Tiempo de Anatemas 37: La senda del hierro y el dolor

El goblin golpea dementemente el tambor de piel humana con unas baquetas hechas de fémures y cabezas cortadas. A su lado, los arpistas y trompeteros y músicos de instrumentos para los cuales no hay nombre, marchan motivando a gigantes y trolls y monstruosidades de pesadilla. Y tras sus gongs y estandartes, las legiones del fae son dirigidas por sus nobles en sus pegasos y unicornios bajo la guía y mandato de su inmensa Reina Morad'addin cuyo inmenso tamaño hace sacudirse el mundo con cada uno de sus pasos, pero aún mayor que su escala es su odio y deseo de venganza.

Pero, bajo Nexo, Nombre Olvidado forja y prepara."Redi mazu, eiko ataete kudasai, soretomo shi o ataete kudasai": Dama Marte, danos gloria o danos muerte. Y el sello de las estrellas la transforma en una guerrera, pues eso es lo necesario para lo que está por venir. "Sore wa redi binasu gin no ikari o kitaeyo":
Que la Dama Venus forje la furia de la plata. El segundo sello ata a los lunares para la batalla que se aproxima, reunidos en la noche en las inmediaciones de la Convergencia de las Esferas. "Soshite mokusei no vueru, taiyo no kagayaki o yowamenaide kudasai": Que el velo de Júpiter no merme el destello del Sol. Pues el secreto no debía ocultar el bastión y la fuerza, la guía y la templanza de quienes debían dirigir. "Anata ga sarutoki, anata no juyin-tachi watashitachi ga yari ni narimasu" : cuando marchéis, vuestros amigos seremos la lanza. Pues de nada son los solares sin sus aliados entre aquellos a quienes ellos auxiliaron antes o prometieron ayudar en el futuro.

Y Nombre Olvidado, ahora renombrada a Guerra, pronunció sus palabras ante Toro del Norte y los demás reunidos en el Baluarte del Acuerdo pues los aliados se preparaban, sus destinos atados por sus poderes siderales, pero debían ser reunidos. Y los primeros en llegar, desde las lejanas islas del oeste donde los primeros reinos solares habían sido convocados, fueron Soma e Isabella de Arintero, recibidos por Jun en el puerto. Fueron transportados al Hogar del Encuentro donde, en sus inmensos salones, vieron los primeros reunidos, los solares del norte y las tribus de caminantes del hielo. Sagrest y Jun fueron a contratar a los mercenarios de la Garra y del Escudo de Bronce con generosos estipendios para una misión tan peligrosa. Y, con la guía de Guerra, supieron que debían recoger a los otros aliados, con los que inicialmente no habían ni contado, e Isabella empezó a ver la tremenda escala de aquello que se les venía encima a todos. Pues aquella, era la primera de las grandes guerras de esa edad, entre la Creación y la Descreación.

Desde Celeren, Esen dirigió a los clanes de jinetes al encuentro de los solares, listos para la batalla. Del Filo de la Virtud llegaron los ninjas de Tinta Negra, después de que Pai Mei reconociese a Ventura como el Maestro regresado. En Great Forks encontraron aliados inesperados pues no solo Escudo de Este Día y sus lanceras sacerdotisas se unirían al combate, sino que Relatora de Historias Gloriosas contó el épico poema de su victoria. Y, de modo inesperado, el Heraldo de los Cuatro Caminos y muchos dioses descarriados de la guerra, exiliados en la ciudad, se unieron con su contingente espiritual al conjunto. Y desde las lejanas tierras del hielo perpetuo, los Hijos del Norte enviaron también su contingente de soldados. 

Los últimos, ya en la Conjunción de las Esferas, fueron los lunares. Ma-ha-suchi cuya gloria de la Primera Edad era incomparable. Haz Argenta y Xiao Baozi, la cual corrió a abrazar a Jun pues tenía miedo de enfrentarse a aquellos de los suyos que habían caído bajo la corrupción del fae. Y también la desconocida Ullr, diosa de la caza que, con su actitud dura y conflictiva marcaba la herencia de la primera edad del que había otrora sido el círculo de Sagrest. Para adentrarse en las profundidades de la espesura, Megara necesitaba crear un nuevo portal que les llevase a las inmediaciones de Zarlath, pero al llegar a la sala una visión del pasado le llegó, del extraño e inestable portal en su centro. En ella, obsesionada con su trabajo, Yueh había encontrado una poderosa y terrible prisión más allá de este mundo que, en aquel tiempo, permanecía vacía pero que ahora, vislumbrable tenuemente por el portal inestable, estaba llena con las chispas de numerosos solares. Pero conectar con su anterior vida cuando no tenía control de si misma hizo que Megara se perdiese en la Gran Maldición, decidiendo abandonar la misión de las hadas y la guerra para centrarse en lidiar con la prisión, lo único que importaba. Fueron los esfuerzos de Jun y de Ventura los que lograron que regresase, cuando la tensión ya crecía en Haz Argenta al verla de nuevo perdida como en tiempos de antaño, pero los argumentos y la falta de numerosos recursos fueron suficientes para conseguir que la hechicera regresase al presente. Y, junto a Ventura, crearon el portal que permitiría transportar el ejército solar al encuentro del enemigo, las Buenas Gentes.

