Tiempo de anatemas 45: La tortuosa senda del sol y el destino


Una niña de preciosos ojos grises entrena en el dojo, al lado de un joven, algo mayor. Durante años combaten y se enfrentan y de esa rivalidad nace primero una amistad y luego, en la adolescencia, un amor. Uno del que ambos se avergüenzan porque es nuevo y distinto y no lo saben manejar, pero que se hace corpóreo cuando ambos alcanzan la ceremonia de la mayoría de edad y, bajo las estrellas, se dan un primer beso. Pero esa no sería una felicidad duradera y la joven Princesa del Cuarto Loto, pocos años después, sería separada del Guardián de los Pasos Silenciosos. Al lado de Tinta Negra y el resto de su círculo solar, partiría hacia el este a crear el polo de la madera, pero incluso en la distancia, ese amor permanecería, en intercambios de cartas y pequeños regalos. 

Pero tampoco eso iba a durar y finalmente llegó el ocaso de la Primera Edad, y la Princesa estuvo allí, al lado de Yueh cuando se encerró en su manse, con Tinta Negra cuando preparaba su ritual de purificación, junto a Ken cuando dirigía cruzadas condenadas, con Ziyhuan en su última demencia para sellar a la muerte, y con Okami cuando enterró a todos sus amigos y finalmente, envenenada, se encerró en su tumba. Acudió a la manse de las rosas a exigir respuestas, pues los siderales la habían ocupado como base en la región, y allí se produjo el combate. Su espada era imparable, hasta que el Guardián dio un paso al frente y, como tantas veces en su infancia compartida, sus aceros entrechocaron. Pero, como siempre, el muchacho venció, su filo cortando los preciosos ojos grises de los que se había enamorado. Sin embargo, en su momento de victoria, fue incapaz de acabar con la vida de la mujer que amaba y ella huyó.

Viajó lejos junto a Puño de la Estrella del Norte que le enseñó a forjar la armadura de Guerra. En el sur, otra sideral le mostró cómo crear un abanico para Tranquilidad. El oeste le instruyó en la daga del Final. Y en el norte confeccionó las sandalias de los Viajes. Y cuando los cuatro objetos estuvieron dispuestos, la Princesa rompió su propia espada y, con ello, su nombre fue para siempre Olvidado. Escondido y secreto, oculto al destino. Y se retiró a una forja a esperar, trabajando en herraduras y aperos de labranza de día, entrenando por la noche, para algún día vencer al Guardián. Y forjó, pacientemente, una nueva espada, brillante como una estrella, fina y transparente como el cristal, y ella fue Venganza. Pero la escondió, pues el tiempo no había llegado. 

Fue el fuego del horno y el hierro líquido el que le transmitió el secreto del retorno de los solares. Ella cerró su forja y comenzó a trabajar en la espada que uniría los destinos de todo el círculo, de sus enemigos, de sus aliados. Todo para construir un camino que forzase al Guardián a abandonar su refugio. Y ahora, el fuego le susurra de nuevo, pues su objetivo ha abandonado Yu-shan y su refugio, y la espada es desenterrada. Convertida ya en Venganza, la sideral se despide de los solares, su destino ahora en sus manos, mientras se prepara para un combate que nunca fue capaz de vencer. Y lo que recibe de sus amigos y aliados son palabras de aliento, pues la esperan para cuando vuelva, y sus caminos se separan.

Su marcha les priva a los solares de la guía de un destino claro y tejido, y se enzarzan en futiles discusiones mientras Lagertha y Bao juegan a las cartas. Ventura propone dos planes, uno para acabar con los siderales y otro para lidiar con los abisales, pero nadie le hace caso. Synn dice que quiere liderar pero cuando los demás se muestran dispuestos a seguirla, muestra que no hay un sendero claro en su mente que pudiesen transitar. Megara y Sagrest se encierran en sus estudios, sin propuestas claras. Y es Jun, quien siguiendo sus notas sobre las noticias que Puño de la Estrella del Norte comparte con ellos cada semana, que sugiere viajar al norte a lidiar con los problemas que aquejan a la ciudad de los muertos, Sijan. Antes de partir, sin embargo, Sagrest aprovechó para enviar mercenarios a Great Forks para asegurar la ciudad y proteger los templos de los ladrones y saqueadores que se estaban aprovechando de la ausencia de los dioses.

