Tiempo de Anatemas 47: La senda de los legados rotos

En su jardín, Fides, la Dama del Final de la Lealtad, les mostró lo ocurrido en detalle. Como el bebe Chejop Kejak lideraba la facción de bronce de los siderales y la formaba en oposición a Ayesaura la Dorada. Y como escogía a cinco siderales de gran poder, uno de cada casta, para lanzar la poderosa maldición que destruiría las castas de los exaltados lunares.

Así el exaltado de Mercurio sacrificó a un poderoso dios, el Ministro del Tiempo, para que no pudiese haber lugar donde no llegase el mensaje de ese final. El exaltado de Venus tejió poemas de gran poder convenciendo a la Creación del cambio que estaba ocurriendo. La exaltada de Marte libró una gran batalla y este triunfo derrotó a las fuerzas lunares. La exaltada de Júpiter ofrendó una planta, creada en secreto y exprofeso, que jamás había visto la luz de Luna. Y la exaltada de Saturno puso final a conceptos ahora desconocidos, pues ya no siguen existiendo en la Creación. Con esa terrible y poderosa magia, sellaron el destino de los exaltados de la luna y sus castas, hasta que el Pacto de Plata se formó y pudo paralizar parcialmente lo aquí ocurrido.

Pero en ese ritual también se encontraban las semillas de su destrucción. O bien superándolo en poder para romperlo o, más difícil pero también más relevante, superándolo y subvirtiéndolo para transformarlo en el final de otra cosa. Invalidar aquello que había ocurrido tantos siglos atrás no sería sencillo y, como descubrieron al volver al mundo, debería esperar. Imala, la sacerdotisa de la Orden Inmaculada había comenzado a predicar lo descubierto acerca de la voluntad de las Damas de las Estrellas y lo que su propia organización había comenzado a esparcir como mentiras tantos siglos atrás. Pero, como revelaba la información de la radio, los conflictos entre los siderales que estaban comenzando con sus palabras se encaminaban hacia un abrupto, y definitivo, final.

Así que, pese a la urgencia de los combates en torno a Thorns y la importancia de la investigación mágica, la primera parada fue en Port Cailyn, donde Ventura se infiltró invisible y encontró a la monje en el templo de la Orden Inmaculada. Allí, otros dos siderales estaban discutiendo con ella para acallar las herejías y verdades que estaba difundiendo. Las cosas rápidamente se tornaron complicadas cuando comenzaron un ritual para borrar la memoria de Amala, reforjar su destino y anclarla de nuevo a la Orden, como ya habían hecho meses atrás cuando ella había llegado a la Isla Bendita buscando respuestas. Pero el resultado esta vez fue completamente distinto pues Ventura rápidamente reunió al resto del círculo y los aliados y se lanzaron al combate. Aunque bueno, llamar a aquello batalla es probablemente injusto, pues los sorprendidos fueron incapaces de defenderse e incluso el intento de la más poderosa de los dos siderales por huir fue anulado con las ilusiones y hechicería de Megara, mientras Synn daba instrucciones precisas y Sagrest atrapaba a los dos enemigos con su poderosa lanza. Los dejaron, inconscientes, a buen recaudo con Nombre Olvidado, para poder exponerles a la verdad cuando recuperasen el conocimiento.

Pero eso debería esperar, pues durante el tiempo que habían pasado en la mansión de la Dama Saturno, las dos Legiones que ocultaban al Guardián de los Pasos Silenciosos habían entrado en combate contra la Centelleante Guarda de la Vida, la Legión de Ragara Io-dara. Regresaron con el ejército de los vivos, donde la situación era más complicada de lo inicialmente previsto, y donde Ma-ha-suchi cada vez tenía más problemas a la hora de mantener la moral de aquellas unidades que tantas bajas y heridas habían sufrido durante las semanas de combates sin cuartel ni descanso. Se trazó un plan cuyo primer paso era hablar con Karal Aunir, el general al mando de las tropas de Lookshy para ver si era posible conseguir refuerzos de la ciudad. Este les hizo ver que acaso era posible, pero que conseguirlo llevaría tiempo porque las Gents tienen un proceso que deben seguir para tomar decisiones como esa. El Strategos también consiguió ofender a Megara, al considerar que una muchacha joven e inocente como ella no debía estar en el frente de una guerra terrible como aquella, lo cual indignó a la hechicera que era más que capaz de valerse y defenderse por si misma y era una fuerza tremendamente poderosa por derecho propio.

Sabiendo las condiciones que había, el plan se puso en marcha, y comenzaría con un acto artrero y sutil que permitiese juntar a los oficiales del Reino para poder controlar y rehacer sus mentes y recuerdos. Para ello, Ventura se presentó ante el campamento de las Legiones a solas, solo vigilado de cerca por Lagertha, disfrazado como un emisario de la Legión Ragara que buscase un encuentro para resolver la situación. El engaño funcionó, pero no como el joven guía esperaba, pues la respuesta que el Strategos Sesus Molvern iba a dar era enviar la cabeza del mensajero sin que le acompañase el resto de su cuerpo como mensaje a Ragara Io-dara de la única respuesta aceptable para traidoras como ella. 

