Tiempo de anatemas 44: El fluir de la vida

Llevada por el viento en su suave abrazo pre-otoñal, una hoja amarillenta recorre el polo de la madera, mostrando como la vida lentamente recupera sus cauces. El comercio en mares y ríos, la lucha en campos de batalla. Todo ello libre ya de la influencia de la nefasta torre de hueso que antes se alzaba en Thorns. Y con ella asistimos a cómo el joven Chan va a exaltar durante una de las lecciones de Megara en la Escuela de Filosofía de Nexo. Para evitar que se supiese que el joven era un solar, la Atardecer se lo llevó a su despacho para que pudiese hacer el proceso con tranquilidad y a salvo. 

Pero eso no iba a ocurrir, pues mientras el joven exaltaba, los demás integrantes del círculo acudieron, Ventura discutiendo con Synn en torno a la naturaleza divina del Sol Invicto. Y si todo su culto era una mera secta, como defendía la Cénit, Y Lytek, Dios de la Exaltación y mano derecha del patrón de los solares, no estuvo nada contento con las palabras de la nigromante, de modo que cuando esta intentó despertar a Chan lo que ocurrió fue que se vio atacada por la luz solar y de los labios de su hermano menor salió la voz del dios, maldiciéndola con heridas e infortunios hasta que mostrase la humildad de solicitar disculpas y perdón del Sol Invicto. Cuando el nuevo solar recuperó el control de su cuerpo, reveló la marca del Alba en su frente, algo que indignó a Synn que esperaba que fuese un Atardecer y pese al intento de explicación del joven de lo ocurrido en su sueño, la reina de Jiara le interrumpió y procedió a echarle en cara que le hubiese hecho daño durante la exaltación. Algo que lanzó al nuevo Amanecer a la Gran Maldición, pues literalmente había sido exaltado para proteger a Synn, e hizo falta la mediación de Ventura para evitar que la antigua maldición solar causase estragos.

Solucionada esa primera crisis descendieron al Hogar del Encuentro y allí, a la Forja del Infinito, para investigar la máscara robada al Señor de la Muerte. Pero, como indicó Nombre Olvidado, alguien debía arriesgarse a ponérsela, y a defender con toda su voluntad su persona del ataque que sufriría su mente y su alma. Fue Jun quien se la colocó en la frente, su cuerpo inmediatamente sacudido por fuertes convulsiones al intentar la máscara robarle su esencia solar y transformarla en nomuerta. Pero no triunfó, aunque sí dejó debilitado al Eclipse, que se vio lanzado a los últimos recuerdos de Rostro del Verano. De la última discusión entre ella y Zhiyuan, del abandono, de la caída de los solares en la antigua ciudad de Ameru. El encuentro por primera vez con el espectro terrible y hermoso, el rechazo a la corrupción de la Cénit. La soledad creciente al desaparecer sus amigos y aliados, al morir Zhiyuan en un plan fallido de controlar a la propia Muerte, a la desesperación de un último intento de organizar a los solares restantes para restaurar la Creación. Y la más infinita negrura de volverse, en la hora más oscura, hacia el Sol Invicto en busca de guía en medio de la desesperación y solo recibir silencio en respuesta. Solo entonces, rota, las palabras del espectro finalmente calaron en ella y tomó el veneno que la mataría y la haría descender al Inframundo en busca de Zhiyuan. Pero en el laberinto, el espectro le presentó la máscara que ahora portaba Jun en su cara, y durante eones luchó Rostro del Verano allí con la fuerza de sus emociones, rodeada de susurros demenciales y la creciente presencia de Máscara de Invierno. Ella fue quien convenció al otro Señor de la Muerte de destruir la prisión de los solares a cambio de las chispas de aquellos que le eran queridos, y sintió la frustración de que aquello no funcionase. Y quien, en última instancia, ya investida como Máscara de Invierno, había regresado a la Creación transformada y marchado, en su visión retorcida de la realidad, al encuentro de Zhiyuan en Thorns. El resto, como se dice, es historia, la dramática y trágica historia que teje las vidas de los mortales.

