La guerra invisible

La guerra es algo curioso. Siempre crees que la verás venir, cabalgando a lomos del corcel cual Jinete del Apocalipsis. Llegará entre grandes fanfarrias, anunciadas por la caída de las bombas y el derrumbarse de los edificios. Que llegará con los efectos especiales que ves en el cine y claramente en dolby surround.


Pero raramente es así. La guerra entra silenciosa en tu vida, repta invisible hasta tu lecho mientras duermes y te susurra mentiras al oído. Mentiras que todos queremos creer. Como la culpa de un fracaso es de esto o de aquello, como la verdad sobre algo es esta o aquella, como esta ideología tiene la razón y aquella es un engaño... dulces palabras de odio que siempre encuentran terreno fértil en el corazón. 

Porque siempre queremos creer que no es culpa nuestra. Que nuestros fracasos se deben a otros, a poder ser los más diferentes e irreconocibles: los locos, los extranjeros, los de otra religión, los de otra mentalidad u otro equipo de fútbol. Los monstruos que condicionan nuestras vidas más allá de nuestro control, encargándose de que fallemos.

Y esos susurros inician la batalla de verdad: la guerra por las ideas. Desde su altar mediático Trump grita que odiemos, igual que lo hace Le Pen en el suyo o tantos otros. Los líderes del ISIS lo hacen en sus refugios, igual que lo gritan los hinchas del equipo rival tradicional del nuestro o los que se quieren separar. El odio es, al fin y al cabo, un arma muy poderosa y muy fácil de usar porque todo el mundo odia a algo o a alguien.

Bajo el fuego de la quema de banderas y los insultos, la guerra avanza, dividiendo lo que no hay razón para considerar separado, enfrentando a quienes no tienen motivos para odiarse. Porque, al contrario que en la mitología griega, el Miedo no es el perro de la Ares sino a la inversa, y todos tenemos miedo a algo o a alguien. Aunque sea, al final de todo, miedo a la muerte. 

Así que, cuando estemos en la cama y la guerra se acerque a susurrarnos las palabras de su amo el miedo, comienza la batalla. La lucha por no dejar que esos temores nos inunden, por no dejarse llevar por sus palabras seductoras y sus falsas promesas. Por mirarles a la cara y decirles "no". 

Es una guerra complicada, sin duda, pues es una que cada uno lucha en solitario. Pero es de vital importancia para todos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un mundo de tinieblas

El poder de los nombres

Tiempo de Anatemas 27: La senda de la tinta y la sombra