La Edad del Fuego 17: La luz de toda la humanidad

Antonia de Cádiz se encontró con los textos que la controvertida Karyn Havesti escribió durante su tiempo en Byzantium Secundus. Y las equivocaciones y omisiones del Profeta en torno a los demonios, pues no existe una Oscuridad sino múltiples, no siempre coordinadas ni trabajando unidas, y con un número de entidades superiores a la cantidad de pecados y con cosas que no encajaban como los autollamados Ángeles de la Paz. Estos hallazgos son los que años después, le llevarían a tratar de corromper el Huevo del Mundo y, con ello, inició una cadena de eventos inesperados e inesperables. Pues en sus existencias al margen del tiempo como lo conciben los mortales, los simbiontes sacrificaron a uno de sus más cuidadas piezas, un caballero de la Compañía del Fénix en Grail, un seguidor leal a Alexius Hawkwood que había ocultado su infección simbionte durante más de medio siglo. Todo para poder comunicarse con Theafana Al-Malik, pues la Capitana de los Hermanos de Batalla era la única humana en la que, a su modo, podían confiar en que hubiese una comunicación. O acaso otras fueran las razones, si es que acaso los simbiontes siquiera tienen razones tienen motivaciones para hacer lo que hacen. Pero hacerlo en medio del Concilio de Grail tenía una serie de consecuencias políticas, morales y teológicas que, probablemente, los parásitos alienígenas fuesen completamente incapaces de comprender, o acaso no les importaron.

Eso llevó a que, en Urth, la llegada del grupo al monasterio de los Hermanos Rojos en el Vaticano los encontrase completamente alterados. Y que el Adepto Agustín, ya demasiado mayor para combatir, les hiciera el recibimiento en su importante misión en vez del Maestre Sirius Ballinger que no se uniría hasta algo más tarde, y les encomendó a ir primero a la radio pues la Capitana Al-Malik les solicitaba. Theafana se encontraba dividida pues los simbiontes habían hecho lo impensable: solicitar ayuda. Las acciones de Antonia de Cádiz iban a condenarlos a la Oscuridad pues su especie no contaba con defensa alguna contra el Río de la Muerte pues ambos ríos nunca se cruzaban. Era una oportunidad de destruir al enemigo, a los simbiontes, como quizás no habría otra, como señaló Cornelius, pero Yrina señaló acertadamente que los votos de los Hermanos de Batalla no eran destruir al enemigo, sino proteger a los fieles. Lázaro estaba en contra del uso de la violencia incluso en esta situación y a Astra le preocupaba el hecho de que aunque los demonios acaso fueran un mal con el que se podía hablar frente a los simbiontes que no, no fuesen acaso el mal mayor que surgiría si los simbiontes acababan bajo control de la Oscuridad. Pero había dudas, preguntas, y quien podía responderlas no estaba conectada a la radio, de modo que hubo que hacer una pausa para conseguir que Jackson se conectase.

Así que a la antigua fundadora de la Hermandad se la invitó a la conversación, pero tenía que aumentar su martirio mediante pactos con la Oscuridad para obtener la información que querían. Yrina, no dispuesta a este sacrificio, llegó a la idea de que las respuestas debían estar en ellos, mientras que Lázaro la apoyaba con la idea de que tenía que solucionarse entre humanos. La primera idea que se barajó fue que algunos de los Hermanos del Capítulo del Maestre Urnadir junto a Daiane Kneksdottir fuesen a apresar a Antonia y a Orion. Pero para luchar la Oscuridad contra la Oscuridad había que aceptar el martirio, a lo que Yrina seguía oponiéndose. Macarena fue quien sugirió que lo hiciese Lisandro Castillo como parte de su viaje de penitencia al servicio de la Inquisición, y debatiendo esa idea recordaron la gárgola del Emperador de los Soles Exhaustos. Si bien involucrar a Lisandro implicaba que se enterase la Inquisición, la idea de la gárgola les llevó a pensar que con su presencia, no necesitaban de la Oscuridad, sino un grupo de sagrados guerreros del capítulo de Theafana podrían reducir a los eskatónicos. Eso implicaba llevar a Bringilda Mustareuna, que no se separaba de la gárgola, pero parecía el mejor plan: luz y conocimiento para luchar contra la Oscuridad. Es hasta poético y he de reconocer que soy un caso perdido para historias bonitas como esta.

