Tiempo de Anatemas 7: Las ruinas del ensueño

 

"Un destino por un destino. Una vida por una vida. Ningún cambio sin pérdida. Ningún cambio sin sacrificio. Ningún cambio sin dolor. Fuiste uno de los grandes. Y desapareciste. Olvidado, como un sueño cuando llega el amanecer. Pero yo recuerdo quien fuiste. Yo se quien eres. Yo confío en quien serás. Despierta, Quro, hay mucho trabajo por hacer. Despierta."

Esas palabras se sacuden tras los párpados de los ojos del joven mercenario hasta que, lentamente, los abre de vuelta en el mundo de la vigilia por primera vez en un mes. En el laboratorio de una desconocida, Synn, a quien sin embargo se encontró en sus extraños sueños que ocultaron su Exaltar y su captura. Y pronto, tanto Ragara Jun como Ventura se reunieron a su alrededor, el reencuentro de un Círculo que, aunque incompleto por la ausencia de Megara, estaba ya dispuesto. Y los últimos retazos de las imágenes de un Quro distinto sentado en posición de loto frente a un estanque de carpas regresaron al mundo medio olvidado de lo soñado.

Ante las noticias del avance de la oscuridad de Thorns en el oeste, se prepararon para partir en esa dirección, pero había mucho que hacer antes. Ventura fue en busca de todos los elementos necesarios para el viaje, mientras Quro guiaba a Jun y a Synn a la sede del gremio de mercenarios de la Garra, al reencuentro y en busca de noticias de los suyos. Se encontraban de camino, Yin mismo llegaría pocas horas más tarde, pero el mercenario sabía que no podía pedirle que le acompañase en su misión pues era demasiado peligrosa y ella le seguiría igualmente. Así que le dejó una carta para que supiese que estaba bien pero no pudiese seguirle a donde planeaba ir. Pues las cuestiones de Thorns, el retorno transfromado de Grandes Aspavientos y la presencia del Poeta Sangriento en la ciudad le perturbaban y el deseo de recuperar a su amigo o darle un verdadero descanso eran claros en su interior. 

Así que los tres negociaron un nuevo acuerdo con los líderes de la Garra para que Quro fuese contratado como protector de Jun. Y marcharon a la mansión de los Ragara para empezar a disponer, tras un encuentro con el líder Yu-shi, de un plan para retomar Thorns y movilizar el Deliberativo. Pero primero, ir a lidiar con los rumores que llegaban de las tribus del oeste. Tras reunirse con ellos Ventura, y dejando atrás al joven Ragara, el grupo fue a la subasta de la taberna incautada a la familia de la cristalera. Allí encontraron un regalo inesperado para Quro, unas mágicas espadas y unos brazales, con una nota escrita en papel plateado que simplemente decía "Despierta Quro, hay mucho trabajo por hacer". La subasta fue controlada rápidamente por Ventura que, con desparpajo y saber hacer, logró obtener la taberna a un precio menor al esperado, igual que luego harían con la tienda de la propia cristalera, después de la insistencia de Synn, cuando Quro con un comentario muy acertado desanimó las pujas de potenciales compradores.

Mientras tanto, Jun recibió la primera visita de uno de los emisarios de los Contables, la organización que los miembros del Eclipse habían creado en secreto para intercambiar secretos e información entre los Círculos. En este caso era una información proveniente de Whitewall, desde donde los integrantes del Círculo de los Hijos del Norte les informaba de la existencia de una poderosa manse contra las hadas en el peligroso bosque del sur, cerca del terrible cubil de Ma-ha-suchi. Jun también preparó una misiva nueva que enviar a los integrantes del Eclipse Nuclear, en concreto a Fu Weifeng, para ver si era posible empezar a planear la movilización de Legiones imperiales desde el Deliberativo para la reconquista de Thorns. Algo a lo que se oponía su primo Yu-shi por considerarlo una señal de debilidad, pero que aprobaba su prima Iodara. 

También envió una carta, ya por envío normal, a Cynis Aurei. Pero sería Ventura le primero que visitase a la dama, que se preparaba para partir hacia Great Forks, con un lazo a su alrededor que le convertía en un regalo para ella. El flirteo y la seducción jugaron su lugar en el momento, poco antes de que Jun y Quro se uniesen, complicando el juego entre la incomodidad escandalizada del Ragara ante la desnudez del guía de la ciudad, y el silencio atractivo del mercenario. Pero planes para secuestrar y rescatar a quien una vez había sido Grandes Aspavientos comenzaron a formarse, igual que la inesperada revelación de que Aurei en el pasado había participado en la Cacería Salvaje, persiguiendo al menos a un Anatema.

Con todo ya dispuesto, finalmente, Jun, Ventura y Quro partieron junto con Espada Celeste y Meng en dirección al oeste, a las tribus de jinetes de la Alianza Marukan. Fue tras la segunda noche que, al despertar en el campamento, el Ragara descubrió que sus riquezas habían desaparecido. Una rápida investigación les puso en la pista de un rastro extraño, jalonado de pequeñas caídas de agua, que se alejaba del campamento. Lo siguieron hasta un pequeño riachuelo donde una voz trató de impresionarles, pero con sus poderes de Eclipse, Jun obligó al espíritu a manifestarse y tratarles con respeto. Así reconocieron a la criatura como un kappa, un espíritu malicioso y bromista, a veces peligroso, a quien manejaron entre juegos e intimidaciones hasta que su cuenco de agua se derramó y quedó débil. Pero uno que, tan pronto el ánima de Jun se manifestó, reconoció sin problemas ni dudas la presencia de los Solares.

Tras recuperar sus posesiones retomaron el viaje a las tierras del Clan Bolor, que había recibido a los caballos del Clan Dulguun. Allí, Batbayar, el joven líder del Clan, les habló del amor prohibido entre su padre, un guerrero de la tribu, y una espíritu bella y etérea que desapareció tras darle a luz a él. Y como su madre siempre le gustaba un símbolo que guardaba bordado en una tela, un símbolo visible en todos los caballos llegados del Clan Dulguun una de las noches pasadas. Fue la shaman del clan, Neki, quien les habló del miedo y del monstruo, medio espíritu y medio criatura, corrupta por la oscuridad, del que hablaban los caballos. Un ente alto y pálido, delgado y etéreo, pero fuerte y peligroso como pocos. Un ser que había destruido al Clan Dulguun entre sangre y muerte y cuyos caballos solo se salvaron gracias al sacrificio de su líder para darles tiempo a huir. 

Una prueba de la llegada de los males que atenazaban a la Creación, uno de los enfrentamientos de los que su visión les había hablado durante su Segundo Aliento.

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