El milenio final

Poderoso y benévolo Emperador, faro del Astronomicon, guía y protector de la humanidad, escucha mi plegaria. Guía mi sagrado bolter en su correcto funcionamiento, y que sus proyectiles benditos alcancen a los xenos que habitan las estrellas. Protege mi unidad contra los horrores del Caos y las tentaciones de la oscuridad. Escuda a tu Sagrada Inquisicón en su lucha contra los demonios que habitan fuera y dentro de nosotros mismos. 

Pues en este milenio de guerra, no todo enemigo es exterior. 

Nosotros, amado Emperador, somos tu guadaña, dispuestos a segar la mala hierba y purgar al hereje. Somos los que cerramos las puertas al enemigo que corrompe las almas débiles de entre tus fieles, los que acallan los susurros de la oscuridad en los oídos receptivos. Somos el bastión de fuerza que, con cadenas de fe inquebrantable en ti, glorioso Emperador, atamos a aquellos que usarían su libertad para destruir a la humanidad; pues la libertad no es más que una ilusión de Tzeentch o un susurro podrido de Slaanesh, lo único que debe existir en el Sagrado Imperio es el deber para con el Emperador.

Por ello, bendice con tu fiereza a la Guardia Imperial y a los Adeptus Astartes, en sus luchas eternas contra los enemigos exteriores. Ilumina con tu carisma a la Santa Eclesiarquía para que esta pueda mantener a los fieles en su fe en ti. Guía con tus sombras al Oficio Asasinorum para que los enemigos del Imperio mueran sin saber desde donde llegó el golpe. Pero, sobretodo, bendice a tu Inquisición, para que todos los herejes, todos los xenos, todos los desviados, todos los impuros, encuentren purificación bajo el fuego. 

Que la Ordo Xenos extermine a los alienígenas que se ocultan entre nosotros, desde los cultos Genestealers a las pretensiones de comercio de los Tau. Que la Ordo Malleus acabe con los demonios que han salido de la Disformidad para corromper tu Imperio. Pero, sobretodo, guía a esta tu Ordo Hereticus para que nuestras armas y armaduras no fallen en la caza de los herejes que corrompen tu Imperio desde dentro.

Somos tu escudo, somos tu bolter, somos la última línea de defensa contra los demonios que habitan entre las sombras. Su poder crece con cada siglo, a medida que nos aproximamos a la batalla final en la que toda la humanidad deba enfrentarse a la mayor de las pruebas. Guíanos en este milenio oscuro, donde solo hay guerra, para que sean tus enemigos los que muerdan el polvo. 

Así sea, por la palabra del Eterno Emperador, desde la Sagrada Terra. Amen.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un mundo de tinieblas

El poder de los nombres

Tiempo de Anatemas 27: La senda de la tinta y la sombra