Tiempo de Anatemas 22: La batalla del fuego


El círculo de la Dili-agencia viajó lejos de Port Cailin a las tierras de los Cien Reinos, en busca de la República de Chaya. El pacífico territorio estaba siendo invadido por el Khan Cien Veces Bendecido, que con sus huestes estaba atacando a los ciudadanos. Incluso en la distancia, las columnas de humo se alzaban de la parte oeste de la ciudad, donde los combates habían comenzado ya y varios edificios estaban en llamas. 

Pero unido al acre olor del aire había un extraño polen que flotaba por todas partes. En las calles, Sagrest divisó la presencia de un espíritu y Megara identificó las extrañas propiedades mágicas del polen. De un modo u otro ambos estaban unidos, en la misteriosa figura del Maestro de la Paz y la Tranquilidad. El Khan marchaba tras sus ejércitos, pero ni la visión de su piel de piedra y la energía elemental que exhudaba, ni la cantidad y entrenamiento de sus tropas debilitaron la decisión de los solares de intervenir.

Así que descendieron con su castillo volador, la Corona de la Creación, sobre los atacantes y nada más descender Jun lanzó un discurso que amedrentó a los atacantes en su lugar y obligó al Khan a exortar a sus tropas con energía para compensar. Fue entonces que, de modo inesperado, Soma llegó al campo de batalla. El Navegante del Eclipse venía buscando información sobre un Ragara en su tierra de océanos e islas, pero se unió sin cuestionarlo al frente, donde Sagrest blandía su espada con agilidad y precisión. Los conjuros de Megara circulaban por el cielo, destrozando a los guardaespaldas del Khan, mientras los hombres del mismo se lanzaban sobre los solares. Xiao Baozi, Meng, Jun, Synn y Ventura fueron maniobrando, buscando huecos y debilidades en las formaciones enemigas, creando aberturas y oportunidades que los golpes de sus compañeros rápidamente aprovechaban. 

No fue una batalla larga, pero si una violenta, y para cuando el acero dejó de restañar casi dos centenares de cadáveres cubrían el suelo a las afueras de la ciudad. Y el propio Khan era uno de ellos, partido en dos por el corte de Sagrest, herido por los conjuros de Megara, condenado por la acción coordinada de los solares. Mientras los escasos supervivientes huían de los enmascarados hombres y mujeres con caras de doctores misteriosos, estos se volvieron a la ciudad y se encontraron el caos. En las calles la gente follaba, meaba, gritaba, reía o se atacaba sin concierto ni control, sumidos en la demencia absoluta.

Las observaciones de Synn identificaron que el comportamiento demente de la gente era fruto del polen que exudaban los extraños árboles de fuego que había por todas las calles, que conectaban con el espíritu del que habían hablado Megara y Sagrest. Siguieron su rastro hasta el centro de la ciudad, donde devorando uno de los frutos ígneos de los árboles pudieron entrar en la corte espiritual donde el Señor de la Paz y la Tranquilidad, o en aquel momento el Señor de la Germinación, se encontraba. Un inmenso árbol de fuego, rodeado de espíritus menores de árboles llameantes también, les recibió con candor y afabilidad pese a su voz poderosa y ruidosa. 

Hacía dos siglos había establecido un pacto con las gentes de la ciudad por la cual durante la mayor parte del año estaban pacíficos y tranquilos y durante unos pocos días perdían todas las inhibiciones; a cambio, estos plantaban los árboles que germinaban en el momento de la locura y lentamente se esparcían alimentando al espíritu que había pasado de ser un arbusto a un árbol que se alzaba a los cielos. Y los solares allí presentes debieron pensar si querían liberar a la gente de aquella extraña vida de paz forzosa y periodos de pasión descontrolados, o al contrario respetar y honrar el pacto que aquellas gentes habían decidido hacer con el Señor de la Paz y la Tranquilidad. Al final fue esta última opción la que venció y los solares abandonaron en paz la República de Chaya, rumbo de vuelta a Nexo, pero Megara llevaba con ella semillas y frutos del árbol para sus propios experimentos, pues el amor por la botánica de la hechicera era conocido.

El viaje a la ciudad dio ocasión para que se conocieran todos un poco más. Que compartieran historias sobre sus pasados, desde la demencia de Okami enterrando a los otros solares en vida, a las historias del Atardecer del polo del agua borrando las memorias de sus amigos para protegerlos. Y también para que hablasen de amigos nuevos y viejos, como los lunares y su complicada relación con los solares, o aquellos que eran demasiado jóvenes para recordar los viejos agravios. Y peleas de entrenamiento y risas, también algunos choques pues Jun y Soma no acababan de encajar pero tampoco chocaron tanto como algunos podían temer. Y, así viajando, el destino finalmente estuvo a su alcance.

Nexo les recibió comenzando a inundarse como todos los años, con los barrios bajos anegados, casas hundidas y calles bajo las aguas. Una ciudad extraña a ojos de Soma, con leyes absurdas y arbitrarias que cambiaban con cada día según la voluntad del Concilio de las Entidades, que gracias al conocimiento de Ventura no causaban mayores problemas. Synn tuvo la idea de que, para que se entretuviese, Xiao Baozi pudiese participar en algunos de los combates clandestinos de la ciudad y, de ahí en adelante la idea fue avanzando hasta surgir el plan de invitar a los abisales a cenar al castillo y que este volase más allá del límite de la ciudad y poder encargarse así de sus enemigos sin intervención del Emisario.

Juntos fueron a la mansión de los Ragara, donde Yu-shi les recibió y le estuvieron preguntando por el misterioso Ragara del polo del agua. Quien había sido Ragara Yuan era un hombre expulsado de la Casa por su pedofilia y brutalidad pero con contactos en las altas esferas. Y, como mostraba el libro robado por Ventura a Ragara Calel Acero Fundido, era el Patrón el que financiaba en secreto parte del dinero que el sátrapa de Port Cailin empleaba para garantizar su posición política y su ascenso en el favor de la corte de la Ciudad Imperial. Con el libro de cuentas y los testimonios recabados por Jun se trazaron potenciales caminos para desprestigiar a Acero Fundido, mientras otras sendas se abrían entre las islas del oeste. Jun habló con su hermana de su futuro y esta se siguió sorprendiendo de que el otro la tratase bien, y finalmente de la capital del Reino le llegó el libro de cuentas que serviría para fundar su propia familia Ragara de modo oficial. Comieron con los Ragara, hablando de todo y nada, de abisales y Thorns, de los problemas en el agua del oeste. Y así, el tiempo fue discurriendo hasta que las olas llamaron a Soma de vuelta a las exóticas islas, allá donde la Creación olvida la idea de ser sólida.

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