Seven 1: Hurting is Never the End

Estar rodeado de gente, incluso en un avión tan estrecho, es un alivio al lado del rígido protocolo inglés del que tratas de escapar. A tu alrededor, los pasajeros se retuercen nerviosos, mientras los sonidos clásicos del aterrizaje comienzan a abrirse paso entre el de la marabunta de conversaciones inconexas de la cabina. Sólo está opacado por el sonido de sus corazones, que resuenan en el oído de tu condición de neonato como una extraña mezcla entre condena y bienvenida.

El intenso rugido del avión interrumpe tus pensamientos. Parece amenazar con ensordecer tus oídos, si no fuese porque algo tan vano no podría siquiera rozar la más hundida sima de tu perfección inmortal. No, el sonido no va a ensordecerte, y cuando el avión aterriza en la pista noctura, y las luces de fuera comienzan a organizarse para permitir tu bajada, queda claro que ese es posiblemente el menor de los peligros.

Las enseñanzas, rápidas y probablemente no demasiado profundizadas de tu (mal que te pese) sire resuenan en tu cabeza cuando te levantas del asiento. A veces, es difícil de olvidar. El extraño silencio, la quietud de la muerte. Ese estado de frágil equilibrio, entre la más absoluta apatía y el caos más repentino, que apenas te has habituado a sobrellevar antes de decidir alejarte lo máximo posible de allí.

De ella, claro.

Ignorando el escalofrío que es capaz de provocar esa mera imagen, caminas por el suelo enmoquetado del avión hasta salir por la puerta delantera. El aire revuelve tu pelo pajizo, colándose por las solapas de tu ropa informal.

Cuando llegas al abarrotado pasillo de llegadas, una sola figura parece esperarte allí. Una joven, no mayor de 25 años, parece buscar nerviosamente entre la multitud. Cuando te ve, te sonríe ampliamente. Es rubia, con su pelo liso descendiendo en cataratas por sus hombros. Sus ojos, verdes, te observan con animada amabilidad. Su cuerpo, de curvas elegantes pero generosas, está cubierto con un vestido de corte serio color negro. Cuando llegas a su lado, te tiende la mano educadamente. No necesitas acercarte más para escuchar el latido regular y característico de un ser vivo surgir de su pecho.

- Mi nombre es Irene, señor Frei- Aun con un encantador acento, la joven habla inglés fluido. Habla muy bajo, lo suficiente como para que nadie pudiera escucharos, si no fuese por tus sobredesarrollados sentidos - Bienvenido a Alicante. Soy la enviada de parte del príncipe y la primogénita, y me encargaré de acomodarle en la ciudad.

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Cuando Gibson había escrito que el cielo era del color del televisor sintonizado en el canal neutro, bien podría haber estado describiendo el de aquella noche del otro lado de la ventanilla. Claro que el había revolucionado la literatura y yo jamás podría ya. Prohibido, vedado, aislado de quien siempre he sido.

Al menos ahora, lejos de ella, podía respirar. Mientras recorro el pasillo no puedo dejar de pensar que era irónico que pensase en "poder respirar" ahora que ya no lo hacía. Pero la ironía de mi nueva existencia no se me escapaba.

Si dios existe, sin duda es un cabron con un sentido del humor muy retorcido.

Es en la zona de llegada donde veo a la bella joven que me espera. Bueno, la noche había mejorado enteros, y más cuando constate que su corazón latía.

"Las Toreador pueden ser bellísimas, pero carecen de pasion", pensé con una sonrisa ligeramente cruel.

-Erik, por favor Irene. Solo mi agente y mi abogado me llamaban Señor Frei. Supongo que debo agradecerle a sus señorías el enviarme a alguien tan interesante a recibirme.-

Cogí la mano que me tendía y la estreche con firmeza y suavidad antes de besarle el dorso sin dejar de mirarla a los ojos.

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El fluir repentino de la sangre en sus mejillas le concede un leve toque rojizo a sus facciones de mármol. Sonríe, una sonrisa algo tirante, antes de agachar lentamente la cabeza en una reverencia hacia tí.

- Estoy al servicio de la señorita Dösen, señ.. Erik. La primogénita Toreador de esta ciudad. También le serviré de traductora durante el tiempo que permanezca aquí.

Aprieta imperceptiblemente los labios, antes de finalmente soltar su mano de las tuyas. Aunque mantiene bien la compostura, y sus maneras son impecables, parece levemente tensa.

