Tiempo de Anatemas 41: El Ardiente Atardecer de la Edad del Pesar
Durante cinco días al final del año, el sol no se alza en el horizonte, la luna no acompaña ni brillan las estrellas. Ese espacio gris es la Calibración, el tiempo en que los Incarnas están más alejados de la Creación, tiempo de extrañezas y portentos. El momento en que los solares se reunirían en la manse de Huellas Olvidadas para, juntos, enfrentarse a las pruebas que darían final a aquella Edad del Pesar, en un ardiente atardecer.
Puño de la Estrella del Norte les recibió, con sus siderales, en la sala de los portales de Huellas Olvidadas. Y, con su estilo directo pero hosco y violento, insultante y ofendido, les explicó la cantidad enorme de mierda que a todos les iba a caer encima esos días. Una cantidad inabarcable de eventos, pues los solares no podían estar en más de un sitio a la vez, pero sus aliados acudieron a su llamada. Desde las islas del oeste Garth dirigió a su tripulación en auxilio de Soma y sus amigos, el poderoso lunar Colmillo Plateado llegó de las tierras ardientes del sur, desde el este llegaron los solares de Toro del Norte, desde el norte los mortales de Krakenfall acudieron desafiando al hielo, y la Jueza Lisandra abandonó la Ciudad Imperial en ayuda de los miembros de su círculo y los demás. Y tantos otros que llegaron desde las cinco direcciones, solares y lunares, terrestres y espíritus, e incluso aquellos que por todo poder tenían su tiempo finito en el mundo antes de acudir al encuentro de la Rueda.
Recontar todo lo ocurrido, simplemente en aquel día, con todos los héroes, sería una tarea que ningún cronista podría abarcar. Pero los Contables, la organización secreta de los eclipse, fueron encontrados y sus recursos dañados, un primer ataque a las fuerzas solares. No el único, desgraciadamente, pero los demás no tuvieron tanto éxito. En batallas y prodigios mágicos, en embajadas y negociaciones con espíritus, en infiltraciones y tantas otras cosas, los elegidos fueron enfrentándose a las fuerzas de Malfeas y de los siderales, de las Hadas del borde del mundo y de los no muertos, e incluso a los intereses contrapuestos de las Casas del Reino.
Fueron estas las que recibieron la primera visita de los solares, cuando celebraron una importante reunión en la Isla Bendita para decidir si habían de solucionar la sucesión por medio de una guerra civil o bien habrían de dialogar y buscar otras sendas. Entre susurros y discursos, con honestidad y con ardides, los que a aquella depravada fiesta acudieron fueron cimentando una senda de paz, de enfrentarse prioritariamente a las fuerzas enemigas del borde de la Creación. Forjaron lazos entre Casas, pero también distanciaron a otras, y quizás abrieron la puerta a una eventual conversión del Reino. Sus efectos también se sintieron lejos, en Wu Jiang de donde parte de las Legiones fueron llamadas de vuelta, o entre los cada vez más aislados miembros de la Casa Cathak en el sur.
Mientras tanto, otros de los solares marcharon al frío norte a enfrentarse con el Hálito de la Muerte, un terrible behemoth resucitado por los poderes del oscuro Señor de la Muerte de aquellas tierras y los siniestros efectos del Viento Helado. Ang Jarat, el estúpido y brutal señor de la guerra de Icehome fue el primer encuentro en su camino, pero la verdadera prueba sería la batalla contra la bestia. Pero el fénix de hielo, resucitado de la Primera Edad o incluso tiempos anteriores, no era rival para los solares cuyos ataques terribles y fulgurantes trajeron de vuelta la paz al hielo. Y un final a aquel largo y duro primer día, con algunos momentos amargos, pero muchos más triunfos que traspiés.
