Crónicas de las Tierras de la Bruma 48: El Precio del Tiempo

El tiempo corría, imparable y con él llegó el momento álgido del Ciclo del Fuego. Envuelto en la calma que precede a la tormenta, mientras el Nuevo Cisne había estado lidiando con sus congéneres y los demás problemas, el último de los grandes contempladores había alcanzado el Árbol de la Vida de los elfos. Y, con ello, el mayor de los banquetes que podía imaginar, mientras devoraba las emociones y sentimientos de las innumerables almas que, desde el principio del Reino del Fenix, habían acabado en el árbol. Y con ello, las tradiciones, las rígidas normas, las estructuras sociales y el control de los impulsos de todos los elfos del bosque se vieron destruidas y cayeron en la pasión sin control, en la tristeza sin límites, en la ira desbocada. La cara más élfica del terrible coste que se cobra el fuego cuando destruye un orden establecido para permitir que algo nuevo pueda crecer en su lugar. 

Igual que en el este vemos acercarse las oscuras nubes de una tormenta que nos lloverá encima mañana, Nueva Catan aguantaba la tensión en una aparente tranquilidad que soterraba las tensiones y problemas que estallarían pronto. Una situación que permitió a Aurora poner en marcha el plan que llevaba desde que soñaba de pequeña con las grandes historias, el que le llevaría a ser conocida como Aurora la Dorada. En su biblioteca mágica en el Círculo de Nueva Catan, había encontrado los elementos necesarios para un poderoso conjuro de transformación, pero ella misma aún no tenía el poder para ser capaz de realizarlo. Pero si conocía a quien lo tenía, el hechicero venido de otro mundo: Mordenkainen.

Encontrar su torre y hablar con él, mientras busca al misterioso gato azul de otros mundos que es resistente a magia, es la parte sencilla. Convencerle, no tanto, pero el hechicero necesitaba algo para avanzar su misión de aislar el plano del resto del multiverso. Y es que en el norte del bosque, cerca del río que separa el Bosque Alto del Bosque Medio, había un vórtice al espacio del caos elemental, un lugar donde la Duda había tocado muy directamente el mundo. Un lugar de donde poder obtener una muestra. A cambio de comprometerse a realizar esa aventura, se inició el complicado juego de la magia, la forma y el alma. No te aburriré con los detalles mágicos del proceso, a mi se me escapan si soy sincero, pero baste reducirlo en que, tras complicados hechizos y rituales, el alma de Aurora habitaba el cuerpo de un dragón dorado. El Segundo Dragón de nuestro mundo. Y aun en forma humana, desde entonces la piel de la hechicera mostraría reflejos dorados y brillantes. 

Tras esto, el gremio partió a enfrentarse con el último contemplador, parando antes para conversar con los elfos de Asur Na'assib. Pero la ciudad estaba sumida en el caos del descontrol, de las emociones desbocadas y extremas. Solo aquellos naturalmente afines al caos retenían algo de su propia personalidad, habituados a lidiar por si mismos con sus emociones y no depender del firme peso de las tradiciones y estructuras del Árbol de la Vida. Ver eso les convenció de la necesidad de actuar con premura y, volando, mientras bajo ellos se revelaban lugares perdidos e inexplorados del bosque, finalmente vieron el campo de batalla al que se dirigían.

Naradris, la última de los héroes de antaño de los elfos, yacía destruida a los pies del árbol, donde había caído luchando con todas sus fuerzas. Ramas y hojas caían de las alturas, allá donde la voraz boca de la monstruosidad partía la madera con apetito insaciable. Generaciones de almas de elfos vagaban perdidos por el árbol, sus recuerdos memorias y esencias devorados para mayor satisfacción del engendro que se encontraba entre las ramas sagradas. Pero su tiempo se aproximaba a su final.

