Crónicas de las Tierras de la Bruma 12: El Día de los Seis Lamentos

 

Tomemos asiento en este mirador. Se que es pronto para detener nuestro viajar pero aquí hemos de recordar un día largo y tengo mucho que contarte. Caliéntate al fuego y coge algo de caldo que lo vas a necesitar, porque el Día de los Seis Lamentos había llegado. 

Mil años antes, la población de las Tierras Sagradas habían sido expulsados de las mismas por sus pecados, por su Miedo, Duda y Malicia. Así lo contaba el Libro Blanco de los Muertos, así eran las enseñanzas del Aeon. Y durante diez siglos las Brumas cubrieron esas tierras, imposibilitando el retorno mientras la civilización florecía de nuevo en el Archipiélago. Durante un milenio permanecieron exiliados de la tierra prometida, expiando los Horrores de su Mente hasta que el Aeon juzgó adecuado levantar las Brumas.

Un nuevo comienzo, con esperanzas y luces de sobrepasar aquello que los había exiliado en un principio. Pero tras aquellos primeros meses, como los nuestros en nuestro peregrinaje, se había llegado a un punto que era una última oportunidad para la unidad. A ello llamó el Pontífice Alcides cuando convocó a los gremios y las facciones a un concilio como el que, siglos antes, había dado pie a la Iglesia. Uno en el que el eclesiástico, asediado por las facciones más ortodoxas de la Iglesia, se lo jugaba todo a una última carta.

Contar todo lo que allí aconteció es imposible, pues no quedan registros fiables de lo mismo tras el paso de los siglos. Pero sabemos que hubo intrigas, pues cada facción tenía sus intereses, y cada gremio sus planes. Que Soldaren fue engañado a quitarse el parche, que Gnaven restauró la paz rota con Quinto Severo y que Gog se sinceró con el Pontífice sobre su pasado. Que hubo bailes y agravios y que algunos casi llegan a las manos pese a que Alcides había solicitado la paz. Que hubo palabras suaves y manipuladoras, engaños ajustados y gritos airados.

Pero, sobretodo, que los gremios volvieron a las facciones contra si mismas. Maniobrando entre ellas, asegurando votos y favores, comenzaron a tejer la vía de acero y magia que constituye el camino al futuro con el que se tejen las leyendas. Porque por mucho que el Concilio o la República se pudieran considerar a sí mismas las vencedoras de las votaciones, al lograr que Nueva Catan se transformase en una democracia con un sistema independiente de tribunales, y que a los nómadas se les convirtiese mediante el ejemplo y se les dejase comerciar libremente, lo cierto es que el tiempo ha mostrado que no fueron más vencedoras que las demás. Pues, por mucho que coincidiese con los objetivos de algunas de las votaciones, los resultados del concilio hablaron principalmente de lo que los gremios de aventureros deseaban para su mundo y su ciudad. Y las facciones no fueron más que sus peones cuando a las votaciones llegaron opciones que no estaban previstas, y la más fuerte de entre todas ellas, la Nación Pirata, fue incapaz de conseguir ninguna votación favorable a sus intereses pues no eran los de los gremios. Todo, como diría Soldaren tiempo después en privado a Sadie Cah, "es un castillo de naipes a punto de caer".

Y entonces llegó la llamada del Destino. El Kultai de los Kultai traía un mapa y una súplica, pues su pueblo se enfrentaba a la extinción. Desde las Llanuras Negras, el Avatar de la Sangre lideraba el ejército de gnolls que marchaban contra el Pueblo de las Llanuras y ni las tribus unidas podían hacer frente a ese enemigo. Dicen que era grande como ese pico de ahí enfrente, que escupía un fuego capaz de derretir el acero, que a su paso se sacudía la tierra. Y con él marchaban sus tres generales. Una aberración inmunda hija del Horror y del Terror, del mal primigenio y la corrupción. Un enemigo al que nadie podría esperar derrotar.