- Si me lo permite, señor, le guiaré a su residencia.

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Sonrío con suavidad mientras dejo ir su mano y con soltura cojo mi pequeña maleta del cinturón donde el equipaje de los pasajeros está ahora siendo desplegado. La pequeña bolsa de tela con ruedas apenas contiene más que algo de ropa y algunos enseres básicos, porque no tuve tiempo de empaquetar más cosas y había que viajar ligero, por si acaso. Ya tendré tiempo de conseguirme el resto de cosas que necesite ahora en Alicante.

-Desde luego, Irene, te estaré muy agradecido con esa guía y esa traducción. Lamentablemente no tuve tiempo de estudiar español antes de dirigirme a esta ciudad, ha sido todo muy imprevisto, así que tendremos que ir haciendo lo que se pueda.-

Sonrío con alegría mientras me pongo en camino a su lado. Las ruedecillas de la maleta hacen un suave "clock clock" cuando algún bachecillo de las losas del aeropuerto chocan contra ellas.

-Y dime, ¿cómo es la señorita Dösen?-

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- Es una gran mecenas de las artes - Se encoge de hombros, como pedida en sus pensamientos. Sus tacones resuenan en la piedra con un traqueteo sordo - Algo no demasiado inesperado, supongo. Esta noche celebraremos una bienvenida, asistirán artistas y gran parte de la... sociedad. La señorita nunca escatima en oportunidades para celebrar algo.

La limusina tiene un extraño brillo iridiscente bajo la luz de la luna. Sus puertas se abren para dejaros paso. A vuestro alrededor, algunos pasantes observan con curiosidad el enorme coche.

- No será necesaria vuestra presencia en el Eliseo todavía, esta noche el príncipe estará... ocupado. En su lugar, encontraréis representantes en la fiesta.

Irene sonríe. Tiene una sonrisa bonita, pero extraña. Mientras su boca esboza una cálida expresión de amabilidad, sus ojos parecer permanecer en blanco.

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Suspiro, a medio camino entre enojado y hastiado. ¿Por qué todos los miembros de mi Clan son tan previsibles? "Oh, mírame, soy Lady Perfection, parezco sacada directamente de una novelucha romántica." Ni que quisiesen ser todas parte de Orgullo y Prejuicio y su época o algo así... aunque, quizás, ahora que lo pensaba, si que era eso justamente lo que pasaba, que seguían ancladas en el tiempo que fue. Al fin y al cabo, ya no podemos crear nada nuevo.

Ojalá este tormento termine pronto, aunque supongo que en parte soy demasiado cobarde para ponerle fin yo mismo.

-Me temo que, en efecto, no es demasiado inesperado. No llevo demasiado tiempo en esto... pero parece que todos los de este Clan son eso mismo. Una caterva de envidiosos porque han perdido el don más precioso de todos, malvendido a cambio de la inmortalidad. Pero bueno, una fiesta siempre es un buen momento, de eso nunca hay queja.-

Limusinas, vestidos caros, si alguna vez algún Toreador se preguntaba por qué era incapaz de entender el arte, bastaría que mirasen el mundo a su alrededor. No se puede entender la belleza y el arte si no se forma parte de la vida, y los vampiros parecen decididamente obsesionados por encerrarse en sus altos rascacielos, sus coches de lujo, y no tener ni puta idea de las cosas reales que hay fuera. Pero claro, ningún Toreador jamás se habrá planteado la posibilidad siquiera de que pudieran tal vez no entender el arte, así que tampoco se darían cuenta de cuantas barreras ponen entre las emociones, el arte, la creatividad... y ellos.

-Perfecto. No me corre ninguna prisa conocer a ese Principe, es como reunirse con el dueño de la editorial: algo necesario pero normalmente no agradable. Aunque he de reconocer que no se nada del Principe de esta ciudad, ¿cómo es?-

Viendola con esa peculiar expresión es cuando, por primera vez, sentí que ella era una carcasa vacía. Probablemente no fuese la única, pero aquel primer momento me lo hizo ver. Una persona perfectamente entrenada en ocultar tanto quien es, que ha olvidado su identidad, perdida en el complejo coqueteo eterno que es la etiqueta, el protocolo, las cosas a hacer, las responsabilidades, el servir a quien tiene más poder. Como dicen los americanos, "gotta live a little and lose yourself a little".