Mientras Theafana ponía eso en marcha, se reunieron de nuevo con el Maestre Ballinger para preparar el encuentro con el Patriarca. Era una misión sin duda peligrosa, no para sus vidas pues estas no corrían riesgo alguno, sino por las consecuencias que podía entrañar. El poder de la Iglesia llegaba hasta el último de los Mundos Conocidos, y con la ayuda de otros poderes podrían quitarle la capacidad de negocios a los Talebringer, podían conseguir que un Hazat fuese expulsado de su Casa bajo amenaza de excomunión, o tantas otras cosas. Pero con la virtud y la fe como guía, estaban convencidos de que el Pancreator iluminaría el camino. Eso si, como les recomendó el Maestre, deberían ser lo más colaborativos posibles si querían ir por la puerta frontal, pues las medidas de seguridad en el Vaticano se habían aumentado tras lo ocurrido en Grail. 

Con esa guía y los documentos adecuados, cruzaron la Plaza de Todos los Santos, que una vez había sido conocida como la de San Pedro aunque nadie recordase ya en aquellos tiempos quien había sido Pedro ni nada de lo que había hecho o dejado de hacer. Tanto se ha perdido de los tiempos pre-reflexivos... 

En cualquier caso, la conversación con la Prelada Marian Shing fue suave y perfecta, con las palabras adecuadas de un Lázaro que presentó el caso de por qué era relevante que se encontrasen con el Patriarca, siguiendo las órdenes del Gran Maestre Claudius. Tan acertadas fueron esas palabras que los trámites fueron extremadamente rápidos y ágiles, incluyendo las revisiones de seguridad donde, sin que nadie se diese cuenta, Astra logró colar una radio pequeña dividida en sus piezas separadas. Pero por buenas que fueran las explicaciones de Lázaro, antes de ver a Marcus Aurelius Palamon, Patriarca de la Iglesia Universal del Sol Celestial, deberían encontrarse con el Syneculla Sigmund Drual.

Este les recibió en su suntuoso despacho, mayor que muchos salones palaciegos, y tuvo una conversación honesta con ellos que le devolvieron el respeto y cortesía debida. El Patriarca no estaba prisionero, afirmó el Syneculla, y recibía muy ocasionalmente visitas en su retiro y meditación. Se interesó por los motivos que les llevaban al encuentro y se mostró partidario de que tuviesen éxito y facilitasen la tarea de reencuentro y unificación de la Iglesia. Pero con el astuto Syneculla siempre es difícil saber cuánta verdad y cuanta mentira hay en sus palabras. Lo que sin duda es cierto es que les deseó lo mejor y no se interpuso para nada en su encuentro. 

Así que encontraron a Palamon tomando el sol aquella mañana de diciembre en que toda la Iglesia estaba ocupada preparando la llegada del sagrado día de Dies Lamentum y el posterior Lux Splendor. El hombre, reducido a una sombra de si mismo por el dolor y la pérdida que impone el tiempo, era afable y tranquilo, y se interesaba por las cosas de los jóvenes y su fe. La presencia de música de su juventud proyectada por Astra y las dotes de curandera milagrosa de Yrina contribuyeron a su atención, mientras Lázaro le contaba del cisma de los Hermanos de Batalla. El Patriarca demostró no ser tanto un hombre encerrado en contra su voluntad, sino un hombre que pagaba el precio de sus decisiones, sabiendo que había sacrificado su libertad para garantizar que Aurora I pudiese llegar al Trono del Fénix con el respaldo de los fieles, sin una guerra entre sus partidarios y los seguidores de la Casa Real Li Halan. Un hombre que sabía que su tiempo se terminaba pues su cuerpo ya no respondía como antes, pero lo aceptaba con la tranquilidad de quien espera ascender al Empíreo durante el Retorno Luminoso. Uno que sabía que ahora era el tiempo de nuevos Patriarcas, y de los jóvenes para hacer con sus actos lo que considerasen pues su final se acercaba y sus energías estaban agotadas. Pero correspondía un último esfuerzo, como le convencieron, hablar con los delegados del Concilio de Grail y transmitir su posición como Patriarca en los asuntos de fe. Y habló, con su pasión y conocimiento, de la unión de los fieles en la Iglesia y en la creencia en el Pancreator, de solucionar las heridas con conversación como las familias cuando tienen problemas, y del reencuentro entre quienes tienen diferencias pero tienen más en común de lo que creen. 

