Tiempo de Anatemas 46: La senda de las damas de las estrellas

Hubo un tiempo en que las Cinco Damas de las Estrellas danzaban entre supernovas y nubes de gas, sus vestidos vaporosos con la luminiscencia de distantes enanas rojas. La enérgica y ágil Mercurio, la apasionada y bella Venus, la iracunda y fiera Marte, la misteriosa y sabia Júpiter, y la sobria y severa Júpiter. Eventualmente, las cinco damas se unieron al Sol Invicto y a Luna en los Juegos del Destino. Y la Creación siguió avanzando, lejos del conocimiento de las cinco, o incluso de muchas de sus hijas.

Fides, la Dama del Final de la Lealtad, era una de esas y se volvió ante el Dios del Papel de 4,5, el Dios de la Tinta no Invisible y la Diosa de los Momentos Incómodos, en silenciosa expectativa. Seria y sobria, escuchó las palabras de los dioses con aturdimiento e incomprensión. No era posible que los solares hubieran sido usurpados, ni que los siderales se hubiesen vuelto contra sus mandatos o los lunares perdido sus castas. Eran cosas inadmisibles e inauditas, alegatos muy serios que requerían testimonios y pruebas más fehacientes que las palabras de tres dioses de poca importancia. Ellos conocían quienes serían los testigos necesarios para el caso, y la Dama Fides les hizo entrega de un copo de nieve de luz estelar con el cual podrían volver una vez a su jardín para describir lo ocurrido. Pero los tres sabían que no podrían acudir, en su lugar enviarían a las personas que realmente conocían lo que había pasado, pues ellos no eran más que irrelevantes y pequeños funcionarios de Yu-shan.

De vuelta en la Creación y sin sus disfraces, Ventura, Synn y Sagrest planearon la lista de quienes haría falta reclutar. Y el primero, hijo de la Dama Marte, se encontraba en el lejano territorio helado, en su radio a la que había sido condenado. Puño de la Estrella del Norte les recibió y escuchó, pero por la sentencia sufrida tras la muerte de Huellas Olvidadas, no podía abandonar la radio para ir a acompañarles a ver a la Dama de los Finales. Sí podía testificar por escrito, aunque eso pronto se convirtió en un flirteo directo con Synn que lo alentó inicialmente pero luego decidió dejarlo a medio gas, con ganas de futuros encuentros. 

Abandonada con Puño por Sagrest y Ventura que decidieron darles intimidad, la necromante les estaba recriminando lo ocurrido cuando el aire se cargó del olor de las drogas y Elarris apareció por el lugar. Estaba preocupado por Nombre Olvidado, que siempre había sido derrotada por el Guardián en todos sus enfrentamientos pasados, y esperaba convencer a los solares de que acudiesen en auxilio de su compañera de círculo. No hizo falta convencimiento alguno, una vez supieron que ese era el probable destino no hubo duda alguna de que acudirían en ayuda de Venganza. Aria Hedda, la Atardecer de los Hijos del Norte llegó entonces en su navío a la isla remota, ¿casualidad acaso? O más bien, conocedores de sus intereses por grandes conocimientos y ayudar a la Creación, Elarris o algún otro sideral había intervenido para que esos caminos se cruzasen. Lo que estaba claro es que no había sido Puño de la Estrella del Norte, que iracundo con el drogadicto del Exaltado de Venus, expulsó a este de malas formas y puso de nuevo en marcha a todo el mundo. Pero ya dos testimonios acompañaban a los solares, los de ambos siderales.

La Corona de la Creación y el poderoso navío volador  de Aria abandonaron la lejana isla para acudir en auxilio de Venganza, que fue encontrada en un pequeño navío allá donde Elarris les había indicado que se encontraría. Hablar con ella fue sencillo, pues como Venganza, la sideral no era dada a parábolas o frases misteriosas, sino que su único propósito era acabar con la vida del Guardián de los Pasos Silenciosos por su terrible traición. Pero ella quería que ocurriese en un duelo, en un combate singular entre ambos y hubo Synn de convencerla de que entre todos podían triunfar contra el enemigo, permitiendo que ella diese el último golpe. Aunque, obsesionada con la retribución, Venganza entendió que no importaba quien diese la estocada final, lo que importaba únicamente era la muerte del otro sideral de los secretos.

