Crónicas de las Tierras de la Bruma 13: Despedidas y Promesas


Siéntate, que nuestra historia de hoy comienza por la tristeza, tiempo atrás de los hechos que te he ido contando. Como sabes, cuando fueron a la cumbre de los elfos se enfrentaron a su pasado y algo se agitó en el interior de Donatello. Sus hermanos, nunca los había logrado encontrar en su charca original y su ausencia se había vuelto fuerte en él tras lo vivido en el reino de los sueños. Así que mientras sus hermanas marchaban al concilio de Alcides, la tortuga escribió una carta. Una despedida, pues con las palabras por escrito se atrevía, pero no a confrontar a sus hermanas con lo que tenía que decir. Y, tras firmarla dejando el papel mojado por la humedad de sus lágrimas, marchó al puerto a un barco que lo llevase de vuelta a donde todo había comenzado, únicamente acompañado por la rata de otro mundo.

Su ausencia se hizo notar desde el principio, no te engañes, pues esa mañana las primeras en levantarse fueron Milia y Aurora. Y la hechicera les contó a las demás lo ocurrido y cómo el camino de Donatello se separaba al menos temporalmente del de ellas. Igual que nosotros pasamos una bifurcación en la montaña a mediodía, la senda de quienes habían crecido juntas debía distanciarse, uno a solas en el nuevo mundo, las demás en el antiguo. Y cuando se reuniesen... bueno, eso llegará cuando toque. De momento eran sendas divergentes, mecidas por distintos designios de los vientos del Destino.

Pero la vida sigue, aunque sea mermada, y había promesas que cumplir. Una de ellas, quizás la más importante, era la que habían depositado con Alvin para encontrar el Lady Catlyn allá donde Soldaren supuestamente lo había hundido. Y todo estaba listo para ese viaje al mar, a encontrar el pecio hundido, para lo cual el maestro gremial les había alquilado el Cuatro Monedas de la capitana gnoma Trish Seaworth. Su bajel era pesado y lento, mucho más pequeño que el Vento Favorevele de la capitana Tirsana, pero todos sabían que el Nuevo Cisne no querría navegar en ese otro navío aunque fuese mejor. 

Así que partieron a la mar y encontraron el lugar donde el barco se suponía que se había hundido, pero como estos rescoldos y chispas que el viento aleja de la hoguera, el Lady Catlyn había sido movido por las corrientes marinas hasta una bahía cercana. Allí, encallado, su cadaver estaba parcialmente hundido en las aguas, sobresaliendo sus huesos de madera como los restos de un ser vivo devorado. Pero no hubo tiempo para contemplarlo en buena medida pues, mientras el Cuatro Monedas se aproximaba a la costa, la cubierta fue barrida por una poderosa ola que lanzó a casi todas las integrantes del gremio a las aguas del mar. Y allí bajo la superficie del agua, dos enfadados elementales de agua se enfrentaron a ellas en batalla bajo las olas. 

¿Por qué, preguntas? ¡Y qué se yo! ¿Me ves cara de mamarracho? Se habrían visto molestos o enfadados por el hundimiento del barco en su bahía, o habrían sido corruptos por las labores de las brujas de las aguas. Lo que importa es que hubo una batalla, una de muchas en la historia del Nuevo Cisne que, como sabes, escribieron su leyenda con acero y magia.

Y, tras un descanso, ya en la orilla, se adelantaron para indagar qué había ocurrido con el navío del Concilio de las Diez Monedas. La bodega, parcialmente sumergida, se encontraba ocupada por una bruja del mar y sus sirvientes, una especie de tritones estúpidos como tú, que devoraban los restos de los navegantes muertos y hurgaban en los restos de la mercancía de abordo. No fue una batalla sencilla, pero tampoco digna de una gran epopeya, pues la magia de revelación de Aurora les dio las indicaciones de dónde se encontraban los enemigos y los certeros rayos mágicos de Milia les dieron muerte. ¿Las demás? ¡Pues claro que hicieron lo suyo! Hoy estás muy impertinente y no dejas de interrumpir. Obviamente usaron sus armas y conjuros, no en vano fue Vivenna la que terminó con la bruja castigando el mal de su interior, y tanto Gnaven como Hotane apoyaron con sus conjuros a los más necesitados mientras la espada de Shana daba muerte a más de uno de los sirvientes. Y la astuta de Aurora, en vez de usar su magia, por primera vez usó de manera controlada a sus servidores menores y esos, con sus varitas de proyectiles mágicos, resultaron casi tan poderosos como las heroínas. 

Pero la batalla, como te decía antes de que me interrumpieses otra vez, era lo de menos. No eran rivales las criaturas para el Nuevo Cisne, y así resultó cuando la última cayó. Lo que importaba era lo que encontraron en el barco. Pues algunas balas de cañón habían permanecido, prueba de que el barco había sido atacado por otro navío, igual que algunas de las mercancías, inservibles y podridas, permanecían en la bodega allá donde los asaltantes decidieron no llevarse los bienes. Y cadáveres, que un necromante podría animar para contar su historia. Quizás no hiciese falta, pues en el camarote del capitán del navío estaba su diario de bitácora, que narraba cómo fue Evander Filocruel y no Soldaren quien dio caza y saqueó el Lady Catlyn. Y que parte de su tripulación había sido evacuada en los botes en busca de llegar a tierra, aunque su destino no sería conocido hasta tiempo después.

Eran las pruebas necesarias de que los Piratas habían hundido el navío del Concilio, y una razón perfecta para una guerra. La protección de la Iglesia a las mercancías y el comercio había sido ignorada por Evander y las consecuencias de esos hechos sacudirían el mundo. Pues, como te dije, las grietas crecían agigantadas en aquellos tiempos. Aunque aún faltaría tiempo para ello pues, con sutileza, de momento el secreto de lo ocurrido solo tres personas lo conocieron fuera del Nuevo Círculo: Greco, que se lo contó a Alcides, y el propio Alvin. 

Y de lo que ocurrió a partir de entonces, ya hablaremos otra noche, que esta se nos hace tarde. La despedida por carta había tenido lugar, la promesa se había honrado. Y, como le dijeron a Greco, pese a ser unas mercenarias lo eran de un modo honesto y su palabra se cumpliría, dando un paso más en la senda del heroísmo que tan poco les gustaba recorrer. Pero eso ya será contado en otro momento, ahora durmamos, que mañana si vamos a buen ritmo quizás podamos llegar al refugio que está en la base de la montaña.

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