Edad del Fuego 19: No adorarás a falsos ídolos

 

Abandonar Criticorum para viajar a Kordeth les llevaría en un viaje en el espacio, pero también en el tiempo a su manera, hasta los orígenes de la civilización ukari. Antes de que los humanos abandonasen las cavernas, sus leyendas hablan de los dioses que caminaban entre ellos, y sus choques entre los dioses liberadores y los dioses mentirosos. Cómo ese conflicto dividiría a la civilización Ur entre los obun y los ukar, y estos acabarían en Kordeth no como castigo como dicen los mentirosos, sino para templarles y ponerles a prueba hasta que los dioses regresasen. Pruebas que les endurecieron y les llevaron a conquistar las estrellas hasta que encontraron a los humanos que, por el poder de las armas y la demografía, terminaron aniquilando, sometiendo y esclavizando a ese pueblo... no sin la ayuda de los obun. Una historia de siglos de explotación y abusos a manos de gobiernos y corporaciones, pero también de la creciente libertad y respeto de tiempos de la Segunda República y cómo los ukar fueron de sus últimos grandes defensores. Y del milenio de oscuridad y abuso posterior, de la sumisión a la Casa Al-Malik y el dominio de la Liga Comercial, de los abusos del Muster y la pérdida de identidad y cultura. Y del momento, ahora, de decir basta. Se ve que, aunque a distinta escala, no soy el único que se plantea hasta cuándo se puede soportar una situación terrible.

Pero antes de llegar al infernal planeta, el carguero charioteer que les transportaba les alojó durante el más sagrado de los días del calendario imperial, Lux Splendor, en que se celebra los regalos que la muerte del Profeta trajo para toda la humanidad. Una macabra celebración en su significado profundo si se me pregunta a mi, pero que a los habitantes de los Mundos Conocidos les encanta, por mucho que sea un cambio sobre tradiciones mucho más poderosas y antiguas. Y en esa bodega se intercambiaron regalos, desde armaduras a libros en blanco, poemas con significado a chapitas mal hechas, cuchillos y puros. Cada uno de ellos, un pequeño gesto de la amistad y camaradería que se había formado en aquel dispar grupo a lo largo de los meses de viajes y experiencias compartidas, que no iban a detenerse con la inminente llegada del nuevo año. 

Ahora si, en Kordeth encontraron un mundo prácticamente inhabitable, un castigo físico que orbitaba su estrella furiosa. Columnas de humo se alzaban desde centenares de volcanes alzando cenizas y azufre a los cielos, de los cuales llovían venenos y ácidos. Y las pocas ciudades de la superficie se escondían bajo antiguas cúpulas, como la capital Vis, construida por los humanos después de la conquista de los ukar, en el extremo opuesto al centro religioso ukari en Darargin. Una ciudad masiva, empobrecida y brutal en su arquitectura, donde lo raro era encontrar humanos entre los ojos negros y las escarificaciones rituales de los clanes de los Ur Ukar. Consolidar los planes de negocio con la mayoría de gremios de la Liga no fue problema, venían pre-aprobados desde Criticorum, lo complicado, como esperaban, sería el encuentro con el Decano El Tronido, del Muster, poco menos que el gobernador planetario de facto ya que no de iure, que diría un Reeves.

Y es que el masivo hombre era un problema andante. Su odio por los alienígenas, ya esperado, rápidamente le llevaron a chocar con Yrina. Su desprecio por quienes se sentían más o pretendían serlo le llevó a insultar y meterse con la "princesita" Astra. Su desdén hacia el poder y la jerarquía, con la nobleza en especial, le llevó a intercambiar amenazas con Macarena hasta que esta le puso en su sitio firmemente. Incluso el apacible y tranquilo Lázaro se encontró en el extremo opuesto de su ira cuando su desencanto por el gremial fue interpretado por aquel como soberbia y superioridad. Y es que El Tronido era un problema para muchos, por su personalidad difícil, su necedad obvia, su odio como forma de enmascarar su debilidad e inseguridad. Expulsado a Kordeth como castigo por su brutalidad contra un obun en tierras Hawkwood, había caído en un "ascenso" del que no podía huir, y negociar con él fue poco menos que imposible. Cada buen argumento de Astra respondido con el desinterés de un mercenario que no le preocupa el bienestar de su gremio, cada vez que Macarena le ponía en su sitio solo ganando un poco de tiempo hasta su siguiente insulto o exabrupto. Hasta Lázaro tuvo que abandonar la sala para no acabar empeorando la situación en aquel museo de armas en el que el Encadenador les había recibido.

