Tiempo de Anatemas 9: Legados de Sombra y Fuerza

 

Una niña nació en una familia donde siempre estaría a la sombra insuperable de su perfecto hermano. Siempre desterrada a la irrelevancia. Hasta que él no exaltó y ella fue escogida por el Dragón de Agua. Y, con la primera sonrisa de aprobación de sus padres, Ragara Helan hizo un juramento:

Itsuka watashi wa chikara ni narimasu
(Un día, yo seré la fuerza)
Istuka subete ga watashi no mono ni narudeshou
(Un día, todo será mío)

Pero en Nexo, su hermano y el resto del Círculo de solares se preparaba para un viaje. Siguiendo las cosas descubiertas por el Círculo de los Hijos del Norte en torno a una poderosa manse que existía en el polo de la madera, construida para luchar contra la Buena Gente. Pero el poderoso lugar mágico se encontraba en las profundidades del bosque de Ma-ha-suchi, territorio mitológico casi de bestias y monstruos, del que nadie regresa con vida. Incluso el Gremio dejó de enviar caravanas por allí, buscando rutas alternativas aunque fuesen más largas y caras.

Ventura, con sus contactos, obtuvo información de las plantas y flores misteriosas de las que le habían hablado los Hijos del Norte y pudo identificar que debía encontrarse la manse en el este del bosque, en dirección a las profundidades infinitas del Polo de la Madera. Y logró trazar una ruta con los suministros necesarios, que les llevaría a salvo hasta las inmediaciones del bosque. 

Fue unas noches después, acampando ya en el borde de la floresta, que haciendo guardia Meng le comentó que notaba grandes fuerzas espirituales en ese lugar. Y de las profundidades del mismo aullidos de lobos y otros animales, enormes, salvajes y primitivos se podían escuchar. Synn aprovechó entonces para poner en práctica sus conocimientos mágicos, invocando un lobo espiritual que ayudase en caso de que hubiese problemas. Fue Quro quien, en su guardia antes del amanecer, vio el campamento lleno de animales espirituales de toda clase, que caminaban curiosos y extrañados, no entendiendo qué era aquello que tenían delante y claramente no habían visto nunca.

Decidieron sobrevolar la floresta en busca de la manse, pero al poco de volar fueron interceptados por cuatro enormes pájaros, mayores que casas. El poder del sol en la frente de Jun forzó a los seres mágicos a conversar, y reveló el liderazgo del más grande de los pájaros que, pese a sus obvias amenazas, estaría dispuesto a colaborar si se le demostraba que eran más fuertes que él. Con palabras bien medidas y cuidadas, fue el Eclipse el que logró que el pájaro aceptase un combate singular con Quro, una batalla que en caso de ganar la criatura acabaría con todos muertos, pero si ganaba el Alba requeriría que les guiase hasta la manse. 

Pero la primera sorpresa del extraño bosque tuvo lugar cuando el pájaro se transformó en un hombre, cubierto de tatuajes plateados, con una enorme espada. Cayendo sobre la cabeza de Meng, el duelo se libró en los cielos, la espada del hombre creando estelas de luz plateada que cortaban los rayos del sol, los calculados movimientos de Quro buscando las debilidades en su guardia. Golpe y parada ambos guerreros se movieron en una danza letal en el cielo, los golpes precisos del solar hiriendo a su rival cuyas heridas se cerraban con velocidad. Pero, finalmente, ni los haces plateados ni su resistencia pudieron evitar que hincase rodilla ante el Círculo y, honrando su palabra y el acuerdo sellado por el Eclipse, les guiase a la manse.

La Cuna de la Primavera, como se llamaba la antigua edificación de la Primera Edad, apareció bajo ellos al atardecer. Y fue ahí cuando el extraño, cuyo nombre era Pluma que Danza en Plata, cumplió con su palabra dada. Les había transportado hasta allí, a salvo como había prometido, pero nada había dicho de volver. Y su padre se aproximaba tras las llamadas, su ira inaplacable. Solo cuando se despedía, dejándose caer por el borde de Meng para transformarse de nuevo en ave gigante, que reveló su origen como hijo de la luna ante la pregunta de Jun.

