La Edad Oscura 30: Un Nuevo Amanecer

 

Gloriosa Aurora, nos encomendamos a ti como Emperatriz de estos Mundos, de este Imperio que a tus pies se dispone. Para que nos guíes a un futuro mejor, donde luchar por los sueños y las esperanzas, más allá de la mezquindad de los hombres, hasta alzarnos en la dignidad que el Pancreator espera de nosotros. Que el brillo del Empíreo guíe tus pasos mientras las estrellas fallecen, tú que tu nacimiento fue marcado con el nacimiento de una estrella en el firmamento. Tú que recibes el destino de toda la humanidad en tus pequeñas manos, guíanos a través de la oscuridad.

Pero los pasos de la pequeña Aurora no pueden guiar a nadie aún pues su historia apenas comenzó hace un par de primaveras. Un tiempo demasiado pequeño para una carga tan grande. Y es durante su propia Coronación cuando las rencillas entre las Casas se manifiestan, en torno a si Lisandro renacido es fruto o no de un milagro, de si Seth es digno de ser Consejero Imperial o es solo el producto de un demonio. Y estas tensiones crecerían aún más con un duelo entre Príncipes, cuando el protocolo fuese roto a la hora de organizar los asientos para la comida y los aceros se cruzasen bajo la sempiterna lluvia de Byzantium Secundus. Gloria al Príncipe Hazat cuyo acero marcó la cara del Príncipe Li Halan con una "h" de sangre. Orgullos heridos, honores restaurados y conjuras políticas al ritmo instantáneo de la gallardía porque los nobles Príncipes habían fallado la primera prueba de Seth de aprender a negociar entre ellos dónde debia sentarse el Duque Castillo. 

Fue un glorioso día de burocracia y ritual, de pompa y festejo, de circunstancia y poderío. Uno como el Imperio no había visto en 20 años, desde el nombramiento de Alexius Hawkwood como Emperador. Y aún entonces, con la Guerra Imperial todavía rugiendo, la gloria del momento fue más que amenazada por unas armadas Hazat y Decados que ahora permanecían en paz. Fue un día de reencuentro entre quienes se sentían perdidos para siempre, separados por el muro de la muerte, y quienes preparaban los distintos caminos para el devenir del futuro.

Pero la batalla por el trono distaba de estar terminada, pues al día siguiente comenzarían las breves negociaciones en torno al nombramiento del Regente que gobernaría las siguientes dos décadas, mientras la pequeña Aurora aprendía a ser Emperatriz. Y la única manera de garantizar esos votos era mediante el sacrificio y el compromiso, el tenue equilibrio en el que se forja el Imperio donde se retrocede un paso en un campo para poder avanzar uno en otro. Donde todo juego es de suma cero y todo avance es un retroceso. Y Seth hizo concesiones y cumplió promesas para finalmente alzarse con el nombramiento de Regente Imperial, como ambicionaba cuando comenzó su plan.

Su ceremonia de nombramiento, sin embargo, sería breve y atípica. Marcada porque, nada más ser nombrado, comenzarían los cambios y los edictos. Los primeros pasos de un nuevo gobierno que debía reformar al Ojo para cumplir con los Decados, garantizar la paz de los mundos eclesiásticos para congraciarse con la Iglesia, organizar el calendario de aprendizaje de la pequeña Aurora con las Casas, nombrar un nuevo Almirante de la Flota en la persona de Lisandro y lidiar con la ruidosa amenaza de la Inquisición. Pues el Santo Oficio conocía ya los secretos oscuros de ambos, escondidas en las notas ocultas del Inquisidor Marcello Orlando, caído en desgracia y condenado a la hoguera.

Tenues y nuevos equilibrios deberían surgir a partir de entonces, como los rayos del nuevo sol que despejan la oscuridad de la noche. Una prueba de peso sobre unos hombros que deberían ser capaces de negociar y ser fuertes, resistir y ceder, jugar a un juego tan antiguo que había partido las espaldas de más hombres que estrellas hay en el firmamento nocturno. La tarea de construir un legado capaz de sobrevivir a los estragos del tiempo, perdiendo aliados valiosos como el líder del Ojo, luchando batallas desesperadas en Stigmata contra los simbiontes, y revelando oscuras verdades a amigos que ya cargaban mucho sobre sus espaldas. 

Pero la historia del Imperio, que a ti legamos pequeña Aurora, se escribe así. Entre la gloria y las gestas, entre las ambiciones y los sueños. A ti consignamos nuestro futuro y dejaremos que tu inocencia nos guíe. Y que este nuevo amanecer traiga tiempos mejores que los del día que terminó con la caída de tu padre de ese mismo trono que ahora tú ocupas.

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