La Edad del Fuego 8: Fantasmas del pasado

La mañana en la que comenzarían el peregrinaje de regreso al pasado, a lidiar con sus fantasmas, algunas cosas ocurrieron que merecen ser contadas. Primero, Orion Al-Malik se encontró con Ivor Vernat y, tras ello, se comunicó con uno de los importantes Carthopylax de la Orden Eskatónica, para conocer la información que la Orden tenía sobre el monasterio perdido de Balantrodroch. Mientras tanto, por su parte, Lázaro se entrevistó con la escolasta reputada Nadiria Vistrensis. Compartieron ideas en la mesa del desayuno, las formas tímidas de la anciana contrastando con la pasión del joven, ambos unidos desde puntos distintos en su innegable fe en el Pancreator.

Con ello llegó la hora en que todos acudieron a la nave que les transportaría hasta la puerta. La Charioteer al mando de La Carga era una mujer seca y dura, de gran trayectoria como piloto militar en su juventud. Explicaron cómo eran las cosas en la nave mientras disponían sus enseres en la bodega de pasajeros la comitiva que formaba la expedición: Astra, Rauni y su escolta Talebringer; Orion Al-Malik; Lázaro y su maestro Augustus; Macarena y su fiel maestro de armas Gurney; y finalmente Yrina y Cornelius. A última hora, habiendo comprado pasaje, se les unió la reportera Kamina para consternación y choque de los presentes, en especial Orion e Yrina, preocupados de que demasiada gente se estaba enterando de lo que creían que debía ser una misión secreta, y de que la información fuese diseminada antes de tiempo. Pero, habiendo comprado su pasaje en las naves, poco había que pudiesen hacer de momento con la buscadora de verdades incómodas, aunque la amenaza quedó en el aire de su posible destino funesto si hacía lo que no debía hacer allá donde la Liga no pudiese protegerla. Al fin y al cabo, las expediciones a lugares antiguos pueden ser muy peligrosas.

La Carga se puso en marcha en dirección a la puerta de salto. Fue durante el tercer día de este viaje que, en la lejana Byzantium Secundus, la Emperatriz anunció la reforma de su Consejo Privado. Muchos nombres nuevos se unían al mismo desde las distintas Casas Reales, y de la Eldrid, para consternación de algunos importantes miembros de la Corte. Pero el movimiento más arriesgado del reajuste era que Lisandro Castillo perdía el rango de Gran Almirante de la Armada Imperial, y Seth el de Consejero Imperial. Desafíos que, o se hacían ahora, o no se harían, riesgos que la Emperatriz estaba dispuesta a tomar para dictar ella su propio destino, sin ser peón de nadie. Y movimientos que tendrían larga cola y consecuencias, pero me estoy adelantando a los hechos.

En la puerta de salto cambiaron de nave como estaba planeado, abandonando La Carga para abordar la Würfelwurf, que por potente que suene su nombre no dejaba de significar "tirada de dados". El desastre casi cae sobre ellos en el puente que conectaba ambas naves, cuando la espada de Macarena casi atraviesa el plástico retráctil del puente, una tragedia peligrosa evitada por el sutil uso de sus dones de manipulación a distancia que Yrina llevaba entrenando desde hacía años. 

Si bien la nave anterior había sido un carguero, la actual nave era un casino y yate de cierta cualidad, con numerosos otros pasajeros de la nobleza, los gremios y el clero. En torno a sus mesas de dados y ruletas se reunían para cotorrear y comentar los recientes cambios en la corte imperial, como rápidamente atestiguó la Hermana de Batalla al entremezclarse con los séquitos y grupos. Pero la mayor parte de la gente, ante un cambio tan repentino y reciente, parecían tan perdidos en rumores y cotorreo que poca verdad de valor se podía encontrar en sus palabras.

Sería a la llegada a Byzantium Secundus, tras el trasvase a la Yerjanik Ukhtavor (el Peregrino Feliz para que nos entendamos), que recibirían una llamada inesperada. Arcadia, conocida como "Manos Ardientes", la mano derecha del antiguo Gran Almirante Lisandro Castillo, portadora a menudo de la que se suponía era una de las espadas de uno de los seguidores del Profeta. De parte de su señor, la noble les interrogó superficialmente, mostrando su disgusto con tener que cumplir aquellas órdenes, pero también como el anterior Almirante estaba siendo apartado de cauces de información que antes habían sido accesibles para él. La conversación, tensa, terminó cuando Arcadia dio su pésame a Lázaro por la pérdida de su madre, a quien ella bien había conocido.

