La Edad Oscura 31: Nuestra Prueba

 

Ante la ventana lluviosa, Seth, el Regente Imperial, musita sobre el futuro y la ambigüedad de la existencia. Entre la luz y la oscuridad de los poderes cósmicos, el gris de los sacrificios de los mortales queda como el terreno en que poder rechazar tanto a unos como a otros. El espacio de los humanos, donde crear una prueba en sus términos, no seguir los dictados impuestos por los más poderosos del cosmos. Un sueño sin duda bello, pero también inocente, ¿verdad? 

Porque a las estrellas no les preocupan las cuitas de los mortales, y sus portavoces en el Imperio piden ya las cabezas del Regente y el Almirante imperiales. La Inquisición no atiende a razones, su fanatismo a prueba de argumentos no está dispuesto a negociar. Y se cruza una nueva línea, porque al principio no se hablaba con nosotros nunca. Luego hablar sin pedir fue válido. Luego preguntar. Luego indagar más profundo. Después se pudieron pedir deseos en las situaciones más desesperadas. Tras ello se pudo cuando era para luchar contra la Oscuridad... y ahora, es siempre que alguien te lleve la contraria y no encuentres otro camino. Porque, cuando tienes el martillo más grande de los Mundos Conocidos, todo problema acaba siendo un clavo. 

Pero Lisandro, que abandona Byzantium Secundus para reencontrarse con su esposa y la flota imperial, no está carente de pecado. Por mucho que busque ahora rodearse de diversidad, de mortales con nuevas respuestas para enfrentarse al Árbol Mundo de los simbiontes, cada soplo de aire que llega a sus pulmones es obra nuestra, cada orgasmo con su esposa es nuestro regalo. Y no fue para enfrentarse a la Oscuridad que se pidieron esos milagros. 

El Imperio sigue su nuevo rumbo, un tiempo de cambios que dejan a la gente consciente de que son fruto de otra era, que se vuelven viejos. Las prioridades cambian, las respuestas y los problemas también, y el universo con ellos. Pero el juego de los sacrificios continua, eterno e inmutable. Para conseguir el apoyo de unos hay que sacrificar los intereses de otros, para apaciguar a la Casa Real Li Halan hay que traicionar el apoyo de la Suprema Orden de Ingeniería, los derechos de los Obun se consiguen sacrificando los intereses de la Casa Real Hawkwood, las promesas a los Decados se cumplen sacrificando buenos directores del Ojo cuyo único fallo fue haber sido una pieza en un tablero muy grande... sacrificada, como tantas otras.

Pues tejer un Imperio distinto se hace con los mimbres de siempre. O quizás con otros nuevos que sustituyan a los antiguos. El Santuario de Aeon no acudirá a luchar contra el Árbol Mundo pero sí lo harán los Vuldrok de la Duquesa Eldrid; el Templo de Avesti no atenderá a razones pero puede buscarse otra alianza que sostenga el trono sobre los mundos imperiales; y, al final, el secreto de los Brother Battle, su caída en nuestras manos, se convierte en una pieza de sacrificio o no, quizás algo que salve a la humanidad, quizás algo que la destruya.

Porque, al final, conocer la prueba es fallarla. Y, por muy valeroso que pueda ser querer dictar los términos de la misma, los mortales solo son hormigas protestando al sol y a la luna. Pero yo sonrío, encantado, porque son unas hormigas muy divertidas.

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