Fue en el momento en que Rostro del Verano finalmente sucumbió ante Máscara de Invierno, que Jun se vio asaltado finalmente por la voluntad terrible de la máscara, tan poderosa que le hubiera destruido. Pero Sagrest aportó desde fuera la energía solar del atardecer, mientras Megara dispersaba las voces de los espíritus, Ventura se colocaba en el interior de la máscara para ayudar a Jun a resistir, y Synn le imponía el deber de dejarse de tonterías y regresar. Fue esa fuerza conectada de sus amigos y aliados la que devolvió a Jun las fuerzas necesarias para derrotar al poderoso artefacto y ser capaz de retirárselo de la cara. Y, con ello, ganar el derecho a los conocimientos del terrible poder que encerraba para quien la llevase, la importancia central de la máscara como el garante del pacto entre el No Nacido y Rostro del Verano, y el hecho de que solo podía ser destruida o modificada en las profundidades del Laberinto del Inframundo, allí donde había sido creada. Mientras Jun relataba lo ocurrido y lo descubierto a sus compañeros, en la mente de Sagrest comenzó a formarse un plan para controlar todas las esencias, pues ya se doblegaban ante él las solares y las del Kaos, y aquella máscara podría darle el poder para domesticar a la nomuerta.

Estando en la Forja del Infinito, Sagrest también sugirió la posibilidad de terminar de reparar al Warstrider para usarlo en la guerra contra Thorns. Y Ventura elaboró un nuevo plan, uno que requería esclavizar más de un centenar de demonios para ponerlos a su servicio, como otrora ocurría en la Conjunción de las Esferas, la manse de Yueh. Así que ascendieron entre las nubes al palacio de cristal, y con poderosos rituales, fueron atando a decenas de agentes de Malfeas, sometiéndolos para que capturasen esencia del Wyld. Pero esta vez no sería para estabilizar un portal a la Prisión de Jade, sino que canalizaron toda esa energía hacia el interior de la manse, donde Sagrest y Megara le dieron forma para construir con ello las piezas necesarias para restaurar la antigua máquina de guerra solar. Repararla fue un trabajo ímprobo, ya de vuelta en la Forja del Infinito, pero fructífero, aunque al final cayeron en la cuenta de que no podían usar el Warstrider en el conflicto con Thorns pues si los soldados de Lookshy lo veían, exigirían la devolución de aquello que les habían robado. 

Fue entonces que, en mitad de la forja, se materializó Raphael, el demonio de los cristales. Venía a ofrecer su ayuda en un pacto para luchar contra los nomuertos, pero la desconfianza reinaba entre los integrantes del Círculo solar, especialmente para Megara que de cerca había visto los daños que Malfeas podía causar. Discutieron y debatieron ante el dilema y la oportunidad que todo aquello suponía, pues el demonio no parecía tener condiciones ni buscar nada para sí, y ellos acababan de esclavizar muchos otros demonios en la Conjunción de las Esferas. Pero finalmente se decidió que Raphael volviese a Malfeas sin acuerdo, solo Sagrest le dijo que volviese unos días más tarde, cuando hubiese podido pensarlo, pues en su mente controlar la esencia del infierno era una de las fuerzas que quería dominar.

Tras ello, Sagrest les dirigió a reclutar al kappa, Kuzemborg, que tanto tiempo atrás había cruzado su camino con ellos. Lo encontraron sin problemas en su charca comiendo felizmente un pepino, lo cual inició la casi debacle del pepino, pues Sagrest convenció a Ventura de que escondiese una de esas plantas en los bolsillos de Synn, de modo que esta fuera perseguida por el kappa sin saber por qué. Por fortuna, aquello nunca llegó a ocurrir, pues la conversación con el espíritu, pese a los malentendidos, les llevó a la conclusión de que, aunque podían forzar al monstruo a acompañarlos, estaba profundamente ligado a aquella charca y, sin los rituales necesarios, no conseguiría sobrevivir fuera. De modo que, de momento, lo dejaron tranquilo en su charca, mientras Ventura recuperaba el pepino y así la debacle nunca llegó a ocurrir.

