La Edad de Plata 3: el Tejido del Destino

 

En las calles de Cartago, la arena llevada por el viento muestra la disconformidad de sus dioses ante los astutos aqueos que se mueven en las sombras. En los palacios persas, las fiestas se engalanan de bailes y juegos para entretener a un Rey, pero bajo ese manto festivo se ocultan los puñales de los intereses de un imperio dividido. Sean los nobles cartagineses o los sátrapas persas, los hombres libres griegos o los mismos dioses, esa noche los destinos de todos ellos se cruzan con una fuerza inusitada. Porque por una noche, civilizaciones tan distantes como Persia y Cartago ven que su Destino es único y ata a todas a la vez. 
 
Y sea por medio de los juegos de cama, entre susurros y caricias, donde se escuchan las voces silenciadas, o en las mansiones donde los nobles son transformados en piedra o reducidos con el golpe de pomo de una espada, los designios de los hijos de los dioses siguen adelante. Pero, cuando se muestra que, al final, Cartago es tan peón del Destino como todos los demás, ¿quien está tejiendo ese Destino?

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