¡Vive!

Yo recuerdo cosas que no es que vosotros ignoréis, sino que habéis olvidado que las conocéis. Recuerdo el grito de desafío que partió en dos el Cielo mismo; la sinfonía que arrasó el Jardín hasta los cimientos; el cielo plagado de estrellas de oscuros presagios...


Pero, sobretodo, recuerdo el miedo, la incertidumbre, la oscuridad que anidaba en los corazones de todos. La elección central de toda la Creación era simple: estar de pie con el Lucero del Alba firmes en nuestro amor por vosotros, o permanecer con Miguel y la Hueste leales en nuestro amor incondicional a Dios. ¿Cómo se puede tomar esa decisión? ¿Cómo puedes escoger qué mitad de ti destruir y abandonar para preservar a la otra? El Padre mismo nos había pedido que os amásemos como a Él, ¿cómo es posible que ambos amores fueran incompatibles?

Y, sin embargo, lo eran. Estaba escrito en las estrellas. 

¿Por qué?, preguntas en silencio mientras las fuerzas te abandonan. En el fondo es imposible responder a esta cuestión y a la vez muy sencillo. La respuesta imposible me requeriría dar vueltas por dimensiones y espacios que ya me están vetados, pero la sencilla la puedo compartir contigo. 

La voluntad del Creador era una máquina divina y perfecta, una calculadora exacta que obedecía las leyes de las matemáticas con las que la habíamos programado. Física, química, biología, todo encajando a la perfección en un esquema mayor, con la elegancia del suave orbitar de los planetas en torno al sol o el paso de las estaciones. Inequívoca, infalible, sin margen de error. Pero es imposible que una máquina de esa perfección y exactitud contenga la magia central del alma: el libre albedrío.

Vosotros sois los culpables, en cierto modo, de todo. De las guerras, de la Caída, de la corrupción de la perfección de la máquina. El Verbo creó la Existencia misma para vosotros, nosotros sólo éramos las herramientas para realizar sus Designios... los destornilladores más perfectos y complejos que se ha visto. Pero vosotros... vosotros sois otra cosa completamente diferente.

A menudo se dice que el conflicto surgió cuando lo Infinito tocó lo Finito, pues de ese choque siempre surge la Imperfección. Pero yo creo que el Todopoderoso puede escribir recto con renglones torcidos, le he visto crear piedras que puede y no puede levantar... Su mera existencia resuelve la paradoja del gato de Schrodinger con la sencillez con la que una lámpara ilumina la noche. No, Él no tiene problema en tocar lo Finito sin causar dificultades que no desee.

Yo creo que sois vosotros: débiles, inseguros, perdidos en la noche en que se ha transformado el mundo fuera del Jardín. Violentos, ambiciosos y crueles... pero también bondadosos, generosos, empáticos. Luz y sombra en uno, igual que Él, una respuesta diferente pero igual de perfecta a la paradoja del gato en la caja.

El problema que desencajó la ecuación no es, por tanto, que lo Infinito tocase lo Finito... sino que el Infinito creó otro Infinito.

Y en el medio nos vimos atrapados nosotros, meros agentes, herramientas, capturados en una situación que no podíamos resolver adecuadamente. Una ecuación que no se podía despejar, una decisión a ciegas. ¿A quién amar más? Nosotros, limitados y finitos por muy cósmicos que sean nuestros poderes, perdidos en la oscuridad de elegir sin conocer el resultado pero sabiendo que la tormenta se acercaba. Nosotros, que habíamos creado todo desde la piedra más pequeña a la órbita más lejana de un asteroide en otro sistema solar... nosotros, niños todopoderosos al lado de gigantes que ignoraban que lo eran.

Vosotros, pequeña, sois esos gigantes. Es vuestra fé y vuestro amor el que nos sostiene ahora que el Señor ha dado la espalda a la mitad de la Hueste Caída. Es el fragmento del Infinito que habita en cada uno de vosotros lo que nos mueve, pues nosotros carecemos de él. Es ese breve y poderoso destello el centro de la Creación, como los artistas renacentistas creían.

Es cierto que no recordáis ya las guerras, las ciudades que se alzaron y cayeron, la grandeza del intento de crear Babel o la belleza de los valles del Jardín. Habéis sido expulsados a una vida de miseria y dolor, de choques y enfrentamientos... con dificultades y a las malas, solos, habéis tenido que aprender a sobrevivir; pero lo habéis hecho y, en el camino, habéis realizado las infinitas potencialidades que había en vosotros: desde las brutalidades de los campos de exterminio a la belleza de una sonata, desde alcanzar las estrellas en un cohete a romper el átomo para desatar la destrucción... de la suavidad de una caricia al dolor de una bofetada.

Sois Vosotros. Nosotros nunca elegimos, esta siempre ha sido Vuestra Creación y no la nuestra. Y, por eso, debes vivir pequeña, porque dentro de ti hay un alma que brilla con más fuerza que los millones de soles que iluminan el firmamento sobre nosotros. Porque ser expulsados del Jardín y del Cielo nunca dolió tanto como ser expulsados de Vuestro lado. Y porque, si de nuevo me viese cara a cara con la elección, entre la espada de Gabriel y la promesa de Lucifer, de nuevo Caería si ello implicase que tú vivieses. 

Así que vive, respira, abre los ojos, encuentra tu voluntad y grita al universo entero que este es Tu mundo y de nadie más.

Comentarios

  1. Este relato lo escribí en el tren de regreso de Vigo a Madrid, el 2 de Enero de 2017.

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