Paraiso Perdido 26: El comienzo del fin

 

HOLY se mantiene irónicamente en pie, el WOOD arrastrado por los deslizamientos de tierra causados por el terremoto que entierran buena parte del parking cercano a la señal donde aparecen nuestros demonios. Frentre a ellos, la imagen dantesca de una ciudad descendida al caos, la anarquía y el sufrimiento, a tal grado que una brecha surge al Infierno y un demonio escapa, encontrando un cuerpo que ocupar. Dos se presentan ante él en forma apocalíptica y cuando él les saluda con un "hermanos, somos libres" ellos le responden con crueles risas que no "que solo es la cena", antes de lanzarse sobre él, destrozar la carcasa mortal y devorar la esencia elohim que había en su interior. Una ciudad que desciende a la locura porque hay gente que solo quiere ver el mundo arder, por creer que un hombre podía ser un salvador. 

Pero tomemos antes el camino de Adam, que se despierta encerrado en una prisión de máxima seguridad, sus manos encerradas en grilletes forjados por demonios para negarle sus poderes. Lo último que recuerda era el brutal ataque de las fuerzas de seguridad mientras él solo estaba reconstruyendo el piso ocupa de los Red South. Muertos, su labor destrozada y cuerpo maltratado. Su agonía ahora despierto es interrumpida cuando entra otro Caído, un terrible Segador con el nombre de Urgoliath que hasta Adam conoce sus terribles fechorías. Al servicio del autoproclamado Archiduque Baal, el Segador ofrece al Artífice un tentador juego: poder y el control de Nueva York que el faustiano desea, a cambio de ayudarles a tomar la ciudad y el pequeño detallito de su Nombre Verdadero. Libertad de las cadenas que se alargan desde el Infierno, a cambio de unas nuevas. Y Urel se lo tiene que pensar y, ya a solas, contacta con los demás y les cuenta lo ocurrido.

Soluciones hay pocas a la situación, aunque debaten y discuten entre los cuatro las distintas posibilidades. Primero el intento de romper sus huesos y muñecas para poder quitar las argollas que le retienen, pero pese al dolor y el sufrimiento, la vía resulta ineficaz. Y a medida que las alternativas van agotándose, la más terrible de las opciones va surgiendo, especialmente después de que Jennifer se diese cuenta de que había un superviviente, malherido, atrapado en uno de los coches semi-sepultados del parking. Así que Urel lanza su cuerpo contra el camastro en el ángulo adecuado para romperse el cuello, y Adam para siempre deja de ser mientras el elohim que habitaba dentro, libre, busca ese nuevo cuerpo que ocupar. Consigo lleva los recuerdos del mortal, del estudio de arquitectos, de la traición sufrida... pero ya nada de eso es suyo, ahora son los recuerdos de otros que él guarda, pero se sienten lejanos y extraños, como los nuevos que encuentra en el cuerpo que ocupa ahora.

Clarke, mientras tanto, se ha puesto en contacto con ellos para explicarles que Kishar es la Tirana de la Corte Infernal y que como son oficialmente miembros de la Corte de la Gran Manzana, deberían presentarle los debidos respetos en su corte en el Griffith Observatory, que logró sobrevivir con daños menores al terremoto. Ya-no-Adam aprovecha para contarle lo ocurrido y ponerle en alerta sobre el deseo de Baal de tomar Nueva York por alguna razón, pero poco puede hacer Clarke de momento salvo investigar y poner sobre advertencia a Margaret, al fin y al cabo la mitad de sus Ministros están en el otro extremo de Estados Unidos buscando al Primero. Así que el grupo se puso en marcha, no al observatorio, sino siguiendo la intuición de Violet de que debían ir al muelle de Santa Monica... la Nereida ocultaba que allí era a donde le había dicho Belial, la Gran Bestia, que debía ir a encontrarse con él.