El segundo día sería aún más duro y poderoso que el anterior, y los aliados deberían recorrer el mundo una vez más para confrontar las amenazas crecientes. Recorrer el mundo como haría la errante lunar Ullr, el famoso Emperador del Mar, los firmes veteranos de la ciudad de Kryss, la misteriosa entidad conocida como Purpurosa o el sutil y cuidadoso Sul Ivan. Y tantos otros que se jugaron sus vidas en batallas y escaramuzas, infiltraciones y debates, contra hadas y demonios, no muertos y espíritus, en los cinco polos al mismo tiempo.
Los solares serían reclamados a luchar en las arenas ardientes al sur de Chiaroscuro, donde las tribus de los delzahn se preparaban para enfrentarse en batalla contra una Legión Cathak, dirigida por el estricto pero honorable Ore-oke. Fue un tiempo de entrenamiento acelerado para los jinetes, de forja de armas capaces de enfrentarse a enemigos invisibles, de envenenar los suministros de alimento del Reino y de discursos inspiradores. Todo para que unas horas más tarde, todo funcionase como una máquina bien engrasada y la superioridad numérica de las tribus bien enfocadas por las estrategias de los llegados del mar dieran la victoria a los solares sobre una Legión acosada y derrotada de modo innegable. Y al final, el propio Ore-oke caería derrotado, educado por las enseñanzas pero también potencialmente convertido en un peón para intercambios y juegos por el control de aquella ciudad antigua de torres de cristal de colores que era Chiaroscuro.
Y lejos de allí, un plan solar se urdía para encargarse de los problemas que la Voz de la Paz suponía con sus falsas consignas y verdades tergiversadas. Un auténtico peón de los siderales, que buscaba hacer una proclamación contra los Anatemas que bien podría haber puesto contra las cuerdas a los solares. Pero aquello no sería lo que iba a ocurrir cuando, como sombras invisibles, se deslizaron por el palacio de la Orden Inmaculada y dieron cuenta, en perfecto silencio, de aquello que podría haber sido un problema si ellos no fueran quienes eran. Un golpe de humildad, sutil y cuidadoso, dado directamente en el corazón de la fe de aquel poderoso imperio fundado por la desaparecida Emperatriz Escarlata.
El paso del día solo incrementó la dureza de las pruebas, los precios a pagar en los escasos fracasos, las consecuencias escalares que tuvieron aquellos eventos por toda la Creación. Sesus Mat Zen acudiría antes en ayuda de los solares que de su Casa, Verbo de Ventisca hizo demostración de sus poderosos dones mágicos, Toro del Norte y Lagertha combinaron sus poderes solares, la fiera Libre Leona probó sus dotes de líder, como lo hizo el hechicero Ederald Slimfeather de la academia de magia de Monte Hamoji. Talentos tan dispares como sus propias personalidades e historias, todos unidos en el gran propósito de proteger la Creación de todos aquellos que abiertamente o a escondidas confabulaban por arruinarlas.
Pero también los solares se vieron más sobrepasados, con más tareas que hacer sin contar con mayores números. Así, en una complicada sucesión de combates y toma de posiciones, los solares fueron ganando los pisos de Wu Jiang en busca de tomar la ciudad de vuelta de los ocupantes Sesus. Y gracias a sus movimientos en la corte, parte de las fuerzas de la Legión ya habían marchado para apoyar a los Ragara lejos de allí, aunque seamos honestos, probablemente aunque hubiesen estado no habrían podido detener la justa ferocidad de los solares.
En Jiara forjaron acuerdos entre los partidarios del Reino y los partidarios de la nueva/antigua Reina reinstaurada. Fortificaron las murallas con golems para proteger la ciudad del asalto de la Legión del Guantelete de Soberanía Innegable... pero lo que es verdaderamente innegable es que esas preparaciones, aunque bienvenidas, fueron innecesarias, el asalto de la Legión postergado con hábiles trampas sociales y sutiles engaños. Lo cual dio tiempo a visitar la antigua manse bajo Nexo en cuya Forja del Infinito algunas respuestas podían ser encontradas para quienes no eran asiduos de aquellos salones, escritos del puño y letra de uno de los antiguos solares antes de perderse.
