Las Hebras del Destino (abandonado)

---------Destino-------

La pantalla está en negro por completo. Siguiendo el sonido de la música, la negrura es parcialmente ocupada por el logotipo de la serie: SCION. Letras amplias, épicas, pero también algo oscuras y retorcidas, que lentamente se desplazan hacia arriba.

Y la oscuridad es ocupada por un brazo, un brazo musculoso que se alza con un martillo. Con fuerza y violencia se descarga sobre un yunque, del que saltan chispas y fuego. Fuego que ilumina una escena diferente: una cueva, de cuyo lateral derecho sale una llamarada. Y no es para menos, pues ese lateral de la pantalla ahora está ocupado por un enorme dragón, encadenado a un yunque, que escupe fuego contra su adversaria. Del otro lado, una mujer de mediana edad, en vaqueros y camiseta gastada, se esconde detrás de un escudo de madera, capaz de rechazar las llamaradas. Y, entre una y otra, lanza una estocada con su lanza, de un brillante plateado.

De nuevo se alza el brazo, preparándose para descargarse sobre el yunque, revelando otra escena. Un carro de fuego viaja a toda velocidad, tripulado por una mujer de asombrosa belleza. Detrás de él, un enorme lobo corre, salivando en anticipación del momento en que pueda devorar a la presa que huye. Pero el carro está demasiado lejos, es demasiado rápido y el lobo es incapaz de alcanzarlo. De momento. Sabe que llegará su tiempo.

Con parsimonia, la imagen desaparece, acompañando el movimiento de ascenso del brazo, que se encamina a otro golpe poderoso contra el yunque. Se ve a un hombre de pie ante un mural labrado en piedra. Las imágenes que observa retratan actos crueles y poderosos, en que la sangre es derramada en cantidades obscenas. Formas retorcidas se mueven en las esquinas, con elementos grotescos y resctilineos, que el hombre observa intentando leer y descifrar. Le rodea la oscuridad, solo rota por su linterna y varios aparatos electrónicos. Y parece incapaz de entender del todo lo que ve, pues se rasca la cabeza contrariado.

Pero el alzarse el brazo esa cuarta vez, lo hace para cambiar. Porque aun no es el tiempo de todos ellos, sus hebras aún no se han cruzado en el tapiz del Destino con aquellas que ocupan ahora el centro de la imagen. Dos bellas jóvenes que descansan en un camerino. Porque, a menudo, las historias más grandes comienzan en los momentos más inesperados, los más cotidianos, los más pequeños. El Destino es así de caprichoso. Y aquel camerino ajetreado, lleno de gente que entra y sale con maquillaje, herramientas y vestidos, es testigo un día tras otro de los pequeños chismes e historias que encierra el rodaje de Bloodlines of the Dead, segunda temporada.

Las dos chicas se encuentran sentadas en sus respectivas sillas, frente a los espejos con sus bombillas brillantes. Está siendo un día duro en el rodaje, el director Martin Lewis parece estar insatisfecho con todo lo que los actores hacen, con la iluminación y el decorado. “Esto no transmite una mierda, es la oscuridad del alma la que retratamos aquí, un poco de pasión” parece la frase del día. Reginald McCloud entra en el camerino y se tira como una losa sobre un sofá lateral.

-“Eres un Ventrue, un Principe por el amor de Dios, ¡quieres comportarte como tal! Tienes que ser poderoso e intimidante, y pareces salido de Crepúsculo!”- se queja Reginald en voz alta, imitando las palabras y el tono de voz de Martin.

Y mira a las dos chicas, os mira a vosotras, agotado y cansado como solo un actor en un mal día puede estar. Ah, la belleza del show business. La magia mundana fabricada con efectos especiales y de sonido. La magia que replica otras más antiguas… pero esas aún no se han manifestado. El Destino, como suele ocurrir, teje su tapiz con paciencia…

-----------Katrina--------------

Alcé mi cabello pelirrojo, en una torre sobre mi cabeza, mientras sentía al peluquero revolotear sobre mí en un especie de molesto zumbido constante. El maquillador actuaba, rápido y ágilmente, borrando mis marcadas ojeras y sustituyéndolas por un curioso color verdoso claro. Sonreí. Parecía la bruja del oeste.