Cubierta de flores en sus centenares de terrazas, la edificación era una pequeña montaña por si misma que se alzaba entre la floresta. Solo en su base al este tenía una entrada: una puerta dorada que mostraba a una multitud de hadas encadenadas bajo un sol poderoso. Una puerta que reaccionó al toque de Quro, reconociendo el regreso tras muchos siglos, de sus dueños al hogar. Pues habían sido solares quienes la habían construido en la Primera Edad, una maravilla que en el presente ya no se podía replicar. Un espacio enorme lleno de flores increíbles e imposibles, bañadas por un sol artificial dorado colgado en lo alto, ambientando el lugar con las fragancias más queridas por aquellos que caminaban entre sus frondas.

Entre esos árboles y flores de colores y olores que solo existen en sueños y espejismos, un enorme elemental de la madera se hizo presente. Antiguo, poderoso, sabio y rencoroso, les rechazó de entrada por sus pecados y errores, por su corrupción y su maldad, por su traición. Pues como solares cargaban con el legado de Fuerza y Sombra que los solares de antaño habían tejido. Y, con su sabiduría elemental, el ente parecía conocerlos, de modo extraño pero real. No daba su brazo a torcer en su duda hasta que vio a Jun arrodillarse ante él, y a Synn ofrecerle un regalo de té. Viendo a solares hacer lo que nunca harían por si mismos, a sus ojos, empezó a entender que el mundo había cambiado. Pero no fue hasta que Ventura se ofreció como garante de un terrible pero poderoso pacto sellado por Jun, que acabaría con su muerte si los demás fracasaban en mantener su parte, que el espíritu aceptó ayudarles a restaurar la manse a su antigua gloria. Pero, para ello, era necesario restaurar las cuatro inmensas gemas que colgaban a media altura, cientos de metros sobre el suelo, una en honor a cada una de las fases de las plantas. 

Primero se alzaron hacia la gema verde del Germinar. Pero en las cercanías de la misma, mientras Meng les elevaba uno por uno, el polen de las flores cercanas comenzó a hacer efecto sobre Quro, que notaba aumentar su temperatura corporal. Y dentro del espacio de la gema, a la que accedieron al tocarla, se encontraba una esfera verde cubierta de runas tanto en el suelo como en las paredes; runas de dirección de Esencia en el suelo, animadas por la sexualidad y la fecundidad en la que cayeron Quro y Synn, runas cambiantes en las paredes para las hadas que la vida debía encadenar. Jun y Ventura fueron los encargados de sintonizar las runas y atar las naturalezas mutables de las hadas a unas formas concretas, dándoles nombres y concreción.

La segunda de las gemas fue la blanca de la Podredumbre. Un espacio blanco y vacío que Synn identificó que debía ser llenado con la quietud de la muerte, en su estar inmutable y permanente. Así que, siguiendo ritos estudiados en sus libros y lo aprendido de la emisaria de Sijan, lentamente fue dando reposo eterno a la gema de la muerte y con ello esta también fue restaurada y su fuerza llenó la manse.

La tercera fue la gema del Crecimiento, roja y poderosa. Pero en lugar de entrar juntos como habían hecho antes, Ventura fue el primero en subir y entrar al tocar la gema. Y fue Synn, quien venía detrás, quien cayó bajo total influencia de las flores que la llevaron a una ira homicida. Cuando Quro trepó por si mismo hasta arriba, Synn saltó encima y comenzó a agredirlo, sin conseguir hacerle daño de ningún modo, pero durante un instante el mercenario casi comete un error imperdonable pues casi inicia violencia dentro de la manse, rompiendo el juramento dado ante Jun y condenando a Ventura a muerte. Pero Quro no era nada tonto y se dio cuenta de las implicaciones de lo que casi ocurría, de modo que en lugar de defenderse de la científica, ignoró sus ataques que eran incapaces de perforar su piel de piedra, y se adentró en la gema. Finalmente, fue Jun quien al subir hizo una presa a Synn y la adentró en la gema inmovilizada pese a los intentos de la necromante por liberarse.

Pero lo encontrado dentro de la gema era inesperado. Cuando Ventura entró, el primero, vio un trono en el centro de la sala, rodeado de espinos que claramente no pertenecían a aquel lugar. Con cuidado comenzó a apartarlos, tratando de no hacerse daño ni clavarse las espinas. Pero cuando Quro se le unió un tiempo después, las cosas cambiaron y de algún modo los espinos se transformaron y cambiaron. Y en el trono, antes vacío, apareció la figura bella y terrible de un señor de las Hadas, justo en el momento en que Jun y Synn entraban en el espacio de la gema.

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