Y otros debieron lidiar con el retorno del Primer y Olvidado León, uno de los más poderosos Señores de la Muerte. Aquí es donde la historia se vuelve más oscura y sombría, pues el terrible nomuerto no solo regresaría sino que lo haría con terrible fuerza. Pero, pese a lo larga que era la sombra que proyectaba, su regreso no sería de rositas y las fuerzas del Inframundo debieron pagar un precio ante los solares.
Y así llegamos al cuarto día, acaso el más duro y terrible de todos. Haz Argenta vería su fortaleza puesta a prueba, como lo sería el amor de Titus y Shura, el Sirviente Elegante con sus servidores adicionales, la resiliencia de la tripulación de Corazón en el Puño sería comprobada, igual que la de la mística mortal Nue Regina y sus misterios. Y tantos otros que no da tiempo a nombrar se jugarían sus vidas por retomar la poderosa manse contra las hadas del fondo del mar, por evitar la sustitución de la Escuela de Filosofía de Nexo por un portal a Malfeas, o lidiar con las terribles lámparas demoniacas.
Pero por duras que fuesen sus tribulaciones, peores fueron las que debieron enfrentar los solares. Aquellos que marcharon a The Caul cruzaron sus espadas con la Legión Sesus allí desplegada, enfrentadas por el control de la isla de poderosas energías mágicas en ayuda de los lunares. Alguno de ellos casi perdió su vida en el combate con los veteranos líderes de la Legión pero al final los templos elementales de la isla acabaron de nuevo en manos de los exaltados de la luna con las bendiciones que aquello supondría con el tiempo.
Otro grupo marchó más allá de la Confluencia de las Esferas, buscando detener los esfuerzos de los siderales por restaurar la Prisión de Jade. Fabricaron e investigaron, pues no deseaban tener que matar a los equivocados hijos de las estrellas de la facción de bronce, de modo que invisibles prepararon sus argucias. Con dulces palabras y debates crearon una distracción mientras que la bomba de energía feérica se colocaba contra la Prisión, su detonación creando la destrucción suficiente como para que los solares allí atrapados se pudiesen liberar de su encierro.
Finalmente, iracunda, la terrible Reina Phasliamon la Devoradora extendía su corte feérica con peligro en el norte. Ella, conocida por haber sido una de las principales instigadoras de la invasión de la Buena Gente tras el Contagio, debió ser enfrentada en la arena de la corte y las palabras, pues solo en aquella se la podía derrotar. Y lo fue, afortunadamente, devolviendo ese trozo de tranquilidad a la Creación tras todos los horrores desatados en el pasado en su nombre.
Y si bien muchos pudieron creer que aquel quinto y último día sería como los que lo precedieron, lo cierto es que nada hay más lejos de la realidad. Los intentos de los enemigos de la Creación por avanzar habían sido detenidos y sus fuerzas estaban divididas y desordenadas. Así que, desde lo alto, fue el más poderoso de los Incarna el que habló, su voz transmitiendo su orgullo por la buena labor de sus elegidos en la Creación. Pues el sol mismo no podía tocar la superficie del mundo, si no era mediante sus queridos rayos de luz.
Prueba de su agradecimiento y orgullo fue que les permitió decidir el próximo movimiento que haría en los Juegos de la Divinidad. Se sopesó detener los Juegos, o pedir movimientos adicionales, o incluso que hubiese una nueva Emperatriz de purpurina. Pero todos los solares, reunidos de nuevo en un Deliberativo, mostraron su generosidad al acordar no pedir algo que les beneficiase a ellos sino a la Creación. Y finalmente acordaron que las almas atrapadas sin poder acceder a la Rueda de la Reencarnación no encontrarían ya trabas al proceso, pudiendo así regresar al ciclo como siempre debieron haber podido hacer.
Con ello llegó a su final aquella Calibración, el sol alzándose por primera vez en el horizonte de un sexto día, el primero de un nuevo año, de una nueva era. Pues el tiempo del Pesar había terminado en su ardiente atardecer, pero para que el nuevo mundo cobrase entidad haría falta superar las dificultades y trabas de la más larga de las noches.
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