Un momento de perfecta belleza


Tomemos un descanso, breve pero necesario, aquí al final del prólogo de nuestra historia. Recuperemos el aliento un segundo; sé que ha sido mucho lo que hemos visto, pero aun más queda por llegar. Pérdida, dolor, sufrimiento... son cosas que no existen allá a donde vamos. La Sombra aún no se proyecta en las soleadas tierras del Jardín, en el cénit del octavo día.

Volemos con las alas del Recuerdo sobre el dorado Legado de aquel día de Inocencia. Sobre bosques infinitos y cambiantes, entre mares de hiervas que se mecen en la brisa y océanos cuyo flujo refleja el brillo solar, entre las montañas y colinas irregulares que se alzan con confianza. Observa con cuidado y los verás: los Dos que son miles, Sus favoritos ignorantes... pero no son a ellos a los que buscamos hoy, aunque sean la Causa y Consecuencia de todo lo que vendrá.

Alza tu mirada hacia esa ardiente figura entre las esponjosas nubes: es Aridiel, su forma llameante guiando a los demás elohim en el establecimiento de esos cumulonimbos. Y allá abajo, la radiante figura de Varadiel, inspirando a los que le rodean a probar cosas nuevas, bellas e inigualables. Pues son los Heraldos los encargados de traer la luz al mundo, abriendo el camino inexplorado e inaccesible a los demás. Los Namaru son los únicos depositarios de Su Plan, fragmentado entre cada uno de ellos para que puedan llevar a cabo sus misiones, unidos bajo el Lucero del Alba como los grandes visionarios que son, antes de que Lucifer les arrebate los fragmentos de Sus Designios.

Descendamos en este bosque, con cuidado donde posas los pies para no aplastar nada. La suave brisa que arrastra el fragrante polen de los árboles y esparce la vida la está generando la invisible forma de Anahera. Y allí, en el claro, puedes ver a Aislynn con su vestido de estrellas, soplando la vida en ese ciervo que espera a que llegue su hora. Si bien la  Sexta Casa es la creadora de músculos y cortezas, es la caricia de los Guardianes la que los anima y lo transforma en algo completamente nuevo y valioso, más allá de los átomos y tejidos. A estas alturas, los Asharu aún siguen el ejemplo de Lailah y trabajan incansables en proteger aquello que crean como amantes defensores de toda vida, ya llegará el momento del dolor cuando la Autarca y muchos otros acaben separados de sus hermanos por la Decisión.

Pero ni árboles ni brisa serían posibles sin el lento y constante trabajo de los Artífices, que dan forma a la danza del electrón y el rugir del volcán. Deberás alzar mucho la vista más allá de esta parte del Jardín para divisar a Ithuriel pues está dando forma a Júpiter, el gran escudo de la Tierra. Y ahí, en la ladera de la más alta y sagrada montaña está Urel esforzándose sin descanso por moldear la roca. Cuando caiga la Noche, ese será refugio de los Annunaki pero de momento eso es inimaginable. Solo queda el trabajo perpetuo y perfeccionista de Toguiel, pues ni él ni los suyos están nunca contentos con sus resultados, siempre buscando llevarlos más lejos, hacerlos más detallados e infalibles, ricos y complejos.Trágicamente, su labor será pagada con dos caídas en dos Infiernos bien distintos por Su mano.

Bate tus alas con fuerza y alcémonos hasta la Luna y sus palacios de cristal. Es el dominio del Tiempo y sus cronistas, siempre ocupados con todo lo que ocurre. Fueron los Tres Edictos de Tyriel los que organizaron a los Neberu. Observa ahí la cuidadosa recolección que Thaumiel hace de lo que ha ocurrido ya pues la labor de las Fuentes es recoger esos eventos en el Registro Eterno; en su cristalina oficina tienes la figura hecha de estrellas de Kayle que traza el seguimiento que los girasoles hacen del paso del sol, garantizando como Adivino que el presente sigue Su Plan; y más allá el pequeño Ahrimal, que un día predecirá una Tormenta, aunque todavía ignora en su labor de Oráculo lo que está por venir y el precio que todos habrán de pagar para proteger la Red de la Causalidad.

