Finales

"Y vivieron felices y comieron perdices. Para siempre."

Eso nos han dicho que es el final de las historias, cuando el amor ha podido con todas las barreras y los héroes se han impuesto a los villanos. Pero no nos cuentan nada de lo que pasa después, cuando la vida realmente ocurre. 

No nos dicen lo que acontece cuando ella tiene un nuevo secretario, joven, guapo e inteligente en la oficina; o cuando a él le cambian la monitora del gimnasio por una chica atractiva y pizpireta. Pero, peor aún, no cuentan nada de cuando las historias son menos poderosas pero, por ello, también más cotidianas. ¿Qué ocurre simplemente cuando se conocen demasiado que se ha perdido la magia del misterio? Y cuando el peso de las rutinas compartidas hace que el tiempo juntos sea dado por sentado y vacío, porque ya no se considera nada especial. O el lento distanciamiento que impone el que los dos tengan largos trabajos separados de modo que sus vidas cada vez se alejen la una de la otra. O el simple peso del silencio que se asienta en la sala cuando ya no quedan lazos ni temas de conversación.

No, todo eso lo callan, cerrado en la caja de un futuro que nunca es narrado. Porque en el mundo real, fuera del cuento, las historias no brillan. El chico y la chica raramente acaban juntos y, cuando lo hacen, el tiempo se encarga de minar y debilitar la relación, un día de cada vez, de cicatriz en cicatriz, hasta que la muerte los separe. Porque si nada lo hace antes, la Segadora pronta está a terminar con todo antes de tiempo, destruyendo los proyectos conjuntos que pudiesen quedar.

Los finales son eso, finales, pero no quedan bonitos cuando se escriben como realmente tuvieron lugar en vez de en un momento aleatorio de la historia compartida. Porque el primer beso siempre es especial, pero el último es demasiado trágico y a menudo nadie le da importancia hasta después. Por eso los relatos nunca llegan al final, porque nos gusta autoengañarnos con la idea de que la historia en ese caso acabó bien, que es posible que no llueva mierda sobre todos los participantes cuando llegue el auténtico desenlace. 

Pero mira alrededor, observa por la ventana, contempla el mundo que te rodea de verdad y sin engaños. Sin las gafas rosas que nos pone Hollywood ni el idealismo inocente de la juventud. El bien no gana, el mundo no cambia y lo siguen manejando los mismos sucios poderosos que se aprovechan de la ilusión y la debilidad de los de abajo... ¡si Trump ganó incluyendo votos de una mayoria obrera que se sintió identificada con un magnate machista y bocazas! ¿Qué mundo mejor podemos esperar construir para nosotros, o para todos?

Ninguno. 

Así que te contaré el final de verdad de la historia que leas o que veas. El chico no acaba con la chica, si lo hacen el divorcio es inevitable junto al alejamiento mutuo sea en la falsa tranquilidad del aburrimiento mutuo o en la furibunda violencia de las heridas causadas el uno al otro. La muerte se lleva a los mejores antes de tiempo, por mucho que el guión exigiese que no fuese así. Y el mundo sigue girando, quizás con suerte con cada vuelta sea ligeramente mejor, pero para cuando el planeta sea un buen lugar para vivir nosotros hace tiempo que nos habremos bajado. 

No, me temo que solo hay un final para toda historia nuestra: acabó mal.

Comentarios

  1. Este relato fue originalmente escrito el 17 de enero de 2016, pero la primera forma no me acababa de convencer. Hoy lo he revisado y, aunque sigue sin convencerme del todo, llegué a la conclusión de que no encuentro donde falla, así que lo he subido como está.

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