Pero antes, un último festín de preparación, la calma antes de la tormenta. Durante este, con miedo por si no volvían, Haz Argenta quiso decirle lo que sentía a Megara que se hacía desear y, no siendo bueno con palabras, finalmente se lanzó a besarla. Sagrest aprovechó para ir conociendo a Ullr que no se dejaba impresionar hasta que las proezas del solar fueran demostradas en el campo de batalla. Y las conversaciones fluyeron entre los presentes, historias de eventos lejanos en el espacio o el tiempo, planes y cuchicheos, como Soma animando a Xiao a que fuese a darle un beso a Jun. Pero el momento de solaz del festín de Ventura llegaba a su final y la primera en cruzar el portal, repitiendo su plegaria a la Dama de las Batallas, fue Guerra, seguida de Ventura y sus ninjas, con Meng en su hombro, y todos los demás paso a paso se adentraron en lo desconocido.

Del otro lado los inmensos árboles que se alzaban cientos de metros en las alturas mostraban las actividades de las hadas: las cacerías de mortales, cómo los devoraban y se los llevaban. Y, no muy lejos, sobre las ruinas de Zarlath su Reina preparaba sus huestes para continuar la marcha una vez el Motor de Creación fuese destruido, mientras sus hechiceros feéricos buscaban descrear al dios de la ciudad en un sacrificio mágico de inmenso poder. Miles de criaturas de todas las formas y tamaños se volvieron y formaron ante la llegada de los solares y el comienzo de la inminente batalla por el destino del mundo. Pero la historia de la épica victoria de los solares ya había sido relatada, el futuro sellado ante su poder innegable. Jun, en quien muchos de los presentes depositaban su lealtad, fue la encargada de dar las órdenes, siguiendo los consejos de Isabella de Arintero, ducha estratega formada en las islas del oeste. 

Y, con las líneas formadas, dio comienzo la carnicería.

Al sur, enfrentándose a la carga de la caballería de las hadas, Sagrest dirigió a los mercenarios de Nexo en una batalla sin cuartel. Su espada cortando al noble que dirigía a las huestes mientras sus soldados se encaraban con unicornios y pegasos y sus terribles ocupantes, derramando la sangre mortal en mucha menor cantidad que la de sus enemigos. No muy lejos de allí, una estrella se colapsaba desde el cielo sobre unos relatores y poetas, comandada en su caída por la voluntad de Guerra. Soma, con sus espadas centelleando, encontró un punto vulnerable en la línea enemiga, defendido por seis terribles trolls y sus armas pronto comenzaron a dar cuenta de las bestias como si de muñecos de paja se tratase. Xiao y Haz Argenta luchaban cerca, combinando sus fuerzas para destruir a una de las monstruosidades que en tiempos había sido un lunar pero ahora era una abominación fruto de las transformaciones de las hadas. Megara, en compañía de los ninjas, encontró un festín donde gigantes estaban devorando mortales para volverse más fuerte, pero no pudieron resistir la terrible violencia de la magia desatada por la hechicera, sus cuchillas destrozando los enormes cuerpos sin darles tiempo a darse cuenta de la amenaza a la que estaban sujetos y liberando después a los presos, medio humanos medio hadas debido a la larga exposición al Wyld. La carga del Heraldo de los Cuatro Caminos y sus seguidores iba a la par que la de Escudo de Este Día y sus sacerdotisas, encontrando un frente unido los espíritus contra un contingente de hadas de la corte oscura, pesadillas una y todas. En la retaguardia, Isabella vio venir a uno de los paladines de las cortes en busca de atacar los puntos vulnerables, pero junto a los hombres a su lado, los jinetes de Celeren, no solo resistió la carga del noble sino que le aplastó a él y a su unicornio con un brutal golpe de su tetsubo y se encaró después con sus seguidores, aplastados por la violencia de su acometida. Lagertha, sobrepasada por la situación, luchaba protegida por Ullr contra un cíclope de manos montruosas y ojos de fuego, pero no era un rival para la antigua lunar. Como no lo fueron el portaestandartes de una de las terribles naciones de las hadas y sus seguidores, cuando en su camino se cruzaron Jun y Espada Celeste, las órdenes del primero y los golpes certeros del segundo destrozando a los regimientos que guardaban tan importante enseña y prendiéndole fuego, pero no sin coste en heridas y sangre del Ragara, que como la de muchos otros regó aquellos campos con su ícor. Las tribus de caminantes del hielo de Toro del Norte luchaban con la violencia de los veteranos contra una unidad de enemigos escudados en magia y engaño, ilusiones y armas terribles, pero los conjuros de Gon Samea les mantuvieron a salvo. Y fue Ventura quien, con solo la compañía de Meng, encaró a la Reina Morad'addin, volando entre sombras para descolocar y atacar a la mole majestuosa de la gran guerrera de las edades, surfeando su espada mientras evitaba sus ataques e hiriéndola con sus sombras, de tal modo que los gritos de dolor de la monarca fueron escuchados por todas las tropas en el campo de batalla.

