un asedio terrible por enemigos invisibles: tu hermano, tu amiga, tu vecina. El recibimiento fue hostil y calles donde otrora reinase la risa estaban ahora sumidas en el silencio de las puertas cerradas, de las espadas dispuestas a salir de sus vainas. 

Solo si les aprobaba la Caballero de la Turquesa, Sitarandra Vilatoor la Sabia, podrian ver al Príncipe de la Luz que reinaba aquí. Pero el encuentro con la hechicera de leyenda, que tanto había enseñado de magia al mundo, fue tenso y complicado pues a su aguda inteligencia no se le escapaba que el enemigo podía acechar en cualquier sombra y cualquier sonrisa. Pues este no era otro que uno mismo, controlado por los poderes extraplanares de los azotamentes. Un enemigo terrible, más fiero que el frío de este campo, más invisible que las sombras que proyecta la hoguera en la noche que nos rodea. Cualquier palabra errónea despertaba la suspicacia de la hechicera, cualquier posible engaño o susurro, cualquier potencial pacto con entidades de otros planos. Y les hizo pasar por un dolor innecesario para comprobar que no estaban bajo la influencia de las viles criaturas. Solo cuando quedó, temporalmente, satisfecha es que permitió que accediesen al Príncipe de la Luz.

Menethar Mulsha'ara había sido el Príncipe de la Luz de la capital de los elfos, Assur Na'filem: la Ciudad del Fenix. Había huido de allí, como les contó, cuando los azotamentes tomaron el control de la misma, atacando invisibles desde las sombras. Desde entonces había sido un tiempo duro y oscuro en Na'andria, de enormes sacrificios y privaciones, uno de los cuales había sido la muerte de todos los demás Príncipes para poder traer a los héroes de leyenda de vuelta para defender la ciudad de los ataques. Desde entonces, Menethar gobernaba en solitario, sin esperanza, ganando tiempo para que su gente sobreviviese, aislado por las Brumas. Hasta que estas se habían levantado y, meses después, el sol volvía a brillar cuando el Nuevo Cisne había llegado a la ciudad, portando los tatuajes que les marcaban como héroes que ya habían pasado por la Cueva del Miedo. Y lloró el poderoso sacerdote al ver al fin al sol abrirse paso entre las pesadas nubes. Pero también exigió que los Príncipes de Asur Na'assib fueran a postrarse ante él en pleitesía para compensar el abandono al que habían sometido a sus superiores.

Pasaron más cosas en la Ciudad del Verano, pero los antiguos códices solo hacen referencia a un encuentro más, el de Fendaril, el último de las Alas de Cuervo. Terroristas, asesinos a sueldo, traidores. Muchos nombres les habían dado y, por eso, habían sido cazados hasta casi la extinción. Y ahora, el elfo quería justicia... o venganza, según se mire, contra el tirano que se sentaba en el trono de la luz. Y les tendió la mano para cooperar, para cambiar las cosas, para meter una daga en el lugar adecuado para conseguir que el estancamiento se terminase. No se comprometieron a nada aún, es cierto, pero el elfo tampoco se sorprendió por ello: él tampoco se hubiese fiado del primer desconocido con el que hablase en un callejón.

Y así es como el Nuevo Cisne emprendió el camino de regreso a Nueva Catan y hacia el final de nuestra historia de esta noche, igual que se va apagando el fuego. Hablaron con los Príncipes de Asur Na'assib y les contaron lo ocurrido más en el norte y sus reparos. Quizás más emocionante fue descubrir que los Príncipes les habían hecho un trono para ellos en reconocimiento a todo lo que habían hecho por ellos. Y celebraron esa noche con una fiesta en la taberna local donde, cuando se les unió la Princesa del Fuego, descubrieron que la joven e inocente había cobrado valor y decisión y, con cada giro de su danza, el mundo cambiaba a su alrededor. Y por primera vez Aurora se acostó con la Princesa de la Oscuridad, en una historia que estoy seguro que fue menos poética y romántica de lo que cuentan los bardos y las antiguas historias, pero no por ello menos importante.

Pues el ciclo del fuego es el ciclo del cambio, y este tomaría su mano y la de muchos más para ocurrir, pues el tiempo del estancamiento de las Brumas había terminado. Pero a su regreso a Nueva Catan encontraron los pendones de la Santa Iglesia del Aeon ondeando sobre las murallas y los edificios, allá donde antes otros habían ondeado. Y Savirie, extrañada porque alguien hubiese manipulado su Espejo, se presentó a ellos y les llevó a su destino, sobre un portal de luz de luna. 

Sin embargo es tarde, y de todo y eso y mucho más te hablaré mañana, cuando lleguemos al observatorio de las estrellas. Pues el ciclo del fuego no solo se aplica a los elfos o a las brujas, sino que Nueva Catan iba a cambiar para siempre, sobre alas de esperanza y errores, con sangre y dolor como suelen ser estas cosas. Pero de todo eso habrá tiempo de hablar, pues se acercaba el Día de la Exégesis, cuando las verdades y los engaños empezasen a ser iluminados irreversiblemente.

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