En Alas de Ángeles: tercera parte (EF = 20)

La Brave New World y la Angelwings danzaban en el espacio, abrazadas con sus puentes de conexión, una unión y un baile tan antiguos e íntimos como la invención del viaje espacial. Un encuentro a través del espacio, pero también del tiempo, pues una era una nave prototipo imperial, la otra una nave generacional de una República cuyo colapso había ocurrido milenios atrás. El golem les guió por los pasillos sin gravedad, dejando ver la inmensa ciudad que ocupaba el interior del cilindro, sus edificios alzándose hacia su centro y rotando con el tambor, sus campos siendo segados y sus fábricas produciendo bienes. Cientos de miles de habitantes confinados generación tras generación a aquel navío que atravesaba la oscuridad con destino a la segunda estrella de Gwynneth.

La conversación en el puente fue extraña, fruto de dos culturas que no se entienden del todo pero que se creen con la razón. El mejor ejemplo fue el comienzo mismo, cuando la capitana Hawkwood hizo una reverencia como saludo mientras que la capitana Ascensionista estiraba la mano para estrechársela. Ninguna lo hizo por mal, solo eran sus costumbres diferentes y extrañas, como lo eran las palabras de Greta Schmidt, que parecían sacadas de otro tiempo, casi de la prehistoria.

Habían abandonado Earth casi tres mil años atrás, una minoría religiosa buscando un lugar donde poder vivir en paz, entre la competencia desbocada de las grandes zaibatsu de la Primera República... la Gran República para aquella gente atrapada en la Angelwings en un viaje que había llevado infinidad de generaciones para atravesar el vacío entre las estrellas. Una travesía de progreso científico siguiendo sendas distintas a las que habían recorrido los Mundos Conocidos, sin los puntos de acelerón fruto de los conflictos, ni los retrasos de las edades oscuras. Pues para la gente de aquella nave, los imperiales vivían en un tiempo de supersticiones y leyendas de abuelas sobre demonios, milagros y nobles. Historias del pasado, de una edad media largo tiempo superada.

Pero para los imperiales el encuentro no era más cómodo, pues a sus ojos eran los republicanos quienes venían de un tiempo de tecnología corrupta y desbocada, de ideales de democracia y votaciones que se alejaban del designio de lo divino, de un momento en que ni siquiera se conocía el mensaje del Profeta. Y cada palabra de los anfitriones era una herejía, una abominación, una tergiversación científica de las verdades innegables del mundo. Aunque los conflictos reinaron con fuerza, Jonathan consiguió mantener los ánimos en busca de un encuentro y un diálogo, abiertos pese a las diferencias. Y 

Quizás otro de los choques más relevantes era en el entendimiento del espacio. Para los imperiales, como mostró la navigator Andreina, los Mundos eran sistemas conectados por puertas en una red de nodos entrecruzados. Para Greta y su gente, eran vastos espacios de coordenadas con Earth en el centro, orbitando lentamente en una gigantesca Vía Láctea de la cual habían recorrido una ínfima parte en esos tres mil años, hasta llegar a Gwynneth. Pero entendían la correlación espacial entre ese sistema y el sistema natal de la humanidad, allá donde los Charioteer conocían infinidad de mundos pero habían olvidado las lecciones de la astronomía.

Y su tecnología, ante los exámenes del Ingeniero Grigory, mostró señales de avances desconocidos en el Imperio, pero también de atrasos graves. Su propia herramienta inteligente, un ápice del diseño de la Segunda República, fue incapaz de reconocer los puertos y sistemas de la antigua nave generacional, siendo incapaz de adaptarse a los mismos para desempeñar sus funciones. Pero eso no negaba la increíble cantidad de conocimientos extraños y esotéricos que aquella gente atesoraba.

Fue durante el recorrido de la ciudad, hablando con sus lugareños hospitalarios y agradables, que vieron la prevalencia de los implantes en todos sus cuerpos. Las efigies de ángeles mecánicos ofreciendo regalos de cables mientras volaban con sus alas de acero. Y su templo, más un laboratorio científico y una clínica de cybertecnología que ninguna clase de lugar sagrado. Fueron las palabras del documentalista Elías las que llevaron a que uno de los sacerdotes, el Padre Silvio, accediese a quedarse entre los paganos, después de una conversación en una tienda en torno a cámaras fotográficas, la ausencia de criminalidad en la nave, el servicio a un bien mayor.

Cuando regresaron a la Brave New World y esta comenzó a desatracar con respecto a la Angelwings que la capitana Maeve Dugall reunió a sus oficiales de nuevo para tomar la decisión más importante de su vida: entre el honor de cumplir con sus señores e informar de todo lo descubierto por extraño que fuese, o callar para evitar que las extrañas enseñanzas de aquellas gentes de otro tiempo pudiesen desatar guerras de religión y conflictos en todo el Imperio. Jonathan fue el más vocal a favor de cumplir con el honor para con los superiores, así sería de ellos la responsabilidad de lo que ocurriese, mientras Grigory el más reticente pues no quería que todos acabasen muertos por aquella decisión. Y mientras Andreina se mostraba dividida, las decididas palabras de Elias terminaron por decantar la decisión a favor de informar. Al fin y al cabo, ¿qué, sino, iba a decir un Vocero del Pueblo?

De ese modo, mientras ambas naves se separaban para continuar recorriendo el recorrido juntas hacia el mundo en órbita de Gwynneth, la infección se había comenzado a esparcir. Entre los republicanos, expuestos a las ideas de los imperiales y su religión, reuniéndose con una humanidad que había continuado su camino mientras ellos permanecían tres mil años exiliados. Pero también entre los Mundos Conocidos del Imperio, donde nobles ambicionarían esas naves, gremiales querrían esas tecnologías, y clérigos buscarían acabar y convertir a aquellos herejes. Pues esas son las rutas en las que nos lleva el vuelo sobre las alas de los ángeles, en aquellos tiempos de fe, fuego y conflicto.

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