Su frente roto, su Reina gritando de dolor, sus estandartes quemados, sus unidades flanqueadas y vencidas, la confianza de las hadas se tambaleaba. Y esa vulnerabilidad fue bien explotada por Jun e Isabella cuyo ingenio militar superaba sin duda al de las huestes del caos, redesplegando a las tropas en busca de objetivos estratégicos y puntos vulnerables. De todo el horror y miedo de las hadas, que durante horas llevaban aguantando el embate de los ataques, los brillos del sol y de la luna, de las estrellas y de la esperanza, iluminaban los choques con la belleza terrible de los enfrentamientos que el mundo no veía desde tiempos de la Primera Edad. Pues esta vez no era una defensa desesperada tras un Contagio en que una joven Emperatriz activase las defensas del Reino, sino los verdaderos defensores de la Creación imponiendo el mandato del sol sobre lo informe.

El primero en llegar a uno de estos fue Sagrest y sus hombres que, dejando atrás la seguridad de las propias líneas, se adentró en la retaguardia para detener el terrible sacrificio del dios de Zarlath. El campeón de las hadas, sus seguidores y huestes, no pudieron hacer frente a la ira del solar, sus hechiceros deshechos en volutas de insectos y gusanos ante su furia. Más atrás, danzando con su lanza de distintos materiales, Guerra cortaba en pedazos una monstruosidad salida de las más terribles pesadillas. Megara se adentró en la carnicería para ser desafiada a un duelo de hechicería por un poderoso hada, su voluntad de enigmas y misterios incapaz de detener el dominio de esencia de la solar y el vuelo de su pájaro de fuego. Las huestes de espíritus sostenían la línea en las proximidades, defendiéndose contra el asalto de criaturas cambiaformes que un momento eran una cosa, para ser otra al siguiente. Y más allá, los pasos en la carnicería de Jun le llevaron a encontrar a Xiao, que luchaba superada numéricamente contra una hueste de trolls y gigantes, claramente superada, pero los monstruos no contaban con las órdenes del solar ni la acometida terrible de Espada Celeste. Asustada tras haber visto tan de cerca la muerte, Xiao se lanzó a los brazos de su amado, sin el cual acaso suya hubiese sido uno de los trágicos finales que muchos encontraron en aquellos campos. Los jinetes de Celeren se encontraron entonces con los lunares dirigidos por Haz Argenta, en batalla colosal contra monstruosidades de una infinita cantidad de patas, donde cada corte hacía que las bestias se dividiesen en dos y continuasen luchando. Y en el centro, el duelo de Ventura y la Reina se recrudeció, pues las heridas fortalecían la voluntad de luchar de esta. Pero no contaba con la llegada de Soma y de Isabella, que se unieron a la batalla, atrayendo los ataques de la Reina contra su voluntad, mientras el guía forzaba un momento de despiste y vulnerabilidad que el portentoso corte de las espadas del alba aprovecharon para dar final a su Majestad de las Seis Naciones.

