Las Tribulaciones del Fénix


Mi padre sacrificó todo por este Imperio ingrato. Seth, a su manera, también lo hizo, algunos dicen que incluso su alma misma. Y ese peso recae sobre mi con la fuerza de la gravedad de mil planetas, capaz de partir la espalda de cualquiera. Pues las decenas de mundos que se encuentran bajo mi mandato se cargan sobre mis hombros sin piedad, con sus demandas, con sus exigencias, sus necesidades y sus conflictos. A medida que se aproxima mi trigésimo cumpleaños, quinto aniversario de mi ascensión al trono, parece que todos han olvidado ya por qué mi nombre es Aurora I y las historias del nacimiento de estrellas con mi alumbramiento. Ahora solo ven oscuridad en todas las direcciones, pues la edad oscura que mi padre esperaba desterrar aún anida con fuerza en sus corazones. 

Las Casas nobiliarias se encuentran divididas, acaso más que nunca, tras una treintena de años de paz y el creciente poderío del trono imperial. La Armada, bajo el control del Duque Lisandro Castillo de Sutek, da una enorme influencia a los Hazat, pero su gran poderío militar supone un elevado coste en las arcas imperiales. Un precio que ha implicado el incremento de los impuestos a la nobleza y su creciente molestia y resentimiento. El final de las guerras y la pacificación de Hira y Varadim han quitado las oportunidades para que jóvenes caballeros demuestren su valía y obtengan gloria y títulos, y ahora sus esfuerzos se vuelcan en duelos y justas internos que se llevan a los mejores antes de que puedan hacer ningún servicio real al Imperio.

Pero no solo eso supone un problema y un riesgo. He sido educada por las cinco Grandes Casas, cada una de ellas me ha dado sus regalos y me ha formado como soy. Desde las universidades de los al-Malik al entrenamiento en artes marciales que obtuve de los Li Halan. Pero el resultado es que todas me ven como su enemiga, como alguien que ha sido formada en mayor medida por sus antiguos rivales. Y, disueltas las alianzas que pusieron a mi padre en el trono tras la Guerra Imperial, los apoyos de la nobleza al trono se desvanecen como un sueño que se deshace ante la llegada del despertar. Soy una extraña para todas y una amiga de ninguna, al menos a sus ojos, aunque yo las vea a todas como partes de lo que soy.

La madre Iglesia, que debería ser el fundamento que nos une a todos, se encuentra igualmente dividida. Aunque los obispos y mandatarios aquí en Bizantium Secundus tratan de ocultármelo, el Ojo me ha hablado de los movimientos en la sombra y las reuniones secretas. Desde Varadim han ido saliendo mensajeros y predicadores que han ido extendiendo diversas herejías por el Imperio, alimentadas por una situación complicada con unos soles que siguen enfriándose a velocidad acelerada por el peso de nuestros pecados, o eso dicen desde los púlpitos. Y la Inquisición cobra fuerza para localizar a esas células de herejía, al mismo tiempo que predicadores en decenas de mundos hablan de la necesidad de reformar la Iglesia, adaptarla a los nuevos tiempos, reconsiderar partes del dogma y las enseñanzas del Profeta.

Pero el problema de la herejía no solo surge de Varadim sino que se extiende desde la sala del trono misma. Por mucho que Lisandro Castillo de Sutek quisiera vender su imagen de santo con la espada de San Mantius el Soldado, o que Seth consiguiese acallar inicialmente las voces de la Inquisición y sus acusaciones, la realidad es que los eclesiásticos siguen reuniéndose en salones privados y ocultos, sus temores lejos de estar acallados. Creen que la Oscuridad entre las Estrellas ha tomado el control del gobierno del Imperio y que demonios terribles habitan en altos cargos del mismo. No les falta razón, desgraciadamente, pues he visto el rastro de su paso en informes y el susurro de sus palabras en actos incomprensibles que no se pueden explicar de otro modo.

Los gremios tampoco están tranquilos. La Liga está cerca de la implosión debido al conflicto entre los Reeves, dirigidos por la dama Winters, y el resto de gremios, más cercanos a los Talebringers. Algunos incluso sugieren que acaso debería expulsarse la gremio de banqueros de su siento principal en Leagueheim y sustituirlo por el de arqueólogos y exploradores de artefactos, pero eso me temo que son solo sueños que no van a ningún lado pues el nuevo gremio no tiene la riqueza necesaria para una posición como esa. Los Reeves, al contrario, han incrementado su poder, usando su dinero y sus préstamos para favorecer familias, negocios y Casas opuestas al Regente Imperial, y han construido una sólida alianza con partes de la Iglesia. Y aunque Seth ya no detenta el puesto del gobierno desde que asumí el trono, esa red de alianzas sigue activa y fundamenta un importante poder en las sombras.

Pero no es el único, Leagueheim mismo tiene numerosos problemas y desajustes. Las tensiones internas de la Liga van más allá de los Reeves pues la sucesión del liderazgo de la Orden ha cambiado el equilibrio de poder en la misma. Dicen que, con arcanos rituales tecnomecánicos, han visto algo preocupante. Y que los Charioteers han encontrado cosas que les atemorizan, despertando en mundos perdidos a los que ellos tienen acceso, pero no quieren compartir los detalles con los demás. Un miedo que no preocupa solo en los mundos del Imperio sino entre los Vuldrok también se suceden esas señales, pues parece que los bárbaros del confín se mueven de nuevo, y quizás incluso más allá haya de nuevo otras sombras avanzando. Finalmente, incluso el embajador Vau ha abandonado los Mundos Conocidos y regresado a su reino, y no se qué clase de enemigo o problema puede amedrentar a un miembro de la avanzada raza, capaz de capturar sistemas solares enteros y llevarlos como jardines a su territorio.

Y todos estos problemas, estas cuestiones, recaen en mis hombros, con la fuerza de una treintena de soles explotando a la vez. Pues tal es el número de sistemas bajo mi mandato directo e indirecto, vasallos de las Casas y de la Iglesia, súbditos del Fénix de un modo u otro. Nadie puede saber de mis miedos e inseguridades, si muestro cualquier tipo de debilidad será como sangre en las aguas de los mares de mi planeta, y atraerá a los más terribles tiburones.

Por mucho que me lo habían advertido, jamás pensé que sentarse en el trono fuese algo tan solitario y oscuro. Padre al menos tenía a madre. Seth a su esposa. Pero yo no tengo a nadie, amistades que solo lo son por apariencias o por intentar conseguir algo de mi. Consejeros y asesores con sus propias agendas y opiniones. Oportunistas y estafadores de todo tipo que solo buscan sacarme todo antes de que el Imperio finalmente colapse de nuevo sobre si mismo. Y yo sola estoy entre la vela y la estrella, entre la oscuridad y la luz. 

Pero todos estos nobles y eclesiastas, gremiales y oportunistas, tendrán que aceptar que he venido a este trono para quedarme en él. Por mucho que me hayan quitado todos los apoyos y sostenes que me pusieron en él, yo soy Aurora I, Emperatriz del Fénix, y eso no lo van a cambiar por mucho que quieran. Mi tiempo está comenzando y no dejaré que nadie lo empañe, pues mi misión me he impuesto y es un trabajo demasiado importante como para titubear. Así, cuando mi reinado termine finalmente sabremos la respuesta y o bien el Imperio se ha salvado o los mismos soles se habrán transformado en esferas de oscuridad y no quedará más que muerte. 

Ese es el peso sobre mis hombros. Pero mi espalda es fuerte y desde este trono comandaré las estrellas mismas si es preciso. Ese es mi destino.

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