Quizá le vendría bien seguir a Lou Reed y darse un paseo por el lado más salvaje de la vida.

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Parpadea un momento, luciendo evidentemente perpleja. Sus largas pestañas rubias le conceden un extraño aire ingenuo. Aparta un momento la mirada para observar al frente, al compartimento donde se encuentra el conductor, antes de volver a centrarla en ti.

- Eres un hombre extraño, Erik - Murmura, su tono descendiendo - Y un extraño toreador, no encajarás demasiado aquí.

Hace un silencio, solamente roto por el sonido de la carretera, antes de volver a separar los labios.

- He estado en numerosas ocasiones en presencia del príncipe. Es un hombre... digno de su puesto, supongo. Un Ventrue. Es un misterio para la mayoría. Por algún motivo...

Alza imperceptiblemente una de sus cejas doradas, como reflexionando.

- Creo que... estuve en el Eliseo con él. Y con la señorita. No lo... recuerdo. Pero parecía... bueno.

Y parece quedarse sorprendida con su propia descripción, así que permanece un momento en silencio.

- Quizá fue un sueño. El caso es que su poder es estable. Hace mucho tiempo que el Sabbat pugna por esta ciudad, y él los ha mantenido a raya. No han avanzado de sus zonas.

Entonces vuelve a mirarte, con esa dudosa sonrisa.

- Entiendo que eres escritor. Y también que no deseas demasiado seguir las enseñanzas de los Cainitas de tu Clan.

Su voz se ha vuelto tan baja que resulta difícil de escuchar, incluso con la ayuda de Auspex.

- Quizá podrías... ayudarme con algo. - Murmura.

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-Ah, la historia de mi vida, Irene. Llegar a un sitio, no encajar, entender que es la misma dinámica de siempre, tomarse unos whiskis de mas, terminar en la cama de alguien cuyo nombre no recuerdas al despertar... Pero te diré una cosa, no querria que fuese de otro modo. Al menos vivo para algo más que dar fiestas, lamer el culo de los antiguos y conspirar continuamente para nada. La vida no ocurre en esos salones, sino entre las grietas, en las sombras, donde de verdad se cuecen habas y los humanos hacen lo que todos querríamos poder hacer: vivir de verdad.-

Ventrue. ¡Como no! La Primogénita Toreador es una mecenas del arte, el Principe un Ventrue estirado obsesionado con el poder. Ya imagino al Brujah como el Sheriff ahi teniendo que contener sus ganas de tener un mínimo de vida y rebeldía con la responsabilidad de su puesto. Seguro que el consejero del Principe era un Tremere estirado, que ha pasado más tiempo pajeándose con una copia del Malleus Maleficarum que viviendo. En algun lugar habría un Nosferatu para contarle todos los secretos, humillado continuamente por su aspecto porque la gente es demasiado vana para darse cuenta que hay que mirar más allá para capturar de verdad el alma de la gente. Y habría algun Malkavian y algún Gangrel haciendo... bueno, cosas de Malkavians y Gangrels.

Una perfecta ciudad normal. Casi me siento como si fuera un ama de casa americana en un barrio de la suburbia. El horror. Pero con suerte, al menos aquí mi Sire tardará un tiempo en encontrarme, tiempo suficiente para trazar la siguiente huida. Porque la puta torre de marfil de la Camarilla es una jodida prisión y tengo que encontrar algun modo de llegar a algun lado donde no sienta que me quita el oxigeno con su mierda rodeada con envoltorio de regalo.

Solo entonces me doy cuenta de que Irene no tiene muy clara su relación con el Príncipe. Seguro que le han hecho alguna de sus magias vudu y ya le han lavado el cererbro con aclarado extra. Pobre, pero esa es la vida. La misma mierda de siempre, con su envoltorio cada vez más deslucido y el lazo más deshecho.

-Yo no llamaría enseñanzas a las cosas que mi Clan hace, pero por el resto tienes razón. Y, sin duda, tu propuesta me tiene intrigado...-

Sonrío con picardía, con un poco de complicidad, y un toque de cinismo. Esto me va a meter en problemas, no hay duda de ello, pero, ¿y qué?

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- Esta ciudad puede parecer... cliché - Sonríe quedamente - Por decirlo de alguna forma. Pero no te vendría de más tener algún aliado que te enseñe cómo funcionan las cosas... o cómo vivir de verdad aquí. Puedo enseñarte cosas más allá de la política Toreador... si me ayudas con un pequeño asunto. Una Ghoul toreador es un buen aliado.