Ante la inesperada emboscada, Ventura fue retrocediendo fingiendo que se tropezaba y, aunque sus engaños eran hábiles, la Strategos V'neef Shu-wa fue capaz de darse cuenta de que las cosas no eran como parecía y dio la alarma. Sería lo último que haría con su vida, pues de la sombra del Noche emergió primero Lagertha, dispuesta a protegerle, seguida rápidamente por Megara que vio la alarma que Ventura les hacía llegar. De sus manos, su voluntad trajo el fenix de fuego que abrasó el campo donde los guerreros del Reino perseguían al joven guía. Synn surgió después, dividida y en conflicto, instruyendo la mejor forma de aprovechar los puntos débiles del enemigo. Haz Argenta se lanzó sobre ellos, refunfuñando porque les había advertido que no se metiesen en problemas, igual que Ullr llovía flechas sobre sus posiciones. Y la enorme forma de Sagrest les siguió, su lanza atravesando al Strategos Sesus y a sus más cercanos seguidores con certeros lanzamientos. Aurei surgió de la sombra entonces, toda su ira por los engaños y mentiras sufridos durante años, transformada en un brutal control de las llamas que había dejado el conjuro de Megara, que terminó de abrasar a algunos de los exaltados terrestres del Reino. Y con el cambio de las tornas, Ventura se lanzó a velocidad increíble a por V'neef Shu-wa que fue incapaz de detener su embite y cayó muerto a sus manos.

Con ambos Strategos caídos, Ventura y Sagrest tomaron el control de la puerta del campamento de las Legiones, mientras Megara prendía en llamas las tiendas de campaña más cercanas donde los soldados se preparaban para unirse al combate. Pero mientras las llamas comandadas por Aurei brillaban sobre ella al potenciar los poderes de la hechicera con los suyos propios, en busca de la retribución merecida, Synn vio que todo estaba descontrolándose y se estaba cometiendo una gran injusticia. A sus ojos, aquellos soldados eran inocentes y estaban siendo injustamente masacrados y, entrando en la Gran Maldición, dejó que su voz se escuchase entre sus aliados, ordenando a todos retirarse del campo de batalla. 

El regreso, por la sombra de Nombre Olvidado, fue cualquier cosa menos tranquilo. Haz Argenta se lanzó sobre Synn por haberle arrancado de un combate contra el enemigo, el lunar al borde su propia maldición siendo separado por un también iracundo Sagrest. Y Synn, viendo la furia contra ella volcada por sus amigos, salió huyendo entre lágrimas. Pero no podía huir de Ventura que estaba en su sombra, y el joven también estaba ciego de ira, en el límite de perder el control, por la oportunidad perdida. Pues para él, aquellos eran invasores, un ejército profesional que había cometido un error fatal y había dado la puerta a ser destruido, salvando con ello las vidas de muchos de los propios aliados de los solares que ahora morirían en las batallas por venir. Exigió a Synn que se disculpase con la Centelleante Guarda de la Vida por aquellos que abandonarían este mundo porque ella forzase la retirada para salvar la vida de los monstruos del Reino. La joven argumentó con la justicia, que ellos no eran quienes de tomar esas decisiones, pero por cada uno de sus argumentos, el Noche replicaba que el Sol Invicto mismo les había investido de ese poder y que ellos eran sus jueces y ejecutores. La Cenit argumentaba que cada muerte era un trozo de la Creación que se perdía y que ellos estaban allí para proteger al mundo, pero el infiltrador le rebatía que eso era ideal, que los que morirían en aquella batalla eran los mismos que estaban luchando contra los nomuertos y que el Reino había decidido atacarles por la espalda. Al final, entre palabras amargas, ambos se separaron, con el demoledor mensaje de Ventura de que aquella era la última vez que permitiría algo así.

Megara, profundamente entristecida con todo lo ocurrido, buscó consuelo en Haz Argenta que, viéndola tan afectada, dejó ir toda su ira y tensión en ese abrazo. Y entre silenciosos estertores, regresó a la cordura junto a su amada, consolándose mutuamente en aquel momento duro y oscuro. La ira de Aurei debería ser gestionada en el silencio de la noche, a solas. Sagrest y Lagertha habían regresado a la manse del grupo y despotricaban juntos en la Forja del Infinito, donde el Atardecer le hizo entrega de la reliquia constructora de castillos que le había prometido a Synn.

Y fue allí donde, entre el trabajo mágico, Sagrest se dio cuenta de que algo bueno podía surgir de todo aquello. Regresó con los demás a la Corona de la Creación y se presentó en la habitación de Synn donde no permitió que ella siguiese en su llanto autocompasivo pues su magia era necesaria, y hay que reconocer que en caso de que no lo hubiera conseguido, Megara ya estaba allí al lado dispuesta a volver a ponerla en vereda. Reunido el círculo, el mercenario les contó que aquella era una gran victoria mágica, pero también una batalla que en realidad no había tenido lugar, con muchas vidas salvadas. Era justo lo que, encauzado correctamente, podía romper el sello de Marte en el conjuro de las castas lunares. 

Así que los tres hechiceros se pusieron a trabajar en el conjuro más poderoso que había visto esta región de la Creación desde tiempos de la Primera Edad, uno que Ventura y Ullr encauzarían hacia la Constelación de los Finales. Los cánticos fluyeron y la cooperación acumuló y tejió hasta que una columna de luz rojiza se alzó hacia los cielos de Nexo y allí, entre las estrellas, deshizo uno de los poderosos anclajes mágicos de la terrible maldición. Sería también la última vez, en un tiempo, en que verían a Ullr, pues en el momento posterior al conjuro abandonaría Nexo en uno de sus largos viajes, como modo de lidiar con toda la tensión y frustración que todo aquello había implicado.

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