Recorrer las calles de la ciudad en un coche robado a los muertos del parking semi-sepultado fue complicado. Los destrozos eran multitud: calles rotas, coches volcados en los laterales, restos de derrumbes en las avenidas. Pero Violet consiguió avanzar con el coche sin demasiados problemas, aunque debió mantener encerrada dentro del mismo a Jennifer que quería bajarse a ayudar, pero obsesionada con reencontrar a su amor la Guardiana se deja encerrar e ignora los gritos de sufrimiento de una humanidad moribunda. Y con ello regresa a ella parte del Tormento del que tanto se ha esforzado por alejarse, y no sería el único regalo de la Ciudad de los Sueños Rotos. 

Una hermosa mujer les espera en el muelle, sentada con largo vestido de noche en medio de las ruinas devastadas, con la noria sobresaliendo de la playa allá donde ha caído. La Caída esperaba encontrarse con Cerubiel, no con cuatro demonios, y menos esperaba encontrarse a Varadiel entre ellos, pues Asurath es el diablo que ocupa ese cuerpo. Ahora, como siempre, al servicio de Belial, ambos diablos se reencuentran tras demasiado tiempo separados, sobre la promesa incompleta que Asurath había hecho de sacar a Varadiel del Infierno tan pronto pudiese. El Alto Coro de los Diseños Gloriosos ve así reunidos a sus dos líderes: el maestro y el prodigio, que se abrazan con fuerza tras tanto vivido juntos, bueno y malo, de esperanza y dolor amargo. Belial le ha encargado hacer de enlace con Cerubiel y encontrar a Lucifer, y es Jennifer quien señala que tienen un compás que les puede llevar allí, y con Violet al volante, los cinco se ponen en marcha siguiendo las accidentadas indicaciones del trayecto. 

Este les lleva hacia un parque, pero por el camino los restos mágicos de lo que ha ocurrido aún se sienten. Y aquellas más sensibles a sus rastros son capaces de elucidar que ocho fueron los terremotos, como ocho son las piezas que rodean el sello personal de Lucifer. Como ocho retorcidos mandalas, fue el poder de la Gran Bestia la que sacudió la ciudad, por motivos desconocidos. Y un peso se le quita de encima a Jennifer al darse cuenta de que no fue Lucifer el causante del terremoto, mientras nuevas preguntas se arremolinan en la mente de Violet al ver que el Autarca de su Casa había sido el causante de aquello. Mientras, Matt y Asurath se mantienen juntos, en el silencio cómo del reencuentro y las fuertes emociones, como las que se arremolinan descontroladas en el cuerpo que ahora ocupa Urel, que ha vivido el lento y agónico terror durante horas de saber que iba a morir sepultado.

Así es como llegan al punto cero, al centro del epicentro del quinto temblor, un parque convertido en una tabula rasa, rodeado de edificios colapsados. Muerte y destrucción hasta donde llega la vista de ese comienzo de la tarde, y en el centro a donde les lleva el compás, un campamento militar a donde debían entrar. Pero nada complicado para ellos, con la bendición de Asurath, Urel se encargó de cambiar sus ropas para que fueran uniformes militares, y las palabras de Varadiel fueron más que suficientes para pasar la entrada donde numerosos mortales esperaban una ayuda que no llegaba. Se movieron entre soldados que movían equipo y levantaban tiendas de campaña hasta llegar al lugar exacto donde el Lucero del Alba se había manifestado unas horas atrás. Y su presencia sobrenatural era tan fuerte que no solo fe de todo el mundo llegaba allí e iba "a algún sitio", sino que quedaba un rastro de hacia donde se había ido. Un rastro al que Urel podía engancharse para que le mostrase el sendero hasta su final, donde el Primero esperaba.