Aprieta los labios y mira hacia la ventanilla. Las manos parecen temblarle imperceptiblemente.

- Tengo especial interés en descubrir ciertos datos sobre... mi persona. Datos que sospecho que la señorita ha podido estar... ocultando. Sobre mi pasado, hace dos años. Quizá alguien tan... diferente como tú podría ayudarme a acceder a su despacho. Sería por poco tiempo y estoy segura de que ambos podríamos salir beneficiados de la información. La señorita carga con ella la mayoría de secretos de esta ciudad. Sería un buen comienzo para... cualquier meta que puedas desear.

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Así que ella es consciente de que está siendo manipulada por los vampiros de la ciudad, y quiere cambiar eso. Que giro más interesante de los acontecimientos. Según mi Sire, así arda en el más profundo de los infiernos, que seguro que se parecerá a una galería de arte donde todos los cuadros valen cosas que ella no puede pagar, como "respeto", los ghouls eran poco más que yonkis adictos a la sangre, que harían lo que fuese por una dosis más del preciado líquido rojo. Y, sin embargo, Irene parecía estar dispuesta a arriesgar eso por descubrir la verdad.

-Sin duda, es un reto interesante. Y si fuera todo un caballero cogería mi brillante armadura y partiría a enfrentarme a todos los gigantes que ello implicase, aunque en realidad fuesen molinos. Pero, por suerte, no soy ningun caballero, así que dime Irene, ¿qué saco yo de meterme en un lío como ese? Sin duda, una ghoul como tu es un aliado interesante, pero al mismo tiempo me ganaré la enemistad de gente poderosa de la ciudad...-

Aunque lo dije con toda la seriedad del mundo, el ligero brillo de mis ojos mostraba a las claras que era un juego.

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- Ya veo

Irene frunce los labios. Por su lenguaje corporal, no parece demasiado motivada a meterse en juegos. Pero vuelve a mirarte y, cuando habla, su mirada severa parece contener un pequeño brillo de diversión.

- ¿Tan seguro estás de que van a pillarte?

Se ríe suavemente.

- Veamos. Supongo que tienes dos opciones. Puedes no ayudarme, y disfrutar tu pacífica estancia en las apasionantes veladas artísticas, elegantes y educadas de la primogénita... O podrías ayudarme, y conocer el... otro lado de Alicante nocturna.

Sonríe angelicalmente.

- ¿Entonces... será caballero, o educado invitado?

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Me río ante su respuesta, ese pequeño brillo es suficiente para hacer que valga la pena jugar. Que le voy a hacer, soy alguien feliz con las pequeñas cosas como una buena copa, una broma, una mamada mañanera, o un poco de jugueteo. Seguro que Diógenes estaría orgulloso de mi.

-Claro, luv, no soy ningún ninja solo un escritor. Y los antiguos hacen mierdas vudú difíciles de predecir. Enterarse se van a enterar... otra cosa es que eso importe una mierda o sea suficiente como para que no valgas la pena tu o el riesgo.-

Sonrio de medio lado, mostrando ligeramente uno de los colmillos. Sin duda, las mujeres van a ser mi perdición. Bueno, y los hombres. Y otras cosas. Aceptemoslo, estas condenado y toda esa mierda religiosa, así que total que más da.

-Cuentame un poco de ese otro lado de Alicante que lo hace digno de arriesgar la eternidad por el. Y como una buena chica como tú lo conoce...-

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- Me sorprende que siendo un Ghoul toreador te plantees que sea una "buena chica". - Aunque su voz mantiene ese tono serio que parece caracterizarle, se frota las manos, que ya no parecen temblarle - Como si en este mundo existiese la bondad de algún modo. Pero bueno, como veo que te gustan los juegos, voy a proponerte uno.

Sonríe, un fiel reflejo de tu sonrisa, sus dientes blancos en un armonioso contraste con su piel morena.

- No te diré cómo los conozco. Pero, cuando te lleve, intentarás adivinar cómo. Y quizá entonces ese muerto cerebro tuyo comience a comprender que en esta ciudad.... ninguna cosa es sólo una.

Entonces aparta la mirada de tus ojos y vuelve a mirar al exterior, su espalda estirándose contra el asiento.

