Un Momento Paralizado en el Tiempo

La lluvia goteaba lánguidamente en el callejón, cayendo con parsimonia entre las luces amarillas y verdes de un neón que anunciaba un peep show. Los charcos se acumulaban aceitosos sobre el asfalto dañado por el tiempo y la falta de cuidados, entre las ratas que correteaban de contenedor en contenedor buscando su cena.

Al menos, no eran ratas diablo, pero seguía habiendo demasiadas sombras y coberturas para que Mohawk se sintiese tranquilo. "Solo es una noche más, un trabajo más" pensó para si mismo mientras examinaba al orco frente a él. Era grande incluso para los estándares de su raza, casi una cabeza más que el indio. Su piel oscura contrastaba con sus dos brillantes colmillos inferiores, que claramente pulía con frecuencia. Su manera fija, pero ligeramente desviada, de mirar mostraba sin lugar a dudas que estaba prestando atención al display de su realidad aumentada, probablemente con el análisis táctico de su líder de equipo. Algo que Mohawk no teníam, apoyo ni refuerzos de ninguna clase... era lo malo de trabajar las calles de Seattle en solitario.
Descendiendo la mirada por el orco estaba el amplio guardapolvos, claramente blindado y algo fuera de moda, que no lograba ocultar del todo la Remington Roomsweeper que tenía lista para la acción. Parecía el modelo del año anterior y esa no había sido una buena tanda: un problema en el mecanismo de disparo hacía que la escopeta se encasquillase en exceso si no se mantenía en perfecto estado, y desencasquillar ese modelo era especialmente engorroso.

La Predator y las garras implantadas eran por postureo, sin lugar a dudas, si el orco era un profesional usaría la escopeta al estar a tan corto alcance. Era el momento y lugar idóneo para ello. Entre ambos sammies, el Sr. Johnson hablaba con la Sra. Johnson, ambos todo sonrisas y encanto. Parecían ajenos por completo a la lluvia, a las armas, a la tensión del momento. Eran sólo dos islas de cordialidad y civilización, perdidas en un atolladero de basura, violencia y muerte.

Mohawk apenas registraba lo que decían, centrado por completo en el rival que protegía a la Sra. Si todo iba bien, daba igual su atención... pero si algo fallaba, darse cuenta de los pequeños detalles podía salvarle la vida a él y a su jefe: como el pequeño hecho de que el orco se apoyase sobre su pierna izquierda, probablemente por el mayor peso de la misma y careciese de terminaciones nerviosas sino que estuviese llena de circuitos integrados. Cromo y acero, invisibles bajo la piel sintética pero que dejaban pequeñas señales para quien sabía donde buscar.

También reconocía el sonido de una sonda zumbando sobre el edificio de la izquierda, quizás a algo más de cincuenta metros. Ventajas de su propio ciberoído, sino probablemente hubiera sido indetectable. Sin embargo, aventuraría que se trataba de una sonda publicitaria por cómo su motor sonaba cascado por demasiadas noches a la intemperie, lejos del cuidado de un amante rigger.

Si no se escondía nadie en los contenedores, y los lectores termográficos parecían confirmarlo, era cosa del orco, el tipo que manejase el display táctico y él, a solas en la noche en su danza personal. Un duelo desigual en caso de que la civilización fracasase en sus negociaciones.

Y entonces, algo se salió de su sitio. Algo iba mal. Quizás fue una leve pausa en la conversación, suficiente como para transmitir una orden por la Matriz; tal vez fue el modo en que el orco cambió el peso de una pierna a la otra. Fuera como fuese, sin tiempo para analizarlo, los ciberreflejos de Mohawk estaban activos y él ya estaba apartando al Sr. Johnson de la línea de fuego mientras alzaba su propia uzi hacia el orco, que respondía levantando su propia escopeta en lo que parecía un macabro baile a cámara lenta.

Fueron sólo centésimas de segundo, pero en la velocidad acelerada en la que ahora vivía el samurai eso era una eternidad que le permitía constatar cómo el Sr. Johnson salía lanzado hacia una posición a salvo detrás de una cobertura mientras los cañones de ambas armas se alzaban parejos, el uno al encuentro del otro, como amantes que se echasen de menos.

El dolor llegó casi antes de ver el fogonazo en el extremo de la escopeta, y su cuerpo se vio arrojado violentamente hacia atrás por el brutal impacto contra su blindaje.Varias costillas se partieron por el golpe y el suelo recibió su espalda con igual falta de cortesía, lanzando agua en todas direcciones.

Demasiado lento. Había sido demasiado lento. Y el dolor que llenaba casi cada neurona de su cerebro se lo demostraba. Esta no era una noche más. Mientras veía cómo su propia sangre se mezclaba con el agua de la lluvia en nuevos charcos de grasa y vida, observó cómo el orco preparaba su segundo y final disparo.

Era una mala partida pero quizás se hubiese atascado, quizás había tiempo aún para una última jugada, un intento desesperado...

La muerte llegó rápida, violenta y olvidada. Sólo un cadáver más en una ciudad a la que no le importaba, sólo otro negocio que había salido mal, sólo un fracasado menos. Sólo una noche más entre las sombras, otro trabajo llegado a su violenta conclusión. Sólo un pago cambiando de manos en un mundo donde la vida era demasiado barata.

Comentarios

  1. Este relato fue escrito originalmente el 28 de Julio de 2014, y ha sido revisado y corregido hoy al irlo transcribiendo aquí.

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