La palabra adecuada


La palabra adecuada en el oído correcto es el arma más poderosa que existe. Puede enamorar al marido de su mujer, o avivar los celos que destruyan la pareja. Puede incitar a la ira o anular la voluntad de quien está dispuesto a desenfundar la katana. Puede hacer grande a un samurai pequeño, o empequeñecer a un gigante. Puede crear lazos nuevos, o hundir antiguos puentes. Y puede hacer que el Imperio siga otros mil años en paz, o destruir todo lo que tanto ha costado crear.

Eso justamente es lo que se dirime todos los días aquí, en el Salón de los Cerezos, como en los otros muchos salones de importancia de Otosan Uchi. Los paneles exteriores están abiertos, dejando ver los árboles que dan nombre al salón, aunque muchos meses hace ya de su florecimiento, y ahora, callados y tranquilos, esperan la llegada del invierno. El viento fresco de la mañana otoñal entra por las puertas abiertas, dando un sutil recordatorio de la brevedad de la vida de los mortales frente a la eternidad de los kami y el Imperio. 

Por supuesto, la obra lleva teniendo lugar toda la mañana ante mis ojos, como todos los días. Pero aún no ha llegado el momento de actuar, porque la palabra adecuada tiene que ser dicha en el momento correcto, no sólo en el oído apropiado. 

Así que observo al joven Ide Ueko, del Clan Unicornio, que hoy verá su vida destruida sin haber hecho nada para merecerlo. Pero estas son las vías de la Corte, más peligrosas que las del campo de batalla. Viste un kimono nuevo, de una calidad excepcional. Es obvio que su familia, rica como es, se puede permitir esa ropa, pero para un ojo entrenado es fácil reconocer que la hechura y el detalle del estampado no ha sido hecho por sastres cualesquiera... no, es un sastre muy concreto de Otosan Uchi el que ha hecho ese kimono, lo cual implica que es un regalo de la Grulla, algo que como siempre se cobrarán cuando llegue el momento adecuado. Y es que la amistad de la Grulla es más cara que la vida de una persona, y la sonrisa tranquila y cortés de Doji Tanaka demuestran que se encuentra cómodo maniobrando a su peón Unicornio en la Corte, para poder con ello avanzar sus intereses futuros. 

Prácticamente en el otro extremo del salón, Bayushi Jotaru, del Clan Escorpión, habla con un delegado Fénix. Casi puedo escuchar el veneno que se vierte desde su boca a través de la máscara, mientras lentamente se trabaja al joven Isawa, alimentando sus peores vicios. Por cómo es el joven, casi apostaría a que ha escogido jugar con su orgullo y ambición a la hora de darle celos del joven Unicornio y cómo el Clan del Ki-Rin le está quitando el apoyo tradicional de la Grulla, tan central para los Fénix. Sin haber hecho nada para merecerlo, el joven Ide abandonará la sala con un enemigo mortal que ni siquiera conoce. 

En un lateral puedo escuchar risas, señal inquívoca de que Ikoma Taikatsu está contando alguna historia graciosa. Normalmente es un placer escucharle contar las andanzas de Akodo no-Kami, de Ikoma, o de otras tantas figuras legendarias. Aunque, por cómo ríe la gente, creo que esta vez está contando alguna hazaña más contemporánea, quizás de algún samurai que le ha solicitado que extienda su leyenda para ser más conocido. Sea como sea, esta mañana no tengo tiempo para ese pequeño teatro, siendo que la obra mayor se está desarrollando por todo el salón, y el momento correcto se va aproximando.

Aunque habla con el Cangrejo, Hida Kaenai, el diplomático Dragón no pierde oportunidad de observar todo a su alrededor. Y es que, en la corte, las habilidades de los Kitsuki son extrañas. Muchos creen que no hacen nada, como a menudo ocurre con el Dragón, pero la realidad es que escuchan y observan, analizan y comprenden, y luego actúan. Hay sabiduría en su paciencia, e inteligencia en su modo de actuar, aunque no sean el centro de atención como les gusta ser a otros cortesanos.

Y entonces llega el momento, cuando el heraldo Miya nos avisa de que se unirá a nosotros la princesa Hantei Motoko. Sin que nadie parezca darse cuenta, mis pies me permiten recorrer la distancia que me separa del Unicornio antes de que termine el aviso y, antes de que ella haga acto de presencia, me inclino suavemente al lado de su oído, para que sólo él escuche lo que tengo que decir, y el tono que uso. 


-Ide Ueko-san, por favor...-

No hace falta decir más. Su imaginación y su miedo harán el resto del trabajo, y el ligero tono de vergüenza que tiñe mis palabras le dará alas para pensar lo peor. Por favor, no quedes en ridículo. Por favor, no humilles a tu familia. Por favor, no te deshonres. Por favor... tantos posibles, todos adecuados.

Y veo que lo ha entendido cuando su cara levemente se tiñe de rojo, un gesto humano que ningún cortesano avezado permitiría pero que el inocente joven no puede evitar. Mientras me alejo, y la princesa entra, puedo observar la frustración y la sorpresa de Doji Tanaka al ver cómo la voluntad y la valentía del Ide colapsan bajo sus inseguridades. 

Quizás su amor por la princesa sea sincero y sus palabras les hubieran hecho felices a ambos. Pero mi trabajo es garantizar la estabilidad y la paz en el Imperio manteniendo las divisiones entre los Clanes, y el Unicornio está ganando demasiada fuerza desde las guerras del verano. Con la ayuda de la Grulla, busca conseguir honor y poder en la Corte Imperial y no se lo voy a permitir. Así que, mientras veo cómo el Ide se queda callado y no se atreve a dar el paso necesario para conquistar a la princesa, sonrío suavemente detrás de mi abanico.

Sin duda, como el viento frío de la mañana, la palabra adecuada de una Otomo puede cortar más que cualquiera de las miles de katanas del Imperio.

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