Pero la llamada de auxilio de los nómadas no sería respondida por las facciones, que por interdicción religiosa tenían prohibido abandonar la ciudad. Estas solo aportaron los planes de batalla, sino que serían los gremios los que, entremezclándose, transformarían las palabras en hechos. Y no fue fácil, igual que no lo es nuestra travesía por las montañas. Entre ellos había conflictos, ambiciones contrapuestas e intrigas que, en más de una ocasión, al borde estuvieron de teñir el suelo de sangre. ¿Cómo luchar contra un enemigo común cuando no te fías de quien sostiene el escudo a tu lado? ¿Cómo combinar poderes y capacidades, exponiéndote a ser traicionado y destruido por quien debía apoyarte?

Como bien dijeron los integrantes de la Luz Reveladora hablando con Quinto Severo, ese paso es la demostración de la verdadera fé. No orar en una capilla esperando un milagro, sino atreverse a confiar en quien no se confía, dar el paso y ofrecer la espalda a quien podría apuñalarla y tener fe que, sobre esa confianza, se puede construir un puente. Y quienes siempre lucharon juntos se vieron separadas, luchando unas en el plan de la Orden de hacer un peregrinaje sagrado que neutralizase las Brumas del enemigo y las otras tomando el paso de montaña de los Dos Hermanos donde resistir el embate del enemigo. Pero ahora lucharían al lado de quien, en buena lid, bien podría considerarse sus enemigos, sus rivales, sus oponentes. 

Dicen las escrituras en la pared del cañón de montaña que trescientos gnolls murieron allí ese día. Los nombres de quienes lucharon allí todavía perduran en las paredes, desde el Sr. Piedra a Shana o Ádriel. Cuentan que los conjuros crearon más trampas que valles hay entre estas montañas y que una certera flecha desde una distancia imposible salió del arco de Gishari hasta dar con la cabeza del líder de la manada. Que con los vientos huracanados de Krom las Brumas se dispersaron y las telarañas y abrojos cubrieron el suelo... pero que no hicieron falta pues los gnolls jamás alcanzaron las líneas de los gremios, donde la furia de los luchadores cuerpo-a-cuerpo quedaría sin saciar.

Lamentablemente, no se conservan igual los relatos de lo que ocurrió en el peregrinaje sagrado. No tenemos los textos en la piedra del cañón para recordarlo, aunque llueva o haga sequía. Cuentan algunas crónicas, pero no se cuan fiables serán, que Hotane se expuso adelantándose a la comitiva. Cuentan que la batalla fue encarnizada y muchos aventureros fueron heridos. Mas, como ves, los detalles que han llegado al presente están dispersos y son fragmentarios. Pero sabemos fehacientemente, como que lo que comemos es una sopa más bien ligera de contenido, que la peregrinación fue atacada continuamente por los gnolls mientras avanzaban, pero fueron incapaces de detenerla. Y que, al final, el poder mágico desatado fue capaz de expulsar las Brumas que avanzaban con los gnoll, creadas por sus shamanes. 

Lo que está claro es que, por primera vez, los gremios habían sangrado juntos, pero no sería la última vez. Quienes lucharon en el cañón fueron los primeros en llegar al campamento nómada, descansando y ayudando a curar a muchos de los guerreros de la tribu de los Abzai que estaban heridos de los enfrentamientos con los gnolls. Fue en este momento que los augurios de Aurora y las exploraciones de Gog usando a los animales del desierto que permitieron localizar la ruta de aproximación del terrible Avatar de la Sangre: de frente, con sus gnolls y generales a su lado, planeaba asaltar el campamento de los nómadas. Fue poco antes de que llegase que el peregrinaje fue completado y, aquellos que lo habían protegido apenas tuvieron tiempo de descansar y prepararse para la siguiente, pues el suelo ya se sacudía con el impacto de las pisadas del monstruoso enemigo. 


Debió ser una imagen para observar, ya lo creo. Titánico y resistente a casi todo daño, el Avatar de la Sangre medía más de veinte metros y su piel estaba retorcida por la corrupción que anidaba en su interior. A su derecha marchaba su general montado, que se había fusionado mediante la corrupción con su misma montura hasta que se había vuelto una única criatura. Su maestro shaman, al que los Adelantados ya conocían, tenía alas de hueso y volaba con unos poderes impíos que ni siquiera un gnoll debería tener. Y envuelto en la oscuridad, su asesino personal fusionaba los poderes de la sangre con los de la noche para ser un enemigo terrible. Aún ahora, con todo el tiempo que ha pasado, soy incapaz de no sentir el miedo al contar lo que entonces ocurrió, pues mis temblores no son producto del frío de estas montañas.