Aurora la Dorada cargó con la fuerza de sus alas y la violencia de su aliento de fuego. Talon el Maestro de la Muerte le mostró a la monstruosidad quien comandaba de verdad a los espíritus, cuando su voluntad se impuso a los mismos y comandó las almas a voluntad entre golpes de su lanza. Zarel el Llameante empleó el fuego como arma, abrasando la piel de la monstruosidad. Mientras, Shana de los Mil Virotes trepaba sobre la monstruosidad y disparaba su ballesta con letal violencia. Y Milia de los Ingenios tomaba posición, no sin ver su voluntad robada por el retorcido ojo de la criatura, que respondió con su propio fuego e ira a los ataques del gremio. Pero ni cualquiera de sus artes ni sus ojos ponzoñosos podían evitar el inexorable avance del tiempo, pues el suyo había llegado a su final. 

Pero el Árbol de la Vida había sufrido daños irreparables por cualquier medio normal, muchas almas perdidas a las fauces de la criatura. Fue Madrigal la Piadosa la que rezó al Aeon para que restaurase el Árbol pero lo que respondió fue la terrible Duda que habitaba en el profundo norte. Ella restauró como consideró al Árbol, pero lo que una vez fue roto fue reincorporado con nuevos patrones y nuevas formas. Pues la Duda implica un cambio descontrolado, a menudo improductivo, paralizante y negativo. Volar sobre Aurora hasta Asur Na'assib para ver lo que había ocurrido fue inmediato y encontraron el orden restablecido en la ciudad, pero las tradiciones habían cambiado y los guardas de la muralla eran pacifistas pues así era como siempre había sido la tradición de los elfos. La Princesa del Fuego, Valashir Anadara, era de quienes mantenían la perspectiva pues su naturaleza caótica la protegía de la influencia del Árbol en un sentido o en otro. Y fue a ella a quien fueron a buscar, pues era necesario dar el siguiente paso, el mismo que ella había dicho meses antes: quemar el Árbol para plantar uno nuevo y permitir que la sociedad élfica cambiase profundamente.

La nueva semilla esperaba en el Templo de la Tierra donde los elfos bailaban de un modo extraño en torno a las plantas locales pues ese era el modo en que siempre habían tratado a esas plantas. Eso decía el Árbol actualmente. Pero, igual que estos troncos de nuestra fogata se consumen bajo el fuego, el Árbol de la Vida se consumió bajo el fuego del aliento draconiano de Aurora, bajo las poderosas bolas de fuego potenciadas de Zarel... mientras Talon cogía un esqueje afectado por la Duda y lo guardaba para sus planes futuros. El pilar de la historia y tradiciones de todo el Reino del Fénix se consumió para siempre y una semilla fue plantada, aunque no germinaría hasta que los elfos no empezasen a morir y pudiesen ir a nutrirla. 

Devolver a Valashir a Asur Na'assib mostró el profundo efecto que la quema del árbol había tenido. Por primera vez en milenios, los elfos tenían la libertad de decidir qué ser, cómo ser, qué pensar o qué sentir. Estaban desorientados y perdidos, esperanzados y trémulos, pues todo un infinito futuro se abría ante ellos sin límites preestablecidos. Valashir misma quería dejar de ser sacerdotisa del fuego y ser, en su lugar, bailarina. Zarel dio una poderosa alocución en la plaza, la primera de muchas que se darían allí y en Assur Na'andria, para lentamente ayudar a los elfos a construir una nueva sociedad para si mismos. Pero sería en Assur Na'filem, la antigua capital controlada por los ilícidos, donde la prueba se encontraría de frente con ellos, la cuestión de la confianza. Pues, en el Palacio del Rey Fénix, el representante de los entres extraplanares se encontró con ellos dispuesto a honrar sus acuerdos ahora que los contempladores estaban destruidos. Pero con él se irían el resto de ilícidos y los elfos controlados por devoradores de intelectos... trescientas mil personas, muchas personas. Un número tan grande como el de estrellas que nos iluminan. Un precio muy alto en personas que llevaban mucho tiempo sustituidos en su esencia más íntima. Y atrás quedaba una sociedad fracturada y débil, habituada a actuar por impulsos mentales externos, no a pensar o actuar por si mismos. Mucho trabajo haría falta para guiarles y construir el trono sobre el que algún día se sentaría el Nuevo Cisne, primero había que allanar el terreno con Vivenna y Gnaven, con los miembros del club de fans de Zarel y con aquellos que estuviesen dispuestos a ayudar.

