Tiempo de Anatemas 31: El Alto Precio del Alba

Huellas Olvidadas, el primer aliado, el primer guía y mentor, había muerto. Siempre en el fondo de la imagen, invisible, paciente, esperanzado en la capacidad de los solares de restaurar la Creación. Y su muerte inició una cadena de eventos que permitiría que ciertas normas se rompiesen y ciertos secretos saliesen a la luz. Pues desde los cinco polos, enviados de los Círculos llegaron a su isla que llevaba aislada del resto de la Creación desde siglos antes y, con ello, obligó a los Exaltados Siderales a salir de su refugio. 

En la torre llena de peces y acuarios que era la manse de Huellas Olvidadas, los solares se repartieron la investigación en torno a lo ocurrido. Unos permanecieron en la centralita, buscando pistas entre salones de comidas apenas tocadas y librerías donde faltaban libros. Otros fueron a buscar a Garza del Estanque Tranquilo, la exaltada de la Serenidad, a indagar entre cisnes y palabras su conocimiento de lo ocurrido. Otros fueron con Susurro del Alma, cuyas verdades requerían de pruebas de aprendizaje y madurez y casi acabaron en la violencia desatada para quienes desafían a un hijo de los Finales. Otros buscaron a Cofre de la Remembranza, cuyos silencios a menudo eran más elocuentes que sus palabras, pues muchos velos rodean a las elegidas de los Secretos. Y los últimos lidiaron con las confrontaciones y la ira, las pruebas y luchas, de Puño de la Estrella del Norte, el exaltado de las Batallas. Pues los hijos de las constelaciones, guardaban sus secretos con cuidado, cerca de sus pechos, protegiéndose unos a otros por voluntad, y también forzados por pactos tan antiguos como el tiempo mismo. 

¿Fue acaso el veneno el arma del crimen, o lo fue la hechicería? ¿Ocurrió la muerte en el laboratorio o acaso fue en el observatorio? Los pasos de los sospechosos los situaban a todos en la manse en distintos momentos, y todos con diferentes razones para haberlo cometido. Como en un siniestro juego de misterio y secretos susurrados, las mentiras y verdades se entrelazaban entre las protecciones que unos se brindaban a otros, las sospechas cruzadas, las cosas nunca descubiertas. Como el hecho de que, en su tiempo de investigación, los solares nunca llegaron a encontrar el cadáver de Huellas Olvidadas para poder examinarlo y esclarecer los hechos.

Pero el tiempo, regido por las máquinas del sideral de los Viajes, contaba hacia abajo. Y cuando el momento llegó, todos se encontraron en la sala de portales, desde el que tantas veces Huellas Olvidadas había salido en busca de información, aquí y allá, que poder llevar a su radio. Allí, mientras el correr de las arenas seguía desgranando los minutos y los segundos, los solares se vieron arrobados del poder que les pertenecía por derecho, no en vano ellos eran los Traedores de Justicia.

Las pruebas obtenidas, sin embargo, eran circunstanciales. Los testimonios, contradictorios. Las verdades, incompletas y elusivas. Y pese al último interrogatorio, las cosas no estaban tan claras como algunos querían. Algunos se recusaron del juicio, otros abogaron por ciertos culpables, otros por culparlos a todos. Fue esta última senda la que finalmente fue adoptada pues, si bien solo uno de los presentes era culpable del asesinato, todos lo eran de encubrir lo ocurrido y obstruir el proceso de que se hiciese justicia. La sentencia, para todos, fue cumplir con la tarea que Huellas Olvidadas había dejado incompleta y colaborar con los solares, pese a que no estuviesen de acuerdo. 

Y mientras un nuevo portal se abría en el centro de la sala de portales, mientras los solares abandonaban este mundo, se producía un pequeño milagro. Pues si Huellas Olvidadas no podía revelar ciertas verdades en vida por los sellos que las guardaba, podía emplear su muerte para darle la oportunidad a los solares de descubrir esas verdades por si mismos. Por su lado, con una última despedida, tres de los siderales perdían su vida bajo el destino de las estrellas, sentenciados inadvertidamente por los solares  a muerte por su incapacidad de romper los antiguos pactos que les ataban en el presente. De un círculo completo, solo Puño de la Estrella del Norte permaneció con vida.

