En Alas de Ángeles: segunda parte (EF = 19)


El impulso que lleva a los humanos a buscar qué hay detrás de la colina, qué esconden los mares más allá del horizonte, y otras similares es tan innato a ellos como el respirar. Fruto de ello fueron los mapas, llenos de zonas con dragones y monstruos dibujados allá donde los límites de lo conocido tentaban a los aventureros y exploradores. La curiosidad de saber, la ambición de ver y estar en sitios donde nadie ha estado antes, la esperanza de ganar gloria y fama... todos ellos han llevado a la humanidad, una y otra vez, a romper sus propios límites e ir más allá, desde los monos a las estrellas. Y esa llamada de lo desconocido resonaba en los oídos de todos en la forma de las palabras del ocularum:

-No se lo que es, mi señora, es extraño pero... parece humano.-

Durante los días siguientes se usaron los telecopios y sensores del observatorio para tratar de identificar el origen de la extraña señal. Y allí estaba finalmente, en el centro de la lente, diminuta en comparación con el inmenso vacío del fondo. Pero, pese a ello, innegablemente real, aquella nave humana tan distinta a cualquier otra que la humanidad hubiese fabricado según el conocimiento de los presentes. Su toro central rotaba lentamente para, como identificó el Ingeniero Grigory, generar gravedad artificial, no como las naves imperiales y sus placas de empuje; y toda su superficie estaba cubierta por multitud de pequeños emplazamientos de armas, demasiado débiles para causar daño real en batalla, que mostraban a su manera que aquella nave no poseía escudos. Más extraño que todo ello era su tamaño, pues aunque en la distancia y sin referencia pareciese enana, aquel navío debía tener un tamaño colosal, como el de una luna o algo por el estilo.

Así que la capitana Maeve reunió a todos sus oficiales de nuevo en la sala de reuniones para decidir qué hacer con aquella información. Las dos semanas transcurridas desde la recepción de la primera señal habían ido confirmando los perfiles captados por el observatorio, los motores apagados de la otra nave, su avance rápido por el vacío desde el fondo del universo, lejos de ambos soles de Gwynneth. Dos rutas existían, una desviarse de la misión a la estrella azul para ir al encuentro de la nave, retrasando con ello la misión original en varios meses y corriendo riesgos desconocidos; la otra, ignorar a la nave y continuar en su ruta inicial con su misión tal y como era. Eventualmente, como confirmaron los cálculos de la navigator Andreina, la otra nave también entraría en la órbita de la estrella azul, con meses de retraso. Pero fueron las palabras del contramaestre Jonathan las que pusieron todo en marcha, al decidir que la mejor aproximación sería tratar de comunicarse de vuelta con la otra nave antes de tomar la decisión.

Un problema extraño y complicado para el Ingeniero Grigory y el documentalista Elías, que demostró una cantidad de conocimientos tecnológicos inesperados para muchos. En el centro de todo el dilema estaba desentrañar la señal y su ciclo breve y repetitivo. Fueron días de trabajo en modulaciones y procesados hasta que lentamente fue saliendo una imagen de lo que ocurría: era un mensaje sin duda pero los ordenadores de la Brave New World y sus espíritus máquina eran incapaces de hablar el mismo idioma que los de la otra nave. Días de trabajo en las secciones de ingeniería fueron arrojando trozos de código, identificando sistemas y redundancias, desentrañando el mensaje lenta y laboriosamente. Era un código muy modificado pero muy antiguo, que no se usaba desde tiempos de la Diáspora, tantos milenios atrás. Y el mensaje, repetitivo, era breve y conciso: 

-Aquí la capitana Greta Schmidt de la G.E.R. Angelwings a la extraña nave que identificamos en el espacio... ¿es humana?-

Eso era lo que significaban las palabras, traducidas de un arcaico común, incomprensible para muchos. Así que las miradas de extrañeza, de nuevo en la sala de reuniones, no se hicieron faltar. El problema inicial estaba resuelto y se podía establecer una complicada comunicación con la otra nave. Una comunicación que a lo largo de los siguientes días, debido a los retrasos de las señales, daría lentamente una imagen imposible pero innegable, llena de malentendidos. Discusiones sobre la creencia en el Profeta y sus enseñanzas, sugeridas por Jonathan, revelaron un extraño culto de la ascensión por medio de la tecnología y la trascendencia de los límites de la humanidad. Preguntas sobre su origen y destino hablaron de la Gran República, la primera, de la vieja Tierra y aquellas inmensas naves generacionales que, según olvidadas historias rescatadas por Elías, contaban que abandonaron el sistema con destino a las estrellas pocos años antes de que se encontrase la puerta de salto. Naves como aquella, que no comprendían cómo podían otros humanos habérseles adelantado, pero que sin duda pertenecían a otro tiempo y otra forma de hacer las cosas, un tiempo de leyendas y extrañezas que se sumarían a las locuras y demencias que hubiesen vivido en su largo viaje de milenios por las profundidades del espacio, lejos de la luz del Pancreator.

Y de nuevo, por última y clara ocasión, se reunieron en la sala de oficiales donde discutir la situación y el futuro, si ir al encuentro de la nave o en busca del planeta. Las opiniones estaban divididas, Grigory no creía que fuera buena idea el gasto de tiempo y recursos que suponía ir en busca de la Angelwings, mientras que Jonathan era más reacio y se mostraba partidario de cumplir la misión original e intercambiar solo información con la otra nave. Por el contrario, los conocimientos de tecnología y navegación que podía atesorar aquella nave imposible llamaban con su canto de sirena a Andreina, mientras que Elías, que ya consideraba que no volvería vivo de la expedición, consideraba que aquella podía ser una forma de muerte gloriosa documentando un imposible. Y, al final, fue la capitana Maeve la que decidiría ir al encuentro de la otra nave, había estado deseando que la convenciesen de que la antigua llamada de lo desconocido era mala idea, pero los argumentos no habían sido suficientemente convincentes y el viejo canto de las tierras de dragones había ganado.

Así que la Brave New World maniobró dándose la vuelta en una operación que la flota imperial raramente acometía ya, para comenzar a decelerar y corregir su ruta, buscando el encuentro con la Angelwings. Y durante semanas, ambas naves estuvieron cada vez más cerca, hasta que cosas como los impactos de micrometeoritos fueron claramente visibles en el exterior de la masiva nave y sus milenios de arreglos y reparaciones. Al frente de la cual, un ángel de oro de una veintena de metros de largo, anunciaba silenciosamente su llegada con su bruñida trompeta. Pero quien les recibiría en la entrada no sería un ángel como aquel, sino un antiguo golem, primera de las respuestas y misterios que ocultaba aquella nave fantasma, hija de otros tiempos y otros mundos.

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