Viajaron hasta la ciudad de tumbas y la encontraron prácticamente vacía, anegada de una iluminación verdosa fruto de la influencia de Malfeas. Y de nuevo surgen las disensiones sobre cómo proceder, si invocar demonios o no, si buscar a las autoridades y hablar con ellas, si investigar desde el principio o usar sus poderes para saltarse pasos innecesarios. La mesa de cartas es dispuesta en una plazoleta tranquila que encuentra Ventura y las discusiones finalmente finalizan cuando Megara recurre a sus poderes para descubrir lo ocurrido en la urbe. Con la ausencia de Guishandra Vindra, los líderes de las tres órdenes de la Orden Mortuoria se habían volcado en un pacto con Malfeas para garantizar la paz y tranquilidad de los muertos. Así que invocaron un demonio menor para localizar quien había hecho ese pacto entre los demonios y poder romperlo, pero la Asesina de Maridos fue destruida en algún sitio del reino infernal, por preguntar sobre aquello que no debía preguntar. Con sus rituales y su libro de conjuros, Megara fue capaz de localizar el punto donde todo eso había ocurrido, en las Pozas Supurantes de la Ceguera, en las inmediaciones del Faro de Malfeas, pues aquel demonio del segundo círculo era uno de los sirvientes de aquel terrible demonio al que habían liberado tiempo atrás.

Junto a Sagrest y Synn, los tres hechiceros invocaron a la Reina de la Ceguera Supurante y la encadenaron. Pero esta no podía responder a sus preguntas, pues al haber notado que la estaban buscando, había creado pactos para no poder contestar a las cuestiones que le planteasen. Eso no la protegió, sin embargo, cuando su chambelán fue invocado y estuvo encantado de romper el pacto de silencio con su señora, regresando a Malfeas habiendo liberado la lengua de su Reina. Y esta confirmó con quien había pactado, los tres líderes de la Orden Mortuoria, y los términos del pacto. Mientras todo esto ocurría, Ventura y Jun habían visto pasar a varios monjes de la Orden y habían descubierto que todos los muertos de la superficie estaban aullando y gritando en terrible cacofonía, una emergencia terrible para los sacerdotes de la ciudad.

Así que, cuando estuvo claro que necesitaban a los tres líderes de la Orden, al guía turístico de Nexo le resultó sencillo encontrar la ruta hasta ellos en la superficie, entre las tumbas más importantes, donde los distintos miembros de la Orden estaban haciendo rituales y sacrificios para ir apaciguando a sus ocupantes. Fue el propio Ventura el que se impuso sobre los tres con la firmeza del sol y su determinación y, pese a sus protestas, los jefes de cada una de las secciones de la Orden acabaron descendiendo al encuentro con el demonio y rompiendo el pacto que habían establecido. Pero había que pacificar a los espectros de los que yacían en sus ataudes y los solares guiaron a los miles de miembros de la Orden en un complejo ritual que duró todo un día, al final del cual, la voluntad del Zenit, del Eclipse y de los dos Atardeceres hizo que de nuevo reinase la tranquilidad en la ciudad. Y Sijan, que había permanecido neutral en todos los conflictos desde tiempos de la Primera Edad, empezó a ver con otros ojos a los solares después de los discursos emotivos explicando todo lo ocurrido.