Pero las puertas de Yu-shan les deparaban secretos y misterios, no todos deseables. Pues lo primero e innegable que los solares descubrieron era que el glorioso centro del universo se encontraba en indudable decadencia. La corrupción permeaba ministerios y oficinas, donde dioses conspiraban por ascensos y posiciones, entre papeleo y documentos oficiales. El primero de los cuales era una citación a juicio contra cada círculo por incumplir las leyes de los cielos que, entre otras cosas, prohibían la presencia de solares en la ciudad de la divinidad.

Hablar de los cinco juicios es narrar la injusticia, el abuso de poder, el tráfico de influencias. Pues tales eran los dominios de algunos de los jueces, y suyos eran los veredictos. Los círculos montaron sus defensas contra crímenes muy variados, desde la apropiación de recursos divinos a la colaboración con dioses exiliados, desde impedir el trabajo de funcionarios divinos a corromper a esos funcionarios o suplantarlos. Acusaciones maliciosas que retorcían lo ocurrido bajo el deformado prisma de Yu Shan. Casos defendidos por los acusados y sus abogados, contra las palabras de infames jueces como el Dios del Sacrificio Humano o el de los Sobornos. Una pantomima de destinos sellados.

Pero mientras los juicios discurrían, los otros solares recorrían las calles de la ciudad divina, encontrando oportunidades para obtener preciadas monedas de esencia divina y escuchar rumores. Pues los dioses, en su reflejo de la Creación, se encontraban divididos entre conflictos entre los ascensos de unos y las caídas de otros. Y en sus ministerios y mercados, en sus oficinas y calles, los rumores y señales portentosas de esas informaciones llegaban a quienes podrían hacer algo al respecto.

Quizás lo peor que pudo hacer Yu-shan fue sentenciarlos, pero los dioses no pueden hacer otra cosa que lo que son. Y eso abrió las puertas de la ciudad a los solares, que se apropiaron con sus herramientas de información vital pero, sobretodo, de oportunidades. Algunos fueron a los Registros Celestiales, a infiltrarse sin ser descubiertos en busca de los documentos de los juicios, inutilizando la falsa justicia de los cielos con su astucia. Otros viajaron al Departamento de Asuntos Celestiales, donde la competencia entre dioses permitía jugar con la fe para debilitar al terrible Destructor de Ciudades y colocar en su lugar una creciente Diosa de la Bondad. Finalmente, los otros buscaron la confrontación con los corruptos dioses del Departamento de Asuntos Humanos Universales, donde entre otras cosas consiguieron que el Dios del Sacrificio Humano se sacrificase a si mismo. 

Y cada una de las informaciones obtenidas, desde el pasado a las sendas del futuro, cada pequeño o gran cambio ejercido, caía sobre la Creación. Pues lo que en uno de los lados ocurre afecta profundamente al otro, y al revés, de modo que la transgresión de los solares en la ciudad de los dioses comenzó a pavimentar el sendero a un mundo mejor. Y a mostrar un enemigo nuevo, un problema a resolver, pues no se pueden arreglar las cuestiones en la tierra sin afrontar los desajustes en los cielos. 

Con ello, su tiempo entre los dioses llegó a su final, y regresaron cambiados a la manse de Huellas Olvidadas. Allí, la radio fue legada a Puño de la Estrella del Norte, y de nuevo sus caminos se separaron. No sin antes consolidar nuevas alianzas y entendimientos, nuevos lazos y conexiones, pues como hicieran otrora, pese al tiempo que requería, los solares habían decidido en los asuntos conjuntos de forma conjunta. Y eso, si Huellas Olvidadas lo hubiese podido ver, le habría alegrado el corazón.

Pero esa es la naturaleza del alba, siempre exige un precio para su llegada. El sacrificio de un amigo, un aliado. Y también los sacrificios de amores y compañeros, de lugares en el mundo y hogares, de sueños y lugares en el mundo. Todo ello para iniciar la hoguera que pudiera traer el atardecer a la Edad del Pesar que sumía a la Creación, una llama donde las armas y las palabras, la hechicería y los aliados, dictaminarían el futuro del mundo en el conflicto. Donde los sueños y esperanzas de Huellas Olvidadas en que los solares podrían restaurar la Creación a su gloria pasada serían confrontadas con los temores de sus compañeros de círculo, incapaces de ver a los solares como capaces de tal gesta.

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