- No tardaremos en llegar. Estás interesado en algo de diversión... ¿o será el arte y las elegantes recepciones?

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Por primera vez, miré por la ventana. La conversación me empezaba a aburrir y ver pasar las calles parecía una mejora. "Tendría que estar lloviendo, una escena como esta siempre mejora con las gotas de agua deslizándose del otro lado de la ventana". Hablé sin mirarla, observando mi propio reflejo en el cristal, que me devolvía una mirada cansada.

-Claro que eres una buena chica, o es lo que has demostrado en esta conversación. Lo que cualquier Toreador querría de su ghoul. Una arpía manipuladora centrada en alcanzar sus objetivos por cualquier camino. Te he mostrado un poco de mi y poco tardaste en intentar volverlo en mi contra y usar mi interés por eso como una manera de controlarme. Porque claramente tienes tu propia agenda, y los demás importamos una mierda.-

La sonrisa reflejada en el cristal es cínica y sarcástica, pareja al tono de mi voz.

-Llevo muchos años en el mundillo como para saber encontrar las zonas más sórdidas y decadentes de la ciudad por mi mismo, como amenaza esa es bastante pobre. Pero haré lo que me pides, porque es interesante. Y si bien es obvio que tú no eres capaz de ceder ni un ápice de control ni de dejarte llevar, yo si lo soy. Pero no quiero que me muestres nada después de ello, he visto demasiadas veces tu forma de comportarte y me aburre, así que prefiero estar a mi ritmo, aunque no entienda a la gente de aquí.-

"All work no play", como dicen los yankees. Claramente, Irene algún día sería la peor clase de vampiros de toda: la que no se da cuenta de todo lo que ha perdido al ser robada de su humanidad. Ya prácticamente era más una Toreador que yo, y eso que su sangre en teoría aún circula por sus venas.

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Y finalmente, y por primera vez en la conversación, escuchas el sonido de la risa clara, alta y cristalina de Irene. La Ghoul finalmente se apoya contra el respaldo, girando la mitad del cuerpo para observarte fijamente.

- Volátil, caprichoso e iracundo. Eres mucho más Toreador de lo que crees, Erik. - Vuelve a reírse suavemente - "Esos" toreadores no son tan diferentes de tí, simplemente lo ocultan mejor. Estamos a punto de llegar, así que te diré algo: Hay tres sitios en esta ciudad que desearás que te muestre. Uno de ellos estoy segura de que lo encontrarás por tí mismo. Otro de ellos está oculto a simple vista, y siempre pasarás de largo aun sabiendo su ubicación. Y el último...

La limusina se detiene con una sacudida, y los cristales teñidos ahora reflejan un edificio de mármol y cristal que se alza hacia el cielo.

- Jamás encontrarás la Corte de los Milagros sin mí.

Irene abre su puerta, y te sonríe antes de salir y recuperar su apariencia seria y correcta.

- Bienvenido a Alicante Noctura, Erik.

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¿Es capaz de reirse? ¿Su sentido del humor no se ha atrofiado bajo toda la máscara? Sin duda, me sorprende, y hacer que vuelva a mirarla a los ojos mientras ella se apoya en el respaldo y se vuelve hacia mi. Pero se equivoca en una cosilla:

-Oh, pero yo no he dicho nunca que no sea tan Toreador como el que más. Lo que no soy es una arpía como mi Sire y, a diferencia de muchos otros, aún no he olvidado lo que es amar la vida en todas sus facetas. Y si no hay pasión, es que no es amor.-

"What is art, Mr. Fuentes? Art, is love made public". Si es que ninguna serie capturaría nunca mi esencia tan bien como Sense8. Algún día de mi eternidad debería acostarme con las Wachowski, debería ser algo interesante.

La mole de mármol y cristal aparece del otro lado de la ventana, ocupando el centro de la imagen de aquella fría noche invernal. Tan predecible. Siempre me he preguntado cómo los vampiros pueden seguir ocultándose con esa Mascarada de los mortales, cuando se pasan la eternidad siendo las veleidosas bitches ostentosas que son. Hay más attention whores en cualquier corte vampírica que en todo Instagram.

-Entonces, señorita conspiradora que aún tiene algo de vida en esas venas, ¿cómo quieres que les distraiga?-

Salgo lentamente del coche mientras me ajusto la ropa. Listo para lo que se venga, sea lo que sea. Como entrevistarse con los críticos de Vanity Fair o algo asi.