Seguir ese rastro fue aun más complicado, con trabas como el barrio fortificado por sus habitantes que temían ser atacados por saqueadores o militares. Pero finalmente llegaron a Hollywood Boulevard, aunque el Paseo de las Estrellas estaba reducido a ruinas y recuerdos mancillados. El sufrimiento de la zona era terrible también, con multitud de edificios colapsados o profundamente dañados. Y fue entonces que Matt recibió un mensaje en el móvil, escrito por un tal Lucca Giovanni. Pese a su pacto de unas horas antes, los vampiros habían obligado a que fuese Giorgio Corleone el heredero, y exigían la entrega del Heaven's Lounge como compensación por la muerte del líder de la familia Falcone. Aunque NY estuviese lejos, el pasado no dejaba atrás a Matt y las consecuencias llegaban. No consiguiendo ganar tiempo, contactó con Clarke para pedirle que acogiese y protegiese a Rebecca hasta que él pudiese llegar a solucionar el problema. El Tirano de la Gran Manzana no solo no tuvo problema, sino que dejó bien claro que cualquier amenaza a un miembro de la Corte pasaría por encima de él, y más de unos vampiros; y Asurath, que tenía más experiencia en todo ello, con una de sus referencias poéticas, les hizo ver que, aunque importantes, los Giovanni no contaban con la protección de la Camarilla. 

Pero todo eso debería esperar, pues el coche había llegado frente al edificio destartalado donde debían entrar según la ruta de Urel. He aquí que debemos señalar que sintieron amplias presencias sobrenaturales haciendo cosas, algunas de las cuales quedarán para siempre en el misterio. Una furgoneta de reparto de comida a domicilio aparcada en la esquina de la calle, unas extrañas emanaciones en la tercera planta, y las dos más fuertes en la séptima, la última accesible ya que las superiores habían colapsado ya. Y al edificio, como rápidamente se dio cuenta el arquitecto demoniaco, poco le faltaba, su estructura estaba gravemente dañada y no soportaría ningún tipo de confrontación o conflicto. Así que, subiendo con precaución, a partir de la tercera planta fue reforzando y reparando los daños de la escalera y cercanos, mientras Jennifer le ayudaba a él y a Violet a subir allá donde tenían problemas, y los dos diablos cerraban la marcha. 

Ya en la séptima escucharon los gritos de una discusión, entre una mujer muy enfadada y un hombre muy cansado. Y en el piso izquierdo encontraron a ambos, Lucifer agotado sentado en la silla y Nazriel, Autarca en Rebeldía de la Segunda Casa, líder de los luciferinos, echándole en cara que no le hubiese respondido y hablado en todo el tiempo que llevaba buscándolo. Ambos, amantes ya antaño, vieron completado su círculo con la llegada de Aislynn, pero la líder de la Segunda Casa rápidamente mandó a su subalterna a esperar a que terminase ella de hablar con el Primero. Quizás hablar sea una palabra generosa para lo que estaba ocurriendo. Obediente, intercambiando una mirada con el Príncipe de las Mentiras, la más joven de las Guardianas regresó al pasillo, dejando a este dramatis personae lidiando con los dramas de su otra amante.

Pero eso le permitió, como a los demás, escuchar la rápida y breve plegaria de Asurath a Belial y la inmediata aparición del mismo. El Rey de las Profundidades, no estaba realmente allí, solo era una proyección pero aún con esa limitación, su poder y enorme presencia eran innegables, lanzando el piso sobre su cabeza a la calle bajo él por su enorme tamaño. Con violencia, el imponente tritón reventó la puerta que le separaba de Lucifer, clamando por venganza contra su traición. Y nuestro grupo se dividió, entre distintas lealtades, distintas formas de entender la situación, distintas motivaciones. Ya la profecía de Cassandra decía todo aquello de que los demonios se volverían unos contra otros, y sin duda aquella fue una buena ocasión de ello.