Caída la Reina, sus huestes derrotadas, su ritual interrumpido, las hadas perdieron su formación y huyeron, perseguidas por los jinetes y los soldados, sus esencias devueltas al caos del que nunca deberían haber salido. Pero el brillo de solares y lunares era innegable y la mayoría de los presentes no sabían qué significaba eso o, peor, pensaba que era la señal de los Anatemas. De modo que Jun se dirigió a la multitud siguiendo los consejos de Isabella, para lograr tranquilizarlos y que entendiesen la situación. Pero la cercanía de la pirata provocó los celos de Xiao que, de no ser por las tranquilas palabras de Soma, habría perdido la cabeza. Megara se reencontró con Haz Argenta, apesadumbrado pues dos de los hijos de Ma-ha-suchi habían perdido la vida en el combate, pero el reencuentro en la vida de ambos fue suficiente para aligerar su corazón. Sobrepasada por la situación, Lagertha acudió a Sagrest, pues ella era una pequeña ladrona, no estaba preparada para grandes batallas contra el fin del mundo, pero el atardecer la apaciguó con la promesa de un regalo mágico que le fabricaría, un artefacto más valioso que cualquier otro. Y Ventura tuvo su conversación con Meng, orgulloso de servir a un maestro tan digno como el noche, sin miedo de batirse contra la Reina por si mismo.

Pero el final de la batalla, también era un momento de despedidas. La de Guerra que de nuevo volvió a ser Nombre Olvidado, de tal manera que cada vez era más complicado recordarla como Guerra, como si todo fuera un sueño perdido con la llegada de la mañana. La de Escudo de Este Día y los dioses de Great Forks, que regresaban mágicamente a su ciudad con la promesa de reencontrarse cuando fuese aquella la que debiera ser defendida de la ira de Yu-shan. Y el resto, que vendrían después, con cuentagotas, a medida que la Corona de la Creación iba dejando a cada uno entre su gente. Toro del Norte y los suyos ocuparían tierras fértiles en los Cien Reinos, para defender la Creación pero también como una oportunidad de vida para las tribus, lejos del Viento Helado. El Heraldo de los Cuatro Caminos y sus seguidores llegando a un nuevo templo, más importante y central, acorde a su propia posición como un dios de la guerra y de los solares de sino ascendente en Great Forks. Isabella y Soma al regresar a su navío y, con este, poner rumbo de nuevo a sus aventuras en las islas de poniente. Los ninjas de Tinta Negra con un hasta luego, pues sus servicios serían requeridos de nuevo a no mucho tardar. Los jinetes de Celeren regresando de la guerra cálida al gélido abrazo de la guerra fría contra los nomuertos. Y los ejércitos mercenarios regresando a sus barracones en Nexo, sus historias, sutiles y cuidadosas, mostrando que acaso los solares pudiesen ser los héroes inesperados que la Creación necesitaba.

Pues ese, es el destino de aquella gloriosa historia. 

Pero en la tranquilidad de la cotidianeidad, otra historia, más íntima pero no menos importante, estaba por ocurrir. Empezaría con las intrigas de Jun con su primo Ragara Yu-shi para organizar las Legiones del Reino en la toma de Thorns. Y como el líder de los Ragara en la ciudad finalmente aceptó que su hermana, llegado el caso, tomase el cargo de Strategos de esa nueva Legión, pese a su rechazo inicial por la idea.

Sin embargo, el verdadero detonante fue la frustración de una búsqueda que no daba lo prometido. Pues por mucho que Ventura rebuscase señales de infernales entre los Cynis, estas no parecían ir más allá de un caso aislado. El Salmalim fue infiltrado pero tampoco allí había implicaciones de la Casa del Reino en tratos con Malfeas. Un viaje al sur, a la satrapía de Jiara, les mostró las atrocidades cometidas por la Legión del Guantelete de Soberanía Innegable y dio oportunidad para que Jun trazase alianzas, quizás más sólidas de lo que le hubieran gustado, y avanzase la agenda de la creación de las Legiones Ragara. Pero, una vez más, sin rastro del toque de los agentes infernales entre las personalidades de importancia del lugar.

Su camino aparentemente sin salida, fue en una conversación de camino de vuelta que ambos se dieron cuenta de que tenían muchas de las piezas para romper el mundo de Cynis Aurei, solo había que encajarlas de forma que para la asesina fuese innegable su verdad. Y con ello, la empresa tomó un cariz decididamente más peligroso, pues requería correr el riesgo de desafiar a la misma muerte. Convencer a Aurei de que les acompañase no fue lo complicado, como no lo fue mostrarle la injusticia y la brutalidad que la Legión Cynis estaba cometiendo sobre la población inocente de Jiara. Igual que la firme psicopatía del Strategos de la Legión del Aliento de Dragón era probablemente la herramienta necesaria para el complicado despliegue de aquella en la frontera sur de Thorns, bajo ataque de espectros y esqueletos, caballeros de la muerte y tantas otras de las aberraciones de pesadilla que poblaban Thorns.

