La Edad Oscura 8: el Final de la Primavera

El Imperio es un lugar donde las apariencias pueden engañar. Por eso, una vez al año, la Corte del Príncipe Hazat se olvida de disimular que eso es así y pretender que existe una honestidad fingida. Es durante la importante fiesta del fin de la primavera, cuando los disfraces llenan el palacio del Príncipe para la gran mascarada del año.
 
Y en el medio de esa mascarada, donde cualquiera puede jugar a reconocer a los demás por las sutiles pistas de su indumentaria o sus gestos, se producen las pruebas que llevan a las cuatro llaves. La valentía de adentrarse en el fuego, la gracilidad del dominio de la danza y el amor, la sabiduría de la oratoria... ¿y la cuarta? Algunos dirían que tramposamente se la queda el Príncipe para si mismo, aceptando y deshaciendo el sacrificio de una vida joven e inocente. Porque tras las decoradas máscaras de la nobleza, la Iglesia y los gremios, la muerte puede moverse de modo más literal que solo mediante los dardos y juegos de quienes tienen el poder en Aragon.
 
Y las consecuencias se sienten mucho tiempo después, en forma de oscuros presagios. Negocios tejidos con los grandes Gremios que ofrecen nuevas oportunidades y también riesgos. Penitencias sufridas de rodillas por largas y duras carreteras que destrozan la piel y los huesos. Juegos de amor cortés, de sonrisas y duelos. Y runas. Porque el futuro forma parte del presente y demasiadas piezas se mueven en torno a los Mundos Conocidos, donde el Imperio está asediado desde dentro y desde fuera.
 
Y es que, bajo la máscara que todos portamos, existe un monstruo de pura oscuridad.

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