El Príncipe de las Mentiras intentó argumentar con su antiguo amigo, el más fiel y leal de sus seguidores, pero el Tormento atenazaba a tal extremo a la Gran Bestia que era imposible. Decidido a destruir al Primero, se encontró con que tanto Nazriel como Aislynn se interponían, cada una en su imponente forma apocalíptica, convocando sendos escudos de impenetrable viento. Adoptando su pétrea forma, Urel retrocedió hacia las escaleras para rodearse con un escudo de rocas formado por los cascotes y restos de lo que ya se había derrumbado. Mientras tanto, Cerubiel y Varadiel intentaron argumentar con el Príncipe de las Profundidades Insondables y aunque no le convencieron de que dejase la violencia si que lograron obtener parte de la historia de las dos traiciones de Lucifer y el deseo de la venganza.

Pero entre choques y ataques, todo el edificio se encontraba próximo a colapsar y Jennifer abrazando a Lucifer, se arrojó a la calle amparando la caída con su dominio del viento. A tiempo para recibir un beso de su amado, pero también de ver que tres Agentes con alguna clase de ciberimplantes habían descendido de la furgoneta de reparto de comida y avanzaban hacia ellos. Detrás cayeron a la calle las formas ardientes, acuosas, rocosas y demoniacas de los demás Caídos, y el Encadenado lanzó de nuevo violentos ataques contra el escudo de viento, gritando su impotencia antes de demostrar su crueldad. Aunque ni Violet sabía cómo se podía hacer, Belial transformó el agua del cuerpo mortal de Jennifer en un arma contra la misma, bullendo la sangre de su interior mientras la Guardiana huía con Lucifer en brazos y con la curación de Nazriel. Sus palabras lograron ganar algo de tiempo contra la Tecnocracia, pero no demasiado, tiempo que Violet aprovechó para seguir sonsacando información mientras Aurath y Varadiel seguían a la Guardiana que estaba a la carrera.

La persecución podría haber durado mucho más, mientras los Agentes extraían extraños rifles marcadores y solicitaban alguna clase de bombardeo a sus superiores. Pero nada de eso llegó a ocurrir, pues sus armas y artefactos sucumbieron ante los Saberes del Artífice, pues las herramientas de los mortales no son más que los reflejos de las enseñanzas que Urel y los suyos les habían dado durante la Larga Noche. La clave, sin embargo, del final fue que Varadiel le pidió a Asurath que detuviese a Belial aquella vez, en devolución de que nunca había cumplido su palabra de sacarlo del Infierno; y con un "no sabes lo que estás pidiendo", la Condesa de los Vasallos Ilustrados se alejó de Jennifer y Lucifer, sabiendo que la ira y el castigo de la Gran Bestia caería sobre ella por haber hecho eso; y Varadiel se arrepintió al momento del sacrificio que le había solicitado, deseando dar marcha atrás, pero ya era demasiado tarde y el tiempo continuaba marchando imparable hacia el futuro, no hacia el pasado. 

Así el Archiduque de la Legión Escarlata se vio obligado a abandonar el lugar, diciéndole a Violet que se encontraría con ella en el muelle de Santa Monica. La Tecnocracia sin embargo no había desistido y con nuevos dispositivos dispersaron nanomáquinas por el cuerpo tanto de la Nereida como del Artífice, que se vieron obligados ella a transmutar su cuerpo y él a gestionar los metales de esas minúsculas máquinas para poder librarse. Y, con ello, Urel por primera vez se vio obligado a saquear de fe a sus pactos, algo que tampoco le costó demasiado debido a la animosidad que tenía para con ellos, una animosidad real aunque el deseo de venganza se había enfriado con la muerte del cuerpo de Adam. Ahora la ira del de la Tercera Casa se volvía hacia Baal y Urgoliath, por todo lo que le habían costado. 