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- Aún no. Te avisaré cuando sea el momento.

Y la sonriente Irene sale del coche para volver a convertirse en la Ghoul seria y correcta que parece ser su forma habitual.

En el exterior te reciben los sonido clásicos del centro de una ciudad. Aunque reducidos por ser madrugada, la ciudad parece viva. Un corazón metálico, de acero, cristal y luces cambiantes, que late bajo el asfixiante manto de la noche.

Irene te guía hacia las puertas del ostentoso edificio, que se abren cuando dos jóvenes, marcadamente bellos, las separan a vuestro paso. El hall de entrada es extrañamente delicado, con la sutil combinación del mármol blanco y el cristal como un patrón que se repite en cada rincón de la sala. Las bellas figuras que decoran parte del mobiliario representan diferentes y reconocibles personajes de libro.

Y en el centro, como una de ellas, se alza una mujer hermosa pero fría como el hielo. Su piel es extremadamente pálida, y contrasta con el color castaño muy oscuro de la melena que cae por sus hombros. Pequeñas horquillas diamantinas sostienen su pelo, enredado en un peinado sencillo pero elegante que levanta su melena por detrás de su cabeza y luego la deja caer por sus hombros. Lleva un vestido largo y fino, color blanco, con muy sutiles incrustaciones de pedrería. Y, por algún motivo, su rostro entero transmite alguna suerte de melancolía, incluso a pesar de aparentar una marcada juventud. A juzgar por sus rasgos, debió ser convertida siendo realmente joven, casi una adolescente.

Esta extraña criatura recibe tu llegada. Irene se adelanta hacia ella, realizando una leve reverencia, y luego se gira hacia tí.

- Mr Frei, le presento a la señorita Dösen, la primogénita de esta ciudad.

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Asentí a las palabras de Irene y observé con una fría sonrisa su nueva transformación en la adalid de la seriedad. Una lástima, sin duda, que hubiera tenido que aprender a prescindir de toda su humanidad para convertirse en eso... supongo que la adicción a la sangre y una dueña que necesita ciertas cosas, tienen ese efecto si se quiere sobrevivir.

Pero no tuve demasiado tiempo para pensar en ello, pues pronto nos adentramos dentro de aquel museo dedicado a la belleza de la perfección más fría que hay. Recuerdo que la primera vez que fui a la alta sociedad vampírica de Londres, me sentí como Alicia en el País de las Maravillas, no cuando cae por el hueco como casi todo el mundo referencia, sino cuando se enfrenta al juicio de la Reina de Corazones. Y así me siento de nuevo, ante la belleza monstruosa por inhumana, que caracterizaba a aquel joven cadáver andante, cuya apariencia física sin duda contradecía la antigüedad real de su existencia.

-Milady Dösen, es un honor conocerla.-

Saludé, inclinándome para darle un beso caballeroso en el dorso de la mano.

-Permítame agradecerle de antemano todas las atenciones que ha tenido para conmigo, un desconocido. Sois un ejemplo a seguir de cómo comportarse con los demás.-

Sonreí tranquilamente mientras me incorporaba, observando sus reacciones con un ligero brillo en mis ojos.

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Una sonrisa, más triste y melancólica que con auténtica alegría, curva los labios de la joven. Te permite tomar su mano, y cuando la aparta, su cabeza se agacha en una leve reverencia respetuosa. A pesar de no ser necesario por estricta etiqueta, su gesto parece honrarte.

- Bienvenido, Mr Frei. El honor es mío, soy una fiel adepta a la literatura y aceptar su invitación era lo mínimo posible. Me ha sorprendido no recibir noticia de su sire, por otra parte - Su voz confirma su corta edad, algo frágil y aniñada. Si hay alguna maldad en sus palabras, por infima que sea, desde luego su rostro no lo demuestra. Junto con esa extraña pena que parece rodearla, si la primogénita requiere de una característica, ese es el de la dulzura - Es un placer para mí darle la bienvenida y su planta está preparada, se alojará en un piso independiente en este edificio donde poseerá la intimidad que necesite para sus... averiguaciones literarias. Mis sirvientes le mostrarán, cuando lo deseé, los rincones más bellos de esta ciudad. Irene, aquí presente, está especialmente encargada de atenderle en todo lo que necesite para inspirarse.

Sonríe de nuevo, suave y melancólicamente, y mientras hace un gesto de invitación con la mano, comienza a caminar hacia el interior.