Encontrado de nuevo su ritmo, acalladas las dudas y discusiones internas, el círculo viajó junto al ejército en las fronteras de Thorns, a preparar la caída de los abisales. Durante ese trayecto, Jun tuvo una larga conversación con Synn para que esta rompiese la maldición impuesta por Lytek ante su falta de respeto por el Sol Invicto. Pero, aunque el Eclipse dio buenas razones y la Cénit las aceptó, la realidad es que, cuando llegó el momento de la verdad, sus palabras para con el Sol, exigiéndole respuestas y que se adaptase a lo que ella quería, fueron cualquier cosa menos una disculpa, y cualquier cosa menos humildes. La maldición continuó firmemente en su lugar, como probablemente lo estaría por mucho tiempo, pues la forma de entender la justicia de Synn iba acompañada de su arrogancia y su negativa a doblegarse.

Ya en las cercanías del bosque, se reunieron con el ejército e Io-dara les contó que dos nuevas Legiones venían ahora a detenerla a ella por traición al Reino. Un momento que Jun aprovechó para continuar ganándose a su prima para la causa solar, y también para apoyar los esfuerzos de Ma-ha-suchi por intentar que aquella alianza no colapsase. A solas, durante dos días, Ventura vagó entre los árboles retorcidos por la muerte en busca de la presa más importante: Red Iron Rebuke, el líder de los ejércitos abisales, la mano derecha de Máscara de Invierno, la Medianoche más importante de los ejércitos de nomuertos. Y lo encontró sobre el behemoth, en compañía de los nemesarios, conversando con su Señor de la Muerte para tratar de conseguir que regresase a la Creación y abandonase el Inframundo donde se encontraba desde el colapso de la torre y el de su manse. Un trozo de Ventura permaneció en la sombra del abisal mientras el joven regresaba al norte a reunir a su grupo para la misión de asesinato más importante, pues acaso pudiese cambiar el curso de la guerra. Y el círculo aceptó su plan de golpe en secreto, junto con Haz Argenta, Bao, Lagertha y Aurei. 

Transitando por las sombras llegaron al lugar donde Red Iron finalizaba su conversación, a tiempo de ver cómo Máscara de Invierno accedía y, despojándose de la poca humanidad que le quedaba, regresaba a la Creación. Pero lo haría en el centro de la tormenta de fuego desatada por los solares, hechizo tras hechizo barriendo el lugar mientras sus aliados debilitaban las defensas del más poderoso de los abisales. Y Red Iron Rebuke cayó sin tener siquiera ocasión de combatir, pero habiendo completado la misión más importante. Y Megara llevó a la mayoría a la seguridad del norte con uno de sus conjuros de teletransporte, mientras Ventura se preparaba para poner a salvo a los demás. Pero Máscara de Invierno regresó en ese momento, quedando atrapado en una prisión de sombras que deshizo de un golpe de su espada de hueso y lanzando un desafío y una amenaza al solar y sus aliados que huían.

Y esto activó la Gran Maldición de Ventura, que descargó su ira contra las paredes de la Corona de la Creación, culpándose de un plan que era una basura y no había servido de nada. Fueron las palabras tranquilas de Jun y de Synn las que le hicieron ver que no había actuado con cobardía y que el plan había sido un éxito: Red Iron Rebuke yacía muerto como habían querido, abrasado por las llamas. Con el Noche tranquilizado, se dieron cuenta de que Bao estaba desaparecida y, aunque inicialmente la buscaron, no la encontraban. Fue Haz Argenta quien sugirió que Ventura dejase de guardarla con su don de sigilo, lo que permitió ver que, enfurecida y en Gran Maldición, la joven se dirigía a toda velocidad hacia la linde del bosque para acabar con Máscara de Invierno y cualquiera que se interpusiese en su camino y garantizar la seguridad de Jun. Fue este quien salió de la sombra de la lunar que la arrolló en su carrera, quedándose paralizada de miedo al instante en que se dio cuenta de que había hecho daño a su querido. Entre lágrimas, se tiró sobre él, comprobando sus heridas y pidiendo miles de disculpas, mientras Ventura cerraba esas heridas con la magia de su anillo. 