La situación se volvió tan insostenible que acabó transformada en una confrontación violenta. Pero Macarena y Astra consiguieron que se construyese como una apuesta: un combate a muerte entre Yrina y El Tronido por el futuro negocio o el abandono de aquel lugar. Y el odio por los alienígenas y su falsa seguridad hicieron que el mercenario cayese en la trampa de lleno, siendo inmovilizado por los poderes psíquicos de la Hermana de Batalla que le arrebató su mazo ukar y le aplastó la cabeza con el mismo, partiendo dientes y huesos y forzando el escudo al descanso de tamaño impacto. Pero aún vencido, El Tronido siguió buscando otras armas para seguir luchando hasta que la guerrera sagrada lo hizo caer inconsciente, único momento en que los insultos dejaron de salir de su boca. El combate, sin embargo, abría una nueva y complicada puerta, ¿cómo gestionar la situación? Porque por odioso que fuera, aquel hombre era el más importante de los miembros de la Liga en Kordeth, y un Decano del Muster además. Tenía aliados y recursos, hombres curtidos en batalla a su mando e influencia en su gremio. 

Astra fue la que consiguió una respuesta, conectando con "el viejo" Janizary Halostro en Leagueheim. El Guildmeister escuchó sus palabras con atención, intercalando sus propias batallitas de su tiempo en Stigmata o de sus encuentros con Seth y tantas otras historias que al mercenario le gustaba contar. Pero no ocultó en ningún momento su desprecio por El Tronido, a quien consideraba un problema dentro de su gremio. Y también una buena oportunidad de negocio, pues el avezado era cortesano experto, no en vano había sido Consejero Imperial durante años de Alexius I, y necesitaba recursos si quería que su gremio se librase algún día de la deuda contraída con los Caras Grises, especialmente ahora que los problemas de Iver podían descarrilar al gremio de banqueros. Así que por las buenas opciones de negocio, y un estipendio o multa similar al rescate de un alto noble, estuvo dispuesto a dejar que hicieran lo que quisieran con El Tronido. Huelga decir, que este no estaba nada de acuerdo, pero poco podía convencer a nadie de que no lo entregasen a los ukar para formar alianzas y negocios. Especialmente porque, como vieron al abandonar la torre del gremio, incluso sus propios hombres y seguidores parecían más aliviados de su desaparición que preocupados por la misma, pues sus desmanes y odios los habían sufrido demasiadas veces a lo largo de los años.

Así que tomaron unas bestias locales y, con un guía, abandonaron la ciudad de Vis y se adentraron en las profundidades subterráneas donde la verdadera vida de Kordeth se movía. El objetivo: encontrar a los clanes rebeldes y ofrecerles al brutal gremial como un regalo, quizás en intercambio por su suavización o para obtener una gárgola o acceso a las antiguas ruinas de las profundidades del planeta. 

Sopeth Naga, las Cuevas Entrelazadas, les recibieron con sus colores y formas extrañas y redondeadas, donde el galisp era esculpido por los locales para formar muebles y edificios, decoraciones y plazas. Decenas de clanes compartían los túneles y sus ciudades, cada uno con sus distintas escarificaciones rituales e historias, pero aquel todavía era territorio de los Clanes Aliados y, en especial, del poderoso Clan Borduk. Pero ellos querían adentrarse en las profundidades de los niveles inferiores, en busca de los exiliados y rebeldes, y para eso debían encontrar una guía entre las aventureras y las locas que abandonaban la seguridad de los niveles altos y se adentraban en los peligrosos túneles debajo de ellos. Vanera va Borduk sería su guía, con un buen pago.

