La caída de Gloomsdale

Finalmente, como todos los años, el ansiado festival había llegado. Comenzaría por la mañana, cuando los jóvenes del pueblo marchasen a cazar el cerdo con las bolsas de oro que el mago local, Gweddyon, colocaría sobre su lomo. Y luego, todo el pueblo se reuniría en la taberna de Nala para comer el cerdo asado sobre las brasas que tan bien le sale a la guapa cocinera, antes de bailar toda la noche entre cervezas y risas. Era el mejor momento del año.

Y, sin embargo, nada salió como fue planeado. De los ocho jóvenes que marcharon a cazar al cerdo, solo dos regresaron con vida. En sus manos, las cabezas de tres goblins contaban la historia de por qué sus compañeros no habían regresado. ¡Cazadores de monstruos! Esos jóvenes pasaron de ser simples campesinos a héroes en un momento. Todas las chicas del pueblo querían comer y bailar con ellos, los viejos les daban la enhorabuena, y todos sabíamos que nuestro pequeño poblado de Gloomsdale por fin habría hecho algo de importancia para el mundo. ¡Cazadores de monstruos, nada menos que dos de ellos!

Comimos y celebramos, bailamos y reímos, pues el dolor de la pérdida de los otros seis jóvenes se perdía ante la alegría de que unos cazadores de monstruos hubieran conseguido tal gesta en el pueblo. Y, borrachos, felices y alegres, nos retiramos a dormir, ignorantes de que el horror se cernía sobre todos nosotros.

Solo yo sobreviví a esa noche, pues por casualidad mi casa estaba a las afueras de Gloomsdale, en el extremo más alejado del Bosque del Oeste. Del bosque de donde los goblins surgieron y se lanzaron sobre el poblado, pese a que nunca había habido pieles verdes allí. Del lugar de donde surgió el horror y la muerte. Vi a mis vecinos y amigos ser masacrados y mutilados. Sus cabezas clavadas en picas, sus cuerpos mancillados entre las risas dementes de los monstruos. A mi propia hermana la desfiguraron, violaron y quemaron viva. Y solo dos jóvenes, borrachos y cansados, eran claramente insuficientes para detener la marea.

Ahora corro, de un pueblo a otro, contando mi historia. Vienen los pielesverde, vienen como un ejército, y nada se les puede oponer. Pero, por vuestros ojos, puedo ver que no me creéis y, por ello, vuestro sino será igual de oscuro que el de Gloomsdale.

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