Con el más importante abisal muerto, era hora de cambiar de planes y ver cómo reaccionaban los muertos, y Sagrest sugirió que fuesen a restaurar las castas de los lunares como quería Haz Argenta. Desde el polo del agua, Isabella de Arintero les había contado que Sombra, el Sideral de los Finales que les ayudaba pese a su hosquedad y compleja personalidad, les había contado que las castas habían sido selladas por Ayesaura la Dorada en la Constelación de los Finales, pero que necesitarían a un sideral de los Viajes para llegar hasta allí. Así que, con esos conocimientos, conversaron con los solares del polo de la tierra, y Coin les dijo cómo encontrar a Colocabaldosas, el Sideral de los Viajes que colaboraba con su círculo, para que les ayudase. Sería mejor, eso si, no reunirse con él en la Capital Imperial, pues las cosas estaban complicadas en la misma, ahora que la Orden Inmaculada había denunciado públicamente a su círculo como solares. 

Durante el trayecto a la Isla Bendita, Jun trató de hablar con Rostro del Verano usando la caja de música, solo para descubrir que esta era destruida cuando su gemela era aplastada por el poder de Máscara de Invierno. Pues el Señor de la Muerte tenía el control, si bien uno tenue y frágil, de modo que había que silenciar las voces que pudieran dar alas a su mitad solar. Habría que reparar el artefacto, pero eso debería esperar a su retorno de las estrellas.

Colocabaldosas se reunió con ellos en un cruce de caminos, mientras con sus funcionarios, él iba fijando las piedras que consolidarían aquella senda. Era un joven sencillo e inocente, con mucho poder y habilidad y voluntad para ayudar, pero muy pocos conocimientos. Sagrest ya lo había conocido durante la Calibración y ese conocimiento mutuo fue útil para establecer la confianza necesaria, aunque con Colocabaldosas nunca fue un problema hacerlo. Y accedió a sobornar a los gondoleros de Yu-shan para que les llevasen a la Constelación de los Finales, siempre y cuando fuesen disfrazados como dioses y no tratasen jamás de hacerse pasar por un sideral. Preparado el viaje hasta la 47º Puerta los transportó hasta allí. El viaje les llevó frente a un templo menor, desde donde la kitsune les miraba felizmente. Pero por su burla de Jun, Colocabaldosas le impuso una multa desde los cielos, a lo cual la espíritu le hizo pucheros y mostró una gran tristeza, pero fueron las palabras de Jun las que tranquilizaron la situación al confirmar que la espíritu zorro era una aliada. Colocabaldosas se despidió entonces, con el deseo de éxitos y buenaventuras que se intercambian aquellos que se desean bien, y el regalo de un arbolillo oloroso que debían entregar al gondolero. 

La kitsune les siguió con sus bromas y chanzas mientras viajaban hasta el río que desembocaba en la catarata de Haz Argenta, y allí encontraron la gloriosa góndola de Yu-shan. Para entonces, Ventura ya había trazado sus disfraces. Él sería el Dios de la Tinta que no es Invisible, Jun el Dios de los Plazos que Necesitan un Día Más, y Sagrest el Dios de los Papeles de Tamaño 4,5. Las tres, identidades que Jun, siguiendo la sugerencia de Colocabaldosas, había confirmado que no eran dioses reales que nadie pudiese reconocer como seres suplantados. Con estos disfraces y tras una breve conversación con el gondolero, la nave partió por el río hasta que en un momento dado llegó a Yu-shan y, por sus canales divinos, eventualmente se alzó hacia las estrellas. Tan lejos del sol llegaron a ir, que sus poderes fueron desapareciendo.