El regreso a Nueva Catan debio ser triunfal, con el dragón siendo aclamado por las gentes como el símbolo de poder que es. Pero se teñiría de oscuro el recuerdo de aquellos eventos pues, en la Plaza del Honor, los Adelantados estaban explicando las horrendas acciones que habían tenido lugar en Al Sharra. Las manipulaciones mágicas de la Luz Reveladora habían llevado a la locura a Mattias, como el Nuevo Cisne había entrevisto poco antes, y este había pedido al Aeon ayuda en la batalla contra los Adelantados. Pero quien respondería sería el Dragón Demoniaco, avatar de la Malicia, que transformaría a los miembros de la Orden en monstruosidades con su sangre. Y este infernal ejército marchó contra Al Sharra a plantar batalla, pero sus vidas serían segadas por la furia de los Adelantados. Los cuales, no conformes con acabar con ellos, crucificaron a sus miembros durante kilómetros de distancia y empalaron a los dirigentes a la propia muralla de Al Sharra. Una monstruosidad como respuesta a una aberración. Horror sobre horror.

El Nuevo Cisne viajó a Al Sharra y, ante el temor de los presentes, recuperaron el cadáver de Yorel del muro, donde indignamente se encontraba atravesado y expuesto. Regresaron con él a Nuevo Catan y se adentraron en un plano propio donde devolver la vida a Yorel, por si acaso regresaba corrupto por la sangre del dragón no pudiese dañar a nadie. Pero, si alguien dudaba de la santidad de Zarel, las dudas fueron despejadas en aquel perfecto instante en que, por el amor de ambos y la santidad de su inocencia, Yorel fue restaurado a la vida ajeno a los horrores que le habían sido inflingidos. Un terrible sueño confuso del que podía finalmente despertar, lejos ya de la Orden y las cosas de una batalla sin sentido, necesidad ni objeto, pues podría vivir ayudando a cambiar el mundo a mejor en Assur Na'filem, a salvo de maquinaciones y maldades. Nunca se ha encontrado ninguna prueba de otra ocasión en que se haya logrado liberar a alguien de las garras corruptoras de la Malicia, y por eso a menudo conocemos a Zarel como el del Alma Pura. Pues con todas las luces y sombras que un alma humana tiene, cuando importó, la del muchacho no tuvo mácula alguna.

Una sombra que sería puesta a prueba cuando el Arcanista, poseyendo el cuerpo de Hans, se presentó ante ellos en el palacio del Nuevo Cisne. El miedo se ocultaba detrás de su voz arrogante y despectiva y su poder se ofreció de saldo como un modo de comprar al gremio. Y no diré que no había razones más que poderosas para reconocer que, tal y como estaba el mundo entonces, con los horrores presenciados y ejecutados en el norte, no fuese el Arcanista el menor de los males y su oferta particularmente tentadora. Pero, con ingenio y astucia, el Nuevo Cisne logró engañar al poderoso hechicero, baluarte del antiguo mundo. Pues si los otros gremios iban a ser destruidos por su mano o no, no dependería de las palabras de un tirano de otra era, sino de su propia decisión como gremio. 

Y con esto, nuestra historia termina por esta noche. Descansa bien, mañana te mostraré las ruinas donde te hablaré del final del mundo, del Ciclo de la Oscuridad, del pesar, la pérdida y la exaltación. Pero será mañana, no esta noche, ¡y esperemos que esa tormenta del horizonte tenga la decencia de desviarse de su ruta!

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