Lo verdaderamente peligroso fue adentrarse, bajo la invisibilidad de Ventura, y sobrevolar los bosques y ciudades de la satrapía caída. Poderosos nemesarios habían ocupado los palacios que otrora habían sido de los Ragara, abisales dirigían el tráfico de esclavos de forma brutal en dirección a la capital, y la muerte formaba tan íntima parte del mundo que incluso los vivos que habitaban aquellas tierras estaban más cerca de su toque que en cualquier otro lugar. Pero lo más terrible era la otrora próspera urbe de Thorns en si, bajo la monstruosa sombra de la criatura conocida como el Juggernaut, una montaña de carne y huesos, brazos y ojos, a cuyo lomo estaba el castillo de Máscara del Invierno. Su mera presencia buscaba someter la voluntad de los que volaban a lomos de Meng, y Aurei fue víctima de sus susurros envenenados hasta que Jun consiguió traerla de vuelta. Pero aquello no era más que el comienzo de los horrores de una ciudad donde la atrocidad es cotidiana a tal nivel que las piedras decoradas de las calles habían absorbido tanta sangre que habían enrojecido. Y es que, en caravanas macabras, los esclavos vendidos por los Cynis eran enviados a su crucifixión o quemado, empalado o desmembramiento, u otras horrores inenarrables que extendían la corrupción de la vida en aquella tierra corrupta. Solo resistía, en la bahía, el escudo de espinos que protegía la manse que otrora había pertenecido a Zhiyuan, bajo asalto por un poderoso abisal del Amanecer, incapaz de romper sus defensas de la Primera Edad. Pero Máscara del Invierno, si recordaba su pasado como Rostro del Verano, sí debería haber sido capaz de acceder al Palacio de las Rosas y sin embargo permanecía al margen, sin llegar a entrar en la ciudad, como si una parte de si no desease mancillar el hogar de su amado aunque sus oscuros señores se lo obligasen.

La conversación sobre lomos de Meng fue, en el mejor de los casos, dolorosa. El horror de lo que los Cynis estaban permitiendo y favoreciendo que ocurriese iba contra todo lo que era central para Aurei y su tiempo en la Cacería Salvaje. Pero la escala del poder de la muerte era tal que toda esperanza era imposible y lo único que la asesina quería era descender y morir intentando llevarse por delante al máximo número de enemigos posible. Pero las palabras de ambos solares, sus cuidados como la mantita de sombras de Ventura, y la promesa de esperanza consiguieron evitar el desastre mientras el cuervo se alejaba de aquellas tierras malditas, sus propias plumas cayéndose por la exposición pues allí hasta lo inmortal puede encontrar su final. Y, ya en el borde de la frontera, una voz femenina entró en la cabeza de ambos solares... "hacía mucho tiempo, querido".

El silencio cayó sobre el grupo, mientras Aurei trataba de digerir lo visto a bordo de la Corona de la Creación. Pero la siguiente prueba para la miembro de la Estirpe estaba en la Conjunción de las Esferas, donde la conversación se retomó y se volvió más amarga, más confrontacional, más difícil. Las máscaras y los subterfugios, las sutilezas y los cuidados, comenzaban a caer en aquellos salones de cristal camino del portal que les llevaría de vuelta a Zarlath. Y fue allí, entre los restos de la masiva batalla recientemente celebrada, que la verdad finalmente sería revelada en su cegadora belleza. Las mentiras que habían construido toda su vida, la esperanza de los solares, la ira de ver a tus amigos revelarse como enemigos ancestrales, las verdades descarnadas insoportables en su certeza. Pues la mente maltratada de Aurei no podía procesar todas las revelaciones que la abrumaban, como una cascada infinita e imparable. Y su mundo, tal y como Nombre Olvidado había dicho, se derrumbó y sobre esas ruinas quedó la tierra fértil sobre la que podría nacer una bella flor, la de una Cynis que se diese cuenta de la verdad, diese la espalda a su mundo y aceptase el nuevo futuro por crear.

Pues al final, el dolor no es una cosa física solamente, como las heridas sufridas en el campo de batalla o las brutalidades perpetradas en nombre de la muerte en las calles de Thorns. El dolor en su peor forma es el que deja las dolorosas cicatrices de la mente, y solo las palabras acertadas pudieron hacer que sobre el derrumbe pudiese haber lugar para la esperanza.

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