Fue en el camino que se cruzaron con una vieja ukar, cubierta de escarificaciones baa'mon, que Vanera les indicó que era una shaman, una guía espiritual, una sacerdotisa... pero, sobretodo, una charlatana entrometida. La anciana les preguntó sobre distintos temas de su misión y les advirtió de los peligros que enfrentaban aquellos que descendían a las tierras de los rebeldes, campos de pruebas de los antiguos dioses y las bestias que habían dejado detrás de ello. Y es innegable que a la anciana le gustaron de forma poco decorosa las atractivas formas del joven Lázaro, que la convenció para que les acompañase en ese viaje.

Aunque, en realidad, no llegarían muy lejos, pues abandonar Sopeth Naga y sus miles de kilómetros de túneles y ciudades requiere pasar por los puntos de control de los Clanes Aliados, que buscan mantener fuera a los exiliados. Hablando con ellos pareció buena idea ir a visitar al Duque Torquil oj Borduk, oficialmente el gobernador del planeta y líder de su Clan, pero en realidad el agente de los gremios y los Al-Malik. Alguien a quien muchos ukar consideraban un traidor a su manera, por abandonar las tradiciones y religiones de su gente para venderse y aceptar las de los humanos en su lugar.

Y eso fue lo que encontraron en su modesto palacio, pues Torquil era un hombre tranquilo, habituado a la corte y etiqueta imperial, cuyo comportamiento era digno de muchos nobles humanos en lugar de un alienígena. A diferencia de la fuerza de sus predecesores, este se esforzaba en las labores de la diplomacia y en buscar un equilibrio, siempre con la espada de Damocles sobre él de que los humanos tomasen represalias contra su pueblo. Y esto fue lo que preocupaba al dirigente cuando le ofrecieron al Tronido para que hiciese como gustase, pero aceptarlo sería cometer un crimen que recibiría la venganza imperial, rechazarlo sería una debilidad que mostraría su incapacidad de lidiar con los problemas de su gente. Un pueblo que le daba la espalda pero por el cual él se preocupaba sinceramente, incapaz de ver una salida al dilema que le ofrecían como regalo involuntariamente envenenado. Porque, con sus acciones, pese a la buena intención, el grupo mostraba su desconocimiento de los complicados equilibrios entre los clanes ukari y el Imperio y la tendencia de este a tomarse la justicia, o la venganza, en la más extrema de sus formas. Pues Kordeth se encontraba lejos de la protección imperial al trato con los alienígenas, sometido al dominio de los Encadenadores que exportaban esclavos y soldados de sus túneles. Al final, fue Astra la que consiguió una historia que permitía que todas las partes pudieran mantener su fachada y sus historias, a la vez que mantenía el negocio que les había traído al planeta vivo y bien.

Así que con eso descendieron de nuevo bajo tierra, con una carta del Duque que les permitiría pasar los controles y entregar a El Tronido a los rebeldes y terroristas, quizás para conseguir una tregua y un entendimiento. Contrataron de nuevo a Vanera y abandonaron los túneles seguros de Sopeth Naga para adentrarse en los más oscuros y peligrosos de Natar Worglin, las Cavernas sin Fin. Las miradas de ukar ocultos en las sombras les seguían en su avance, igual que extrañas y grotescas criaturas eran entrevistas en los túneles de las profundidades. Y esa misma primera noche fueron atacados durante la guardia de Cornelius por una monstruosidad carroñera que quería su comida, cuya carne fue hendida por la espada de Macarena tanto por su propia mano como por los poderes de Yrina, y su venenosa sangre fue derramada cuando la criatura recibió muerte. El primero de los encuentros e infortunios de las profundidades de Kordeth que les acompañarían los siguientes días camino de las profunidades olvidadas del lejano Akta Natlin, los Laberintos sin Sol, donde una vez caminaron los terribles dioses de los ukar y ahora permanecen sus extraños y portentosos legados, vivos y terribles.

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