Historia de la Pequeña Gente

Es curioso, cuando vuelvo la vista atrás, a aquellos años de mi infancia, lo primero que viene a mi mente no son las historias épicas del Elegido y su batalla a muerte contra el Mal. Por el contrario, me acuerdo del olor del Pan de Doña Wyntherop, porque de aquellas su panadería aún estaba abierta, o de correr entre los surcos de los campos recién arados jugando a la pita.

Por la noche, Padre nos juntaría a todos en torno al fuego y dejaría que el Abuelo nos contase las historias sobre Dioses y Demonios, sobre héroes y villanos. Sólo en aquellas ocasiones, llegaba a nuestros oídos las noticias del avance, contra viento y marea, del Elegido.
Por supuesto que queríamos ser como Él, y jugábamos en los campos y colinas a cazar ejércitos de caballeros oscuros (que, en más de una ocasión, resultaban ser los niños de los pueblos de al lado). Sin embargo, todo era muy  distante, muy poco real. Lo importante era tratar al joven Tom con respeto, porque su padre vivía en el castillo y, si lo enfadábamos, tocaba recorrer el buen trecho que separaba el poblado de la fortaleza para pedir un muy sentido perdón, sino ocurrían cosas malas, malas de verdad, como que nos quemasen las cosechas, o que se llevaran a una de las hermanas, como le ocurrió a Gwendyl. Y eran importantes los preciosos ojos azules de Julianne, aunque entonces aún no entendiese por qué. Y era importante ser el más rápido en el pilla-pilla, porque entonces todos los demás niños te miraban con respeto, y durante un día eras el líder.
Esas eran las cosas que de veras importaban, no el enfrentamiento contra el Dios del Mal renacido de su tumba eterna. Eso era distante, poco significativo sino era como historias para entretenernos por la noche. Y, desde luego, era importantísimo aprender en qué época del año se sembraba cada cultivo, qué campos se dejaban en barbecho, como cuidar a una vaca que estuviese preñada, y cuánta porción de nuestros bienes correspondían al padre de Tom. ¡Todo eso si que era importante! Hubo una villa cercana que intentó darle de menos al padre de Tom, y él la quemó entera. Si, la familia de Tom era importante. El Elegido sólo era entretenimiento.
Y me resulta curioso ahora, que mis años mozos han pasado, y que Julianne ya me ha dado la presencia de vosotros cuatro pequeños. Ahora que, junto al fuego, me pedís las historias para pasar la noche. Porque se que, en el fondo, por mucho que os hable del Elegido, no es importante. Para nadie. Por eso no os voy a hablar de él esta noche, ni la siguiente. Por el contrario, os hablaré de la familia de Tom, y de cómo su hijo William merece vuestro respeto y cuidado, o sino tendréis que caminar hasta el castillo a pedirle perdón a su familia. Y os hablaré de los Dioses de la Siembra y de la Siega, y de cómo se suceden el uno al otro desde siempre, y lo seguirán haciendo mucho después de que ninguno de nosotros siga aquí. Y os hablaré de los trucos para jugar bien al pilla-pilla, o de cómo mantener el calor de la cabaña en el duro invierno.
Y os contaré historias de todo ello, y no del Elegido, porque esas son de verdad las historias que nos son importantes. Lo demás, que sean para los cronistas y los nobles, a nosotros no nos importan.

Comentarios

  1. Este relato fue escrito en el amanecer del 14 de Octubre de 2012. La idea es que sirva de crítica a la clásica literatura fantástica de toda la vida donde un héroe salva el mundo, y donde la gente normal no tiene cabida a menos que sea para ser masacrados. Vienen a mi mente sagas como El Señor de los Anillos, o Crónicas de Belgarath/Mallorea, etc.

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