El templo estelar de la Diosa de los Finales era un lugar peligroso para los solares, y en su entrada les recibió el primer dios, encargado de llevar la agenda de quienes acudían y qué finales buscaban. Lidiar con él ya resultó una traba inesperada, sin los poderes habituales con los que contaban, hubo que buscar nuevas argucias y formas de resolverlo. Pero lo lograron, adentrándose en los salones divinos en busca del directorio de dioses para ver quien podía haber sellado el final de las castas de los lunares. Pero cuando llegaron al funcionario correspondiente, aunque manejaron la situación adecuadamente, no obtuvieron respuesta, pues como les había advertido Isabella, todo aquello se hallaba bajo la protección de la Dama de Secretos. Nombre Olvidado quizás podría ayudarles, pero tenían que encontrar la forma de hablar con ella desde las estrellas. Por fortuna los siderales tienen una especial conexión con las mismas y desde el Directorio Divino del Fin de la Incomunicación podían contactar con ella. De camino se cruzaron con uno de los siderales de los finales, pero el adecuado disfraz confeccionado con Ventura y el hecho de que el enemigo no esperase encontrar solares allí, hizo que lograran llegar al Directorio sin mayores incidentes. Y allí solicitaron hablar con Venganza, que para sorpresa de la funcionaria tercera del agregado conjunto, resultó ser una nueva sideral que ella no conocía.

Allá donde Nombre Olvidado era misteriosa y hablaba en parábolas, y Guerra era firme y directa, Venganza resultó ser obsesiva, despiadada y dura. De fondo oían que se encontraba en un barco y, aunque le pidieron ayuda, se negó a abandonar su senda, por la que llevaba esperando milenios. Pero si les dio consejos y ayudas sobre cómo tratar las cosas si viajaban a la Casa de los Secretos en busca de su Dama. Y con este conocimiento convencieron al gondolero divino, que les esperaba para llevarles de vuelta, de que les llevase a la Constelación de Júpiter.

Los laberintos y senderos del hogar de los misterios eran traicioneros y difíciles de recorrer, un juego continuo de tráfico de secretos, ocultación y revelación. Uno donde lo más complicado era saber quienes tenían el poder de exigir que se revelasen cosas y a quienes uno debía imponérsele por poder, y con quienes simplemente negociar. Y la primera prueba al respecto ocurrió en el muelle, donde aunque parecía un funcionario de gran poder, el Dios de los Plazos que Necesitan un Día Más fue capaz de determinar que en realidad era alguien a quien debían imponerse. La segunda complicación es que en el refugio de las preguntas, no había directorio alguno que dirigiera los pasos hacia secretos específicos, sino que los dioses locales se dedicaban a vender e intercambiar secretos en busca de la información que necesitaban para sus juegos y confabulaciones divinas. Sin embargo, el Dios de la Tinta que no es Invisible analizó los patrones y rutas que seguían unos y otros y consiguió revelar la ruta ante la Araña en el Centro de la Tela, que controlaba los secretos sobre los lunares. 

Su corte de arañas resultó un lugar complicado de navegar, pues aunque ellos querían darle información que nadie conocía, eso no necesariamente era un secreto. Allí entendieron que los secretos son aquellos conocimientos que la gente se esforzaba por ocultar, y que la Araña solo estaba interesada en los secretos que afectaban a los exaltados de la luna. Tras probar con distintas informaciones, finalmente le revelaron el secreto del plan de Haz Argenta para restaurar a las castas lunares perdidas, el que ellos mismos estaban viendo de completar, un designio que llevaba siendo escondido en planos ocultos desde tiempos de la formación del Shogunato. Y la Araña estuvo complacida y les reveló no solo que los siderales habían hecho el pacto con la Dama del Final de la Lealtad, sino que el intermediario había sido el Dios Cuervo, el que más se había beneficiado de la muerte de Zhiyuan y la del Ministro del Tiempo, y ahora estaba convertido en uno de los más poderosos dioses del Ministerio del Destino en Yu-shan.

Equipados con este terrible secreto, regresaron a la Casa de los Finales y en el listado divino encontraron dónde se encontraba la Dama que buscaban. Esta estaba en un jardín tranquilo, pero simplemente por estar en su presencia, todos sintieron como todas sus lealtades se desvanecían, olvidadas. Los pactos de protegerse unos a otros y cuidarse, la amistad forjada en la adversidad y en la bonanza, la sangre derramada al lado de los demás... nada de ello importaba en aquel jardín donde cada uno debe sostenerse a solas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un mundo de tinieblas

Al principio... (antología 1)

Tiempo de Anatemas 27: La senda de la tinta y la sombra