Y fue a raíz de esta conversación que surgiría una importante discusión, entre quienes creían que la verdad y la sinceridad eran el camino a seguir, y aquellos que optaban por el secreto y la precaución. El pragmatismo de Macarena, argumentando que mejor no enfadar a un hombre volátil e iracundo como Lisandro Castillo, contrastaba con el entrenamiento en secretos y misterios propios de la Orden Eskatónica a la que pertenecía Orion. El entendimiento pausado de Lázaro buscando el punto en común y acercar posturas, chocando con el silencio decidido y claro de Yrina que creía que mejor que el anterior Gran Almirante usase otros cauces para informarse. Pero en especial, la distancia de Astra que, en su esfuerzo por ayudar en aquella empresa que no era suya, se veía expuesta a unos riesgos innecesarios si se jugaba a las mentiras y secretos, que causaban un miedo que ella no estaba dispuesta a correr. Por un momento, el grupo pareció que se iba a dividir, acaso no en los mejores términos, pero el entendimiento fue encontrado al final, cuando Macarena contrató por un precio simbólico los servicios de los Talebringers cuando Astra lo propuso, y Orion se disculpó no por sus ideas pero sí por la pasión con la que las había defendido. Pues, aún con todo lo que tenían en común aquellos distintos compañeros, también había muchas cosas en las que eran diferentes y distintos, como otrora lo habían sido los propios seguidores del Profeta como recordó Lázaro al oficiar misa al final del encuentro, recordando como aquel grupo de aventureros sagrados habían recorrido las estrellas esparciendo la palabra divina.

Un salto más tarde, al llegar a Pentateuch, Orion recibió una llamada del Carthopylax eskatónico con la información que había solicitado. Tres expediciones había enviado la Orden en busca del Monasterio de Balantrodroch y sus secretos. La primera, por medios mágicos, había llegado a un lugar donde la magia parecía no funcionar como debiese. La segunda, por medios académicos, no había llegado a salir de Roma, dividida en cómo interpretar las palabras de los textos que ellos mismos buscaban consultar. Y la tercera, se había vuelto demente en su búsqueda del Instituto Phabian, en las inmediaciones de donde debía encontrarse el monasterio. Pero junto a esa información, una advertencia llegó desde Pentateuch, pues dos adivinos de la Orden veían una gran oscuridad en el futuro de Orion.

El salto a la sagrada Urth y el viaje desde la puerta a su destino les llevó a su primer enfrentamiento potencial, cuando las alarmas de Yerjanik Ukhtavor sonaron anunciando un ataque desde el anillo de asteroides. Piratas espaciales, que infestan aquel espacio, buscaban presa en una nave de peregrinos y la capitana de la misma no estaba dispuesta a darles ese botín. Orion trató de llegar a la capitana para recuperar su revolver pero los charioteers no se lo permitieron. Yrina y Cornelius se aprestaron con sus armas y armaduras a proteger la nave en caso de que fuese abordada, su entrenamiento a punto de ser compaginado con las artes de la lucha Hazat pues Macarena también se uniría a la batalla, como lo haría Rauni con sus hachas. Pero aquello no llegó a ser, cuando Lázaro, usando la colaboración y la radio de Astra, establecieron contacto con los piratas. Y, para sorpresa de muchos, con una mentira hizo creer a los asaltantes que la nave se encontraba bajo la protección directa de Lisandro Castillo, algo que los piratas no estaban dispuestos a arriesgarse a comprobar si era cierto o no. Lo cual consiguió la gratitud de la capitana Charioteer que comandaba la nave, y una interesante conversación entre Yrina y Cornelius pues los votos originales de los Hermanos de Batalla consistían en proteger a los peregrinos, pero dejar marchar a los piratas ponía en peligro otras naves que no contasen con tales guerreros entre sus pasajeros. Pero los argumentos de la obun, así como las ideas de Orion sobre la importancia de la presencia de los Hermanos de Batalla en la búsqueda del monasterio, terminaron por convencer a Cornelius de que aquella no era la hora del combate pues otra misión de mayor importancia les ocupaba.

