Cronicas de las Tierras de la Bruma 49: Paraíso Perdido

El final del Ciclo del Fuego no se produjo sutil y gradualmente, sino con la violencia ígnea de ese elemento. Durante días, los fenómenos extraños con el espacio y el tiempo habían tenido lugar en Nueva Catan, reflejos de los complejos procesos mágicos requeridos para crear el reino de bolsillo del Arcanista. Un poderoso anfiteatro, geométricamente imposible y arquitectónicamente impensable, fruto de la privilegiada y retorcida mente de quien una vez gobernó la ciudad. Que, con soberbia y temor, se preparaba para intentar truncar un destino que él mismo había visto que le aguardaba, luchando una batalla contra los gremios ante toda la población de la ciudad que, cautiva, asistía al espectáculo de la lucha que decidiría sus vidas.

El poder del Arcanista distaba mucho de ser trivial, no nos engañemos. El gigante gnomo Skarsnik dio su vida protegiendo a los más frágiles de los luchadores, absorbiendo y recibiendo terribles golpes hasta que su cuerpo se fracturó y su alma fue capturada en una filacteria; solo la colaboración de los hermanos Guishari y Ádriel podría romper la prisión de almas y restaurarle a la vida para que pudiese lanzarse de nuevo a la batalla desde más allá de la muerte. El poderoso dragón dorado en que se había transformado Aurora también fue arrodillado ante la avasalladora magia del Arcanista, solo para revelar a la auténtica hechicera que continuaba el combate con sus desintegrares, ajena al miedo. Fueron los silencios, con consecuencias grotescas de Paqueret los que abrieron opciones, y los continuos apoyos de Coper los que elevaron a sus compañeros en el campo de batalla. 

Y golpe a golpe, conjuro a conjuro, el Arcanista fue forzado de la soberbia y prepotencia a darse cuenta que se encontraba ante un verdadero reto, a progresivamente admitir que el Destino no es tan sencillo de engañar como él quería. Disparos certeros de Shana, carga montada feroz de Talon espada fulgurante abrieron terribles cortes. Al final, entre ballestas y espadas, puños y lanzas, fuego y rayos, el Arcanista caería ante las llamas desatadas por Zarel, su cuerpo trastabillando hacia atrás consciente de que no sería en el campo del cuerpo donde podría prevalecer. Pero su dominio de la lengua antigua abría otras arenas donde luchar, atrapando a los miembros de los gremios en su mente, bajo la constante presión de sus almas aplastándose ante el pesado latir de su corazón.

Las crónicas, como es natural, no recogen los detalles de lo que ocurrió en el interior de aquella prisión mental. Hubo acertijos y pruebas, búsquedas de objetos perdidos y elfos reales encontrados. Se halló un gato y se hicieron ritos mágicos. Antiguas tradiciones fueron nombradas y movimientos estrambóticos y de ocultista significado realizados para fusionar a los hechiceros. Algunos textos hablan de retratos restaurados e incluso un apócrifo menciona cortarle el pelo al Arcanista. Sin duda, exageraciones deformadas por el tiempo y la distancia que nos separa de aquellos hechos y de aquellas mentes.

Lo que sí está claro es que, en el laberinto mental creado por el Arcanista, entre el caos y la ambigüedad de sendas confusas, los gremios encontraron el camino. El corazón de la filacteria destruido, la prisión aniquilada. Y, ante el asombro de un Arcanista que se negaba a aceptar que había acontecido lo que sabía que ocurriría, pese a todo su poder y grandeza, los gremios regresaron a sus cuerpos y terminaron con su existencia. Pero antes de caer, arrinconado y empequeñecido, la gran mente demostró su ruin mezquindad de niño inmaduro cuando pronunció una palabra que aún ahora es señal de mal agüero: Catástrofe. Sus cenizas, enviadas por todo el mundo, portaron su poder y abocaron al Continente Sagrado a la sucesión de calamidades terribles. Pues si la ciudad no era del Arcanista, no sería de nadie, y si para obtenerlo había que despertar y animar a los Horrores de la Mente, ese era un precio que el antiguo dirigente parecía dispuesto a pagar.

El Miedo, la Duda y la Malicia de nuevo se movieron con fines y metas, pues el futuro debía acomodarse a la palabra antigua recientemente pronunciada. Y el Ciclo del Fuego dio lugar al Ciclo de la Oscuridad, el tiempo de prueba, de sufrimiento, de proteger y cuidar aquello que nos es querido. Una prueba que los gremios no afrontarían a solas, pues aquellos poderosos que una vez habían gobernado la ciudad con sus disputas y facciones, acudieron para ponerse a disposición de los héroes. Shavi, convencido por Skarsnik para regresar a la actividad, Ragnar atado por honor al Nuevo Cisne, Alvin McHill con sus tratos con todos los gremios, e incluso Michael Duchamp acudió en auxilio de la ciudad en su hora de necesidad. Solo Quinto Severo permaneció al margen, conmovido por las recientes revelaciones, y fue preciso ir a buscarlo para sacarlo de su mutismo y que se reincorporase a la defensa de la ciudad, postergando sus meditaciones a un tiempo en que hubiese regresado la paz.

