Paraiso Perdido: El quebrado aullido a la luna perdida
La voz de Billy Corgan sonaba suavemente en el hilo musical, una contradicción clara entre su mensaje de lucha y el entorno de alta clase de aquel bar en la zona financiera de la ciudad. Y sin embargo, su letra resonaba profundamente con la mujer sentada en la barra, bebiendo solitariamente su vodka. Algo en su actitud y pose mantenía alejados a los moscones, pues hasta el último de los machitos tiburones financieros del salón sentía instintivamente que ella era la alpha en el lugar.
The world is a vampire... secret destroyers...
Técnicamente esa parte de la letra ya había sonado, pero ella seguía dándole vueltas. El mundo no era aún un puto vampiro, pero sin duda las sabandijas lo llenaban hasta arriba con su peste y podredumbre. El Wyrm. El enemigo. Y Heredera de la Luna, o Sophie como la conocían habitualmente, sabía que había llegado al mundo demasiado tarde para hacer nada al respecto. Nada más allá de luchar hasta el final, con ira, con abandono, con justa retribución, hasta caer todos muertos por los pecados de sus ancestros. Gaia lloraba por el fracaso y abandono de sus guardianes, Selene lo hacía por sus hijos perdidos y descarriados. Y el Wyrm reía, demente, desquiciado, destructivo.
Esos eran los tiempos. El Apocalipsis. Now I'm naked, nothing but an animal...
De una mesa del fondo llegaron las risas del flirteo, de las bromas, de otro tipo de cacería primitiva, oculta bajo rituales y formas socialmente construidos. Y aunque era de noche y su vodka se acababa, en el móvil todavía estaba repasando la documentación. Combatir fuego con fuego, la ira de la garra y el colmillo solo llegan hasta cierto punto, y ella estaba decidida a meter al Túmulo en el siglo XXI aunque los Ancianos no quisieran verlo. Y su pequeño fondo de inversión de causas sociales era el comienzo. No se podía luchar contra Pentex, Monsanto y tantas otras corporaciones a base de aullidos y golpes, sino que se las combatía en las juntas de accionistas, en las salas de reuniones, en los intercambios de la bolsa. Ahí era donde les dolía de verdad, donde se podía conseguir un cambio significativo y duradero. Pero los datos que revisaba mostraban a las claras que su dinero, el capital de su pequeño fondo, todavía estaba muy lejos de poder marcar una diferencia de verdad, no era más que un lastimero sonido entre poderosos rugidos corruptos.
La televisión, silenciada para no molestar a la clientela, estaba sintonizada en un canal de noticias financieras para encajar con la ocupación de la mayoría de los ocupantes. Las risas de los de la esquina mostraban que celebraban un día de vender con éxito su moral a cambio de big fat bucks, un buen número de Franklins que gastar en coca, putas de standing y alcohol. Y mañana vuelta a la batalla, al grind, al hombre contra hombre. Pero su celebración se silenció, como todo en el resto del bar, cuando las imágenes de la pantalla se transformaron en un parte urgente sobre un terremoto en Los Angeles y un ángel o demonio volando sobre la ciudad.
So what do you want, I wanna change...
La mirada de Sophie permanecía atrapada en la imagen radiante de la pantalla. Había luchado al lado de algunos de los demonios a bordo del Open Sea Fastpace, a finales del mes pasado. Los había olido, y con diferencias, no olían a Wyrm como lo hacían los jodidos vampiros. Y estaban dispuestos a hacer algo para cambiar las cosas. Una de las chicas entre ellos incluso había propuesto una tregua para ese ataque, para centrarse todos en los monstruos y aberraciones de Pentex y el espíritu corrupto del barco. Había funcionado. Había sido una victoria pírrica frente al daño del mundo, pero una victoria al fin y al cabo. Incluso habían ido a buscar al Túmulo en busca de ayuda y magia, pero los Antiguos no habían accedido, atrapados en sus dudas y normas. La desconfianza de los desposeídos, los que han sido abusados una y otra vez. Los que aceptan la derrota.
La Letanía les cegaba, les callaba, les ataba a las viejas formas. Pero las apolilladas tradiciones eran las que les habían traído hasta aquí, las culpables del fracaso, de la ira, de la desesperación. Había que buscar nuevos caminos. Y aquel ángel o demonio desconocido, sobrevolando L.A. era la señal de esto. Ni Mascarada, ni Tecnocracia, ni Letanía, la gente iba a ver de una puta vez lo que había delante de sus ojos. Y ella buscaría nuevos aliados, aún si los Antiguos de la Tribu no lo entendían.
Dejando los billetes para cubrir su consumición en la barra, Heredera de la Luna se puso en pie y se encaminó hacia la salida. Uno de los chicos de la mesa del fondo, el más valiente, le siguió el paso mirándole el culo hasta que ella se volvió y lo miró a los ojos. El otro apartó la mirada, no avergonzado sino asustado. Con una sonrisa de desdén, Sophie salió al exterior, a Pine Street. La noche neoyorkina le dio la bienvenida, un monstruo más en su seno, pero todo había de algún modo cambiado.
Fuera de la vista de viandantes, la mujer abandonó su forma humana y, sobre sus cuatro patas, comenzó a rastrear. Su olfato era fino, y sabía cual era su presa, su objetivo, era solo cosa de encontrar su rastro en el viento. Perro, el poderoso espíritu, seguro que podría ayudarla, y sino preguntaría a Rata, Gato, Paloma, o cualquier otro que hiciese falta. Alzo su hocico hacia los cielos y dejó que sus cuerdas vocales proclamasen a Gaia, a Selene, a los suyos y a cualquiera que pudiese escucharla, que estaba de cacería, pero no una que terminase en sangre sino una que acaso rematase en esperanza. Y llamó a su pequeña Manada a su lado y encuentro, que dejasen lo que estuviesen haciendo y se uniesen a ella para correr juntos bajo la luna de la ciudad.
Jesus was an only son, for you...
Pero ella no estaba sola. Y de las otras partes de la ciudad llegaron las respuestas, los aullidos traídos por los vientos de la noche. Como siempre, no estaba sola, y era hora de hacer nuevos aliados y amigos. ¡Y a la mierda la Letanía!
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