Y contra ellos marcharon los gremios. Mientras los Abzai aislaban al grueso de los gnolls que les acompañaba, los gremios encararon al terrible enemigo. Quienes se habían insultado y amenazado, quienes habían actuado contra los demás y quienes se habían retado a duelos a muerte, dejaron de lado sus rencillas y oposiciones ante el tremendo Terror que estaba a punto de desatarse en las tierras yermas. 

La batalla, según cuentan las crónicas, fue brutal. Las dagas y las espadas chocaron contra las garras, los hechizos fueron contrarrestados con otras magias oscuras, los escudos fueron abrasados por las llamas. Pareciera que, por cada golpe que los aventureros lograban impactar en uno de los enemigos, este cobrase mayores fuerzas y lanzase un nuevo ataque desesperado que destrozase armaduras y armas. La sangre tiñó las dunas, propia y ajena, cuando las fuerzas titánicas desplegadas hacían mella en aquellos a quienes estaban destinadas. El primero en caer fue uno de los integrantes del gremio del Equipo A, cuya vida fue segada nada más comenzar la batalla, por un poderoso golpe del Avatar de la Sangre que demostraría así que nada puede rivalizar con su fuerza. Sería el único en caer en esa batalla, y al final de la misma Lady Paqueret le levantaría de entre los muertos, pero muchos otros héroes sufrirían en sus pieles los terribles asaltos de los líderes gnolls. Y así fue cuando el asesino salió de las sombras para atacar a los magos de entre los aventureros y no fue posible marcarle como se esperaba para evitar que regresase a la oscuridad antes de reaparecer en otro lugar con sus furiosos ataques.

Pero, golpe a golpe, conjuro a conjuro, los gnolls fueron perdiendo su fuerza. El primero en caer desde las alturas fue el shaman, su poderoso cuerpo de hechicero corrupto carente de vida después de la furia desatada por los arcos y los hechiceros de entre los aventureros, y el rayo final de Milia que le arrebató el último aliento. El propio Avatar de la Sangre cayó de rodillas después, pero su vida no estaba aún terminada pues su cuerpo solo se estaba deformando aún más por el poder de la corrupción que corría por sus venas. Alas raquíticas e incompletas salieron de su espalda mientras los héroes le atacaban con todas sus fuerzas, su morro se distorsionó cuando una doble mandíbula de hueso salió proyectada al exterior, espinas perforaron desde dentro su espalda y brazos cuando sus mismos brazos se convirtieron en armas. 

Pero los aventureros no cejaron en su empeño. Golpe a golpe, mientras el asesino seguía atacando las líneas traseras y el general montado era separado de su Avatar de la Sangre, los golpes fueron cortando, atravesando, quemando, inutilizando y destrozando al Avatar. Su sangre negruzca fue cayendo sobre el suelo del desierto en cantidades cada vez mayores, sus gritos de furia resonaron pero sus propios ataques no cejaron. Y no fueron pocos los héroes quemados por sus llamas, derribados por sus golpes y mordidos por sus mandíbulas. La curación de muchos fue necesaria, mientras los tanques en la línea del frente aguantaban el asalto más brutal que nadie había visto aún. Pero, finalmente, la bestia cayó ante los ataques de Gog, su cuerpo sin vida depositado sobre las arenas del desierto, pues ni el terrible poder que corría por sus venas fue capaz de detener a los gremios.

Igual que el sol huye ya hacia el poniente a medida que se aproxima la noche, el general y el asesino intentaron huir al ver caído a su líder. Lo intentaron, pero no lo consiguieron. Sus cuerpos acabaron derribados en las cercanías de su oscuro líder, con tan poca vida como el de aquel. Y así terminó la Batalla de las Llanuras pero aún faltaba algo importante por ocurrir antes del final de lo que hoy en día consideramos el Día de los Seis Lamentos, y te lo contaré ahora bajo las estrellas que están saliendo.


