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Mostrando entradas de agosto, 2024

El castillo de naipes

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La imagen era desoladora. No por carnicerías salvajes o ingentes muertos, por pobreza o escasez, o muchas de las otras razones que la gente solía asociar a esa palabra. Lo era por la pérdida que representaba.  El salón principal de la Liga, presidido por la extraña gárgola annunaki, se encontraba prácticamente vacío.  Unos años atrás, aquella sala bulliría con actividad ante los eventos que se estaban desarrollando por los Mundos Conocidos. Las posiciones centrales ocupadas por los líderes de los grandes gremios, nombres de gente ambiciosa, rica, inteligente y con trayectorias legendarias a sus espaldas. Melissa Winters de los Reeves, Cagliostro Janizary del Muster, Wavefinder Lucetta de la Suprema Orden de Ingenieros, Zale Gailbreath de los Charioteer... incluso Oliver Lords de los Scravers, que muchos esperaban cuando lo eligieron Leaguemeister que fuese un pelele había demostrado ser un tigre oculto. Y en el medio habría estado ella, Lydia Clayton, de la Comisión, manteniendo todo u

Guerra entre las sombras

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El sonido de los tacones en su rápido caminar llenó el oscuro y tétrico pasillo como si fueran los tambores de guerra llamando a las tropas a marchar. El vestido de Renladi Decados desencajaba por completo con aquella mazmorra gótica de altas puertas anguladas y piedras prácticamente negras iluminadas por el naranja de las antorchas. Normalmente estaría pensando en lo mucho que le desagradaba la decoración tan obvia y descarada, tan cliché, de aquel lugar que quería que nadie dudase de que se trataba de un emplazamiento terrible. Su propio jardín de gritos hacía que este lugar pareciese un santuario de protección de animales, y no necesitaba de toda su decoración afectada y excesivamente dramática para conseguir ese efecto. Bastaba con un poco de auténtico dolor. Pero eso no le preocupaba esa tarde mientras se detenía un segundo ante la recia puerta de madera. Tomó aire durante un último segundo de silencio, maravillándose brevemente de que prácticamente nadie supiese que aquel lugar e

El roce del absoluto

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Zazra. Sath-ra. Sa'thra. Sathra. No hay forma de pronunciarla en realidad, solo aproximaciones fruto de los restos del recuerdo, como un sueño que se desvanece después de la llegada de una mañana abrupta. Con su desaparición solo queda el vacío, la tristeza, el ansia, el hambre. Y la certeza de qué hay que hacer. La luz de la cabina estaba teñida de amarillos y azules, verdes y blancos, de las distintas proyecciones de las pantallas. Las computadoras antiguas desglosaban datos de navegación, trayectoria, consumo de combustible, peso, inercia y un millón de detalles más. Pero Aerina no perdía el tiempo observando esos indicadores, llevaba dos meses pilotando aquel viejo armatoste y no necesitaba esos números para hacer el tránsito por la puerta de salto. Y el encuentro, el esperado abrazo, el breve lapso de sueño antes del terrible despertar posterior. Sus dedos traqueteaban sobre los mandos con la tensión de la anticipación. La Vieja Mierda era una antigua nave minera del Gremio d

El coste de la piedad

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La gloriosa basílica del santuario formaba el círculo que era símbolo del Pancreator. En las paredes, las estatuas de santos recibían al peregrino que accedía a ella por uno de los cuatro pasillos laterales, cada uno con el nombre de uno de las cuatro virtudes favoritas de los seguidores del Aeon. Y la circular sala central estaba dominada por un bello conjunto escultórico en mármol, rodeado de las miles de velas que los fieles iluminaban durante sus plegarias y súplicas. La leyenda decía que aquella estatua estaba inspirada en una más antigua, de tiempos pre-reflectivos, que solía estar en el Vaticano. Lamentablemente, durante tiempos de la Primera República había sido comprada por una de las corporaciones y llevada a algún mundo donde no volvería a ser vista. En honor a aquella original, a esta se la conocía como La Piadosa y representaba al Profeta yaciente, su gesto de miedo y dolor pues la Oscuridad atenazaba su corazón. Estaba tendido en el regazo de Santa Amalthea que, con gesto