Un esfuerzo que, sin embargó, dejó al anciano completamente agotado. De salida se presentaron para despedirse del Syneculla y Sigmund Drual se mostró comprensivo de nuevo, aunque sabía sin duda que habían colado la radio. Les deseó lo mejor de nuevo, mientras regresaban a los espacios de los Hermanos Rojos, a la espera de las noticias de lo ocurrido en Stigmata.


Y es que sobre el cielo de Stigmata, se habían cruzado las naves de los Hermanos de Batalla con la recién llegada Emperador de los Soles Exhaustos. Theafana había convencido a Seth de envirala y Bringilda Mustareuna estaba lista para la misión. Pues aunque pudiese haber tensiones entre los Hermanos y los vuldrok, el objetivo era más relevante pues la Oscuridad debía ser detenida. Sus lanzaderas descendieron sobre los bosques donde el Huevo del Mundo estaba siendo corrompido por los rituales antinómicos de Antonia de Cádiz. No se puede decir que hubiese una batalla, con la presencia de la gárgola, Orion y Antonia no eran rivales para una escuadra de Hermanos de Batalla con sus dones teúrgicos y su entrenamiento en combate probado en cientos de luchas a muerte. Y como estaba planeado, ambos fueron reducidos y detenidos, pues serían interrogados posteriormente a bordo de la nave insignia de los Talebringer.

Con el ritual interrumpido y esas noticias en su haber, el resto de la tarde fue tranquila en Urth. Pero esa noche Lázaro se llevó a Astra a un paseo bajo las estrellas en el Río Tiber. Allí, de una forma muy poco romántica y prácticamente salido de la nada para una gremial que era la única que no sabía lo que llevaba tiempo pasando, Lázaro declaró su amor a la joven. Y ella, de una forma muy racional y científica como era ella, le dijo que tenía que seguir el método para saber qué sentía y pensaba sobre ello, que ya le diría en el futuro cuando supiese. Parece mentira que un momento estén buscando la paz entre las estrellas y al siguiente sean como dos adolescentes primerizos en las cuestiones del amor, pero esa es la naturaleza contradictoria de los humanos supongo. 

Descansaron esa noche, entre algunas chanzas del resto del grupo cuando se enteraron de lo ocurrido, y al día siguiente partieron hacia Cairo. Allí, buscarían a los embajadores de la Casa Real Al-Malik en Urth para conseguir su ayuda: la siguiente misión, solucionar el hambre en Sutek a base de conseguir acceso a los alimentos que los Ukar habían aprendido a cultivar y cuidar bajo tierra en Kordeth. Pero el planeta, bajo control de los Al-Malik y de la Liga Comercial tenía acceso restringido y, cómo señalaron el matrimonio de embajadores, conseguir apoyos significaba ganarse enemigos. De un lado el Duque de Criticorum, protector de herejes y con conflictos con la Inquisición pero también el más poderoso de los señores Al-Malik, y del otro el Duque de Istakhr, quien debería ser el Príncipe pero había perdido esa consideración debido a los movimientos políticos y alianzas que habían sentado a Aurora en el trono. Los embajadores estuvieron encantados de ayudar a que entrasen en contacto con Fa'adim Anuch, Duque de Criticorum y Príncipe de la Casa Al-Malik, pues Lázaro en el pasado había ayudado a que su familia solucionase sus problemas. Pero en Criticorum tendrían que lidiar con las intrigas de los Al-Malik pero, también, con las de la Liga Comercial pues el Muster era el gremio principal de Kordeth y desde hacía años llevaba endeudado con los Reeves y enfrentado a los Talebringers.

Quizás fuese casualidad, quizás fuese una señal, que dos semanas después, cuando llegaron a Criticorum en una nave de cierto lujo, lo hiciesen en plena y solemne celebración de Dies Lamentum... el día en que se medita y se reza, se reflexiona y se piensa, pues es el aniversario de la muerte del Profeta en la puerta de salto del espacio Vau.

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