En Alas de Ángeles: Quinta parte (EF=38+)
La cámara encuentra a la Brave New World en órbita sobre la localización del asentamiento, sus bahías laterales abriéndose lentamente para dejar salir la lanzadera que abandona el espacio y desciende sobre los bosques y praderas de Sundara. A bordo, Gian Juandaastas comprueba a su gente en el espacio casi vacío de la nave, mientras la navegante Andreina Carren maniobraba a través de la atmósfera y las nubes en busca de un lugar donde posarse. Y ante todos, cuando la nave se asienta en la tierra, se abre un mundo verde y lleno de vida y de inesperadas posibilidades, entre las antiguas y enormes agujas que, separadas entre si miles de kilómetros, rascan el mismo espacio de las estrellas.
Caminar hasta el asentamiento de los lugareños fue extraño, un mundo inocente y casi sin tocar por la mano del hombre, lleno de naturaleza salvaje y desafiante pero no amenazante. Y en las cercanías de la villa, los lugareños salieron felices a recibirles, habiendo visto el primer descenso atmosférico en años, sino incluso siglos. Los exploradores fueron acogidos con sincera buena intención, por aquellos habitantes de donde habían salido los Decans, que no llamaban a su mundo Sundara, sino Eden.
Y eso es lo que parecía aquel lugar. El Ingeniero Volshenko observó a la comunidad local, que había abandonado cualquier muestra de tecnología, tal como invitaba a hacer el Profeta en sus enseñanzas. Ni siquiera contaban con herramientas de hierro y sin embargo nada les faltaba pues la naturaleza a su alrededor siempre estaba llena de alimento. Con fascinación, el Padre Vincent escuchó a los locales hablar de la protección de los ángeles, que se encargaban de garantizar su bienestar con el amor del Pancreator, invisibles pero siempre atentos. El documentalista Elías Vaskin recogía todo fascinado, desde las casas de madera al único artefacto de envergadura y tecnología: una de las antiguas lanzaderas de la White Star que ahora estaba en Gwynneth, su antigua hermana reconvertida en la iglesia local por ser el vehículo que había transitado más veces por las sagradas puertas de salto.
Las preguntas del oficial Jonathan Hawkwood revelaron que si querían la protección de los ángeles como tenían los lugareños, todo lo que tenían que hacer era renunciar a la tecnología y abrazar la vida de la que el Profeta había hablado. El XO les advirtió de la cercanía de la Angelwings y su tripulación tecnológicamente modificada y el peligro que podían suponer, pero los habitantes del planeta no temían nada pues el Pancreator les protegía con sus ángeles. Así que, uno a uno, todos los miembros de la expedición inicial fueron abandonando sus artefactos y abrazando la vida local pues aquella era la única forma, según el Hawkwood, de comprobar si era cierto o no lo que los Decans habían contado al llegar a Gwynneth. Solo el documentalista Vaskin se negó, usando su cámara para grabar los eventos que estuviesen por acontecer en aquel mundo extraño y portentoso.
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