- No obstante, debo advertirle que ha llegado en un momento complejo. Los enfrentamientos con el Sabbat son cada vez más frecuentes y virulentos, por lo que no puedo garantizarle acceso a toda la ciudad.

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Bella, triste y frágil... era el anzuelo perfecto para cualquier caballero. Por suerte no lo soy, y como cínico que si soy no me creo su actitud ni por un momento. La tristeza puede ser real, al fin y al cabo nuestro clan está doblemente maldito con la perdida de la humanidad. Pero todo el resto es pose.

La propia casa lo demuestra, su riqueza y ostentación muestran su poder, igual que su título de Primogenitura. Y entre los nuestros, alcanzar poder solía implicar renunciar a las ataduras mortales y abrazar por completo el monstruo en nuestro interior.

-¿Una amante de los libros? Sin duda mi estancia en esta ciudad va a ser aún más placentera de lo esperado. Demasiados de los nuestros se inclinan por otros ámbitos del arte y a menudo faltan aquellos que sepan apreciar la belleza de la palabra correcta en el momento justo. En cuanto a mi Sire, una mujer de su posición siempre está muy ocupada, y sabe que en mi proceso creativo normalmente es mejor dejarme mi espacio, así que supongo que ese silencio es su forma de darme libertad creativa.-

Miro a mi alrededor mientras ella explica mis nuevos aposentos y posibilidades. Una perfecta jaula de oro, sin duda, bella y asfixiante.

-Os agradezco enormemente vuestra hospitalidad y espero ser una carga para vos el menor tiempo posible. Mañana mismo comenzaré a buscar un piso propio y pequeño en algún barrio de la ciudad, a poder ser adecuadamente decadente. En mi experiencia, es en esos lugares donde se muestra la verdadera humanidad descarnada cuya alma me gustaría capturar con mis palabras e historias. Es ahí, donde pienso llevar adelante mi plan de investigación en torno a la forma de sentir y vivir de los humanos que espero que sea la base de mi próxima novela que, de momento, creo que se llamara algo como Dos Velas, o La Fugaz Luz de la Vela... o algo por el estilo. Aunque estaré encantado de venir a visitaros cuando querais charlar o compartir algo.-

Sabbat. No se mucho de ellos. Son los malos se supone, el enemigo, estamos en guerra y todo eso. Y no nos podemos juntar. Pero si la Camarilla son los "buenos" sin duda los malos no pueden ser tan terribles. Todos somos monstruos al final.

-Lamento oír eso de esta ciudad. Nunca he estado demasiado interesado en política de sectas... ningún tipo de política en realidad. Así que dudo que ellos puedan tener mucho interés en mi tampoco. Pero si que es posible que justo en el drama del conflicto de ideas y formas de vida que es esta guerra, pueda verse un poco del alma de los inmortales, o lo que pueda quedar de ella tras el Abrazo. Y he de reconocer que eso es, sin duda, tentador para alguien como yo.-

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Asiente distraídamente a las explicaciones sobre tu sire, guiándote a lo largo de pasillos marmóreos de pálidos colores y delicado cristal. La estructura del edificio parece sencilla: el hall de entrada deja paso a un ascensor de características similares. Pulsa uno de los últimos pisos, y la maquinaria os propulsa a tí, a la silenciosa ghoul y a la melancólica cainita hacia las alturas.

- Es, en todo caso, bienvenido a permanecer mientras encuentra su morada idónea. Mis Ghouls recibirán instrucciones para ayudarle con la búsqueda, le interesará el barrio antiguo. Y por supuesto, me colmarán de placer sus visitas. Esta puede ser una ciudad muy solitaria.

El ascensor se detiene, y deja paso a un apartamento en el mismo estilo de decoración que el resto del edificio. Es más pequeño que el hall principal, pero de dimensiones armónicas e igual en elegancia.

- El alma de los inmortales no necesita de una guerra para ser atisbada - Te observa un momento, y esboza una suerte de triste sonrisa - Basta con encontrar un momento donde crean que nadie les mira. Es en el silencio, y no en el campo de batalla, donde se caen las máscaras, señor Frei.

Permanece un momento en silencio.

- Pero es parte del baile en el que vivimos, ¿no es cierto? - Sonríe suavemente, en esa manera suya - Este eterno carnaval. Esta sutil mascarada. Debo retirarme a preparar la celebración, señor Frei. Le dejaré instalarse e Irene le avisará a la hora de inicio. Será un baile de máscaras.

