La justicia ya no está ciega

Si abres bien los ojos y miras con atención, escuchas con fuerza al silencio y meditas sobre ello, lentamente el mundo te irá revelando sus secretos. Las inercias de unos, el vibrar del viento en las copas de los árboles, el reflejo del sol sobre un cristal, la danza de las abejas sobre unas flores... todo eso y más responde a planes que son más antiguos que cualquier idea que los humanos podáis tener. Porque todo eso es el reflejo de nuestras voluntades, nuestro trabajo, nuestra devoción y nuestra fe y, con cada movimiento de los planetas en los cielos, uno de los nuestros sigue existiendo y sus palabras se pueden escuchar con esa lenta rotación.

Porque, al final, todo esto va de palabras, como imaginarás. El Verbo, el Gran Cabrón, dijo "hágase la luz" y el primero de nosotros entró en el Universo: Lucifer, el Lucero del Alba, el Enemigo como lo llamáis vosotros. Imagina el poder que desataron esas tres palabras que, eras más tarde, en mis viajes me he encontrado con alguien que portaba una espada que reflejaba un fragmento ínfimo de la luz de ese momento y aún era capaz de cegar a cualquiera que la mirase directamente. 

Tras ese primer momento, el Verbo decidió que quería seguir hablando y había más palabras que pronunciar. "Hágase el tiempo", "háganse los planetas", "háganse los animales"... y, con cada una de estas formulaciones, uno o más de mis hermanos cobraron existencia. Una Casa tras otra, una función universal tras otra, un concepto complejo tras otro.. fuimos, lentamente, llevando adelante la Creación que vosotros asumís que el Gran Cabrón hizo en siete días. Pero fueron eones, tiempos inmemoriales de pruebas y error, de debates amables y discusiones airadas, de choques y ayudas. 

¿Yo? Ah, claro, me lo he saltado. Estás muy jodido, la verdad, yo aparecí cuando dijo "hágase la Justicia" y un grupo de los nuestros cobramos existencia para que ese valor pudiese realizarse. Por eso estás ahí sentado y atado, listo para que pase juicio sobre tus actos. Pero nos estamos adelantando, ¿no crees? 

El Gran Cabrón solo intervino directamente en la Creación una vez más, cuando con sus propias manos creó la vida más preciada de todas: las de Adán y Eva. Bueno, y Lilith antes, pero eso ya es otra historia, la Primera Gran Injusticia al fin y al cabo, y una que aún ahora busco enderezar. Pero decía que creó a los progenitores de tu especie y los soltó en el Jardín del Edén, y nos ordenó que los amásemos como lo amábamos a él. No puedes ni imaginarte lo cruel que es eso, pues piensas en personas como las que ves a tu alrededor, pero ellos no eran así: eran animales, incapaces de entender el mundo a su alrededor y aprender, solo obedeciendo a sus instintos primitivos. Si querían follar, follaban; si querían comer, cogían fruta de los árboles; si querían aullar, aullaban... pero poco más. 

Pero, con su aparición, la Creación entera se había desequilibrado, pues lo Infinito no puede tocar lo jodidamente Finito. Pero a Él, como siempre, las consecuencias de sus actos le dieron igual. Como si fuésemos juguetes en sus manos, nos lanzó a la Humanidad y dejó que todo se descolocase. Y los primeros en detectarlo, según nos contó el propio Lucero del Alba, fueron algunos de los integrantes de la Casa de las Estrellas, que advirtieron que una gran tormenta se acercaba a la Creación en su conjunto. 

Aún hoy, quienes debaten estas cuestiones, se preguntan si la tormenta iba a venir y nosotros la reducimos, o acaso con nuestras acciones la provocamos. Porque os dimos la Manzana: la voluntad, la mente, la inteligencia, el conocimiento... os dimos vuestra humanidad, aunque el Gran Cabrón nos había dicho que no lo hiciéramos. ¿Pero qué sentido tenía la Creación si no la entendíais? ¿De qué servía la gran obra musical que les compusieron si ellos no podían apreciarla? Nunca llegué a conocer a una de nuestras hermanas que se encargaba de la música y, según me cuentan, ella consideraba que el Plan Divino siempre fue que hiciésemos lo que hicimos, porque sino ¿qué sentido había en que hubiese hermanos dedicados a cuestiones como la música, la justicia o la rebelión? 