Sus esfuerzos en las normas a menudo chocan con los ocupantes del voluble reino de las Nereidas, pero estas solo ríen cantarinamente cuando descuadran los cálculos lunares. Descendamos hasta sus océanos para ver su sufrimiento y añoranza por una humanidad que solo pueden observar de lejos. Y sin embargo, si observas con cuidado verás a Euterpe, su plateada trompeta aún no ha sido destruida en la guerra por venir, así que sus notas dan música al fluir de las corrientes y el entrechocar de las olas. Las cuales terminan ahí, en la línea de la cambiante costa, donde la bella sirena Cerubiel y su corista Minael juegan juntos, asegurándose de que el mar nunca converge con la tierra del mismo modo. Las Lammasu esperan que llegue el tiempo de las historias, mientras danzan en el eterno abrazo de Belial desde su profundo palacio de coral en la más profunda de las simas.

Estas oscuras aguas que nos rodean no son su dominio en exclusividad, sino que lo comparten con los Devoradores pues la vida llega a todas partes. Ahí tienes la forma de pesadillas de Dinael mientras teje las espinas y carnes de peces que la humanidad nunca llegará a contemplar. Pero los suyos no son solo de ojos y aletas, ascendamos de vuelta a la superficie hasta ese claro en el bosque donde Malakhiel pastorea sus manzanos... si eres capaz de ver su arbórea forma entre todos sus semejantes. Evolución, cambio, reproducción, todo ello es el dominio de los Rabisu y sus territorios marcados, pues la Naturaleza creada bajo la guía de Ziana no conoce barreras, límites ni impedimentos a su fuerza y hermoso salvajismo.

Bueno, sí, tienen un único impedimento: el solitario y silencioso trabajo de los Segadores en la creación del Segundo Mundo. Espera el momento adecuado y verás a Dikael descender con su sombría mortaja a recoger el Recuerdo de ese estegososaurio ahora que su hora ha llegado. Lo acompañará a las Tierras sin Sol donde va todo aquello que ha cumplido su función y ha terminado su tiempo. Es doloroso e incomprensible para la Pareja el don de los seguidores de Usiel, pues Ellos cogen cariño a los animales que les acompañan, e incluso los otros elohim desdeñan el trabajo de los Halaku, que tan a menudo pone fin a las labores de los demás.

Todo esto, e infinidades más, es el portento ilimitado y la belleza sin igual de la Inocencia sin Mácula.  De un tiempo de sagrada Obediencia y alegre Ignorancia. Auspiciado y dirigido por Su Plan, encajado en los Tres Mandamientos que, inevitablemente, traerán la ruina a todo lo que baña el sol. Pues, inextricablemente, el Jardín avanza  con absoluta inconsciencia hacia la llegada de la noche, el amanecer del noveno día y el dolor del Pecado Original.

Pero permanezcamos aquí un instante más. Detengamos el desgranar de la arena que cae por el reloj de cristal. Escuchemos el canto de las aves, el arrullo de los arroyos, el ulular del viento entre los riscos, los rumores de las hojas que saludan al sol y los cánticos de planetas y estrellas. Y soñemos, solo por un instante más, con que se puede regresar al Jardín, deshacer todo el dolor, destejer toda pérdida. Es un bello momento de vana esperanza.

Comentarios

  1. La versión original de este relato la escribí durante el enorme corte de luz de ayer, 28 de abril, para matar el rato mientras leía el Libro de las Casas de Demonio: La Caída. Esta versión final tiene algunos cambios y mejoras posteriores, fruto de la ventaja de pasarlo a ordenador y poder corregir y ver los errores que pude detectar en el original.

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