Así que viajaron con Aria hacia la flota de los navíos de dos poderosas Legiones del Reino, que navegaban hacia el conflicto de Thorns para poner en su lugar a la traidora Legión Centelleante Guarda de la Vida. Era en el navío capital de la Legión del Puño de Innegable Rectitud donde el Strategos Sessus Molvern departía con sus oficiales más importantes en presencia de un monje completamente intrascendente. Pero bajo esa identidad forjada en el destino de los secretos manejados se escondía Guardián de los Pasos Silenciosos. Y Nombre Olvidado instantáneamente saltó sobre la mesa, su espada de luz estelar chocando contra la defensa inamovible de su antiguo amor, sorprendido de su aparición allí. Pero esa no sería su única sorpresa. Desde la nave de Aria descendió el Guardián del Rebaño, el poderoso gigante lunar que ya había luchado cerca de allí contra Thorns, que destrozando parte del navío comenzó a debilitar al enemigo. Synn mientras tanto distraía al enemigo revelando las vulnerabilidades en sus defensas y manejando su ejército de espíritus para descolocar al sideral enemigo. Cabra Desatada apareció con el arco que otrora había sido de Flecha Oscura, pero aun le quedaba mucho por entrenar y su proyectil erró en el objetivo. No así el conjuro de Aria, que debilitó a todos los presentes entre susurros y desconciertos mágicos. El descenso por los huecos dejados en el techo por el pasar del gigante abrió el paso para que Meng pudiese continuar con el desconcierto. Y, viendo su oportunidad, desde el fondo, Sagrest dirigió mágicamente su lanza Gugnir a por el sideral, pero este desvió el ataque con un golpe de la palma de su mano, haciendo que la lanza fuese a por Venganza; de las sombras surgió Ventura que detuvo el ataque y lo redirigió hacia el destino original, y durante unos instantes las fuerzas de la Creación estuvieron en extraño desequilibrio a medida que la lanza se movía de un objetivo a otro entre paradas y réplicas de ambos exaltados, hasta que al final la fuerza del solar se impuso y la lanza encontró la carne del Guardián hiriéndolo de gravedad, pero no matándolo. El golpe final lo iba a dar el propio Ventura, cuyo puño emergió de las sombras del pecho del Guardián y lo atravesó, acabando con la vida del poderoso hijo de los secretos.

Pero en el camarote no solo se encontraba el sideral, y la respuesta violenta del Strategos y sus oficiales de mayor importancia no se hizo esperar. Aunque, para sorpresa de Sessus Molvern, su antiguo daiklave de jade había desaparecido, pues él no sabía que Lagertha lo había robado durante el caos del combate. Eso no detuvo al poderoso exaltado de la madera, que con su esencia creó un bo vivo con el que pensaba destruir a Aria, sin embargo su terrible golpe fue detenido por el pecho y la armadura de piedra de Sagrest, que por primera vez en mucho tiempo fue herido significativamente. Mientras su segundo al mando, un poderoso exaltado del agua retiraba el importante líquido de todos los presentes, sus hombres y seguidores comenzaron a entrar en la sala para pelear y debilitar a los Anatemas que había entre ellos, permitiendo la ocasión para que el líder Sessus lanzase un nuevo y terrible golpe que fue desviado por las sombras de Ventura, evitando así una tragedia, aunque no consiguiendo su objetivo porque el bastón de madera se negó a hacer daño a aquel que lo había creado. Aprovechando el momento, Sagrest se volvió gigante y de un salto sacó a todo el círculo del peligro, mientras Pastor del Rebaño hacía lo mismo con los suyos. Y así, tanto la Corona de la Creación como la nave se pusieron en marcha hacia Nexo sin que los intentos de los exaltados del aire por controlarlas fueran suficiente para detener las instrucciones de Synn a la poderosa fortaleza voladora. En su puerta, entre las murallas esperando por una batalla que no llegó, Nombre Olvidado pues al completarse la venganza volvía a ser ella misma, derramó unas lágrimas por aquel que había sido su gran amor desde la infancia, un bello gorrión atrapado en un huracán solar. Y, a su lado, Sagrest trató de confortarla como mejor podía, con un gesto de comprensión, apoyo y cariño. 

Ese sería el único momento de debilidad, de fragilidad, ante lo bello que se había perdido, que Nombre Olvidado se permitiría tener.