Llegar a Roma, encontrar alojamiento y prepararlo todo ocurrió sin mayores incidentes. Astra aprovechó esa primera tarde para, mientras charlaban en la taberna cercana a su hotel, comenzar a tejer bufandas en cuyos broches decorativos fue colocando dispositivos de curación, por si las cosas se torcían. Tecnología, al servicio del Pancreator y sus verdades. Y mientras tanto chanzas, comentarios y preparativos, terminados entre historias y el tañir del laúd de Gurney y su canción sobre la mujer que quería comprar una escalera al Empíreo. 

Al día siguiente, tras despedirse de Gurney que marchaba a Madrid a informar al embajador Hazat con la misiva de Macarena, ellos cinco descendieron a la biblioteca de lo prohibido del Vaticano. Un lugar de prohibidos conocimientos y textos, ante los cuales la única protección era una fe inamovible en la Luz. Los documentos que buscaban eran muchos, la mayoría de ellos en latín, de modo que hubo que dividírselos entre ellos para poder abarcarlos en pocos días.

Astra, Yrina y Macarena, que desconocían el idioma culto de la Iglesia, leyeron a través de muchos de los testimonios que habían tenido lugar durante 62º Sínodo Sagrado en la Santa Urth. Pero para encontrar el elusivo Monasterio de Balantrodoch importaban dos de estos testimonios, profundamente contradictorios. El de un adivino que acabaría quemado en la Iglesia, identificando algunas de las palabras y conocimientos que se le presentaban como antinómicos, propios de la Oscuridad; y la de un Hermano de Batalla, Sigmund, que al contrario narraba la llegada de Jackson como tocado por la Llama directamente, de modo innegable. Pero entre ellos, cuando luego contrastasen con los conocimientos de la Orden Eskatónica, quedó identificada la región general donde se encontraba el monasterio. O debería encontrarse.

Pues lo que Orion encontró en los testimonios recogidos del propio Jackson fue que el primer Gran Maestre a drede había hecho declaraciones contradictorias. No parecía que el gran líder quisiese que se encontrase jamás el monasterio, por útil que esto hubiese podido ser para corroborar su historia, o bien acaso no le fuese posible hacerlo por algún ritual u evento mágico. Pero habló de tres pruebas para poder encontrar el monasterio: la prueba de la Pureza de Intención, la de la Gracia Divina y la de la Contención. Tres marcas del favor del Pancreator, que solo permitiría que aquellos elegidos por Él encontrasen el sagrado recinto, un lugar de antiguos conocimientos y sabidurías olvidadas sobre el Empíreo y el Altísimo sentado en su trono.

Pero los textos del Sínodo leídos por Lázaro mostraban otra historia completamente opuesta. Una donde Jackson había obtenido sus conocimientos tratando con herejes y sathraistas, algunos de los cuales habían sido capturados por el Sínodo e interrogados al respecto, corroborando ellos que sus conocimientos le habían sido transmitidos al antiguo Gran Maestre. Y que acaso el Monasterio de Balantrodoch no fuese más que el mito inventado por Jackson para esconder la realidad de su trato con antinomistas, y sus corruptas enseñanzas. Pero también la pregunta eclesiástica no resuelta de si un conocimiento obtenido por medios corruptos era acaso un conocimiento malvado en si mismo, o acaso al transmitirse por medios puros se podía evitar que su pecado fuese siendo pasado de una generación a la siguiente.

Y dos colecciones quedaban pendientes por leer, las de dos expediciones importantes enviadas a buscar el monasterio en los años 4101 y 4127. La primera organizada por la Iglesia, la segunda organizada por un tribunal inquisitorial de la época. Pero acaso esos documentos no fuesen necesarios, si el tiempo apremiaba era improbable que esas dos series de papeles pudiesen aportar mayor precisión sobre la localización general del Monasterio y sus secretos. Pues ese era su destino y objetivo, hallar los ocultos secretos que el tiempo había querido enterrar, las mentiras y las verdades escondidas en palabras cuyos portavoces se habían convertido en polvo hacía siglos.

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