La fortaleza de hielo

Te tendí mi punto más vulnerable, mi Corazón palpitante, y con toda la delicadeza y cuidado del mundo lo aplastaste. La Razón puede entenderlo, es algo con lo que puede trabajar: todo aquel que se expone así se arriesga a que el ejercicio de la libertad del otro de ese resultado. Es justo, nada puede imponerse si quieres que sea verdadero. Pero el Corazón solo sangra. Él no entiende los argumentos ni las motivaciones, solo sabe que ha sido herido en lo más profundo y de la herida manan todos los futuros que nunca tendrán lugar.

Así que, con paciencia y delicadeza, a lo largo de una noche sin luna la Razón construye un esfera de Hielo a su alrededor. Como una industriosa araña, faceta tras faceta van cobrando forma desde la base hasta la cúspide, encerrando al Corazón en su interior y, con él, todo el dolor. Lamentablemente, es necesario que tu tú-en-mi esté ahí dentro, sino el dolor se extendería fuera, como un cáncer. Son gajes del oficio y, a la luz de la Razón, es un daño inevitable. 

Y en su fortaleza de Hielo, el Corazón sangrará, mientras fuera la vida continuará paso a paso, con la Razón llevando el timón del mundo. Ella sabe bien que las historias no siempre acaban bien en el mundo real, que no siempre son cuentos de hadas y que una vez que ocurren los actos hay que lidiar con las consecuencias. Ella recuerda las veces que ocurrió lo mismo en el pasado, y el arduo camino que implica dejar que el Corazón sane, hasta el punto de que él olvide el dolor y pueda estar completo de nuevo.

Mientras la Razón gobierne el timón, sin embargo, el Corazón seguirá sangrando en la fortaleza, rellenando el vacío que deja el Hielo con sueños, planes y esperanzas, todos ellos negros como la angustia, vacíos como el desengaño. Con sentimientos perdidos y sentimientos creados, con impotencia y cariño, con ternura e inseguridad. Y toda esa sangre caerá sobre ti que estás ahí dentro encerrada, hasta que el nivel de la misma lentamente te sobrepase. Solo cuando el Corazón deje de verte, comenzará a sanar lentamente la herida, primero dejando de sangrar y luego finalmente cicatrizando. Si hay belleza en el dolor, como la hay en todo, inevitablemente el proceso entero encierra una dura belleza.

Solo cuando esté toda la historia completa podrá la Razón abandonar el timón y descender los peldaños hasta la fortaleza de Hielo. Verá que en el interior el Corazón no sangra ya, que el tejido rosado de la cicatriz es visible pero sano y fuerte, y sabrá que el momento ha llegado. Con la misma paciencia y delicadeza con la que construyó, la Razón irá rebajando el Hielo, centímetro a centímetro, hasta construir una esfera con él que encierre en su interior toda la sangre derramada. Y esa esfera, llena de dolor y sufrimiento, será entonces lanzada al espacio inútil del Pasado, el rincón donde lo que ya no importa se amontona en esferas de Hielo y Piedra, de Plomo y Caucho. El lugar donde, lamentablemente, quedarás tú.

La Razón podrá entonces de nuevo gobernar el timón con el Corazón a su lado. Pero en sus impulsos y su inocencia, el Corazón inevitablemente caminará de nuevo hasta el siguiente tropiezo, la siguiente fortaleza de Hielo, la siguiente cicatriz. Y, con cada una de ellas, el cuerpo calloso del Corazón crece, los sentimientos se dañan, la pureza se desvanece. Hasta que, finalmente, llegue un momento en que todo el Corazón sea cicatriz, y en su latir ya no quede lugar para la vulnerabilidad ni para la exposición. 

Es inevitable, probablemente, la Razón lo sabe. Aún recuerda ese sitio, esa sensación, esa vida. El mundo en que el Corazón era de Hielo.

Comentarios

  1. Este relato fue escrito el 12 de Diciembre de 2016 del tirón, aprovechando que me vino la inspiración y esta se negaba a dejarme dormir.

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