Si es así, que a mi me da igual, el Gran Cabrón es más cabrón de lo esperado porque, en pago por daros la Manzana se desató la guerra entre los nuestros. Entre quienes querían mantener el mandato divino y no dárosla, y aquellos que creían que si la merecíais. A mi me daba igual, yo solo miraba mientras los duelos honorables se sucedían y los argumentos de ambos bandos se contraponían en choques de brillante dialéctica.

Y entonces se produjo la Segunda Injusticia. Con la humanidad ya expulsada del Jardín y condenada al trabajo y a la mortalidad, Caín levantó la quijada de un animal muerto y ejecutó a su hermano Abel. Un asesinato que sacudió la Creación entera y silenció los enfrentamientos entre los hermanos, porque ¿si ellos podían matar, nosotros también? Y si, vaya si podíamos. La guerra se recrudeció y los hermanos se mataron unos a otros, se organizaron en Legiones y arrasaron la Creación mientras ciudades aparecían y eran destruidas y los pecados y las virtudes se entremezclaban.

Por supuesto, ahí tuve que dejar de ser neutral. ¡Que cojones si no, ser uno de los principios rectores de la Justicia y quedarme mirando mientras las injusticias se sucedían! Así que, con un batir de mis alas de hueso planeé sobre la Creación buscando aquellos que traicionaban a los suyos, que empleaban ardides, que torcían las mentes y los cuerpos de mortales y eternos por igual. Golpeé a la Hueste igual que golpeé a los Traidores, porque en ambos bandos había quienes actuaban con nobleza y quienes se excedían en su poder por ambición. Por supuesto, solo era uno entre muchos de los nuestros y mis capacidades no eran suficientes para castigar a todos los que lo merecían, ni mi poder tan alto como para castigar a los más fuertes entre los nuestros: Abaddon, Baal, Miguel, Uriel... injustos y brutales todos ellos, y muchos más, que lamentablemente quedaron impunes de mi espada. 

Si por mi fuese, todavía llevaría conmigo el diario de notas en el que recogía todos los delitos que se cometieron en aquellos tiempos, presto a buscar la manera de ejecutar el castigo que merecían. Quizás sea mejor que, cuando nos enviaron a los Infiernos, ese diario no me acompañase. Pero claro, aunque me adelanto, el desenlace de la guerra os es bien conocido a los vuestros: después de la destrucción de Babel, de las guerras y las masacres, el Gran Cabrón dictaminó el final del conflicto y envió a los Traidores al Infierno. A todos ofreció la posibilidad de reencontrarse con el perdón y ser destruidos y algunos incluso lo aceptaron, pero la mayor parte descendió a las profundidades del Tártaro para ser malditos y proscritos por los vuestros. 

¿Yo? Eres bastante preguntón para encontrarte en la situación en la que te encuentras, la verdad, pero no me importa. Escuchar esta historia es parte de tu castigo, así que te la contaré con el detalle que quieras. A mi se me dejó para uno de los últimos momentos del Gran Juicio Trampeado, pues como había atacado a la Hueste y a los Traidores mi posición era ambigua. Pero el dictamen llegó como a todos nos llega siempre, y al final se decidió que, por haber atacado a la Hueste inevitablemente estaba de parte de los que creían que vosotros merecíais la Manzana y, por tanto, debía ser castigada como los demás. Soy alguien práctica, la verdad, nunca me había importado que os diesen la Manzana o no, lo que me concernía era reparar las injusticias que se habían cometido por ambos bandos... pero, aparentemente, al Gran Cabrón eso no le importaba y, mientras mis alas eran abrasadas por la Caída, me encontré encerrada con el resto de mis hermanos en el Infierno.

De los eones allí pasados no te hablaré porque no hay tanto que contar, si te soy sincera. Dolor, tormento, soledad, sufrimiento... por toda la eternidad. Pero esas palabras apenas comienzan a capturar la experiencia de estar alejados de Su luz y de vuestro amor. No hay palabras que realmente lo puedan describir y, si no existen esas palabras, esas realidades no pueden ser capturadas. Así que corramos un velo sobre ello y lleguemos al presente, pues en esta historia de palabras es obvio que yo no sigo en el Infierno.