El final de la Pax Aurorae

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  La Verbum Prophetae , nave insignia de la flota de la Iglesia, orbitaba la puerta de salto de Urth como mandaban sus órdenes y la tradición. Sus naves escoltas mantenían cierta distancia, en una formación defensiva que permitiría detener cualquier ataque. No era la posición habitual, pero aquellos no eran tiempos frecuentes, sino las vísperas de una guerra de religión. En Shu Li Halan, la Almirante de la armada eclesiástica, estaba en el salón de operaciones, volcada sobre las imágenes visuales de datos e informes que generaban los espíritus de la máquina del tablero de mando. Las paredes estaban decoradas con imágenes de San Mantius, San Lextius y San Paulus, así como de un noble llamado Endrias Gesar que había sido, en tiempos, el dueño del enorme acorazado. Había sido una posesión de su Casa durante generaciones, desde tiempos republicanos, pero a su muerte Endrias había legado todas sus posesiones a la Iglesia, para despecho y conflicto de sus herederos, que durante tiempo se que

La venta de la verdad

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El hombre repasa las páginas frente a él mientras la lluvia golpetea suavemente el ventanal de su despacho. Su mesa está llena de textos a medio hacer o revisar; libros y cuadros, incluso alguna fotografía, decoran las paredes. Y la madera cruje suavemente aún cuando nadie se mueve, como en todo edificio antiguo. Se baja los anteojos de la nariz y se reclina en su silla, hastiado, mirando a la joven frente a él.  -Kamina, esto es impublicable. A nadie le importa nada de lo que está aquí escrito- su voz sonaba cansada, fruto de haber tenido esa misma conversación con ella una docena de veces, dejando caer las páginas que acababa de terminar de leer. -¡Pero debería importarles, porque es trascendental en lo que está ocurriendo! ¡Tienen que saberlo!- la voz apasionada de la joven mostraba su frustración ante el enésimo rechazo. -¿Por qué debería interesarle esta gente y lo que aquí cuentas? Le falta pasión, tensión, interés humano. Mira, Yrina, una Hermana de Batalla. Bien por ella, pero

Señores de la guerra

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  Janizary Cogliostro avanzó por el club con soltura y facilidad. Conocía a la mayoría de los presentes, aunque casi todos los tipos duros y soldados sentados en las mesas evadían su mirada y su saludo. Y es que el Blackwall era un local en Leagueheim frecuentado casi exclusivamente por los mercenarios del Muster, que llenaban sus bancadas y pequeña pista de baile con historias de combates, sexo sin compromiso, y una buena dosis de drogas.  Al menos así había sido en los buenos viejos tiempos, los años de paz habían pasado factura a la clientela y, con ello, al bareto en igual medida. Abundaban ahora en las mesas más las historias de tiempos olvidados para la mayoría, y los relatos de las dificultades de aguantar y llegar a fin de mes, una semana tras otra sin contratos o trabajo. De deudas acumuladas con los Reeves, de miembros reclutados que nunca habían tenido oportunidad de estar en combate, de los problemas de la principal fuente de ingresos del gremio.  Pero el general venía bus

Notas de investigación

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Los vuldrok no son buenos guardianes. Al principio, bajo vigilancia de los Hermanos de Batalla, me tenían muy controlada. Hasta el más pequeño detalle era observado. Incluso después del final de los interrogatorios. Los vuldrok son demasiado desordenados, sin disciplina. Se aburrieron. Solo la presencia cercana de la gárgola permanece. Les da seguridad y, a mi, tiempo. Le prometí a Orion que no haría nada hasta que fuese inevitable. Así que he conseguido este papel y tinta y voy a poner algunos análisis por escrito. Es una forma de ordenar mi conocimiento. Contrastar. Validar. Hasta que de igual.  Empezaré por el principio. Se organizan, según los textos de Karyn Havesti, en tres escalafones: los hermanos mayores, los menores, y los hijos. No es que sus comentarios y anotaciones sean muy útiles. Ella siempre se negó a conversar con ellos. Son solo observaciones, crípticas, de conversaciones sostenidas por otros. Supongo que de Seth, Lisandro no es suficientemente inteligente como para

