La Paz

En Madrid, la paz es algo que se puede encontrar muy próximo al sol. Tan cerca que casi se queman las plumas de la blanca paloma con los rayos del astro rey, como le ocurrió a Ícaro por su osadía. Y, sin embargo, pese a ello, raramente nadie la ve. Permanece oculta, invisible, eclipsada por completo por la brillantez del orbe celeste que se encuentra en sus proximidades.

Seguro que si le preguntas a la gente, todo el mundo ha estado próximo de la paz, pero muy pocos realmente la han encontrado. Bueno, excepto los borrachos que por las noches se mean en ella, sin siquiera reconocer a la pobre paloma que se encuentra bajo ellos. Con esto no quiero decir que la gente no quiera la paz. Por el contrario, está relativamente cuidada siempre, y sin embargo eso no quita que las manchas de la suciedad y el abandono se muestren a menudo sobre sus plumas.
Pero lo que nadie puede negar es que la tienen bien vigilada. Pese a que su iluminación muestre claramente que la lustre del ideal es más pasado que contemporáneo, numerosos ojos permanentemente están puestos en ella. Observando, controlando, como temiendo que la paz pudiese extenderse como una enfermedad y afectar a los incautos ciudadanos que la rodean. Como si tuviesen miedo de que alguna vez la paloma lograse volar al lugar que le corresponde.
Y, como no puede, ella languidece. Decente, tranquila, abandonada, con el lustre de épocas mejores sobre ella y los temores y desconocimientos de los tiempos modernos atándola con grilletes de acero.

Comentarios

  1. Este relato fue escrito el 16 de Septiembre de 2012, aunque en su mayor parte fue pensado y diseñado el 15.

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