Tzimisce... no podía ni imaginar qué clase de loco podría escribir algo así. Pero como papel era fantástico. Era una de las villanas principales, y mi papel correspondía con el de una de esos... Demonios que jugaban con la carne. Aun así, mi personaje, pelirroja como yo, conservaba todavía su apariencia humana, eliminando el curioso tono de la piel.

Sonreí, observando el brillo perlado de mis dientes en el espejo, y giré lentamente la cabeza para mirar a Mina. Como siempre, con su habitual mirada y actitud calma.

- Crepúsculo está subestimado - Sonreí - Una sola película ha conseguido mover millones. Ya les gustaría a los frikys que nos contratan.

Sí... ya les gustaría. De algún modo, esos millones podrían haber acabado en el bolsillo de nuestra productora si tan sólo dejasen brillar a estos vampiros. Pero no era así, y aunque sin duda más digno, no tenía nada clara la gloria de este proyecto.

Bostecé. Estaba cansada, como la mayoría de los días. Mis actividades... creativas nocturnas cada vez parecían requerir más horas, y puesto a quitarlas... bueno, lo haría del sueño.

A veces dormir se parecía demasiado a la muerte para mi gusto.

-------------Destino--------

-Yo desde luego no le haría ascos a ese caminón lleno de dinero, que aún me falta mucho para poder salirme de mi cutre apartamento y poder irme a una mansión con piscina en Malibu. Sino no seré el nuevo Tom Cruise, aunque sin ser un sectario ¡y más alto!-

Rie Martin, antes de incorporarse como con un resorte, con los ojos brillantes y lleno de energía. Eso significaba peligro: estaba armado con un nuevo cotilleo, normalmente escandaloso o sexual.

-Por cierto, guarris, ¿a que no sabéis...-

Sin embargo, sus palabras se ven cortadas cuando Maggie "Doll" Richmond entra por la puerta, seguida de su silenciosa ayudante. Entra apurada, con su pequeña estatura casi sobrepasada por el estuche de maquillaje y equipamiento que lleva en la mano, lleno de todo tipo de unguentos, polvos, lápices y otros elementos misteriosos y esotéricos.

-Calla anda, loca- le dice a Reginald-. El Sr. Director me envía a retocar el maquillaje de Katrina, y a rehacer el de Mina. Quiere que la escena siguiente sea más dramática, un ritual más oscuro, y quiere que realce más esos pómulos y fuerce más los contrastes.-

Con rapidez, se pone a dar instrucciones a su ayudante, que se acerca a Katrina con una sonrisa tímida y sus polvos verdes. Mientras tanto, ella se pone detrás de Mina y comienza a jugar con todas las sombras que se pueden crear en una cara, a base de rimel de ojos y otros artilugios.

-¿Qué te pasa muñeca?- pregunta Reginald, jugando con el mote de la maquilladora- ¿Por qué vas tan estresada?-

-He oido a uno de los cámaras decirle a otro de ellos que parece que uno de los productores va a venir a ver el rodaje de hoy con otros peces gordos de Netflix. Parece que quieren impresionarlos o algo así, de cara a que renueven la tercera temporada una vez que se estrene esta o algo por el estilo. Por eso todo está saliendo como está saliendo...-

Comentarios

  1. Este relato es la transcripción de una partida por Telegram, donde distintas personas se encargan de narrar distintas cosas. En este caso, yo me encargo de escribir a Destino, Marina Gutiérrez es Katrina y Celia Becerril es Mina.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esta iteración de la historia se quedó aquí, y reiniciaremos de nuevo con la otra que estará colgada en el blog.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Un mundo de tinieblas

El poder de los nombres

Tiempo de Anatemas 27: La senda de la tinta y la sombra