Puertas

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  Las calles de Leagueheim están atestadas como siempre, llenas de puestos de vendedores ambulantes, trabajadores en rutas a factorías y servicios gremiales. Todo con su precio, la gente incluido, como bien saben los miembros de la Liga, mientras las luces de neón y los anuncios holográficos proyectan el recordatorio de que el capitalismo sigue bien vivo y saludable en este rincón de los Mundos Conocidos.  Y en su centro, alzándose en torno a la monumental torre de la Liga, las grandes sedes de los gremios, cuyos recursos se extienden desde un extremo a otro del Imperio. La firme y recia sede del Muster, casi más una fortaleza que un centro administrativo y comercial. La elegante y sobria aguja repleta de estatuas de los Reeves, siempre cercana al poderoso Banco de Leagueheim. La ecléctica y diversa estructura de los Scravers, a medio camino entre un palacio y una chatarrería, con gente trabajando a todas horas. El avanzado "monasterio" principal de la Suprema Orden de Ingeni

La vigilia eterna

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  La iglesia se hallaba bastante llena, mucho más de lo habitual, incluso si no todos los convocados se encontraban presentes. Muchos aún tenían deberes y tareas que atender por toda la ciudad, incluso en un Día de Descanso como aquel, pues suya era la vigilia permanente de los santos lugares y personas del más sagrado de los planetas. Sirius Ballinger observaba serio a sus hermanos desde detrás del púlpito, donde la misa acababa de ser oficiada y las oraciones completadas. Su dolor y tristeza eran palpables para todos, visibles claramente en su rostro que tan habitualmente se mostraba educado y cordial. Pero ese no era un día para la tranquilidad, desgraciadamente. -Hermanos, hemos estado debatiendo esto durante días y semanas en la sala capitular, y tras lo ocurrido en Grail durante el Concilio me temo que no podemos seguir postergándolo más. El Gran Maestre Claudius es un hombre de fe, de valor y de honor, de todo ello no hay duda, pero es un hombre equivocado y que está llevando a

Una nueva oportunidad

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  Rosalía Velera de Sutek observaba a su alrededor con una sonrisa un poco escandalizada pero también encantada. Aquel lugar era extraño en muchos sentidos, y sin embargo se encontraba en sus propias tierras, como algún paraje encantado de alguna de las historias románticas de la Dama Renatta Hawkwood que tanto le gustaban leer, donde aventuras en sitios extraños se entremezclaban con complicados triángulos amorosos en torno a la protagonista. Quizás ella no tuviese al noble y apuesto Sir Arthos Hawkwood y al bribón malhechor convertido en héroe a regañadientes Fernando de Vera Cruz compitiendo por su amor, ni planes de la terrible Viviana Decados que frustrar, pero aquello era casi tan emocionante. ¡Porque era real! Era su historia de verdad. Muchas cosas hacían de aquel sitio uno sin igual en todo el planeta. Primero, la total ausencia de luz natural, pues aun contando con que el sol que iluminaba Sutek era particularmente débil, allí ni eso se permitía que entrase a través de la cel

El hambre del león

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Las fuentes dejan caer su prístina agua en pozas y estanques, bandejas de mármol y canales de piedras coloreadas, su sonido llenando el jardín y acompañando al trinar de las aves en los distintos árboles. Telas y cojines dispersos sobre el cesped marcan el lugar donde amantes juegan a sus antiguas danzas de cortejo, donde debaten grupos de filósofos y científicos, donde viejas amigas se encuentran para ponerse al día. Todo bajo el auspicio del bello y fuerte sol de Criticorum, que bendice la escena con su luz y calor. -Como un zarcillo que crece sin poda, habéis dispuesto piezas por doquier sobre el tablero vasto de una partida que no se si estáis listo para jugar. Reticente, como un rey enrocado, vuestro movimiento en el tablero se encuentra atado por las decisiones de vuestro pasado.- La visir, primera ministra Dahlia Annara al-Malik, Condesa de los Cuatro Lagos, caminaba apaciblemente por el sendero de arena blanca. Su voz suave, casi como un suave canto, era pausada a medida que re