Pero la visita a la Conjunción de las Esferas les había recordado que nunca habían llegado a explorar la parte lunar de la manse, pues de aquellas Haz Argenta no les acompañaba, o no había tiempo. Así que fueron a buscarlo al campamento militar, donde discutía con Ullr pues la otra lunar estaba ya aburrida de pasar tanto tiempo en el mismo sitio y pensaba marcharse en busca de aventuras y cosas que ver. Si bien los ánimos se mantenían controlados entre las numerosas facciones debido a los esfuerzos diplomáticos de Ma-ha-suchi, Haz Argenta estaba preocupado por la falta de disciplina de Ullr y los futuros enfrentamientos con los nomuertos. Sagrest se puso del lado de la lunar errante y finalmente Haz Argenta les acompañó por el portal sabiendo que, cuando regresasen, la otra antigua lunar ya habría partido y no sería hasta que sus sendas la trajeran de vuelta que podrían contar con su ayuda.

La discusión sobre la nigromancia estalló al poco de llegar a la manse, con Synn dolida de que todo el mundo pareciese querer conocer los secretos mágicos que ella atesoraba. Mientras tanto, Lagertha había desaparecido, y ninguno era capaz de encontrarla en el palacio de cristal. Finalmente, sorprendido de que Megara quisiese visitar su torre, Haz Argenta les llevó a su hogar, al cual en realidad solo acudía cuando había discutido con Yueh y necesitaba calmarse. Allí, en su templo a la Luna, hablaron de las castas perdidas de los lunares y la tragedia que esto suponía, y del poder del Pacto de Plata, pero también del que era su error. Y, sorprendido, el antiguo guerrero vio que los solares asentían a sus posiciones, algo para lo cual no estaba preparado, y le llevó a decidir enseñarles su verdadero plan. Pero antes, usando magnetófonos rápidamente construidos, Jun hizo que Lagertha reapareciese y le consiguieron sonsacar qué había robado: un antiguo artefacto, un astrolabio que Haz Argenta había regalado a Yueh cuando se conocieron y que había desaparecido en los días finales, cuando su amor estaba tan dañado por discusiones y desencuentros. Un objeto, desmontado, que sellaba su matrimonio bajo el mandato de Zhiyuan, que no había estado allí cuando por primera vez habían explorado la manse y, sin embargo, Lagertha había encontrado ahora. Lo cual, no nos equivoquemos, no libró a la joven Noche de la bronca por robar en la casa de otro miembro del Círculo.

Solucionado esto, aunque aún sin reparar el artefacto, cruzaron un plateado puente de luz lunar a un observatorio colocado para siempre en el lado nocturno. Allí estaban las investigaciones y anotaciones de Haz Argenta cuando, tras la caída, había investigado la desaparición de dos de sus castas y los causantes. Pero el gran guerrero no era un gran detective, y sin Yueh había muchas cosas que no podía hacer. Así que los solares se unieron en reconstruir los hechos, llegando a una terrible conclusión: igual que la Prisión de Jade se encontraba en una constelación, lo ocurrido con las castas de los lunares tenía su origen en otra... la de la Dama de los Finales. Algo acerca de lo que quizás supiesen algo los Navegantes del Eclipse, el círculo de solares de Soma, cuyo sideral guía era seguidor de la Dama Saturno.

Mientras esperaban respuesta en la radio, una última cosa restaba por hacer. Jun viajó de vuelta a Nexo a encontrarse con su primo, pero Yu-shi permanecía en la cama, su voluntad y energía destruidas ante la terrible revelación de lo ocurrido en Thorns. Pero las palabras del solar consiguieron inspirar al terrestre, que primero entre dudas y luego entre certezas, abandonó el refugio de las sábanas para de nuevo enfrentarse al mundo. Debían conseguir nombrarle sátrapa de Port Cailyn, un trozo de las complicadas negociaciones entre la Casa Ragara y la Casa Nellens, recientemente convertidos en parte del Triumvirato gobernante del Reino. La hermana de Jun, Helan, partiría a la Isla Bendita en una nueva embajada, en esta ocasión para conseguir la satrapía más importante de los Ragara para Yu-shi, en una misión diplomática que la llevaría a encontrarse con los solares del Reino, el Círculo del Sol Redentor.

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