Acero para Humanos 15: Solo el Tiempo Sabe

 

El amor del Norte es el más duro de todos, un amor ingrato pagado y regado con amargura y dolor. Un amor insincero escondido detrás de las falsas sonrisas de nobles y cortesanos, de hechiceras y brujos. Creedme, soy un bardo y si de algo sé es de amor. En aquel momento me planteaba cuan sincero era el amor del Norte, de mi Aedirn natal y otros sitios, en el comienzo de un año de sangre y dolor. Ahora, a menudo cuando miro atrás y repaso los versos que le compuse, desearía haberme quedado con la duda. Pero el tiempo, si algo tiene, es que al final responde a todas las preguntas, se quiera o no...

Tiempo, a solas esperamos nuestro tiempo.
Nunca sabremos si nuestro amor es verdadero;
por las noches duermo y sueño contigo
solo para despertarme en una habitación vacía.
Tú me das poder,
tú me das razón
así que, ¿me amarás?
Solo el tiempo sabe, solo el tiempo sabe.

Y yo tengo que pediros disculpas ahora, pues anoche os prometí que no os entretendría con historias aburridas de cortes y política. No es lo que habéis venido a escuchar. Y sin embargo, para entender lo que ocurrió ese año es importante que os cuente las negociaciones y pactos, difíciles y dolorosos, que se consiguieron forjar a puerta cerrada. Solo así entenderéis el dolor y la ingratitud que supone el amor del Norte, cuando esos sacrificios dieran los amargos frutos que dieron. 

Me encontré con Chloe y Xandria en el palacio de Vyzima, pues Teos se había marchado a cumplir con un contrato que había visto anunciado. El objetivo era plantear el éxito en las negociaciones con Redania a Triss Merigold e ir con esta a hablar con el Rey Foltest. Al menos, así es como lo veía, inocentemente, Chloe por aquel entonces, creyendo que su labor en toda aquella historia ya estaba cercana a la conclusión. Pero no era así y, como nos hizo ver la hechicera pelirroja, la garantía de la Hermandad de Hechiceros era difícil de conseguir, si no imposible. Había que encontrar otra solución y, aunque está mal que lo diga yo, la idea brillante final fue mía: entregar a Ada, la hija del Rey, como rehén y garantía de que Temeria cumpliría con los pagos a Redania si esta le devolvía las ciudades conquistadas del Pontar Bajo. Convencer a Foltest fue una difícil ordalía, pues no se encontraba nada dispuesto a dejar marchar a su mermada descendiente a una corte tan hostil a la historia de la niña, pero finalmente logramos entre los tres que viese la luz y entendiese que era necesario. 

Y ahí nos separamos. Chloe marchó a Redania, a presentarle los planes al Rey Vizimir y negociar los plazos de entrega y la cantidad de oro que debía cambiar de manos. Yo marché a entrevistarme con Meve, la Reina de Lyria y Rivia, para una posible toma de posiciones en Sodden ante el avance de las tropas de Nilfgaard en persecución de Crach an Craite. Y Xandria fue a rendir cuentas al Duque de Poviss, perdiendo el cargo de consejera ante su incapacidad de evitar lo inevitable. Ya os dije que el amor del Norte es difícil y los tres encontramos más resistencias y dificultades de las que cabrían esperar.

Chloe tuvo éxito, sin embargo, logrando regresar con compromisos sólidos que eventualmente llevarían a los acuerdos que se hicieron públicos con el tiempo. Al fin y al cabo, este responde a todas las preguntas. Xandria volvió desprovista de título y posición, más perdida de lo que estaba pero con los rumores del torneo en Aretuza como una pista de dónde podrían encontrarse las respuestas que buscaba sobre su pasado. Yo no consegui nada en concreto de Meve, como no lo conseguí de Foltest, pero ambos estaban dispuestos a acaso hacer una maniobra en Sodden... si, y solo si, Henselt no decidía invadir mi Aedirn querida desde el otro lado del Pontar Alto. Así que habría que poner en marcha una complicada red de espionaje y contrainformación para que el estúpido rey guerrero de Kaedwen entendiese que Temeria acudiría en apoyo de Aedirn si se hacía un movimiento militar en el río. Pero ya llegaremos a eso más adelante, después de conversaciones con el jefe de espías de Nilfgaard y con mi rey Demavend.

Sin embargo, mientras yo me retiraba a descansar con mi prometida (aunque ella no hubiese aceptado, alguien como yo sabía que lo haría antes o después, el amor es así), Chloe marchaba a Jamurlak, a seguir intentando convencer al rey de allí de entregar su corona a Niedamir. Una tarea casi imposible, mis queridos amigos, dado que aquel rey ya estaba más demente que cuerdo, atada su mente a los recuerdos de un tiempo que hacía ya mucho que había pasado. Pero la colaboración de Stregobor quizás lograse evitar la guerra. Y fue con esta información que fue a informar a Esterad en Kovir, pues los ejércitos del rey ya marchaban hacia Jamurlak dispuestos a entrar en combate y, en una escena tranquila e íntima con la familia real, la hechicera explicó por qué esperaba que no fuese necesario y que la paz fuese posible... sacrificando la corona de Jamurlak y entregándola sin combate.

Xandria, mientras tanto, había ido a Aretuza, a indagar en su pasado. Pero no recordaba el lugar ni a sus gentes, ni la retorcida competitividad y soberbia que enseñaban aquellas paredes. Su primer encuentro con Tissaia de Vries no fue precisamente fácil y cerca estuvo de terminar en un drama. Solo al día siguiente, después de tranquilizarse y recapacitar, logró tener una conversación fructuosa con ella antes de las lecciones de la mañana a las jóvenes estudiantes, en la cual empezó a descubrir cosas de su pasado, de un hombre al que veía y que la hechicera reveló que sin duda debía haber muerto ya de anciano. Y de su tiempo de estudio en Aretuza, pero a medida que el tiempo se acababa, Xandria no acertó con las preguntas clave y, en su severo estilo de enseñanza, Tissaia no se lo puso fácil.

Pues aunque sea el amor de madre de una hechicera por sus alumnas, el amor en el Norte es siempre doloroso. Aunque sea el amor de un bardo por las gentes del Norte, estas devuelven un amor ingrato. Y pese a la habilidad del amor de una hechicera por su ambición y poder en las cortes reales, los hechos devolverían este amor con una moneda amarga. Pero ya llegaremos a todo ello, a medida que os cuente los eventos de ese mes de abril que apenas empezaba, mientras los ejércitos de Niedamir marchaban sobre Jamurlak, Nilfgaard perseguía a los Skelligenses y la tensión aún flotaba en el Pontar. Pues muchos jugadores movían ficha y el resultado era incierto, solo el tiempo podría resolverlo... y lo haría, como siempre hace, cuando fuese demasiado tarde para evitarlo. 

¿Destino? ¿La voluntad de los dioses? No, mis buenos amigos, simplemente lo que todos los norteños guardamos en nuestro corazón: odio, miedo, rechazo e ira.

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