La primogénita repite ese gesto suyo, esa pequeña reverencia de cabeza, antes de que su mirada apenada vuelva a dirigirse al camino de llegada.

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El barrio antiguo si que suena bien si, siempre son lugares interesantes y pintorescos donde vivir, llenos de historias y vida. Una parte de la ciudad llena de recuerdos y pequeños callejones con secretos y misterios, donde amantes apasionados se pueden esconder en un portal, y furiosos enemigos batirse a un duelo de espada, o cualquier cosa así. Si, sin duda, sonaba bien. Pero primero había que sobrevivir a la velada de esta noche.

-Os agradezco mucho la sugerencia, sin duda investigaré ese barrio porque suena bien. Puede ser un lugar muy inspirador. En cuanto a la soledad, me temo que esa es nuestra hermana, estemos en la ciudad que estemos. Pocas ciudades he conocido más frías e inhumanas que Londres o Nueva York. Bueno, quizás Los Ángeles.-

Vaya, así que ella también se dedica a pensar en cómo atisbar el alma inmortal. Que curioso. Aunque si su tristeza es sincera, seguro que su descripción de la misma es más bien sombría, dejando de lado las luces que hacen tan buen contraste con las sombras, como en un cuadro de José de Ribera o algunos de los trabajos de Goya. De nada sirve contemplar la oscuridad de nuestra alma si no es para disfrutar de las pasiones desatadas y descontroladas de nuestra creatividad.

-Lo que decís sin duda tiene mucho sentido, milady, pero en mi experiencia entre los no muertos, raramente ves a uno callado más que unos pocos segundos. Y además, como contador de historias, estoy más interesado en ese momento en que el mundo entero de alguien explota y se ve expuesto a la adversidad, a lo imprevisto, a lo dificil. Ese momento de conflicto entre lo que es y lo que será, en que los imperios nacen y mueren, y los individuos se encumbran en su valentia o se hunden en el pozo de su debilidad. Solo entonces, expuestos al límite de lo que la vida es, pueden demostrar lo que realmente llevan dentro.-

El baile, el carnaval, la mascarada. El eterno ocultar de todo lo que somos. Como Irene, escondida bajo su máscara de eficacia. O la señorita Dösen bajo su velo de fragilidad y depresión. Sin duda, somos artificiosos, mentirosos y engañosos, dados a ocultar todo lo que nos hace quienes somos, pues somos muy conscientes de nuestra debilidad, fragilidad y vulnerabilidad. Los humanos, al fin y al cabo, saben que van a morir, se resignan a ello y aceptan el riesgo de vivir de verdad ese tiempo... pero los vampiros no, huyen de esa posibilidad, escapando hacia la promesa inalcanzable de una eternidad. Una promesa que transforma toda la paleta de colores de la vida, en una aburrida gama de ocres y grises, predecible y protegida.

-Desde luego, milady, os agradezco una vez más vuestro recibimiento y os veré gustoso en la gala.-

La sonrío con tranquilidad mientras me preparo para coger la maleta e ir a mi habitación. Entre las cosas que he empaquetado hay un buen traje que puede servir para esta noche, quizá demasiado formal, pero sin duda no tengo máscara. Tendre que hacer una rápida excursión con Irene para encontrar alguna acorde a mi estilo.

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Cuando las puertas del ascensor se comienzan a cerrar detrás de tus dos acompañantes, y la Primogénita se ve eclipsada por las pesadas hojas metálicas, por un momento el cristal frágil del brillo de sus ojos es todo lo que permanece en la ranura. Y cuando finalmente el aparato desciende, la soledad te envuelve en su manto silencioso. Sabe a algo. Quizá a un comienzo, quizá a un final. Quizá al inicio de todo o al más funesto de los vacíos abisales. Pero, con las luces diamantinas del apartamento en esa enorme casa cambiante que se comienza a vestir para el baile, el horror de la oscuridad promete alguna suerte de historia.

Si tan sólo los corazones muertos fuesen capaces de sentirlas, al menos una vez más...

Comentarios

  1. Este relato es resultado de una partida de rol jugada por Telegram. La master es Marina G. Casas y yo me encargo de narrar a Erik. Al ser jugado por Telegram es posible que haya algunas faltas y errores fruto del corrector y esas cosas.

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