De todo lo acontecido durante casi dos meses desde ese momento quedan registros e historias fraccionadas. Hablan de cavernas con antiguas armas, de estatuas de dioses que hablaban en adivinanzas, de Destructores de Civilizaciones que se alzaban de antiguos refugios, de nieblas extrañas que surgían sobre los mares. Y hablan del miedo en la población y la pérdida de vidas, del surgimiento de extraños y extremos cultos y de problemas para conseguir suministros y soldados. De como de un barco fantasma pirata se creó una atracción de feria, y batallas contra engendros en la Cima de los Sueños. También hablan de pérdida y muerte, como la de Roygel Synetrus cuya existencia terminó devorada por sus propios trajes, en un desfile de moda de extrañas y ocultistas naturalezas retorcidas por los Horrores. Y de la batalla entre Shavi, quien mostró su naturaleza finalmente como San Zarel y reveló ser el dragón dorado de las antiguas leyendas, y su homólogo oscuro y retorcido, el Dragón Demoniaco, avatar de la Malicia; aunque aun faltaría tiempo para que se conociesen las consecuencias y resultados de esa batalla entre luz y oscuridad.

Hubo demasiados eventos, demasiadas historias, demasiados actos de valentía, demasiados misterios. Demonios y elementales del caos, engendros y antiguas creaciones de guerra. Momentos de vulnerabilidad humana pero también de grandeza en medio del horror y la oscuridad. Pero, sobretodo, los textos nos cuentan de un tiempo en que las diferencias fueron dejadas de lado por el bien de algo mayor. De unas semanas en que desde los elfos de los bosques a los humanos de las marismas, desde las gentes del faraón a los habitantes de Nueva Catan, todos estuvieron dispuestos a cooperar y luchar hermanados con quienes les eran extraños y desconocidos. Las rencillas y las enemistades no desaparecieron por arte de magia, pero hubo espacio para dejarlas de lado ante la inmediatez y brutal escala del daño causado por el Arcanista. Y tanto en sus gestas en las zonas en riesgo, como tomando decisiones en la gran ciudad, los gremios se encontraron al frente de lo ocurrido y es por su acción que la ciudad sería salvada de la ira ciega y pueril del demente tirano.


Sería al final de la sexta semana de pruebas y dolor que, en medio de las celebraciones por haber sobrevivido al tiempo reciente, que el cielo resonaría con el sonido de las más prístinas de las trompetas de plata. Y, de las alturas descendió la Hueste de los Ángeles y Heraldos del Aeon, escoltando el sagrado navío de Santa Jaina, Voz del Aeon, Guardiana del Cielo, Garante de Su Voluntad, Navegante del Tiempo. Se posó sobre la ciudad para probar la fe de aquellos dispuestos a confrontar la pureza de su fe y de su corazón contra la realidad de la Verdad, pues solo aquellos que se encontrasen sin mácula podrían subir al barco y ser ascendidos a los Cielos con la divinidad. Los que no fueran encontrados dignos, desaparecerían en volutas de luz, pues muchos de los que creían ser suficientemente puros demostraron no serlo en realidad. Pero si lo fue Greco Shamash, su tiempo en este espacio de pruebas y sufrimiento llegado al final, y considerado justo y puro para reunirse con Alcides y con el Aeon en el paraíso ultraterreno.

Santa Jaina traía con ella una verdad y una bendición del Aeon para los que permaneciesen atados a lo mundano y lo terrenal. La respuesta a la pregunta que gustasen formular. Hubo debates y discusiones, sobre cuestiones teológicas y mundanas, de distintos puntos de vista y objetivos. Pero la cuestión que los gremios finalmente escogieron, la verdad sobre cómo derrotar a las criaturas ascendidas a la divinidad, desde los Horrores de la Mente al propio Aeon, fue una pregunta que rompió la hierática máscara de la Santa mostrando su ira latente. La Torre del Silencio resonó con el tañir de invisibles campanas y la respuesta sincera fue formulada. Tres artefactos para tres Horrores, pero objetos de tal poder no podían ser usados sin una comprensión superior. Y, tras desterrar la Duda, el Miedo y la Malicia, los propios héroes serían las armas que podrían destruir la existencia del Aeon. 

Y, lleno su navío de almas, Santa Jaina se dispuso a regresar a los cielos. La bendición del Aeon, poderosa sin duda, cayó sobre todos los que permanecieron atados al mundo y sus pruebas. Solo Paqueret y Skarsnik la rechazaron pues su senda era otra, su interpretación de la divinidad distinta, sus enseñanzas eran propias. Y con ello, llevándose a los puros de corazón y alma, la Sagrada Navegante regresó a las alturas a salvo, pues algunos textos apócrifos sugieren que otro discurso de los eventos podría haber ocurrido de no haber sido considerada como adecuada la respuesta de la Santa a la pregunta de los gremios.

Y así comienza el último de los ciclos de esta historia. El tiempo de la Oscuridad, de la resistencia, de defender y cuidar lo que más importa. De tomar decisiones difíciles y duras, de aceptar pérdidas y luchar contra terribles horrores. El tiempo en que las verdades ya han salido a la luz y ahora sus rostros deben ser juzgados. El tiempo de sanar o abrir heridas, de alzarse o caer.

Pues es tras el tiempo de la Oscuridad, después del dolor y las lágrimas, cuando finalmente puede brillar la Luz. Y, por delante, a los gremios les quedaba el último y más alzado de los senderos. Pues, más allá de las tres coronas por los gremios creadas, más allá de olvidadas profecías del adivino y de augurios ambiguos de futuro, había una escalera. De dorados y luminosos peldaños, paso a paso les alzaría de vuelta a un paraíso que sería forjado por ellos mismos, por su sudor, su sangre y sus lágrimas. Por sus decisiones, por sus virtudes, por sus defectos.

Pero de todo eso hablaremos las próximas noches, no resta ya demasiado de nuestro peregrinaje y, si bien las noches por delante serán duras y complicadas, más lo serán los días de caminar. Descansa, pues te hará falta mañana esa energía. Y no olvides azuzar las brasas de la hoguera antes de dormir, o el frío no abandonará nuestros huesos.

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