Omega y Alfa

En algún lugar del Tiempo y del Espacio, o quizás en ninguno realmente, el Ente aparecía como un ser anciano y cansado ante los ojos del otro Ente, joven y lleno de energía. Tampoco es que la apariencia contara mucho en aquella situación, era más cuestión de mantener las formas.

-Sabía que venías,- comenzó el anciano -lo vi hace tiempo y fui advertido. ¡Qué necio fui! Y sin embargo, aquí te tengo, mi propia creación, perfecta en su belleza y grandeza. Yo soy el Creador, aunque tú ya lo sabes. Fui advertido de que esto sucedería antes de que el Tiempo fuera Tiempo y las Estrellas iluminaran. Y, sin embargo, no hice caso. Espera un momento y recréate en tu gloria mientras yo te cuento una historia.-
El joven se quedó mirando al anciano que, durante un momento pareció muy lejos.
"Quizá todo te sea más fácil de seguir si os uso a vosotros como mi hilo de historia. Sé que no es necesario, pero concede ese pequeño placer a este viejo moribundo. Cuando yo nací no era así y el Tiempo aún no era Tiempo. Luego me convertí en el Uno, el Creador, Dios y cientos de otros nombres que me habéis dado. Yo sólo uso Adán, que era el nombre que yo me di a mi mismo."
"Vosotros, al igual que nosotros, fuisteis primitivos y débiles, perdidos en un mundo de depredadores mucho más preparados para sobrevivir. Y fue así durante Eras completas. Luego, la inteligencia brotó en vuestros cerebros. Al principio era como la llama de una vela, frágil y titilante. Con el paso del tiempo fue afirmándose y, muchos eones después, se convirtió en una hoguera.”
“Derrotasteis a vuestros enemigos y os organizasteis. Construisteis, aprendisteis, caminasteis y moristeis. Una nueva generación continuó los pasos de sus padres y otra más siguió los de los suyos. Así transcurrieron una tras otra mientras vuestros imperios se elevaban y caían, los avances se producían y se perdían, para luego volver a ser inventados.”
“Y un día os echasteis al Espacio vacío, colocado ahí para vosotros. Y colonizasteis un planeta tras otro, una estrella y otra, un sistema seguía al anterior y, por último, las galaxias comenzaron a amontonarse. Y no os detuvisteis. En vuestra ansia por llegar más lejos os disteis cuenta de que la mortalidad era un problema. Trasladasteis vuestras conciencias a servidores metálicos destinados a tal fin y os convertisteis en Inmortales.”
“Entonces os disteis cuenta de que ya lo habías conseguido todo, salvo la unidad. Comenzasteis a avanzar en la psíquica, con un conocimiento del cerebro y sus funciones sólo posible ahora que podíais dejar atrás la parte biológica, sustituida por el silicio y la nanotecnología.”
“Y entonces alcanzasteis la unidad total, la conciencia colectiva. Y fuisteis el nuevo Uno. Y aprendisteis de vuestra nueva situación. Y entonces, y sólo entonces, recordasteis la antigua ciencia, perdida hacía eras, eones, o más incluso. Y comenzasteis a estudiar la Teología. Y llegasteis a la conclusión de que tenía que haber un Uno anterior a vosotros y os preparasteis para aceptar el último desafío.
“Desafío. Esa palabra es la clave de todo, el auténtico motor del Universo. Desafío. Déjame repetirla una vez más. Desafío. ¡Qué bien suena! Ahora déjame remontarme a un momento en que vuestro Tiempo era imposible y el mío aún comenzaba.”
“A nosotros nos pasó lo mismo. Avanzamos desde las sombras de la nada y alcanzamos el poder de la Inteligencia. Abandonamos la mortalidad y nos convertimos en Inmortales. Por último, mi raza se hizo un Uno como vosotros. Adán, nos llamamos. Por eso el primer hombre fue llamado Adán, en una tradición que vosotros mantuvisteis muchos eones: la de llamar al primer hijo igual que el padre.”
“Nos presentamos ante nuestro Dios y él nos dijo esto mismo. Nos dijo que entonces era nuestro momento. Que íbamos a quitarle el puesto igual que Él había hecho antes con el que había sido su antecesor, y este con el anterior, y así sucesivamente. Nos dijo que, para demostrar nuestro poder, crearíamos un mundo, como Él había hecho. Que lo poblaríamos y que a sólo uno de sus moradores le daríamos la Inteligencia. Que ese morador crecería y avanzaría y acabaría usurpándonos el puesto como nosotros hacíamos con él. Vosotros tenéis una antigua leyenda al respecto, aunque probablemente la hayáis olvidado. Sus protagonistas eran dos antiguos dioses, Cronos y Zeus, y la historia era la misma.”
“La verdad es que no sé por qué os cuento todo esto, igual que no lo sabía nuestro Dios. Sé que vosotros pensáis que a vosotros no os pasará, que vosotros sois mejores y superiores, que de los errores de los anteriores se aprende.”
”Así pues, crearéis un Universo y lo poblaréis. Y veréis como la raza elegida avanza y evoluciona. Y estaréis satisfechos porque, con el tiempo tendréis un Rival digno. Desafío. Y, en vuestra Soberbia los dejaréis hacerse más poderosos y más todavía. Y esta Soberbia os cegará a la realidad. Y entonces, un buen día, Ellos se presentarán ante vosotros listos para el combate y os daréis cuenta de que ya todo está perdido. Que los subestimasteis y que, una vez más, el Aprendiz supera al Maestro. Y les advertiréis de lo que va a pasarles y ellos no os harán caso. Y, mientras crean sus propios mundos, ellos irán volviéndose confiados y les sucederá lo que os sucedió a vosotros.”
“Por eso no se por qué os lo he contado, pues no servirá de nada. Ahora, dejadme un último momento, un parpadeo, para un anciano.”
Y ante los ojos de los dos personajes, el Universo desapareció y se reconfiguró. Las estrellas conocidas desaparecieron y fueron sustituidas por unas nuevas que eran, a la vez, infinitamente más antiguas. Y un único planeta brilló entre ellas con las radiaciones de la vida. Y el anciano habló de nuevo.
“Ese es Caliban, mi planeta. ¿A que es precioso? Bello como una esmeralda contra un fondo de circonita. Así era todo antes de que vuestro Tiempo siquiera fuera una posibilidad, cuando el nuestro estaba por llegar.”
“Y ahora, gracias por dejarme despedir de él. Ya podemos acabar con todo esto. Suerte, aunque se que no servirá de nada.”
Y el joven absorbió al anciano con tranquilidad. En los ojos del anciano no brilló el miedo, sólo la tristeza. La tristeza del adiós y la del saber que cuanto más cambian las cosas, más permanecen iguales. Las estrellas volverían a cambiar, ya nunca serían así y, sin embargo, todo se repetiría de nuevo.
Y el Hombre miró a su alrededor con el brillo de la ilusión, la misma ilusión de un niño al que se le presentan un montón de regalos empaquetados. Y entre las infinitas posibilidades, escogió una y comenzó manos a la obra. Y entonces acabó el Octavo Día y comenzó el Primero de nuevo; y en Siete de los antiguos días tuvo listo un nuevo mundo, en nada parecido a la vieja Tierra, Gaia.

Comentarios

  1. Uff, ni idea de las fechas de este. En algún punto del instituto, entre 1995 y 2000.

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