Los nómadas reunieron a los aventureros a su alrededor en el campamento, cubierto por los festejos y los bailes de quienes han sobrevivido a un día terrible y que, meramente por vivir, tienen mucho que celebrar. La música llenó el ambiente con los tonos exóticos de los instrumentos de los nómadas, pero sus líderes querían hablar con los aventureros. Tenían una muy complicada decisión por delante y necesitaban ayuda.

El Eskai de los Eskai, como el Nuevo Cisne, sabía que los desiertos eran cada vez menos productivos e, incluso con los muertos sufridos, no generaban suficiente comida para alimentar a las tribus, mucho menos comerciar. Quería que los gremios le ayudasen a convencer a las otras tribus de abandonar las llanuras y viajar a la ciudad, a vivir con ellos y apostar por un futuro de verdad. Pero el Ultai de los Ultai temía que esto sería pecado, la ciudad era un lugar de prueba y un sitio de estancamiento donde su gente ya había sido atacada; además, un cambio así implicaría abandonar sus tradiciones milenarias, su forma de vivir y sus lugares sagrados. Con los gnoll derrotados, no había necesidad de hacer ese sacrificio. Finalmente, el joven Abzai de los Abzai quería marchar, pero al norte, a unirse al Faraón Inmortal y sus enormes ejércitos, pues la ciudad estaba dividida y los gremios tenían pocos miembros, no los suficientes para defender a todo el mundo de la ira de los enemigos, solo los enormes ejércitos del Faraón podrían detenerlos.

Pero el Señor Piedra ofreció una salida distinta a las tribus. Que mantuviesen su vida nómada pero en las cercanías de la ciudad, a donde podrían acudir a comerciar y a resguardarse si hiciese falta. Una salida intermedia que la Luz Reveladora ni apoyó ni contraatacó pues creían que la libertad de cada uno para decidir era sagrada. El Nuevo Cisne si que, después de un breve silencio, apoyó esa propuesta, no en vano ellas ya tenían un grupo de los Eskai viviendo con ellas en la ciudad. 

Y así cambió para siempre la vida de las tribus, que abandonarían las tierras sagradas como nosotros en breve abandonaremos la vigilia para adentrarnos en el mundo de los sueños. Pero, me preguntarás no sin razón, ¿por qué se llama el Día de los Seis Lamentos si todo terminó bien? Si Gnaven fue capaz de pedir disculpas por sus comentarios y aclarar las dudas con las tribus, ganándose el perdón de los Adelantados, y Gog pidió las suyas a Gnaven terminando el feudo de sangre entre ambos enanos. ¿Cómo puede ser un día de lamentaciones en vez de festejos? ¡Si la Llamada había sido respondida con honor, fuerza y valentía!

Verás, jovencito, no son ellos los que lamentan ese día, sino las facciones. Antaño habían sido expulsados del continente sagrado por sus pecados, juzgados como indignos por el Aeon que había desatado las Brumas. Se podría decir que les había dado una segunda oportunidad con el levantamiento de las mismas, pero quienes se consideraban a si mismos dignos habían traído con ellos los mismos pecados por los que habían sido expulsados. La ambición, los enfrentamientos, los choques y las manipulaciones de las facciones habían quedado demostradas en el concilio y sus intrigas no harían más que crecer hasta que, por sus actos y los de los héroes, el mundo entero se quebrase. Y cuando todo se destruyese, serían los aventureros y no los grandes líderes, quienes moldearían el futuro pues ellos escribían con su acero y su magia el sendero por el que, hoy en día, todos transitamos.

Y así termina el primero de los libros sagrados de las Crónicas de las Tierras de las Brumas y comienza el segundo. Apaga el fuego y échate a dormir pues hoy no hablaré más y mañana nos queda mucho por caminar. Solo diré, ante estas ascuas mortecinas, que el segundo de los libros se llama Tiempos de Incertidumbre y eso justo es lo que se iniciaba con el final del concilio y el regreso victorioso de los héroes en el norte.

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