Aislynn, Nazriel y el Lucero del Alba encontraron refugio no muy lejos de allí en un piso semirruinoso como todo el barrio. Los demás se les unieron más tarde, mientras Jennifer intentaba lidiar con los celos de la Autarca ante que fuera ella la primera en recibir un beso de Lucifer y no la líder de los Guardianes. Con la tranquilidad de haber superado aquella crisis, escucharon la historia del Príncipe de las Mentiras, sobre su tortura al ser encerrado en el mundo sin posibilidad de fe por sentencia divina, su dolor al llamar de vuelta a sus más leales seguidores para descubrir que habían sido transformados en monstruos, su lucha por quitarles la fe por medio de nuevas religiones como el cristianismo o el islam y de que aunque había logrado que los Encadenados durmiesen, todo se había roto con la Segunda Guerra Mundial y la cantidad de muertos que había abierto las primeras grietas en el muro del Infierno. Ahora estaba agotado, sin fuerzas, sin voluntad ni esperanza, derrotado por sus propios errores y desconocimientos. Como señaló Jennifer, la condena del Cielo había sido terrible y acertada, privándole a él de sus ayudas, y a los demás de su guía, fraccionando a los Caídos y haciendo imposible que jamás pudiesen unirse de nuevo bajo su bandera pues, aun cuando regresaron, lo hicieron transformados en algo retorcido y distinto, unos más que otros pero todos tocados por su paso por la prisión celestial. No quedaban ya Caídos suficientes, ni enseña que les convocase y aunase, como para enfrentarse al regreso de la Hueste. Y la sabiduría del Primero se atemperaba por el dolor de haber perdido a sus amigos y amantes, e incluso el amor de la humanidad que le había dado la espalda para siempre incluso antes de la caída final de Genhinnom al final de la guerra.

Y fue hablar de la ciudad de negras murallas que trajo recuerdos a Urel, sobre el alijo de armas de la antigua batalla que Kishar, la líder de su Coro del Arco Infinito, le había pedido que escondiese. La ahora Tirana de la Corte Infernal de Los Angeles le había solicitado que las llevase a buen recaudo, un objeto de cada Casa, y él había marchado al oeste, hasta unas montañas que formaban una muralla natural. Pero ahora eso no se sabía dónde estaba... o ellos no lo sabían, pero Lucifer había estado todo el tiempo en el mundo y, con una pequeña paradoja les reveló que Genhinnom estaba en el mismo sitio que el Manzano de la fruta prohibida del Saber... la ciudad de la Gran Manzana, Nueva York. De hecho, la localización donde ahora estaban, era el lugar donde antaño se había alzado la Ciudad Sagrada de Sagun que, una vez más, los demonios habían vuelto a arrasar sin siquiera ser conscientes de que el ciclo se repetía. Y, en algún lugar de las Rocosas, el alijo de armas de Urel aguardaba, con su objeto y uno de los que de aquellas eran para él desconocidos pero ahora le eran bien conocidos. 

El sonido de un tiroteo en la calle interrumpió las conversaciones, un lobo enorme perseguía a unos asustados civiles que huían disparándoles, mientras el negro monstruo saltaba sobre el último para morderle y devorar su sangre. Aquel lugar no era seguro, nada en la Ciudad de los Sueños Rotos lo era, y era hora de ponerse en marcha. No había un plan, no había un consolidado camino, cada uno debería encontrarlo, pues las respuestas traían consigo nuevas preguntas. Violet se alejó camino del muelle, rumiando todo lo descubierto, mientras Nazriel pensaba encaminarse hacia la Corte Infernal para aunar a los Luciferinos para una nueva guerra contra el Cielo. Al fin y al cabo, para su facción, la lucha nunca había terminado. Y Jennifer, sabiendo que ahora el Primero le respondería si le llamaba, le dirigió una última mirada de amor y, junto a Urel, abandonó el lugar del primer reencuentro. 

Y así comienza el final. Lucifer ha sido encontrado entre las inmundicias, y sea cierto o no que hay Jinetes del Apocalipsis, la profecía está un paso más cerca de ser realidad. Paso a paso, el mañana está llegando.  

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