Porque, ahora, la Realidad nos ha vuelto a aceptar en su interior, lentamente y a regañadientes. Hay grietas por las que podemos escapar del Infierno y llegar al mundo que los humanos habéis creado en vuestra libertad. Relativa, claro está, porque en la noche y en la mañana se mueven muchas cosas inhumanas, pero seguís siendo Sus favoritos, supongo... aunque él se haya ido como el Gran Cabrón que es, dejando su trono vacío y los Cielos abandonados. Oh, no me mires así porque tu fe se tambalee, he vuelto al asiento donde la Creación empezó y solo quedan cenizas, ruinas y malos recuerdos, y un desierto enorme sobre el cual se alza un trono vacío. Nuestro Padre se ha marchado hace mucho, probablemente para siempre.

Pero decía que regresásemos al presente, al ahora, a este sótano, a tu sotana manchada con tu sangre y tu orín, a esa silla y esos grilletes. He salido del Infierno y me he encontrado con que el mundo ha cambiado de como yo imaginaba que sería. Habéis escrito códigos legales y creado instituciones para velar por ellos, códigos más fuertes y comprensivos de los que jamás fueron los Mandatos Divinos. Y, sin embargo, en todo vuestro sistema hay fallos: jueces incompetentes, abogados ambiciosos, fiscales corruptos, prensa interesada solo en la noticia y no en la verdad... Un complejo enorme de gran belleza de justicia que vosotros mismo habéis llenado de gusanos.

Y tú, pequeño cabrón, eres uno de esos gusanos. Se que por mucho que te proteja la Iglesia, por mucho que el juez haya dictaminado que eres inocente después de que sobornaseis ampliamente a miembros importantes del jurado, por mucho que tu oratoria brillante les haga creer a todos que eres un pastor... tú no lo eres. Eres un lobo vestido de cordero y he visto las pruebas de ello. He hablado con Henry y con Anna... no me mires así, claro que puedo hablar con los muertos, ¿qué clase de miembro de la Casa de los Verdugos sería si no pudiese? 

Como decía, ellos me contaron todo lo que les hiciste. Los sitios donde los tocaste, los abusos a los que los sometiste y el dulce olvido de la muerte que les diste. Bueno, olvido relativo, claro, porque sus espíritus, como los de los otros seis niños y niñas, siguen atrapados aquí, incapaces de abandonar este mundo hasta que se haga justicia con ellos. Una justicia que los tribunales les han negado... pero no yo.

Porque yo soy el Juez, yo soy el Jurado y ahora seré el Ejecutor. Y te sentencio y condeno, créeme, porque tu destino quedará sellado esta noche. Te condeno a muerte, por supuesto, porque vuestro propio código legal es el que dice que un asesinato en los Estados Unidos de América se pena con la muerte. Lamento no tener a mano las drogas para la inyección letal, pero créeme que mi mano es más que capaz de ejecutar la sentencia. Pero no solo te sentencio a muerte, eso sería demasiado fácil. Te sentencio también a morir sabiendo que no hay Cielo al que volver y que las puertas del Infierno están cerradas; te sentencio a abandonar este mundo con tu fe en trizas, porque el Dios Creador que tú crees que justifica tus actos barbáricos no está para recibirte con sus brazos abiertos por tu buena labor, porque el Gran Cabrón se ha ido hace mucho y las barbaridades que has cometido son tuyas únicamente.

Eres un monstruo y por tus delitos, tu fe será segada igual que tu cuerpo. Pero, mientras Henry, Anna y el resto podrán descansar por la eternidad al fin, tú te quedarás encerrado en el mundo de la sombra para siempre, incapaz de escapar de mi juicio y de la propia carga de la culpabilidad que conllevan tus actos.

Así que yo, último Jurado de la Creación, te declaro culpable. Yo, último Juez de la Creación establezco que la condena sea la muerte después de haberte revelado la verdad. Y, como último Ejecutor de la Creación llevaré adelante mi misión ahora mismo. Y no, no creo en gilipolleces como una última palabra o una última voluntad...

Comentarios

  1. Este relato fue escrito así, del tirón, el día de hoy,4 de Junio del 2016.

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