El viaje les llevó primero a Nexo, a tratar de convencer a Kratz de que también testificase ante la Dama Fides. Pero a la Astróloga, neutral en el conflicto, le daba igual lo que estaba ocurriendo en ese sentido y fue una entrevista rápida. Una breve parada en Great Forks permitió que Sagrest pusiese orden en el desaguisado de mercenarios drogados que estaban ocupando templos y prostíbulos y de nuevo en ruta hacia el norte. El objetivo era Port Cailyn, sumida en las celebraciones del nombramiento de Ragara Yu-shi como nuevo Sátrapa, donde buscaban a la monja de la Orden Inmaculada Amala. Convencerla de que participase como testimonio de los siderales de bronce fue complicado no por lo inicialmente esperado, sino por el hecho de que no se creía digna de encontrarse en la presencia de una de las Damas o de sus hijas, pero las palabras de Ventura y Aria le convencieron. Y de allí al sur donde iban a buscar a Haz Argenta y a Aurei, que recientemente había renunciado a su apellido y a su Casa. Querían también a Ullr pero encontrar a la lunar era complicado, siempre viajando, aunque desde la lanza Freya les dijo que la encontrarían cuando fuese necesario; sin embargo, Aria tenía un profundo odio a las Buenas Gentes, y ver una fae buena y educada y portarse bien con ella la llevó a la Gran Maldición, algo que solucionó Sagrest cuando la hechicera norteña se lanzó a por el antiguo arma de la Primera Edad y fue, en su lugar, dejada inconsciente. Y tal y como la fata había dicho, Ullr se encontraba con Haz Argenta combatiendo contra una monstruosidad necromántica, pues los ejércitos de los muertos habían abandonado el bosque en un ataque frontal y brutal contra los vivos. Si bien ambos eran reticentes a marcharse del campo de batalla, al saber que lo que buscaban era restaurar a las castas lunares, pronto se unieron, igual que lo hizo Aurei sin problema. 

Juntos todos usaron el copo de nieve sideral y acabaron en presencia de nuevo de Fides, la Dama del Fin de la Lealtad. Uno a uno se fueron presentando ya sin pretensión de no ser lo que eran, con recuerdos de la dama para quienes habían sido pues ella los conocía a todos, desde Tinta Negra a Yngvar, de Okami a Azrael, de Haz Argenta a Ullr, Nombre Olvidado y Pastor del Rebaño; solo Amala y Cabra Desbocada le eran desconocidas, pero las presentaciones formales fueron hechas, a la par que se entregaban los testimonios de quienes no habían acudido en persona pero habían dejado sus testimonios de su pluma y tinta no invisible, en papeles de tamaño 4,5. Y la Dama escuchó los distintos alegatos y las palabras pronunciadas la asombraron y ofendieron a partes iguales, pues tal no era el plan ni el destino de la Creación. Incluso las palabras de Amala solo sirvieron para molestarla, pues no creía que la Creación debiese ser salvada a costa de su esencia sino que todo, incluso la Creación, debía tener un Final, así que envió a la monja de vuelta con una misión: esparcir la palabra entre los demás miembros de la facción de bronce de que aquel plan no era la voluntad de las damas de las estrellas. 

Tomada su decisión, un gesto de Fides reveló la estancia donde la poderosa maldición todavía actuaba. Y el tiempo se deshizo a la vista de los presentes, mostrando la llegada de los cinco poderosos siderales que habían iniciado todo aquello, uno de cada casta. Como con sus dominios de poderosas energías mágicas hicieron que el Final llegase a las castas lunares, que se Adormeciesen los oponentes y fuesen Destruidos sus posibles intentos de oponerse, que todo quedase velado por el Secreto y lo ocurrido fuese Transportado por toda la Creación. Un sello mágico de tal poderío que incluso Luna vio robadas algunas de sus castas y en el mundo, sus exaltados comenzaron a nacer sin casta. Cómo se juntaron los poderosos líderes de antaño para debatir y formar un pacto que permitiese proteger a las castas que quedaban de perderse bajo el conjuro, pero también de los choques porque algunos, como Haz Argenta o Ma-ha-suchi, renegaron del pacto porque no bastaba con defender lo que quedaba sino que había que restaurar lo perdido.

Y cómo, con el tiempo, la pérdida y el sacrificio, aquello también había desaparecido. Tras la barbarie y la masacre del Contagio y la invasión del fae, los poderosos lunares del este acabaron derrotados. Ma-ha-suchi, corrompido por las Buenas Gentes, se adentró en su manse, demente y caido. Y Haz Argenta perdió la fe y la voluntad de lucha y se retiró a su catarata, donde permanecería tanto tiempo, pues los solares no habían regresado, y las castas de los lunares estaban incompletas, sin equilibrio, sin paz. 

Un conjuro de tal poder que revelaba a los verdaderos monstruos en vestidos de seda y elegancia. Que más de un milenio más tarde seguía teniendo su terrible efecto.

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